Partida Rol por web

Plic...

                     Plic...

                                         Plic...

Poco a poco, aquel leve pero constante sonido, empezó a penetrar en las brumas en las que Brianna estaba navegando. Lo primero que sintió fue el frío del suelo y el temblor que sacudía su cuerpo. 

«¿Dónde estoy?» Se preguntó, mientras intentaba rememorar los últimos acontecimientos. Lo único que tenía claro en ese momento era que estaba tirada en el suelo y tenía frío... Movió débilmente los dedos de la mano, pasando la yema del índice por la piedra fría. 

Plic...

De nuevo aquel sonido llegaba a sus oídos...

«Espabila, Brianna...» Se dijo, reprendiendo su deseo de volver a sumergirse en aquellas brumas. Allí podía olvidar y dejarse llevar por el suave arrullo de...

«¡Azkaban!» Recordó y abrió repentinamente los ojos. De repente sintió pequeñas agujas clavándose en sus músculos y ahogó un nuevo gemido. 

Plic...

De nuevo ese goteo, pero, entonces... Levantó la mirada, recordando cómo había caído en el abismo que se había abierto bajo sus pies. Pero allí no había señal de lo que había ocurrido, el techo parecía estar en perfectas condiciones, dadas las circunstancias y el tiempo que llevaba allí construido. Se incorporó lentamente y una mueca dolorosa asomó a sus labios.

— ¿Estáis todos bien...? — Preguntó, buscando al resto con la mirada. Todavía estaba ligeramente aturdida, no recordaba lo que había pasado, tan sólo... El techo que se le venía encima y después despertar y un agujero que se lo tragaba todo.  

Abrir los ojos no resultó una gran diferencia para Tiberius, pues pasar de las tinieblas de la inconsciencia a las de aquella sala de piedra fue apenas una leve mejora. Sobre todo cuando el abogado recordó dónde se encontraba, y se echó una mano a la cara con desesperación. Seguía vivo, pero la pesadilla aún no había terminado.

Y seguía vivo a duras penas, porque la paliza que recibiera en el piso superior no había terminado con él por poco. La sensación de dolor que notaba por todo el cuerpo le dejaba claro que las embestidas del graphorn habían sido muy reales.

—He estado mejor... —respondió con dificultad a Brianna. Trató de incorporarse, pero le costaba demasiado. Tenía que hacer algo para intentar recuperarse, pero por desgracia sus conocimientos de sanación eran casi inexistentes, y la paliza que había recibido bien podía haber merecido una visita a San Mungo. No obstante, tenía que intentar algo, así que apuntó con la varita a su propio hombro—. ¡Episkey!

Pero como había imaginado, aquella no era su especialidad. Cerró los ojos con fuerza. Por el momento, tendría que soportar el dolor.

—¿Vosotros estáis bien...?

Había sobrevivido a la caída.

No obstante, cuando echó un vistazo a su alrededor, Michael estuvo convencido de que nada de lo que habían vivido había sido real. Nada hacía pensar que hubieran caído desde el techo a plantas inferiores ni que verdaderamente se hubieran enfrentado a un graphorn, pues el techo se encontraba en perfectas condiciones y tampoco había ni rastro del cuerpo de aquella peligrosa y grotesca criatura. ¿Sería todo una ilusión? ¿Estaban jugando con sus mentes?

Aunque lo peor era aquella voz que escuchaba. ¿Era pársel? ¿Y lo que escuchaba... era una serpiente? Si era así, no habría forma de que pudieran sobrevivir. Uno no podía simplemente derrotar al rey de las serpientes. Michael se sentó en el suelo, respirando con agitación, mientras intentaba recomponerse mentalmente de lo que había sucedido. Escuchaba las voces de sus compañeros que preguntaban si todos estaban bien.

-No, no estoy bien... -declaró el bibliotecario, pese a que no tenía heridas visibles-. Necesito descansar. Ese libro... Leerlo... Me ha afectado más de lo que esperaba...

Al ver el estado en el que se encontraban Tiberius y Michael, los labios de Brianna se apretaron en una fina línea. No sabía lo que había pasado ni a qué se habían tenido que enfrentar, pero sentía que les había fallado. Si no fuera por ellos, quizás ella habría acabado perdiéndose en el olvido de su subconsciente, viviendo la misma pesadilla una y otra vez. 

