Partida Rol por web

Había pasado mucho, mucho, muchísimo tiempo desde que la maravillosa Bruja Pandora había desaparecido sin dejar rastro y había encerrado al malvado Brujo Malakae en un jarrón que se había guardado generación tras generación en la aldea más bella y con los mejores recursos de la contorna. En esa aldea, Kala, vivían muchas familias que habían vivido en calma durante mucho tiempo. Habían vivido cuidando cada regalo de la naturaleza, jugando con animales de lo más variopinto y, de un modo u otro, cuidando que nada ensombreciese sus dichosas vidas.

El tiempo pasaba sin dar tregua a nadie, los que antaño eran jóvenes se tornarion sabios ancianos. La que una vez fue una sonada Pandora hoy era poco más que una leyenda y, sus actos, prácticamente olvidados. Pasarían todavía muchos años más hasta que dos infantes, Randi y Primm, de 7 y 8 años respectivamente, tuviesen la idea de explorar sin permiso la cueva donde el jarrón del legendario Malakae se ocultaba. Nadie habría creído posible que dos chiquitines pudiesen llegar a tal lugar sin que nadie se percatase, pero así fue. Llegaron allí sin el más mínimo ruido o sospecha.

Se encontraron en una pequeña sala un recipiente con un líquido de donde salían ligeros rayos. Estaba dispuesto sobre una roca que a todas luces semejaba también mágica.

La curiosidad llevó a Randi y a Primm a acercarse. Nadie podía culparles, tiempo ha que había quedado atrás la hazaña que la Bruja Pandora había logrado y, desde el principio de los tiempos, los niños siempre han querido explorar más y más. Estos niños no eran menos que los otros. La vida en la aldea era muy agradable y feliz, pero los niños querían vivir aventuras, y qué mejor forma que visitando la cueva del jarrón.

Los infantes se acercaron, muy lentamente, con la curiosidad infantil de ver más de cerca los rayos que emanaban del mismo. Poco a poco se acercaron hasta que lo tocaron, provocando la rotura del perfecto equilibrio del jarrón que se precipitó al suelo y se hizo añicos, liberando al malvado brujo Malakae.

- Por fin. - Bramó el brujo con una sonrisa. - Tantos años encerrado en este horrible lugar...

Alzó sus manos y un báculo comenzó a formarse en su mano derecha, que usaría para arrancar los cristales esenciales de las estaciones para esconderlos en lugares recónditos donde nadie los encontrase y, en su mano derecha, se formaría a su vez un cristal violáceo, que sería lo que usaría para atrapar a todos los adultos, impidiéndoles ser capaces de derrotarle y, con paciencia, recuperaría su poder y moldearía el mundo a su antojo, plagado de niños que acabarían siendo sus sirvientes.

No pasarían siquiera dos pestañeos de Primm y Randi hasta que ellos mismos se viesen recogidos con gritos también en ese cristal. El Brujo Malakae desapareció de esa cueva, dejando una roca brillante vacía con un jarrón hecho añicos a su lado, dejando un mundo sin adultos y un mundo donde flores y árboles perdían vitalidad a cada segundo.

Los gritos provenientes de la cueva se escucharon en toda la contorna, alertando al resto de gente que allí se encontraba, entre ellos Elinee, una niña de 12 años que se dedicaba a leer todo librillo que caía entre sus manos. Escuchó los gritos y vio cómo poco a poco iban desapareciendo todas las personas mayores de su amado pueblo. Corrió a su casita, tenía que avisar a sus padres de lo que estaba ocurriendo...

- ¡Papá! ¡Mamá! ¡Abuela! - Dijo la muchacha, y con desánimo añadió. - ¿Dónde estáis?

Recorrió la cocina, la salita donde se encontraban una pequeña chimenea, un tresillo y dos butacas, su dormitorio, el dormitorio de sus padres, el dormitorio de su abuelita y el huerto que tenían detrás de la casa. Pero no encontró a nadie.

