Partida Rol por web

- Rex -llamo a mi compañero - ven aquí.

Trato de levantarme a pesar del dolor y me mantengo alerta por si vuelve alguno de esos chatarreros.

- Ven, busquemos las piezas que necesitamos y salgamos de este maldito planeta -escupo al suelo y me apoyo en la pared - deja que estos bastardos se maten entre ellos.

Rez parecía bastante desencajado, sea lo que fuese lo que había en aquellas jeringuillas que portaba el líder de los carroñeros, parecía haber causado una honda impresión en la psique del pelirrojo, más o menos como la que causa una bomba atómica al ser testeada en medio de un desierto. Parecía haber un remoto brillo de reconocimiento en sus ojos, pero no mucho más que el que uno podría encontrar en un cachorro algo confuso en su primera salida al mundo exterior, tras abrir los ojos. Babeaba con uno de esos perros de gran tamaño limpiándose la sangre de la boca con el dorso de la mano.

- Que se maten entre ellos jijijiji... Maten... Ellos... Arf Arf.

El cadáver que estaba a sus pies todavía tenía su arma aferrada en la mano. De su cinturón sobresalía un pliegue de papeles. En uno había un dibujo obsceno sobre papel sucio y gastado y en el otro parecía haber marcadas una serie de coordenadas para realizar algún tipo de tránsito espacial.

Me acerco al tipo y le quito los papeles que tienen las coordenadas. Les echo un vistazo rápido antes de guardarlos. Chasqueo los dedos ante el pelirrojo y le señalo el arma caída, para que la recoja si la necesita.

Me dispongo a abandonar el lugar por el lado contrario al que se fue el sujeto, y le hago señas a Rex para que me acompañe.

Rex afirmó y tomo el arma, pero tal vez la marine debería haberse preocupado un poco (O no...) cuando el capitán, todavía en la cresta de su chute, aferró la metralleta por su cañón, sopesando la y cortando el aire con ella como si de un bate de béisbol se tratara (Y aparentemente debía de tener mañá para el béisbol, pena que no fuese domingo por la tarde en su pueblo, en la Tierra).

Cuando Claudia, revisando la munición de su propia metralleta, comenzó a caminar hacia el pasillo en el que antes se había refugiado aquel tipo que ahora llacia muerto, en el suelo, con un dibujo tosco de genitales sobre el pecho, se vio hipnotizada por una serie de latigazos y destellos dorados que parecían venir de un cuarto al fondo del corredor, con gruesas puertas insonorizadas, rapiñadas de alguna nave, en las que se abrían sendos ventanucos de cristal blindado.

Al asomarse pudo ver qué allí había un improvisado taller de chapa y pintura en el que un tipejo, ataviado con una máscara de soldador y una chispeante herramienta a juego con la que se dedicaba a fijar una placa sobre un peculiar monstruo de Frankenstein al que solo un piloto muy temerario y de grandes redaños (por no decir cojones) se atrevería a llamar nave.

Le hago señas al desequilibrado de Rex para que se ponga a un lado de la puerta y yo al otro. Le indico que entre a mi señal y que no mire directamente a las chispas o se quedará cegado.

Cuento hasta tres con los dedos y entro, esperando que el tarado de mi compañero me haga caso.

- ¡Quieto! -le grito al mecánico -o te hago un pijama de puto plomo.

El currito, que seguía con su soldador, de espaldas, se giró nervioso para encarar a Claudia, pensando qué tal vez fuese una broma del resto de los carroñeros, pero entre ellos no había ninguna mujer... Así que tragó aire, aún visiblemente a pesar de tener el rostro oculto, y afirmó como pudo, de manera exagerada para que su gesto se percibiera aún con aquella cosa en la cara.

- Sssss... Si, lo que quiera, yo... Solo soy un triste mecánico, no... No me mate por favor.

Se notaba su tembleque en el brazo que sostenía el soldador, poco le debía faltar para hacer de vejiga ante la espectativas de aquel prometido pijama de plomo.

Rex se acercó algo más al tipo, aullando como si le fuese a atacar en cualquier momento.

- Apaga el soldado y siéntate en un rincón con las manos en la nuca.

Le hago una seña a Rex, como si fuese un perro de presa, para que le vigile. Mientras busco posibles piezas que me puedan ser útiles.

Echando un vistazo a simple vista, Claudia no encontro las piezas necesarias para reparar la Medellín entre los restos tirados sin ton ni son por el hangar... Los encontró ya instalados en aquella nueva nave, cuando fue capaz de reconocer las marcas de stencil azul cobalto con las que habían marcado a su antigua nace. Tal vez pudiese convencer a aquel tipo de que volviese a extraerlas de aquel vehículo, pero llevaría un buen rato.

- Esas piezas ¿de donde demonios las has sacado? -le señalo la tipo las marcas azules.

Antes de que me conteste me acerco de forma amenazadora y le apunto con el arma.

- ¿Cuánto tardarías en desmontarlas y ponerlas en su nave de origen?

- Pufff... Extraerlas me llevará sobre una hora, volver a ponerlas  ni idea... Por no saber no sé ni dónde está la nave original ¿Tú sí? Este engendro es el hijo de mil bastardas.- Dijo el tipo no sin cierto orgullo, pero también con miedo a que aquella mujer y su perro les diese por quitarlo de en medio si no les gustaba la respuesta.