Pero le avergonzaba reconocer su debilidad. Turbada, apartó la mirada de los dos hombres y empezó a recorrer con ella la nueva sala donde habían aparecido, siendo consciente en ese momento de sus dimensiones y de las celdas que habían dispuestas. 

— Sí, deberíais descansar... — Ella también se sentía dolorida y agotada, sobre todo mentalmente. Desde que había despertado en aquel lugar de pesadilla, había sido una angustia detrás de otra. Tenía que descansar, pero... Sus ojos se habían detenido en la figura del hombre que ya habían visto con anterioridad y ahora parecía más sosegado, ya no se reía con aquella risa escalofriante, ni corría por la sala sin rumbo fijo. Ahora parecía estar herido y no había reaccionado ante la presencia de ellos. 

Brianna no se fiaba nada, ya habían visto demasiadas cosas en aquel lugar y aquel hombre parecía haber perdido completamente la cabeza. Respiró, haciéndoles un gesto con la mano a sus compañeros para que aguardaran y empezó a caminar, lentamente en dirección a aquel pobre diablo. Mientras caminaba, sus pupilas se movían de un lado a otro, echando furtivos vistazos a lo que había a su alrededor.

— Hola... ¿Podemos hablar? — Preguntó en voz alta, todavía a cierta distancia del hombre. 

Mientras Brianna estaba dirigiéndose al extraño prisionero, Michael permanecía sentado en el suelo, con las piernas en un círculo como si fuera un encantador de serpientes. Una de sus manos permanecía en el pecho, mientras que la otra la mantenía en el aire, sosteniendo tembloroso su varita. Los ojos del bibliotecario estaban desencajados, como si no pudiera mirar a un punto concreto.

-Si pudiera salir de aquí... Si lograra salir... -comenzó a decir Michael, profundamente afectado, como si tuviera la mente en otra parte-. No me lo pensaría dos veces y me leería todos los libros de la Sección Prohibida de Hogwarts -reveló uno de sus mayores anhelos, que siempre se había guardado para sí-. Todos y cada uno de ellos. Para poder empaparme con todo ese conocimiento solo al alcance de muy pocos. Siempre he querido saber qué hay más allá, explorar cada uno de los recovecos de la magia oscura, la magia que no enseñan en las escuelas, aquella de la que muy pocos magos llegan a oír hablar...

Aquel era uno de los secretos más privados que había tenido Goldman. Siempre le había atraído la magia negra, aun cuando no la había practicado y ejercía como bibliotecario en una de las escuelas de magia de mayor reputación de Europa. No obstante, en esos instantes no parecía tener reparos en exponer en voz alta aquel deseo, sin temor a que el abogado, la rompemaldiciones y el comerciante pudieran escucharle.

Mientras Brianna se iba acercando al pobre hombre que se encontraba frente a ella y el resto del grupo, sus ojos comenzaron a escanear el área en donde habían despertado, encontrando que las celdas no parecían estar cerradas con candados o algún tipo de hechizo que les impidiera recorrer el lugar libremente, aún así lo mejor sería no confiarse demasiado al momento de buscar la forma de descender, no fuera que algo estuviera oculto aunque no lo pareciera en un primer momento. Sin embargo lo que más llamó su atención fue el hecho de encontrarse con un pequeño símbolo tallado en una columna fuera de la celda en la que habían despertado, símbolo que la rompemaldiciones reconocía a la perfección, pues se trataba del mismo que había encontrado anteriormente en uno de los pisos superiores y que el libro que tenía ella encima había absorbido al entrar en contacto.

Tal parecía que estos símbolos podrían encontrarse en más pisos, pues no parecía haber sido una coincidencia ahora que su mirada se había cruzado con este. De igual forma Brianna no pudo obviar el estado en el que se encontraba el pobre hombre ahora que lo miraba mejor y con más detenimiento, debajo de aquella capa se podía mirar lo que a todas luces era un esqueleto viviente, la piel del hombre se encontraba casi pegada a sus huesos, seguramente debido a la falta de alimentos (Dejando en el aire como es que se había mantenido con vida sin comida o agua...) heridas adornaban la totalidad de la misma y lo único que podía resaltar de lo que quedaba de esa persona era su rostro, el cual se miraba más humano debajo de la capucha, aunque en esos momentos se encontraba con una respiración agitada y mirando como la sangre caía desde su cabeza hasta gotear por la nariz.