Sus azules ojos estaban muy brillantes, Elinee parecía a punto de llorar, pero en lugar de eso, se frotó los ojos y se acercó al centro del pueblo, llamando casa por casa a quienes quedaban allí. tenían que reunirse, buscar una forma de salir de allí y una forma de salir indemnes.

Antes de que se pusiese el sol, y a la vista de que había algún monstruo en las afueras, las puertas de Kala se encontraban cerradas y todos los niños se encontraban en el centro del pueblo.

- ¡Amigos! - Comenzó. - Os he reunido porque nuestros papás, mamás, abuelos y abuelas han desaparecido. Por lo que he preguntado, me he enterado de que el Brujo Malakae ha huido y ha secuestrado los cristales de las estaciones. ¡Tenemos que hacer algo! ¡Debemos hacer algo!

Algunos niños se echaron a llorar, pero Elinee tenía que ser fuerte. Así que les ofreció ser la delegada del Pueblo para guiarles. Alguien tenía que hacerlo, y su mamá era la alcaldesa de Kala, le tocaba a ella hacer la misma tarea.

- Voy a escoger a un grupo de valientes. - Añadió la muchacha. - Necesitaremos que lleguéis al corazón mismo del bosque y que allí busquéis y recuperéis el cristal de la primavera. ¡O nuestros bosques morirán! ¡Y nuestras flores! ¡Y nuestros cultivos!

Elinee se acercó a vosotros, esperando que pudiéseis cooperar en la búsqueda, pues ella era la hija de la alcaldesa, era la mayor del grupo de infantes y debía cuidar la aldea y que todos tuviesen qué comer mientras vosotros, si aceptábais, íbais al bosque.

Natalia dio un paso adelante y dijo: -Muy bien Elinee, tú eres fuerte y seguro sabrás enfrentar este problema y voy a hacer mi mayor esfuerzo para que tú estés protegida y este hermoso pueblo también, para que nuestras plantas y árboles estén bien y también los animales hermosos que hay por aquí.

Natalia estaba vestida con una capa de color marrón oscuro, muy abrigadita, y unas botas negras. Su pelo es color miel y sus ojos azules. Le gusta ayudar a los animales y vivía en una casita con forma de hongo, sus padres se dedicaban a sanar heridas graves como fracturas.

Motivado por la valentía y decisión de Natalia, Fior se acercó brincando hasta que estuvo al lado de las dos - Paso mucho tiempo entrenando en el bosque, ¡puedo ser de ayuda si surge algún peligro! - declaró, dando por entendido que formaría parte de ese grupo que propuso Elinee.

A Fior se le notaba inquieto y lleno de energía, y pese a que era perfectamente capaz de estar parado, se mantenía dando pequeños brinquitos ante la expectativa de la gran aventura que su pequeña cabeza imaginaba.

Selena miraba a Elinee con cara llorosa y mirada triste. Ella quería mucho a sus papás y a sus abuelitos. No soportaba la idea de perderlos y quedarse sola para siempre.

- El brujo Malakae es muy malo de verdad..., yo quiero de vuelta a mi mamá..., ¿quién si no me dará el beso antes de dormir?.... - dijo la niña retirando un par de lágrimas que caían por sus mejillas -...¡ Yo quiero ayudar!..., sé curar las heriditas de las piernas por si te caes, y puedo bajarte la fiebre si te pones malita... Además no tengo miedo, quiero recuperar a mi familia y que todo vuelta a estar como siempre.... Puedes contar conmigo Elinee...., iremos hasta el bosque a por ese cristal.... ¡si nos unimos seguro conseguiremos vencer a ese brujo malo!

Selena estaba convencida de lo que decía. La aventura debía comenzar cuanto antes

Me encuentro cerca de las puertas del pueblo siguiendo el rastro de una babosa, que a juzgar por la cantidad de moco, debe tener un tamaño excepcional, tan grande como mi brazo seguramente, bueno, igual no tanto. Cuando comienzo a escuchar gritos provenientes de diferentes lugares de la aldea.

