Tras escuchar las palabras de Hunter, Svet sintió cómo un rayo de esperanza iluminaba su corazón. Había una salida. Una forma de hacer el Metro mejor, más seguro, sin tantas muertes ni avaricia. Incluso una parte de ella empezaba a ver más cercana la posibilidad de volver a esa superficie tenebrosa y destruida, de devolver la gloria a Rusia, empezando por su ciudad... La ciudad bajo la que habían tenido que refugiarse. Estos hombres... Podrían ser lo que había estado buscando desde el principio.
La doctora contuvo el aliento, aguantando levemente los sollozos mientras Hunter hablaba, sintiéndose tentada por sus palabras, hasta que finalmente les tendió la mano. Tardó unos instantes en comprender sus palabras, en ver la magnitud de aquel ofrecimiento, lo que podría significar ayudarles y prestarles todas las balas que habían conseguido e ir con ellos a asegurarse de que todos podían conseguir algo mejor. ¿No es esto lo que quería?
La voz de Ratón, tan grave, tan apagada y más digna de un soldado que del chico que conocían, la sacó de aquella ilusión. Por mucho que dijeran lo que pretendían, ¿quién podía asegurarles que de verdad lo cumplirían? ¿Cómo saber la diferencia entre su gran protección y un abuso de poder en el futuro, con todas esas balas de por medio?
Las palabras de Anna le dieron aún más razones para quedarse. Aunque había afirmado que eran Stalkers y estaba orgullosa de haber pasado ese tiempo en la superficie con Jorji... Ella no era de allí. La superficie seguía siendo aterradora y sólo había sufrido en ella. Miedo, dolor, pérdida... Dudaba incluso si volvería a salir alguna vez, más allá de recuperar las balas que habían escondido. Porque tenía que recuperarlas.
Se giró hacia sus dos compañeros, que la miraban, expectantes, y sonrió. Eran su familia, los que la habían acompañado en aquel viaje, y no iba a darles la espalda en ese momento. No sabía cómo haría para repartir sus balas sin crear un caos en la línea roja, pero tenía claro que lo haría ayudando a la gente por su mano. La familiar y cálida oscuridad del Metro la envolvió de nuevo mientras pensaba en la esperanza que podría repartir. Por no mencionar, que aún tenía asuntos pendientes bajo la superficie, uno más del equipo que la había ayudado incontables veces pero no había conseguido llegar tan lejos... y seguía mereciendo parte de ese botín.
- Es usted muy amable... - Svetlana se incorporó y le tendió la mano a Hunter para no dejarle esperando, pero el apretón fue una mera formalidad de despedida - ... pero me gusta más mi "otro" trabajo, salvando vidas dentro del Metro. - como respuesta señaló el pequeño parche de médico que llevaba en la ropa. Sonrió, a pesar de que no se pudiera ver bajo la máscara - Eso sí, os deseo la mejor de las suertes.
Tras despedirse, le dio un par de palmadas a Anna en el brazo y le hizo un gesto de cabeza a Gregori, indicándoles que estaba lista para irse. Confiaba en ambos y fuera lo que fuese que tenían pensado hacer con su botín, ella lo respetaría. Una parte de ella tenía la pequeña esperanza de que Anna terminase por unirse a la causa de Hunter, y si lo hacía, le diría que podía contar con gran parte, sino todas las cajas que le correspondían de su botín. No conocía los planes de Gregori, pero ella sabía que le ayudaría con cualquier locura de plan que tuviese él. Lo que habían pasado era demasiado para explicarlo con palabras, pero en cualquier caso, era algo que había marcado a Svetlana para toda la vida.
Los tres aventureros tuvieron delante una elección crucial, que determinaría el curso de su vida a partir de ese momento. Ambas opciones llamaban a los tres por unos motivos u otros, pero solo había un camino para elegir. Y aunque fue difícil, eligieron.
Gregori fue el primero. Había vivido toda su vida al margen de la sociedad, desconfiando de todo el mundo y pensando únicamente en su propia seguridad. Escueto en su respuesta, se mantuvo fiel a su naturaleza. Muchos pensarían que esta no había cambiado, y que a pesar de todo, Gregori Lávson era y siempre sería el Ratón del Metro. Pero, por la forma en que habló y en que miró a sus dos compañeras, estaba claro que algo había cambiado en el muchacho.
Hunter asintió, respetando su decisión - En ese caso, que el destino te sea propicio, chico.
Anna fue la siguiente. La aguerrida e inteligente joven había sobrevivido a todo lo que se le había puesto por delante desde que tenía uso de razón, y aquél viaje, si bien era la prueba más dura a la que jamás se había enfrentado, no había sido la excepción. Sin duda la Orden Espartana se beneficiaría mucho de contar con alguien con sus habilidades y carácter entre sus filas... pero Anna Kuznetsova había sacrificado demasiado durante la travesía como para hacer otra cosa que no fuera disfrutar de su premio.
Hunter pareció sorprenderse cuando la muchacha mencionó a Shukoi y la VDNJ - Te tomo la palabra. Cuando estés lista, ve a la Polis. Seguro que el Coronel Miller querrá tener unas palabras contigo - respondió mientras le devolvía el apretón de manos.
Por último, respondió Svetlana. Cualquiera habría apostado por que la inocente y gentil doctora no llegaría al final del viaje, pero allí estaba. Su mundo se había ampliado, para bien y para mal, de maneras que jamás habría imaginado... pero el cambio había sido demasiado rápido. Las muertes, las pérdidas sufridas, la dureza de la superfície... Para Svetlana Záitseva, aquella aventura había sido suficiente por el momento. No obstante, el viaje había plantado en su interior las semillas de la determinación y la voluntad, solo era cuestión de tiempo que estas germinasen.
Hunter le estrechó la mano también - Es una gran tarea la que tienes por delante - dijo respondiendo a la despedida - Te deseo lo mismo - pasó la mirada por el trío de aventureros - A todos.
Y con aquellas últimas palabras, el de la Orden se dio la vuelta y se dirigió hacia los vehículos, que no tardaron en arrancar y en desaparecer, dejando sus marcas en la nieve y la tierra como única prueba de que habían estado allí. Gregori, Anna y Svetlana quedaron solos, observando en silencio como se alejaban los espartanos primero, y el humeante cráter frente a ellos luego.
Pasando un tiempo, seguros de que estaban completamente solos, se movieron. Rápidamente corrieron hacia el escondite hallado, temiendo algo que sabían imposible. Y cuando abrieron la tapa, y el brillo dorado de las balas reflectido por la luz del sol les dio en el rostro cubierto por las máscaras, por fin pudieron permitirse sonreír. La alegría de que por fin todo había acabado, por fin todo aquello era suyo, por fin podían volver a casa, incluso si esa casa no era más que el tenebroso Metropolitano de Moscú.
Cargados con todo lo que pudieron llevar encima en el que sería el primero de muchos viajes, el trío de aventureros salió de allí, y volvió a la entrada a los túneles que les llevaría hasta la VDNJ. Antes de adentrarse de nuevo bajo tierra, los tres se giraron una última vez, una última mirada a aquél mundo brutal y aterrador en el que cada día podía ser el último... pero también un mundo lleno de maravillas por descubrir.
Algún día, quizás.