La mente del bibliotecario se fue trasladando desde aquella horrorosa y tenebrosa prisión de Azkaban, hasta encontrarse dentro de la majestuosa biblioteca de Hogwarts, dónde los libros encantados pasaban volando de un lado a otro, llenos de información e historias maravillosas pues no había dudas de que el colegio tenía una de las mayores exposiciones de información en el continente, incluso podía imaginarse a los molestos estudiantes ir y venir durante las horas de estudio e incluso por la noche. Sin embargo lo que causó que aquel basilisco y sus tenebrosas palabras fueran desapareciendo hasta reducirse en nada, fue la sección prohibida, el anhelo de encontrar lo inimaginable y lo desconocido, la ilusión de conocer todo aquello que incluso los magos fundadores de Hogwarts quisieron esconder y reservar para los más selectos candidatos. Todo esto le trajo un estado de lucidez que logró sobreponerse a todo el terror y horror que había estado experimentando en ese lugar.

Sus palpitaciones se fueron regulando y su mente aclarando mientras regresaba a la tenebrosa realidad en la que se encontraba junto con el resto de sus desafortunados compañeros, estaba claro que si se seguía exponiendo ante los horrores de Azkaban su estado mental se encontraría en juego nuevamente, ya lo había experimentado. Su mirada después de esto regresó al libro que le había ocasionado aquellas horribles voces en su cabeza, para después mirar al resto de sus compañeros, en especial a Brianna que se acercaba al hombre no identificado.

En cuanto el abogado realizó el encantamiento Episkey, de inmediado pudo escuchar claramente como su hombro hacía un pequeño "Click" y podía jurar que incluso se le había dañado más después de hacer un desastroso intento de encantamiento sanador, sin embargo pudo sentir casi inmediatamente un suave sentimiento de alivio, al menos lo suficiente para detectar que este hechizo había tenido un relativo éxito, al menos ya no se encontraría tullizo del hombro... Sin embargo estaba más que claro que tenía que cuidarse más, o Azkaban podría ser su tumba, algo que por supuesto no debía pasar ni por su mente dadas las implicaciones que esto tendría.

La voz de Brianna preguntando por una charla con el pobre diablo que se encontraba allí sentado y mirando al vacío, no logró siquiera perturbar al mismo, quién parecía a todas luces ignorar estas palabras y simplemente seguir perdido en él mismo. Un pequeño charquito de sangre se comenzaba a formar a sus pies, indicando que ya tendría tiempo sangrando de la cabeza y que ni siquiera esto parecía importarle a esas alturas ¿Cuanto tiempo habría estado en Azkaban? Tan solo sobreviviendo a todos esos horrores que ya habían experimentado todos por igual, y sin embargo la mayor pregunta era el cómo este hombre o lo que quedaba de uno, se había convertido en un enigma que incluso les había ayudado ya en algunas ocasiones, con una locura que destilaba en todo su cuerpo.

Sin embargo, lo que sí le hizo reaccionar casi como una máquina fue escuchar a Michael compartir su anhelo en voz lo suficientemente audible, de forma siniestra el prisionero dio un salto para ponerse de pie y gritar como un loco, hasta quedarse sin aire y tener que regresar al lugar en el que estaba —Ah... sigue deseando eso, y terminaras como este pobre hombre, apartado de la luz, aunque no puedo decir que estas mal, entiendo tu ilusión...— Dijo entre una tos escandalosa y molesta, así como pequeños jadeos que indicaban la clara falta de aire con la que se encontraba ese hombre —Es maravilloso ¿No? Las artes oscuras, milenarias... Como sea, tu, niña— Con una de sus huesudas manos apuntó directamente a Brianna, la cual sintió como si este estuviera apuntando directo a su alma, no era para menos pues el prisionero daba una vibra extremadamente tenebrosa y fría. Casi como si estuvieran hablando con un contenedor vacío y sin alma en forma humana y poco más...

Repentinamente, el pequeño sonido de lo que parecía ser un hueso tronando dejó eco en la celda en la que todos se encontraban en esos instantes, Tiberius, haciendo uso del hechizo "Episkey" parecía haber sido el culpable, este incómodo sonido fue ignorado por el prisionero aunque no pasó desapercibido para él, pues sus vacíos y negros globos oculares se posaron en el abogado por unos segundos antes de regresar la mirada a la única mujer del grupo, continuando asi lo que este parecía querer decirle.