Me levanto sacudiéndome el polvo de los pantalones mientras trato de escuchar con atención, pensando al principio que son los padres llamando a los niños para comer, pero... hace poco que he desayunado. Me doy cuenta entonces de que los gritos que se escuchan son de miedo, como cuando grito si tengo alguna pesadilla.

Vuelvo corriendo a casa asustado para encontrarla vacía. Grito y mis gritos se confunden con los de las casa de al lado - Papá, mamá. Busco en todas la habitaciones, en el corral, en el jardín trasero, nada, nadie. Un caldero burbujeando y una cuchara de madera en el suelo es cuanto queda de mi madre y la azada junto a un agujero, el único rastro de mi padre.

No tardan en llamar a mi puerta y salgo esperanzado, para ver a una Elinee preocupada corriendo de casa en casa.

Finalmente consigo enterarme de lo sucedido. - Entonces no era un cuento para asustarnos, digo cuando hablan del brujo.

Guardo silencio de nuevo mientras habla nuestra amiga. Para mirar a los demás cuando hablan de elegir valientes esperando que alguno salga. Caras apenadas y preocupadas es cuanto veo, hasta que Natalia y Fior se ofrecen a buscar el cristal que nos devolverá la primavera, y algo me dice, que también a nuestros mayores. No tarda Selena en dar también un paso al frente, pues yo no voy a ser menos.

- Si vais a ir al bosque, me gustaría ir. ¿Tenéis idea de la cantidad de bichos que hay por ahí? Babosas, escarabajos, mariposas, moscas, gusanos, hormigas, chinches, gusarapos.

Oscar volvía trotando de perseguir una mariposa se vivos colores cuando escuchó el revuelo y corrió hasta su casa, allí pudo ver que sus padres habían desparecido, tal y como todos estaban diciendo. Negó con la cabeza, no queriendo creer que aquello era verdad, esperando que fuese una pesadilla nocturna y despertarse con las caricias tranquilizadoras de su madre.

Nada pasó.

Vio como los niños del pueblo se fueron juntando en la plaza y avanzó de a poco hacia ella, sus cascos apenas hacían ruido en la arenosa calzada y desde detrás escuchó lo que la hija de la alcaldesa proponía. De inmediato varios niños se ofrecieron para ayudar. El pequeño unicornio removió las patas nervioso, quería ayudar, sentía que podía aportar mucho a sus vecinos bípedos, pero no sabía cómo decirlo.

Al poni no se le daba bien hacer amigos y se ponía nervioso cuando mucha gente lo miraba, pero estaban hablando de salvar a los mayores, a sus padres.

-Yo también iré. -dijo elevando la voz con una seguridad que no sabía de donde había salido -Yo, yo... puedo correr muy rápido y sé hacer algunos trucos y... y quiero ayudar.

Conforme fue hablando empezó a dudar pero no de ofrecerse para ir, de eso estaba seguro, si no de hablar delante de todos y su voz fue bajando y su ritmo decayendo.

-¡Nagisa!¡Nagisa!- oigo a mi madre llamarme desde dentro de la casa, pero yo ya estoy ensimismada en atrapar mariposas con el cazamariposas. Hace un día tan bonito y tan chulo, que no puedo quedarme en casa haciendo otras cosas. Tal vez con esta mariposa pueda empezar una colección de ellas, o tal vez pueda dejarla suelta por la casa y que sea una más de la familia. Lo que pasa, es que no llego. Resignada, suelto mi cazamariposas y busco entre mis bolsillos mi tirachinas. Si apunto bien capaz sea de aturdirla como para cogerla. Apunto, y la tengo en el punto de mira.

-Nagisa, es hora de volver-

No, no puedo hacerle daño. Me jorobo. Pero bueno, siempre puedo ver como se escapa del jardín. Mirando al cielo, me quedo ensimismada. 

