Buenas tardes doctor Stanswood. Hemos hablado con el director del centro sobre un paciente que usted ha tratado... el señor Danforth. Verá, permítame presentarme: Edgar Brunwick. - estrechando brevemente su mano, prosigo - Mis colegas y yo estamos a punto de embarcarnos en una expedición hacia la tierra que ya visitó hace tiempo su paciente. Obviamente, nuestra curiosidad se ha despertado al saber que casi la totalidad de la expedición murió, y que los supervivientes no parecen disfrutar lo suficiente de su envidiada condición. Por este motivo, nos gustaría saber más sobre Danforth y su extraño comportamiento. Realmente esperamos sacar bastante provecho de su experiencia en esas montañas.
-Lo que puedo decirle del señor Danforth es que era un hombre que había sufrido un fuerte shock. Y no hablo sólo de la muerte de sus compañeros. Él creía firmemente que había algo en esas famosas montañas. Algo maligno que le había provocado una fuerte impresión ¿El qué? No lo se. Pero fue suficiente como para inducirle a un estado de paranoia bastante aguda. Intenté encontrar pistas en su diario, pero todas eran demasiado vagas. Había una extraña palabra que se repetía, ¿cómo era? -el doctor se lleva la mano a la barbilla pensativo-. Ah si, Tekeli-li. No me suena a ningún idioma conocido ni sé que podía significar.
Miro extrañado y comento
- ¿Tekeli li? ¿No era eso algo que salía en un relato de terror de Poe? Y luego lo usó Julio Verne para La Esfinge de los Hielos si no recuerdo mal... ¿Quizás Danforth estaba sugestionado por esos relatos y la soledad y el frío le hayan jugado una mala pasada al pobre hombre... En cualquier caso, parece que no hemos podido sacar nada en claro, excepto que esas latitudes afectan a la cordura...
Ciertamente, los apuntes de Wallace sobre literatura son bastante sorprendentes y, muy probablemente, tenga razón en sus conjeturas. Es más que probable que Danforth no sea más que un pobre desquiciado. En cualquier caso, el doctor ha sido muy amable así que lo mejor será despedirse de él con corrección, si mis compañeros no tienen más preguntas:
Muchas gracias, doctor, ha sido muy amable. Nosotros debemos volver a Arkham para preparar nuestro viaje. Yo mismo en particular, debe comprar ropa para el frío y pertrecharme de mis fieles diarios que me siguen a todas las expediciones. Un placer conocerle.
Así que estrechándole la mano doy por terminada esta cuestión en el sanatorio. Si mis compañeros quieren continuar con preguntas, me uniré a ellos pacientemente.
Es una lástima que no hayamos podido descubrir nada relevante...
Miro a Edgar.
No sé si se habrá rendido, tendrá algo entre manos, no cree que podamos encontrar nada aquí, o estará cansado...
Muchas gracias doctor.
Me despido del director del hospital.
Quizá nos hayamos emparanoyado con todo este asunto, y en realidad no sea nada.
Regresais a Arkham desde el sanatorio y, con el paso de los días, la historia de Danforth os va pareciendo más y más a los simples delirios de alguien que ha sufrido un fuerte trauma. El mes de mayo transcurre con lentitud en la Universidad con la proximidad de los exámenes finales. El trabajo y las tutorías a los estudiantes se os acumulan olvidándoos del viaje a la Antártida hasta que, casi a finales de mes, recibís en vuestros despachos un idéntico sobre color marrón con el símbolo de la expedición Starkweather-Moore en el dorso. Dentro hay un escueto telegrama.
Preséntese 3 de julio en hotel Amherst STOP Piso 5º STOP Calle 44 Manhattan.
Julio, 1933. Calle 44, Manhattan, Nueva York.
El esperado día de la entrevista llega por fin junto con una ola de calor húmedo que empapa cuellos de camisa y alas de sombrero. Al aire libre, una brisa ocasional empuja las basuras esparcidas por las aceras; pero dentro de los edificios apenas se puede respirar.
La dirección corresponde al Hotel Amherst. Un viejo edificio de cinco pisos en la esquina de la Octava Avenida con la calle 44 en Manhattan, a sólo dos manzanas de Times Square. El salón del hotel es pequeño y oscuro, pintado al aceite, y hay un par de macetas de pálidas palmas al lado de la puerta. Starkweather tiene una gran suite de lujo en el quinto piso del hotel.
El ascensor os lleva arriba y os abre la puerta de la suite un hombre pequeño que luce una cuidada perilla. Reconocéis enseguida al profesor Moore, que os saluda efusivamente. Innumerables periódicos, telegramas y otros trozos de papel cubren los espacios libres de la sala de estar. Fotografías enmarcadas o clavadas en tableros de corcho decoran las paredes. Algunas son de la expedición, pero la mayoría son retratos de Starkweather.
El propio Starkweather es un hombre alto con un poblado bigote e imbuido con el clásico donaire altivo, sombrío y elegante que desprenden los oficiales del ejército británico. Os saluda con un fuerte apretón de manos a cada uno antes de indicaros que tomeis asiento en los confortables sillones de la sala de estar.
-¿Han tenido problemas para llegar hasta aquí, caballeros? -pregunta el profesor Moore. Lleva consigo un pequeño bloc y un bolígrafo.
Tras echar un rápido vistazo a las dependencias, contesto a Moore:
Lo cierto es que no, profesor... Perdone mi indiscreción, pero realmente esperaba encontrar aquí al resto de la expedición. ¿Quizá aún no estamos admitidos?
-Falta un último trámite. La entrevista personal, pero dado que nos conocemos de la universidad y que sus currículums están sobradamente demostrados, pienso que no habrá ningún problema.
Starkweather asiente e interviene entusiasmado:
Como ustedes sabrán, caballeros, estamos a punto de embarcarnos en la mayor aventura que el género humano haya conocido. Queremos escribir la historia y llegar más allá de lo que se ha llegado nunca. Ante nosotros se abre la Antártida, un continente ignoto del que nada se conoce. Imagínense ustedes sus nombres escritos en letras de oro como uno de esos pioneros que abrieron una senda en el conocimiento humano. Todo está ahí, listo para ser descubierto ¿Se unirán a nosotros en esta gran aventura?
Sonrío ante tal evidente intento de convencernos de algo a lo que ya estábamos dispuestos a ir.
- Por supuesto señor Starkweather, no solo estamos listos, sino además ansiosos. Desde que leí la noticia en el periódico no he podido sino insistir en embarcarnos en esta aventura. Triunfaremos donde otros no pudieron. Digo con auténtica seguridad en mis palabras
Me sumo ensimismado a la respuesta afirmativa de mi colega:
Por supuesto. No hay nada que me haga más feliz que embarcarme para descubrir un nuevo mundo. Cuente conmigo.
-En ese caso, ya está todo dicho -dice Starkweather con una sonrisa de oreja a oreja-. Moore les conoce y avala sus importantes logros científicos. Les doy la bienvenida oficialmente a la expedición Starkweather-Moore. Les esperamos en este mismo hotel el día 1 de septiembre con todos sus efectos personales. Hasta la vista entonces, caballeros.