—Dime que es lo que querías decirme... hazlo pronto, antes de que pierda la cordura de nuevo, no me queda mucho tiempo y no sé si ustedes tengan alguna oportunidad de volver a verme así— Su voz se escuchaba perturbada y casi cansada de seguir viviendo, aunque parecía que su resistencia era extrema, viendo que seguía vivo a pesar de que Azkaban parecía estar diseñada casi en su totalidad para destruir a todo lo se encontrara dentro de sus paredes... —Me sorprende que sigan vivos... después de ese maldito Graphorn— Volvió a toser nuevamente, soltando una pequeña y demencial carcajada esta vez, antes de volver a quedarse viendo el decrepito suelo.

Al salir de la celda donde habían despertado y mirar hacia una de las columnas, Brianna se detuvo un instante y apretó contra su pecho el libro que llevaba consigo. Pero había seguido caminando, dejando para más tarde lo que acababa de descubrir. 

Según se iba acercando al prisionero de Azkaban e iba descubriendo su verdadero estado, sintió una presión en el pecho y tuvo que detenerse para coger aire. Aquel hombre parecía un esqueleto, era imposible que continuara con vida... A sus espaldas escuchó la confesión de Michael, una confesión que erizó su piel y secó su garganta. No entendía a qué venían aquellas palabras, por qué de repente se había puesto a hablar sobre sus deseos más ocultos. No tenía lógica, pero aquello fue el detonante que hizo reaccionar al pobre diablo que se encontraba delante de ella. 

Pestañeó, volviendo de nuevo su atención hacia el prisionero cuando éste la llamó. Se había quedado ligeramente aturdida tras la confesión del bibliotecario y tardó unos segundos en poder reaccionar. 

— ¿Cómo has podido sobrevivir en este lugar...? — Estaba claro que su mente estaba destrozada y su cuerpo no compartía mejor destino. Pero allí seguía, vivo... — Háblanos de lo que puedas sobre este sitio. ¿Cómo haces para moverte por la prisión? — Debía haber algún modo que ellos no habían descubierto. No era la primera vez que se encontraban con él y las veces anteriores habían tenido que descifrar complejos acertijos. En un principio desechó la idea de preguntarle sobre cómo salir de aquel lugar, convencida de que si lo hubiera sabido habría hecho todo lo posible por conseguirlo... Aunque, quizás... Él sólo no podía lograrlo... Tragó saliva. — Y... ¿Sabes cómo se puede salir de aquí...? —

Michael se incorporó en silencio al escuchar las palabras que pronunciaba aquel misterioso prisionero de Azkaban. El bibliotecario vio que quien más se había aproximado al desconocido era Brianna, la cual le preguntaba cómo era posible que siguiera vivo. Fue entonces cuando Michael se percató por primera vez de que lo que tenían ante sí no era un hombre, sino un esqueleto, aunque de alguna manera había sabido mantenerse con vida.

El bibliotecario avanzó hacia el desconocido, varita en mano, intentando aproximarse al prisionero y tratando de llegar hasta su compañera Brianna. Si aquella criatura trataba de atacarla, al menos esperaba estar listo para arrojarle un hechizo. A juzgar por sus palabras, no parecía que el recluso fuera a mantenerse así por mucho tiempo.

-¿Quién es el Arlequín Feliz? -le preguntó al prisionero, sin dudarlo, esperando que el prisionero pudiera responder a su pregunta, seguro de que lo tenía justo delante-. ¿Cómo acabó en este lugar y cuál es su relación con Ekrizdis?

-¡AAA!-Al recuperar la conciencia, lo último que habían experimentado volvió a la mente de Erick, haciéndole gritar e incorporarse de golpe. -Oh...vaya. Seguimos vivos.-Aquella larga caída había removido algo en su interior. Esa sensación de estar flotando pero al mismo tiempo saber que la muerte estaba cerca...¿Era eso lo que había sentido su primo hacía tantos años? 

Al mirar a su alrededor, vio que el resto se había despertado antes que él y estaban ocupados con algo... ¿El loco que los había estado siguiendo? ¿Qué hacía ahí? Parecía herido, pero también mucho más tranquilo. Se levantó y acto seguido tuvo que apoyarse contra la pared, con una mueca de dolor. No parecía que tuviera nada roto, pero aquel animal le había hecho sufrir.  Además del desperdicio de una capa con capucha estupenda, con el frío que allí hacía.