¿Y si hubiera un reino lleno de mariposas, con una mariposa reina que haya mandado a esta para explorar el terreno y luego dar un informe? ¿Serían amigables? ¿Qué comerían? Me dan ganas de salir de aventura sólo para comprobarlo pero, uh, oh, llaman a la puerta. ¿Quién será?

-¡Mamá, papá! Llaman a la puerta.- Qué raro. En fin, abriré yo. ¡Pero si aquí no hay nadie! Aunque Elinee, la hija de la alcaldesa, está tocando puerta por puerta. No me suelo ajuntar mucho con ella pero me cae guay. No para de decir que nuestros papis están desapareciendo o algo así. Tiene que ser mentira, es todo una broma, mis papis están justo aquí. Me meto por la cocina que era por donde me estaban llamando y les comento - Dicen por ahí que se están llevando a los papis de la gente. No saben hacer bromas, verdad, ¿pa- - y no veo a nadie. La cosa es que no están aquí, ni en el salón, ni en la planta de arriba, ni en la de abajo. Jopetas, pues va a ser que no es una broma. Me cambio todo lo rápido que puedo y cojo lo primero que veo y salgo escopeteada para donde están todos reuniendose. Hay muchos chicos y chicas que quieren ir, pues oye, mira, yo también quiero. A mí nadie me quita a mis papis así como así y se va de rositas.

-Ehm...- no sé qué decir. Así que improviso. - pues yo también voy, porque...sé hacer cosas, sí, eso, porfa, quiero ayudar. - qué mal se me da improvisar, pero bichos, un bosque mágico, el cristal ese y un malo maloso son demasiados motivos para ir. A ver, tampoco llevo mucho más que mi tirachinas, un par de cuchillos de la cocina y lo puesto que es una camiseta corta blanca y un pantalón corto, que hace calor.

Elinee os escucha con lágrimas en los ojos, no sería capaz de esconder las emociones que la embargan aunque desease hacerlo. Vuestras palabras insuflan la esperanza en los corazones de quienes están a vuestro lado.

- ¿D-de verdad? ¿Lo haréis? - Elinee les hablaba entre sollozos y sonrisas. - Sois los mejores. Y os daremos todo lo que podamos para que el viaje sea bueno. ¡Os queremos muchísimo! ¡Y sabemos que salvaréis a nuestros papás, mamás, abuelos y abuelas!

La chica continúa sollozando mientras les da un abrazo a cada uno, deseándoles desde lo más profundo de su infantil ocrazón el que tengan el mejor viaje posible, el que no encuentren trabas y, sobre todo, que puedan salvarles a todos.

Os habíais decidido a ayudar en la causa desde el momento en que Elinee os dijo que buscaba a personas valientes, no hacía falta insistir, no había ninguna familia que no tuviese el mismo problema. Y sabíais que, si no érais vosotros quienes se ofreciesen a recuperar la vida, otros lo harían en vuestro lugar, con una valentía igual de loable que la vuestra. La delegada de Kala os abrazó de uno en uno, con alegría y esperanza. Os abrazó con la emoción de quien tiene el deseo más profundo de que cambien las tornas en Kala, y en cada uno de los pueblos vecinos, pues suponían que no serían el único lugar donde el Brujo Malakae había hecho de las suyas. Las palabras de Elinee os habían subido mucho los ánimos. Os había dado una tarea de las importantes de verdad y vosotros la íbais a cumplir, ¡Con todas las de la ley!

Durante un día entero desde que salía el sol hasta que se ponía estuvisteis más o menos juntos, preparando vuestros macutos y ultimando los detalles de vuestra partida al corazón del bosque. Otros niños os dijeron que fueseis con cuidado, pues habían encontrado monstruos por el camino que antes de la liberación de Malakae no existían.

Elinee buscaba un mapa, pero no encontró nada, así que os indicó que debíais cruzar el valle dirección a donde nacía el sol, tiempo después encontraríais el bosque de la Vida. Aunque algo os decía que quizá en estos momentos no rebosaba mucha vida como antes de que el brujo escapase.

