Partida Rol por web

La mujer no puede evitar esbozar una sonrisa, baja la jarra dejándola a un lado, seca ambas manos en su delantal y luego pasa su antebrazo por el rostro, secando los rastros de lágrimas. Asiente a tus palabras y extiende su mano tomando la tuya, esperando que le puedas ayudar a salir a través de la ventana.

-realmente aquella mujer no es mi madre, mi madre murió hace mucho, mi padre hace un par de años… y ésta señora solo nos ve como sus esclavas- suspirando hondo y con un mejor animo que el anterior, se retira el delantal tirándolo por la ventana hacia la cocina, -sé donde vive el hermano Lucius, algunas veces teníamos que llevar recados a su casa, pero primero debería ir por las cosas de mi padre, puede adelantarse, lo veré allá… tengo que hablar con Joline, mi hermana, antes de irme-.

La mujer se mueve por el callejón ingresando por una puerta trasera, tal vez la que da a la parte posterior de la vivienda.

- Nos vemos allí, entonces... ¿Helena, cierto? ¡Soy Frenni! El gnomo... _{por si no era evidente, ho ho...}

 Helena se va, dispuesta a embarcarse a la aventura junto al resto de sus temerarios compañeros. Contento de haber podido ayudar a un alma en pena, el gnomo sonríe y se dispone a salir del callejón. Pero antes de eso, vacía su vejiga en una esquina de algún edificio. Puesto que no había mentido cuando dijo que tenía que orinar.

 Luego vuelve con sus compañeros.

Hektor salió el primer tras el hermano Egil, deseoso de zambullirse al completo en aquella investigación con tintes sobrenaturales. Se despidió con la mano de la camarera al tiempo que lamentaba no poder incorporarla al grupo. 

- Una pena, le hubiera dado al grupo el toque femenino que tanto necesita -comentó sin apenas reparar en la mirada gélida que la elfa le habría dedicado. -Por cierto, ¿dónde se ha metido el pequeño trovador?

 El gnomo vuelve desde el callejón, habiéndose ausentado un par de minutos. Su andar era más elegante y su sonrisa más amplia: ese era el porte de un hombre que pudo ir al baño. Se unió al grupo con una picarona sonrisa.

- Ho ho... tendré la vejiga de un gnomo, pero bebí como para llenar a un gigante...Ahora sí, ¡vámonos!

Finalmente la madre de la joven la devuelve a su lugar, si bien me dió algo de pena, no la suficiente como para ponerme triste por ello. Soy un hielo en algunos momentos y en los otros... Tocará conocerme. 

Una vez nuestro jefe nos termina de dar las directrices, avanzo hacia la puerta pero mis pasos los detiene por un lado el gnomo que quería hacer pis y las palabras del hechicero. Unas que me roban una sonrisa y un gesto plagado de malicia. 

Y gracias a ese efecto, acorto todo tipo de distancia con Hektor, apoyando mi cuerpo sobre el suyo y mi rostro demasiado cerca, tanto que ambos podíamos inhalar el aliento del otro. 

- ¿Decías? - pregunto divertida, sensualmente peligrosa. - Puedo ser muy femenina, no me provoques. 

Tras decir aquello le doy un soplido en el rostro y vuelvo con el resto, como si nada. Dispuesta a salir mientras el pequeñín regresaba al grupo. 

Una vez que las últimas respuestas que Egil les brindó estuvieron ya sobre la mesa, y que la extraña petición de la camarera terminó de forma casi tan abrupta como había empezado, el hombre se levantó dispuesto a llevarles hasta la casa de su amigo desaparecido, algo que satisfizo a Brennan. No sólo porque era un buen lugar donde conseguir información y un buen rastro para el olfato de su compañera… sino porque una casa vacía era perfecta para que él mismo la utilizara como residencia en su estancia en Freeport. Al tal Lucius dudaba que le importara lo más mínimo que la gente que tenía que salvarlo usara su casa como base.

Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse cuando Elentirell respondía de una forma bastante inesperada a las palabras de Hektor. Sin decir nada, sonrió al ver a la elfa mostrar súbitamente lo que ella debía suponer que era su lado femenino. En la naturaleza era frecuente ese tipo de actitud. Había espantado a otra hembra rival, y acababa de marcar su territorio.

Pero al menos, el único que había orinado en esa escena era Frenni.

Riéndose entre dientes, palmeó el hombro del gnomo amistosamente cuando éste regresó.

-Nadie dijo que alguien pequeño no pudiera hacer lo mismo que uno grande, Frenni. –Comentó mientras seguían a Egil. Y, más pensativo, añadió. –Sobre todo en manada.

Tal vez fuera el alcohol. Incluso resistente, dos jarras de esa cerveza bastaban para que el ánimo de Brennan estuviera algo más abierto de lo normal, y el pensamiento de la manada lo había sorprendido de alguna forma. ¿Acaso podría pensar en esa gente como una manada? Si ni siquiera llegaban a grupo… pero cada uno tenía sus virtudes, a pesar de sus obvios defectos… y entonces…

-Hektor, necesitaremos una mentira para hablar con los del templo. –Señaló como algo evidente, asignando esa tarea automáticamente al desastrado hombre con la misma soltura con la que encargaría un forjado a un herrero. -¿Somos sus amigos? ¿Dejó una deuda sin saldar al otro lado del mar? ¿O nuestra elfa busca venganza por despecho?

- ¿Sientes curiosidad? Pues, algún día te cuento mi historia. Demasiada vida en el mar, estoy acostumbrada a lidiar con gente peligrosa. - respondo al elfo. - Pueden ser mis amigos, aunque eso lleva tiempo y confianza. Al menos pueden quedarse tranquilos de que no les voy a clavar una daga en la espalda. 

No tengo nada más para decir, pero me divierte aquello. Eso sí, antes de salir de la cantina, le robo a uno de un plato un trozo de carne y se lo doy al elfo. 

- Para el lobo. 

"le robo a uno de un plato un trozo de carne y se lo doy al elfo."

Tira destreza y suma su bonificador

El hombre que estaba concentrado comiendo su gran plato, desvía la mirada a su jarra de cerveza y tras darle un gran trago, cuando regresó a su plato nota que algo falta, levanta la mirada a su compañero que tiene enfrente y frunce el ceño, tan solo adviertes como este se levanta y le propina un par de golpes acusándolo de haber robado su parte de la comida.

Un gruñido grave y receloso por parte del animal fue la respuesta al plato con carne que la elfa había tomado de la posada. Sin embargo Brennan, tranquilo como siempre, cogió con la mano el pedazo de comida y lo sostuvo, esperando un mejor momento para poder dárselo a su compañera.

-Para ella. –Corrigió con suavidad a Elentirell al escuchar cómo se refería a la loba. –Gaelach es una hembra. No le gusta que le llamen lobo.

A pesar de la tranquilidad del hombre, Gealach continuaba gruñendo y mirando atentamente cada movimiento de la elfa como si creyera que en cualquier momento haría algo contra ellos.

-No te preocupes, no es por ti. –Aclaró, con un pequeño suspiro, mostrando una media sonrisa hacia ella. –No del todo, al menos. A Gealach no le gustan las mujeres hermosas. Cree que no son de fiar. -Su sonrisa se ensanchó, pícaro, pero no logró ocultar del todo la expresión triste que cruzó su rostro. -Tal vez tenga razón.

Con cuidado, tendió el pedazo de carne a la loba, y ésta, después de olfatearlo cuidadosamente durante un rato, lo tomó con cuidado de su mano y lo devoró con rapidez. Después de eso, el gruñido cesó, pero sus ojos color miel siguieron fijos en Elentirell.