Y a pesar de aquella lucha tan estrepitosa, al mirar hacia arriba veía un techo completamente intacto. O era una ilusión todavía más poderosa que la de aquel horrible pasillo infinito, o se había reparado mágicamente mientras estaban inconscientes. Allí no había sólo magia poderosa, sino también una enorme cantidad de esfuerzo, porque traer y encerrar aquel animal debía de haber sido terriblemente difícil. Pero ¿para qué? ¿qué buscaba quienquiera que estaba haciéndoles sufrir todas aquellas torturas? 

Se acercó a donde estaban el resto y se unió a la conversación -Eso, tiene razón. ¿Quién es usted? ¿También le han secuestrado aquí o es que tienes algo que ver con -señaló vagamente el techo- todo esto?

Tiberius aguantó como pudo un gritito a causa del crujido que dio su hombro por su hechizo fallido. En su lugar hubo una leve queja. No movió el hombro porque en un primer momento, le comenzó a doler más, lo dejó quieto. Cambió el agarre de la varita con la mano del hombro dolorido y con la que tenía libre, comenzó a darse ligeros masajes. Comenzó a sentir cierto alivio que lo achacó tanto al hechizo fallido como al amasamiento de sus dedos en el hombro.

Miró a su alrededor y según escuchaba parecía que sus compañeros, a excepción de Michael, estaban bien. Observaba el lugar en el que estaban. Siniestro como todo lo que llevaban visto desde que habían ingresado sin saber cómo ni por qué en la prisión de Azkabán.

La confesión de Michael lo pilló desprevenido. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y lo miró con los ojos muy abiertos - N-no caigas en eso... no te traerá nada bueno... - segundos más tarde, el prisionero que había estado con ellos todo este tiempo, con otras palabras, parecía confirmar lo que Tiberius le decía al bibliotecario.

Desde donde estaba, lo observaba con cierto recelo. Ahora parecía alguien más cuerdo. Quería lanzar un lumos para que la estancia estuviese más iluminada de lo que estaba. Justo cuando iba a invocarlo, paró por la tos y la risa de aquel desconocido. Recordó que anteriormente había huido de la luz, por lo que por el momento, decidió posponerlo a regañadientes. 

Brianna era la que más se había acercado y sus otros dos compañeros la imitaron. Él se acercó también, aunque más lentamente y quedándose más atrás que los demás. No terminaba de confiar en él - Has dicho "no sé si ustedes tengan alguna oportunidad de volver a verme así"... ¿han venido otras personas anteriormente a nosotros y se han encontrado en esta misma situación? - lo miró - ¿Qué fue lo que lo llevó a su estado actual?

El hombre que estaba en los huesos se llevo ambas manos a la cabeza, agitandola levemente antes de soltar un pequeño pero sonoro grito, el cual terminó resonando en toda la sección de celdas y pasillos en la que se encontraban todos —¡Demasiadas preguntas Brianna! No lo sé, no lo sé... ¡Que tortura es esta!— Gritó de forma alterada mientras sus manos se aferraban más a su cabeza, como si tratare de reventar la misma por alguna razón y tan solo para calmarse repentinamente al siguiente segundo, como si nada hubiera pasado —No tengo idea de como salir... ¿Acaso es posible eso? Si... si, si ¡Si! Nadie lo a logrado nunca desde que sucedió, el cierre definitivo— Empezó a soltar un pequeño y escalofriante silbido, el cual se podía igualar con el mismo que hacía una fuerte ventisca colandose por un hueco diminuto en la ventana, sus ojos estaban fijos al frente, extrañamente llenos de lagrimas al reconocer que para él al menos, era imposible salir de ese maldito lugar —¿Sobrevivir? ¿Acaso me ves? Esto no es vida, solo soy un recipiente... uno que se mantiene en ambos mundos, muerte y vida gracias a las artes oscuras... ¡Si esas que tu añoras!— Empezó a reir tétricamente apuntando a Michael y tal como paso con Brianna, parecía que su huesudo dedo penetraba en el alma del bibliotecario —Son tenebrosas pero, las únicas capaces de despertar un potencial único, casi divino... a un alto costo, si... yo mismo soy prueba de ello ¡Mirenme maldita sea! Y diganme si no es verdad—

