Avanzaba el convoy por las proximidades del cauce seco del Río Igan. En vanguardia el Regimiento de Infantería de San Fernando, cubriendo además los flancos, mientras que el grueso lo constituían los restos del Regimiento de Ceriñola, Comandancia de Ingenieros, Tropas de Socorro de la Cruz Roja y Soldados de la comandancia de Artillería de Melilla. Cerraba la carreta de los heridos, la sexta batería de montaña comandada por el Capitán Arenas, que milagrosamente mantenía operativa y con algo de moral a su tropa, con quienes alcanzaría gloriosa muerte en Arruit.
Pronto, las tropas del San Fernando se encontrarían con un problema nuevo. Los rifeños habían tomado el cauce del Igan en una de sus curvas, teniendo en enfilada el camino hacía Tistutin. La situación era complicada, las tropas de infantería y los hombres de Arenas no podrían hacer frente a los rifeños y a la par proteger el convoy, evitando la cruel desbandada. El General Navarro tomó la decisión y envió a su ordenanza que entregara al comandante del Alcantará la siguiente orden:
"Que cargue el Alcántara para facilitar un corredor de evacuación al convoy"
No se recogerá en los libros de la historia la cara del Teniente Coronel Primo de Rivera ante tamaña orden..."Nos piden que muramos"... Reunió a sus oficiales, expuso sin rodeos, ni medias tintas, la situación:
La situación, como ustedes verán, es crítica.-Miró a todos los oficiales con gesto serio, apartando el mar de emociones y los temores que debieron azotar su mente. Existen dos clases de hombres; los que tienen miedo o los que no saben a lo que se enfrentan. Su voz sonó solida, sin quebranto ni duda.-Ha llegado el momento de sacrificarse por la patria, cumpliendo la sagradísima misión de nuestra Arma. Que cada uno ocupe su puesto y cumpla con su deber.
En el momento trágico de la jornada roja,
en la feroz congoja
de la traición horrible,
brotó la flor altiva que nunca se deshoja:
la flor de lo imposible.
Lanzaron los clarines magníficos clamores,
llegó el momento trágico...
Las Ordenes las daré yo a viva voz. Ordenando a los educandos de banda que quedaran con los carros de suministros, pidió al Capellán que quedase junto a ellos y que diera su bendición a los hombres antes de cargar. Los jovenes con sus clarines engalanados desobedecieron la orden, ellos también eran hombres del Alcántara, proclamaban entre ellos y tomando sables de uno de los carros, se unieron al resto de la tropa. El Teniente Coronel se sitúo frente al regimiento, solo faltaba una sección que había marchado hacía Zeluán.
¡Soldados! Ha llegado la hora del sacrificio.- Su voz retumbó en el amplio llano de Igan, hasta los rifeños se sentirían amedrantados ante la fiereza de aquella voz.- Que cada cual cumpla con su deber. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos.
En los momentos tensos, esa leve chanza con aires de bravata sonsacará una sonrisa a los jinetes del Alcántara. Inútil es la tercerola ahora, es la hora de los sables. Algunos se santiguan, besan los rosarios que llevan bajo la guerrera o acarician furtivamente las fotografías de sus familias y novias.
¡Al Paso! Gritó el Teniente Coronel, secundado por los jefes de escuadrón.
Avanzaban los caballos, los moros ya disparaban aunque sabían que estaban lejos para tener alcance.
¡Al Trote! Gritaban los jefes, la columna se abría formando una punta de flecha que levantaba a su paso nubes de polvo. 537 jinetes cabalgan. Las balas derriban a algunos.
¡Al Galope! Los sables en alto, relucen bajo el sol cruel de África. La última orden será de ¡A la Carga!
Los sables refulgieron con rayos cegadores;
jinetes y caballos se irguieron voladores
ante el conjuro mágico...
Y allá fue la epopeya, jinete sin adarga
para la empresa loca:
Alcántara es un grito que el corazón embarga,
Alcántara es delirio que va de roca en roca
lanzándose... ¡A la carga!
Como las olas del mar embravecido, los caballos arrasan a su paso. Pero el enemigo es también fiero, hay que honrar su valentía, resiste y se repliega para reorganizarse tras el cauce del río seco. Han caído muchos, caballos y hombres, el convoy avanza pero hay que seguir luchando.
Se estrellan los caballos en la muralla viva
de la morisca fiera.
Vibra el clarín agudo. Nadie el mandato esquiva.
Embisten conteniendo la tropa fugitiva...
¡Baldón al que se rinda! ¡Laurel para el que muera!