Os encontraríais a la entrada del pueblo al amanecer del día siguiente, para partir al alba y comenzar vuestro viaje con todas las energías que pudiéseis reunir.

A Selena le gustaban mucho los abrazos, así que ese gesto de la delegada de Kala hizo que sonriera, y es que era divertido ayudar a los demás. Todos tenían el mismo objetivo común, encontrar a sus familias, hacer que todas las personas queridas regresaran a casa y volver a tener una vida sencilla, normal, cogiendo flores en el campo y corriendo detrás de las mariposas, comiendo cucuruchos de helados y narrando historias junto con sus seres queridos.... ¡Cuánto extrañaba a sus papás!

Volver a casa a preparar la mochila de viaje fue muy duro. En la cocina siempre solía oler a dulces, y hoy no había nada. En el salón el ruido de risas inundaba el ambiente, y en ese preciso instante el silencio era como un monstruo enorme y deforme que daba tristeza a la niña ciervo. Así que decidió poner una radio para escuchar música y bailar. Así le gustaba a su mamá, que todas las malas cosas se fueran con canciones, así que seguiría sus pasos.

https://www.youtube.com/watch?v=fTzTFQbdYEQ

- ¡Soy una taza!.... ¡una teteraaaa!....¡una cucharaaaaa!..... - canturreaba la dulce criatura mientras meneaba el culillo a uno y otro lado, a la par que iba guardando las cosas importantes en la bolsa con la que viajaría. Y tras tener todo lo que necesitaba salió de su hogar, no sin antes mirar atrás y hacer una promesa -... cuando regrese, será de la mano de mis papás.... - y dicho esto Selena fue a la entrada del pueblo para reunirse con el resto de sus amiguitos de viaje.

La generosa oferta de Elinee, o puede que su abrazo, hicieron sonrojar a Fior, que no estaba acostumbrado a tanta gente reunida. Un poco tímido aceptó el escudo de madera que le ofreció uno de los niños, diciendo que era de su papá, pero que ahora que no estaba podía usarlo para traerlo de vuelta, que seguro que no le importaría que lo cogiera.

Le hizo recordar la lanza que guardaba su padre, la usaba normalmente como bastón para caminar por el bosque cuando salía a vigilar a los animales, pero le había enseñado que, en caso de ser necesario, podía pinchar con la punta lo que hiciera falta, como las frutas más altas de los árboles. 

Con un gesto de profundo agradecimiento, salió brincando hacia su casa con el escudo prestado, pensando en recoger lo necesario para esta nueva aventura. Saldrían al alba así que si se daba prisa tendría tiempo también para echar un sueñecito...

Natalia fue a su casita, tomó aquello que podía cargar para el viaje y lo puso en su bolsita. Estaba preocupada por sus papás y la casa no tenía música cuando ellos no estaban.

Esa noche Natalia estuvo muy sola en su casa y tuvo miedo de los animales que podían llegar a entrar mientras dormía. Comió mucho para estar despierta y poder vigilar si el brujo volvía a aparecer pero al final se quedó dormida abajo de la cama. A la mañana siguiente se levantó de golpe y fue hacia donde se iban a encontrar, no quería llegar tarde.

Me tenso levemente cuando Elinee me abraza torciendo la boca con resignación, chicas...

Los preparativos me resultan un poco tediosos y no fue hasta que uno de mis compañeros preparó su cepillo de dientes, que me acordé yo del mio. Mientras Elinee nos indicaba el camino trataba de memorizarlo repitiendo mentalmente, hacia el sol, el bosque de la vida.

Miro a los demás antes de añadir, - ¿no es por allí donde están las cavernas de cristal, esas donde se dice que resuenan las canciones que dieron forma a las estaciones?

Tras una noche de sueño reparador y un desayuno a base de gofres fríos, me encamino a la entrada para encontrarme con mis amigos. - HOOOLAAA, les grito saludando desde lejos.

