Un Hummer militar recorre la carretera que atraviesa el desierto como un chute de heroína recorre la vena del yonki.
O algo más poético.
El trío calavera viaja en el ancho vehículo, en medio de un silencio incomodo. El General está dormido y mueve las piernas heridas como los perrillos cuando sueñan, el enano ronca como si fuera una de las trompetas de Jericó, y Doris por mucho que maldice no se escucha ni ella misma, con el ruido del enano.
Han recorrido unos cuantos kilómetros desde su huída del Motel Magore y ya está amaneciendo. Por lo que indican los carteles, parece que llegaréis a Revilville cuando el sol esté ya en lo alto.
Entretanto, el viaje está siendo un coñazo insufrible.
¿O tal vez no?
Vosotros dos vais por libre. Así que en este primer post narraréis vuestro trayecto a Revilville.
Eso puede incluir la transformación de Doris, que pase por su casa (en las afueras) para recoger sus gatitos, que os cruzáis con un jabalí del desierto… lo que se os ocurra. El caso es que haya alguna anécdota del viaje.
Ya sabéis que podéis colaborar para ello, aunque cada uno deberá escribir un post.
El único requisito es que al final quede claro que véis el supermercado de Revilville (sólo verlo a lo lejos, ya os meteré yo en él en la próxima escena)
Roncaba como un jodío, ¡y no era para menos después del polvazo que le había echado a la culofino de la Doris!... ¡ya nadie podría decir que estaba mal follá! porque el puto enano polludo se había aprovechado de ella largo y tendido mientras dormía (ayudada por varias pastillitas encontradas en la guantera del vehículo y obviamente suministradas por el enano con nocturnidad y alevosía). Al principio había dudado si entrar o no en territorio inexplorado por el ser humano, pero al final su trabuco le convenció, argumentando eso de: "Mickey, no hay que hacerle ascos, un conejito es un conejito, ¡vamos campeón, aaaadentro!". Entre el "ñaca-ñaca" y el "ñiqui-ñiqui" las piernas del puto coronel alcohol le daban golpecitos en el culamen, como los perretes cuando sueñan que les persigue una aspiradora, por lo que la sesión de felicidad del doctor amor había incluído hostiazos padre a las piernas insesibles del militar... sexo duro amigos.
Doris no se había enterado de la media la mitad, soñando seguramente con que subía al séptimo cielo (y no era para menos, ¡yeeejahhhh!) y demás memeces puritanas. Eso si, cuando se despertó en mitad del viaje, tenía una cara de felicidad que parecía hasta tontita la mujer.
Después del kit-kat, Mickey se había quedado dormidito como un bebé en su cuna, un bebé rinoceronte, claro, porque esos ronquidos no debían ser ni medio normales.
El pequeño cowboy se mueve de un lado para otro, incómodo por la especie de porra cubierta con una fundita que lleva colgada del cinto, hasta que se despierta al dejar de sentir el traqueteo del vehículo. Efectivamente, cuando abre los ojos puede ver que están parados y que Doris está entrando en una chabola más vieja que carracuca pero más limpia que el mejor puti de lujo. Al poco rato sale de la choza con un saco lleno de bultos que se mueven. El enano no hace preguntas, quizá es mejor no saber la verdad... ¿qué habrá en su interior?... ¿bebés?... ¿gremlins?... ¡¿enanos?!... en la ignorancia está la felicidad.
Asi que el viaje continúa hacia Revilville, que ya aparece señalizado en los carteles que lo sitúan a escasos kilómetros.
Jugaba con los angelitos y saltaba de nube en nube empujada por éstos, a cada salto su felicidad crecía enormemente. Poco a poco iba quedando atrás lo vivido en el Motel Magore, abandonando su mente todas las cosas malas pasadas, algo estaba cambiando e su interior, sentía que no era la misma, pero todo ello bien podía ser un mero sueño.
Abrió los ojos y... ¡no había sido un sueño!, ¡había cambiado de verdad!, ese nudo que tenía por dentro se había esfumado, y ahora se sentía libre, fina y segura... tenía ganas de quitarse la coleta y soltarse la melena al viento... quería empezar a vivir.
Se había dormido mientras conducía, pero milagrosamente todos seguían con vida, y ahora era el paticorto el que roncaba como un cerdo. Tras un rato al volante, sonriendo como boba, alcanzó su casa a las afueras de Revilville, de la que salió tras santiguarse, portando un saco lleno de bultos que se movían, el cual depositó en el maletero para continuar conduciendo hacia el centro. Pero no era lo único nuevo que traía con ella, sino que al salir de la casa, había cambiado su uniforme de trabajo por unos vaqueros "to prietos" y un top que bien podría haber pertenecido a la mujer de David el Gnomo, ya que le quedaba tan corto que dejaba sus pechugas practicamente al aire, haciendo su visión más escalofriante si cabía.
Escasos minutos después, vió el cartel del supermercado Re-mart.
Debería comprarles comida a los mininos...
- Oye chiquilín, tengo que hacer una paradita en ese supermercado, dejamos a la marmota esta durmiendo y me acompañas, que necesito un hombretón para cogérmelo todo.
Aunque la idea es ir a por comida puede que hayan cambiado de sitio las cosas y terminemos en la sección de artículos para el automóvil.
Prepárate mundo, ha llegado la "Acosadoris" XD (pero todo en nombre del señor ehhhh).