Hermanos y rebeldes son carne destrozada
por ansia de conquista.
El escuadrón avanza. La tromba ensangrentada
prosigue batallando con fiebre redoblada...
¡mientras el clarín vibre!, ¡mientras la Patria exista!
Se tomaron caballos de refresco, no quedó hombre en retaguardia. El Capellán galopa crucifijo en una mano y el sable en la otra, al modo de los antiguos cruzados. Veterinarios del regimiento, comandan a herradores, mozos de cuadra y ordenanzas. Los educandos, niños apenas, no quieren abandonar a sus hermanos. Las ametralladoras ladran sus coplas de muerte, la pólvora enloquece a los caballos y hombres. La locura del combate en salvaje lucha, cae jinetes que luchan a pie y son rescatados por sus hermanos de armas. Dos, tres, cuatro cargas se suceden y sin embargo, hay que cargar de nuevo, el convoy ya casi ha pasado, pero los caballos están agotados y algunos hombres quedan sin montura y combaten a pie. Muchos han caído y sus restos quedarán como testigos de la gesta, donde cayeron junto a sus caballos.
Se doblan los caballos y ruedan jadeantes...
¡Alcántara no cede!
Los sables se mellaron, son dientes de gigantes...
Repiten los clarines sus notas arrogantes...
¡Hay que seguir la lucha mientras un hombre quede!
¡Al paso...! - Los corceles no pueden ir al trote.
¡Al paso...! - La jornada su horror sublime alarga.
¡Al paso...! - Como nietos del loco Don Quijote.
¡Así van los de Alcántara! - Su gloria eterna flote.
¡Al paso...! - ¡Lo imposible! ¡Tal fue la última carga!
De los 700 hombres del regimiento, apenas un centenar siguen en pie. Casi todos heridos, muchos morirán durante la noche en el campamento de Tistutin. El Teniente Coronel va pie, rechazando tomar un caballo y ordena que monten los heridos. Entre las muchas penas, queda su caballo, que lo ha acompañado muchas veces y con el que ha sido campeón de saltos y doma. El sacrificio no es en vano. El convoy ha pasado y Tistutín está a la mano, sin embargo, el Regimiento ha inmolado en fatal combate los mejores hombres la Comandancia General de Melilla.
Busquemos las lecciones grabadas en la Historia
con lauro inmarcesible.
Y arriba, muy arriba, cual soberana gloria,
escúlpase de Alcántara la trágica victoria
diciendo: "Con su arrojo lograron lo imposible".
Vendrá la triste jornada de Arruit y se escribirán en los libros de historia el quebranto de la triste jornada de Annual. Muchos nombres quedarán olvidados, dados por desaparecidos y quedando su memoria apartada del recuerdo que guarda Melilla en su camposanto. El Alcántara murió a la carga, entre las rocas del Río Igan y los Altos de Arruit. Aún queda mucha sangre por derramar y mucho dolor por sufrir.
Más de 90 años tendrán que transcurrir para que el valor de los hombres del regimiento fuera recompensado con la más alta condecoración. El expediente, que se abriría a finales de los años 20, quedaría olvidado y estancado. Muchas conciencias sucias y mucho desinterés, dejó que los nombres de estos hombres cayera en el olvido injusto. Hubieron de pagar los crímenes de otros como recompensa a su sacrificio y entrega pasa salvar las vidas de otros. Sin embargo, a día de hoy, el Regimiento de Caballería Acorazada Alcántara nº10 como heredero del Regimiento de Cazadores de Alcántara nº14 luce la laureada cruz que atestigua el valor de aquellos que sirvieron y murieron en el Rif.
En este epílogo narraréis los hechos de vuestro personaje en el fatídico momento. Os dejo total libertad para describirlo y narrarlo a vuestro gusto. Tiradas, por quién quiera hacerlo: Montar (en caso de fallarla caéis del caballo). Constitución (en caso de fallar desfallecéis agotados en la quinta carga). De todas formas, se escribirá una necrológica acorde a lo que contéis y a la historia del personaje.
DORADO: Lo normal sería que estuvieras gravemente herido. Pero me parece injusto que en un epílogo no estén todos los jugadores.
ERTYWERT: Tienes abierto el acceso para jugar a Fuentes.
Música: "Cuenta lo que fuímos" Roque Baños López, también conocida como "El Sepulcro". Forma parte de la B.S.O. de Alatriste, sin embargo en la película fue reemplazada por la marcha "La Madrugá" del Coronel Abel Moreno. Creo que el título ya es elocuente con la intención de la partida.