Partida Rol por web

Atravesasteis una región desolada cubierta de robles y hayas hasta que se puso el sol. "Desolada" no a causa del paso de ningún ejército, ni de la ausencia violenta de una cualidad preexistente en el paisaje; desolada, digo, como propiedad de base de aquel país, como si Cristo hubiese muerto para salvar los pecados del mundo, pero se hubiese olvidado de esa pequeña región alpina, donde moran los dioses menores.

Durante el camino sólo os topasteis con fantasmas. Pero, al fin, al acercarse la sombra de la noche, os encontrasteis a la vista de un viejo promontorio rodeado de ruinas. Si aquello había sido un castillo, de eso hacía siglos. Imperios se habían forjado y destruido, se habían compuesto epopeyas, se habían cantado y se habían olvidado. El tiempo había echado su mortaja sobre aquel lugar, como sobre todo. Construid, construid, construid, decía con sarna. Cuanto más hagáis, más perderéis.

En los viejos muros que daban al norte, a las montañas, crecía el musgo. Eso al menos parecía no haber cambiado.

El paisaje desierto y la ruina macabra, como un chiste que solo un dios cruel podría entender, pesan sobre el alma de Jenócrates y le hacen cuestionarse si ha sido una buena idea recorrer aquel camino. "No" piensa, "somos hombres de bien, hombres de justicia. No debemos tener miedo a la oscuridad ni a los cuentos de las viejas, hace mucho que dejamos de ser niños". Pero lo cierto es que traga saliva y se aferra aún más al escudo y se queda algo más rezagado, contemplando el castillo. 

"Inspeccionar el terreno no es mala idea", piensa, "antes de lanzarnos como locos contra los muros de la fortaleza". Quizás alguna de las hierbas o los musgos que se esfuerzan por crecer en aquella tierra desolada pueda serles beneficiosa. Con la mano sobre los ojos, el viejo otea a su alrededor, esperando encontrar algo más. 

Ὅσον ζῇς, φαίνου, -son las palabras que entona Calístrato mientras caminan por esa tierra desolada- 

μηδὲν ὅλως σὺ λυποῦ - para en este verso y silba imitando el aulos. Deja un silencio y continúa esta vez haciendo percursión con ambas manos en su barriga-

πρὸς ὀλίγον ἐστὶ τὸ ζῆν,

τὸ τέλος ὁ xρόνος ἀπαιτε 

Vuelve a repetir la parte musical con su silbido. Le encanta viajar y le encanta esta canción. Se la cantaba su madre y a su madre se la cantaba su abuela.

Al ver el castillo a lo lejos, lo señala con el dedo índice de la mano derecha mientras gira el cuello hacia los demás.

-He visto sitios mucho peores donde viven familias enteras. -Deja una pausa y remata- En Laconia.

Sin esperar la respuesta de los demás ríe, ríe y se pega dos palmadas en la barriga. Toma aire y pregunta:

-¿Habrá que llamar a la puerta no?

Se adelanta unos pasos y empieza a caminar hacia el castillo.

—Si hay alguien en este castillo abandonado por Dios, está claro que ya habrán escuchado los silbidos de Calístrato.—Digo, intentando ver algo en la oscuridad.—¿Alguien ha pensado en traer antorchas?

De entre sus ropajes y su bolsa, Ormuz fabrica una antorcha en unos segundos. Tiene especial cuidado en no empapar demasiado el trapo. No desea que nadie se queme. Mira a su alrededor. La construcción, o mas bien lo que queda de ella, se alza ante ellos. Sonríe. No hay nada que temer siempre que haya una llama que ilumine el sendero. Se dispone a encender la antorcha mientras avanza con el resto, cerca de Calístrato.

La puerta a la que se refiere Calístrato hace tiempo que ha desaparecido, lo que añade un tono de siniestra ironía a sus palabras. Desafortunadamente, no parece que estéis muy susceptibles a ella en estos momentos.

Al otro lado de los escombros de la puerta podéis ver una nave rectangular cuyo techo se ha hundido, ocultando lo que fuera que había debajo. No debe ser difícil llegar hasta ella, pues la muralla ha cedido en varios puntos y los escombros del hueco que había en la puerta pueden ser apartados sin mayor dificultad.