Shuicar se recompone de su anterior tropiezo y se lanza con todo su peso contra el enemigo más cercano, tratando de darle una dentellada con sus enormes caninos, pero la extraña figura consigue esquivar su ataque por los pelos.
Motivo: Ataque E1
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 8(+2)=10 (Fracaso)
Nada, que no doy :_)
Anaxagoras sobrecompensa sus ataques y falla con las dos armas, estando a punto de irse al suelo.
Tira acierta a su contrincante, que se va al suelo.
Sólo queda un contrincante.
Shuicar falla.
En PF no hay pifias, más allás de que un 1 es siempre un fallo, pero ni se te rompe el arma, ni te clavas la daga en el cuello y mueres.
Shatumal, actúas tú antes que el malo.
Shatumal avanza un paso y da un lanzazo no muy bien dirigido pero con mucha fuerza.
Grumf. Suelta tu arma y solo te partiré la cara.
Motivo: Lanzazo
Tirada: 1d20
Resultado: 6(+5)=11
Fallas, va él.
Y falla.
Los que quedan de vosotros.
Motivo: Malo
Tirada: 1d20
Dificultad: 13+
Resultado: 7(-1)=6 (Fracaso)
Como os he dicho, los oponentes son una especie de muertos vivientes, esqueléticos y tal, que no parecen tener inteligencia.
El druida sabe que no es demasiado diestro en combate así que prefiere mantenerse en la retaguardia por el momento y tratar de ayudar con su magia a sus compañeros
Molesto por no haber tenido éxito antes, Denauien se concentra nuevamente lo máximo que puede a pesar de la tensión del encuentro y vuelve a intentar desconcertar a uno de los enemigos con un brillante reflejo de luz que surge de sus manos, directo a los ojos de la criatura.
Vuelvo a lanzar el Flare a uno de los enemigos, aunque tengo la duda de si realmente les afectaría si son criaturas muertos vivientes...
Estaban fallando demasiado. No era un grupo difícil. O tal vez si. La verdad era que sus ataques eran en cierto modo poco coordinados. De nuevo junto sus manos en un alarde de concentración. El otro proyectil había acertado, pero con muy poca fuerza.
Motivo: Proyectil
Tirada: 1d4
Resultado: 4(+1)=5
El proyectil mágico de Iowar consigue tumbar al último atacante.
De repente, el silencio invade el gran local, al deteneros todos, sin enemigos a los que atacar.
Denaiuen: No tienes manera de saberlo, pero los muertos vivientes son inmunes a los efectos enajenadores.
OK, fin del combate, pasamos a tiempo normal. Los malos tienen poca cosa más allá de esas extrañas guadañas y ropajes que parecen exhumados recientemente de una tumba. Una cosa de interés: cuatro frasquitos de algo que huele a rayos, que es lo que estaba rociando sobre el grano uno de ellos. No hace falta ser muy espabilado para deducir que es algún tipo de veneno.
Vale, ¿qué hacéis?
- "¡Malditos, estaban envenenando el grano!" -
Examino el lugar y reviso las posibles salidas.
El erudito os confirma que envenenar los graneros era una de las fases de la operación.
Después, dice: Una vez conjurada esta amenaza debemos ir a ver al Maestre Antorcha. ¡Hay que encontrar la guarida de Nessian y acabar con esta pesadilla!
Podemos avisar de que alguien venga a custodiar el granero cuando pasemos por algún puesto de guardia, ciudad abajo. ¡Venga!
Asintiendo ante las palabras del erudito, nos ponemos rápidamente en marcha.
Tira esboza una sonrisa dura cuando el sectario cae como una saco de patatas, sin un solo grito. Solo la toma de conciencia de que se trata de algún tipo de muerto viviente ensombrece el semblante de la elfa. Sobre los sacos de grano descansan unos viales medio llenos de una sustancia extraña.
Al acercarse a los sacos, un asqueroso olor hace que Tira arruge la nariz, molesta. Se contiene antes de tocar uno de esos recipientas, atraida por un morboso sentimiento. ¿Que pretenden?
La entrada de Yargos atrae la atención de la elfa que se acerca rápidamente para hacerse con su equipo. El esfuerzo de colocarse la mochila hace que se le vuelva a abrir la herida de la espalda, obligando a la elfa a morderse el labio para no dejar escapar un grito.
Satisfecha al notar el peso de su equipo, echa a correr en pos del anciano y del voluntarioso picaro, murmurando sobre pegarle fuego al granero para evitar más problemas.
-Dioses...
Iowar fijó su atención en aquellos pequeños frascos. Posteriormente, antes de que Yargos entrara en escena, se fijó en las guadañas. Si se veía de lejos, parecía que el ángel de la muerte había tocado con sus esqueléticas manos aquellos pobres mortales.
Las palabras de Yargos habían sido claras, bastante claras. ¿A dónde ir? A donde Yargos mandara. Iowar dejó caer suavemente la capucha sobre su rostro, ocultándolo en las sombras.
-Hora de marchar.
Y se puso en camino tras los tres valientes que abrían el grupo.
Pasamos a la siguiente escena, Los Sifones.