Oscar removió sus pezuñas cuando la chica lo abrazó, luego sonrió al resto de niños y se pasó el día trotando de un lugar a otro consiguiendo las cosas que se llevaría. Tampoco eran muchas, pues no necesitaba apenas nada, pero estaba nervioso y, aunque no lo diría en voz alta, tenía un poco de miedo. Pero como su papá siempre le decía, ser valiente no era no tener miedo, si no enfrentarse a él y ganar.

El joven poni tuvo un sueño inquieto, plagado de imágenes tanto de las maravillosas cosas que podrían ver como de los peligros que les podían esperar y cuando por fin el sol se elevó, salió deprisa de su hogar para encontrarse con sus compañeros de aventura.

El pequeño unicornio vio a los chicos reunidos y cabalgó hasta ellos, al frenar levantó un poco de polvo que le hizo estornudar y sacudió la cabeza para alejar el cosquilleo de su nariz.

-Hola amigos, ¿todo listo? -dijo al acabar de moverse.

En la grupa llevaba unas alforjas con las pertenencias que había decidido llevarse y en sus ojos brillaba la chispa de la resolución.

Abracé de la forma efusiva a Elinee, que nos había encomendado esta misión que sería super decisiva, y que también traería a nuestros papis de vuelta. Era hora de hacer preparativos, no podía ir con lo puesto. Hablé con todo el grupo y quedamos en estar al amanecer para irse de aventurilla, así que aproveché para volver a casa y decir adiós a esa casita tan familiar. Echaría de menos el olor a incienso que siempre ponía mi mami, o las risas que tenían entre ellos dos. Dejé todo más o menos recogido después de sacar lo necesario y ponerlo en mi mochila. Ahora, tocaba la parte difícil, dormir sin el cuento de noche.  Probé a coger un libro yo y leer un rato, pero no era lo mismo. Al final el cansancio me pudo y me quedé frita.

Al salir el sol, me hice una tostada, me cambié a una ropa más aventurera y salí corriendo (aunque sabía que no llegaba tarde) con la tostada en la boca hasta el sitio donde nos veríamos. Allí estaban todos, parecía que había llegado la última de todas formas, pero a tiempo. Le di un último bocado al pan con mantequilla, me limpié las migajas y saludé de forma alegre.

-¡Hey! Esto, ¿nos vamos?- dije mientras examinaba al grupo para ver si faltaba alguien.

Un grupo de niños, vosotros, se enzarza en una nube de abrazos y besos. Sabéis que os espera una larga travesía, pero no la veis como una amenaza, la veis como una aventura. Una aventura para la que avanzáis con impaciencia, pues deseáis liberar cuanto antes a quienes os han dado la vida y a quienes os han regalado todo su amor a lo largo de ésta.

Os echáis a caminar siguiendo un sendero ligeramente empedrado, seguramente conoció épocas mejores. Con vuestros pasos de fondo dejáis atrás Kala y, con ella, a los niños que allí se han quedado. A la pequeña muralla que la fortifica, aunque nunca habéis sabido el por qué. Abandonáis lenta, pero inexorablemente, la que hasta ahora había sido vuestra única tierra conocida, pues poco habéis salido de allí y, quienes lo habéis hecho, os habéis alejado muy poco, lo equivalente a unos 1000 pasos.

Dejáis atrás praderas sin trabajar, donde crecen matorrales sin la más mínima contemplación, un pequeño riachuelo que salváis con el también pequeño puente de madera que pasa por encima y, poco a poco, el sol se alza en el cielo. Para cuando alcanza su cénit, notáis la calidez que emana de él, pero os fijáis en que no es la calidez habitual. Suponéis que le falta una cierta vitalidad porque ya no hay primavera y observáis en vuestro entorno que invierno y verano se pelean por ver quién prevalece sobre quién.

A lo lejos, podéis ver unas cuantas casitas desperdigadas que se hacen de mayor tamaño conforme os acercáis. Por lo que os habían contado vuestras familias, sabéis que se llama Lila. Aunque no tenéis mucha idea de por qué motivo. Camináis y camináis hasta que, por fin, alcanzáis la pequeña aldea.