-Este engendro tuyo ¿Es fiable? - Le pregunto mientras me acerco a la nave - No quiero estrellarme de nuevo.

- ¿Esta nena? Estábamos... Estábamos construyendo a la Lucifer Rising para huir de este puto planeta, dejar atrás a esos putos colonos caníbales de Malta y la órbita de ese maldito planeta muerto. Con las últimas piezas añadidas, podrá aguantar para el que era su cometido. Esta preciosidad está equipada con cápsulas de sueño criogénico para toda nuestra gente, pero creo que vosotros dos os habéis encargado de dejarnos algo de sitio libre. Según los cálculos de Brekt, la civilización más próxima está a 100 años de viaje en esta bonita olla a presión. Íbamos a abducir a su pareja de la colonia e irnos cuanto antes. Su programación está dispuesta y posiblemente pueda encargarme de todos los preparativos para el viaje, si es que queréis que nos arriesguemos a realizar ese viaje, lo que comúnmente se suele denominar una marcha de ataúdes, un viaje largo a velocidades sub lumínicas con la tripulación durmiéndola a pata suelta.- El mecánico sudaba mientras explicaba todo aquello, mirando alternativamente a la marine y a su perro pelirrojo, posiblemente maldiciéndolos por haber ejecutado a sus compañeros, pero al mismo tiempo sabiendo que ha de quedar a bien con ellos si quiere vivir para contarlo.

- Pues entonces no se hable más. Prepara esta maldita chatarra y nos vamos.

Me acerco al sujeto y pego mi nariz a la suya.

- Como nos la intentes jugar en algún momento, te ato al casco y arrastro tus entrañas por el espacio.

Mientras el currito terminaba las últimas reparaciones necesarias para poner a punto aquella aberración de retales de acero, cromo y goma, así como revisaba su combustible y todo lo necesario para los soportes vitales que les mantendrían dormidos por todo un siglo, con todos sus 100 años, entre Claudia y Rex revisaron toda la base, descubriendo los dormitorios del capitán (Que tenía una buena reserva de drogas de la que la marine tuvo que arrancar a su compañero, literalmente, para tenerlo el resto del día lamiéndose sustancias psicotrópicas de debajo de las uñas o arrancándoselas de cuajo), haciendo recuento de cadáveres para no toparse con sorpresas y juntando las pocas armas y bienes que habían acumulado aquellos carroñeros.

Al día siguiente todo estaba preparado. El capitán pelirrojo estaba algo menos rabioso que el día anterior, peor las sustancias seguían brillando en el fondo de sus ojos, sin dejarle hablar con propiedad.

- Lo cierto es que no soy un piloto profesional y voy a necesitar ayuda de aquí, su compañero, el semi perro, así que podemos despegar, pero no pienso cerrar el ojo hasta que este hombre esté operativo y haya aprobado nuestra ruta. Tenemos comida y tiempo para hacerlo, así como algún juego de mesa para matar el rato.- Comentó el último carroñero, que era imprescindible en la nave.

Y así procedieron. La Lucifer Rising ascendió a la atmósfera de la luna plateada del planeta muerto y la atravesó sin reducir ni un ápice su empuje. Desde las ventanas y pantalla pudieron ver cómo todo se reducía bajo ellos, incluida la base colonial por la que habían pasado, donde los últimos habitantes del planeta estarían tomando su ración de sus propias entrañas del día.

Rex tardó una semana en volver de su triposo viaje, y lo hizo con un mono galopante, pero Lloyd, el currito que había preparado la nave, consiguió que, aun en su locura, aprobase la ruta antes de meterlo a patadas en su cabina y dejarlo durmiendo la mona por lo que quiera que durase el viaje, si es que llegaban a destino.

- Creo que tenemos un 50% de posibilidades de sobrevivir a esto, siempre que no nos asalten piratas espaciales o choquemos contra algún objeto inesperado ¿Preparada para el sueñecito, Pink?- Preguntó Lloyd, con quien la marine había jugado más de cien partidas de ajedrez, para perderlas casi todas, pero había mejorado lo suyo. 

- Si he sobrevivido hasta ahora, sería una mierda morir en el puto espacio.
>> Hagamos que esto funcione y si al final muero, mi fantasma vendrá a atormentarte.

Finalmente Claudia terminó acomodada en una cápsula de sueño junto a la de Rex, quien todavía tenía el peculiar brillo de las drogas en la mirada. Tocaría cruzar dedos para ver si el prolongado sueño terminaba de limpiarle el mecanismo o había quemado su materia gris en demasía y el capitán de la profanada Medellín no era ya más que un guiñapo al que hubiese que llevar con correa de aquí para allá.

La marine confiaba en Lloyd fundamentalmente porque ella misma era necesaria para su supervivencia. Cada 25 años se turnarían en salir del sueño criogénico para comprobar tanto que la maquinaria seguía bien como que la ruta que habían fijado para aquella lenta fuga de ataúdes seguía manteniéndose estable. Ella despertó tras los primeros cinco lustros, revisando que el mecánico carroñero también había despertado a Rex para que revisara su estado tras aquel tiempo, tal vez él también pudiese hacer algún turno, y aparentemente así podría ser, pues parecía que si que había logrado expulsar las drogas y su necesidad de ellas de todo su organismo, peor sería mejor seguir cumpliendo dentro de otros 25 años. El carroñero dormía plácidamente en su conducto.