-No creo que ninguno hayamos llegado aquí sin lidiar con algo peligroso. Todos tenemos una historia. La contemos o no.–Contestó a las palabras de la guerrera. -Y en algo peligroso vamos a meternos… el tiempo dirá cómo acabaremos…

-Aunque agradezco lo de la daga. –Dijo, riendo de nuevo. El alcohol estimulaba su buen humor, y casi ya ni siquiera sentía el mal olor del lugar. Incluso su lengua parecía haberse soltado.-Es todo un detalle.

La verdad es que hasta el propio Hektor se sorprendió de la reacción de Elentirell. No esperaba esa repentina cercanía de la elfa, aunque a decir verdad la chica tenía que trabajar un poco más sus dotes de seducción. ¡Lo que hacía la falta de práctica!

-Me alegra oír eso, nena, pensaba que los elfos eran como los helechos, -clavó sus ojos azules en los de Elentirell-, y se reproducían por esporas. -le guiñó un ojo a gnomo, que ya volvía de aliviarse. Volvió a mirar a la pícara al tiempo que algo se movía ahí abajo. -Y no temas, lo que tengo en mi pantalón no es otra cosa que el travieso Saladino. 

Apartó con delicadeza el cuerpo de su compañera al tiempo que se echaba una mano dentro del pantalón, directo a la entrepierna. Sacó de ahí a su pequeño hurón, que protestaba por el hecho de que la loba había sido alimentada y todo el mundo se había olvidado de él. Hektor lo arrulló cariñosamente al tiempo que debaja que el animal se alimentase de las miguitas de pan que había entre su barba. 

Siguió caminando. 

-Hektor, necesitaremos una mentira para hablar con los del templo. 

Asintió y siguió caminando. 

-Mentira, mentira... -vacilaba, pensativo. -Lo cierto es que, en el fondo, todos son mentiras. No existe la verdad, amigo, solo la ilusión de la verdad -dijo enigmáticamente. 

A Felsom le daba pena Helena. No por la muchacha en sí misma, sino porque era un auténtico desperdicio que la camarera no les acompañase para terminar convirtiéndose en uno de sus experimentos. No es hasta que la madrastra golpea la cabeza de Helena cuando el nigromante comprende el motivo por el que Helena quería abandonar su casa a toda costa. Con una madre maltratadora, cualquier destino podía ser mejor que permanecer en esa taberna.

-Es una lástima -declaró el nigromante, apenado de que la camarera no fuera finalmente a unírseles. A Felsom no le importaba mucho si la joven era buena o mala combatiente. Mientras pudiera haber encajado un par de espadazos o un flechazo a la vez que él estaba a cubierto en última línea de batalla le habría bastado-. Creo que si nos encontramos un grupo de guerreros, lo podemos pasar muy mal...

Había que decidir qué mentira contaban a los del templo para que les dejasen acceder a él, y el principal problema, al menos a ojos de Felsom es que formaban un grupo demasiado dispar como para que algunas mentiras colasen.

-Podemos decir que somos unos cuantos mercenarios contratados para que Lucius pague una deuda -sugirió Felsom, que en esos instantes estaba quitándose un poco de roña de una uña y comiéndosela-. Suelen llamarlos cobradores si no me equivoco.

 La escena entre el hechicero y la elfa era de lo más candente. Frenni mira atento; había suficiente tensión como para tirar de mil carruajes. El gnomo esperaba que aquel innuendo terminase en algún beso o algo más lascivo, pero parece que no estaban todavía las cartas tiradas como para que sucediera ello. Una lástima: la pasión de los demás era una buena fuente de inspiración para el pequeño bardo.

- Recaudadores, se dice... puede ser una buena historia.

 El gnomo se da el lujo de corregir al hombre que deseaba usar sus órganos, con una valentía que solo el alcohol podía dar. Más allá de eso, no veía mucha utilidad en crear una elaborada historia:con salir y entrar por la ventana dela casa se evitaban tener que lidiar con explicaciones cansinas.

Cerramos aquí y continuamos en la parte segunda.