Dejaba en el aire una gran duda con estas palabras ¿Acaso conocía artes tan oscuras que podía ser inmortal? No parecía ser tan diferente a casos como la piedra filosofal y su creencia de que su creador era inmortal, sin embargo en el caso del pobre hombre que tenían delante, el precio a pagar parecía ser justamente algo que tal vez, Michael podría relacionar, ser consumido por la locura total y aquella misma magia que le daba una capacidad más allá de la muerte, se convertía ilogicamente en una tumba por si misma. Cuando el prisionero escuchó al bibliotecario decir aquel nombre, y a los otros dos hombres hacer sus respectivas preguntas, este soltó un resoplido que de no haber estado alerta, les hubiera sacado un infarto. Mientras recargaba su espalda en la pared que tenía detrás.

—Aah... El Arlequín Feliz, Lord Badak...— Estos nombres los iba citando acentuando mucho cada sílaba, mientras miraba uno a uno a cada uno de los magos y bruja que se encontraban allí —Me han conocido por esos nombres, si... el primero es más reciente y el segundo, ojala pudiera recordar ¡Hace tantos años!— Sus ojos se abrieron como platos, con cierta añoranza en lo que podría ser su pasado y lo que había hecho antes, pero pronto tuvo que regresar su mirada al presente, para responder sobre Ekrizdis —¡Ustedes insolentes! ¿Acaso tienen la osadía de relacionarme con Ekrizdis?... Esperen, esperen... ¿No han leído los libros?— Se quedó apuntando directamente a los tomos que cargaban Brianna y Michael respectivamente, alternando su mirada de uno al otro —Ekrizdis, este es hogar ¡Su más grande creación! ¿No lo pueden ver? Solo deben sentir, los susurros, la muerte y la desesperación ¡Los libros! Fueron la única opción para salvar mi mente, las partes buenas de ella... Si, si si, tranferí todo de aquí para allá— Hizo una pausa en sus palabras mientras golpeaba su cabeza y posteriormente apuntaba a los libros de nuevo, el pobre diablo había llegado tan lejos.

—No, Erick... Ojalá me hubieran secuestrado, sería más fácil de superar, pero yo entré por mi cuenta a Azkaban. Esto...— Imitando las acciones del empresario, apuntó hacía el techo, mientras que su hablar parecía repentinamente más cansada y deprimente, el hombre parecía estar luchando con una locura interna que, nadie quisiera entrar en sus zapatos para entenderla —Solo puedo decirles que esto es muy real. ¡Los libros! Ellos les ayudarán a salir de aquí, espero, espero... No han sido los únicos, no, para nada— Comenzó a toser y reir —¡Y no serán los últimos! La leyenda de Ekrizdis debe perdurar, eso es como ellos asi lo creen... si no se largan, la prisión los consumirá, hasta que no quede nada.— Su mirada se posó en Tiberius, como si con estas palabras le hubiera respondido sus preguntas, y de esta manera, el hombre parecía poco a poco perder la consciencia, quedando apoyado sobre la fría pared.

—Han llegado lejos, tal vez... tal vez, tienen esperanza— 

Todo el grupo pudo observar como el prisionero que se hallaba allí delante de ellos, terminaba totalmente en negro, no se encontraba muerto, pero estaba claro que la perdida de sangre le había afectado al grado de desmayarlo, la pregunta era ¿Podría sobrevivir? A pesar de todo, habían podido rescatar algunas cosas de interés, como que el pobre hombre logró usar algún tipo de mágia para transferirse a si mismo dentro de los libros, o que no habían sido las únicas víctimas de lo que sea que estuviera pasando en Azkaban. Todo apuntaba a que existía alguna relación enorme con Ekrizdis, a quién el prisionero se refirió como el dueño y creador de esa prisión y quién ya tenía tiempo muerto, con todo lo que estaba pasando en la actualidad

Sea como fuera, tal parecía que si querían lograr saber lo que estaba sucediendo allí, el primer paso sería prestar más atención a los libros que tenían en su poder, los cuales contenían esa lucidez que el prisionero había perdido en esa prisión de pesadilla, algo que también podría pasarle a ellos si es que no terminaban muertos primero. Escapar seguía siendo su prioridad por supuesto, pero tal vez si tuvieran más información, podrían denunciar a quién fuera que estuviera detrás de ese funcionamiento clandestino de Azkaban, ¿Un mago tenebroso? ¿El ministerio mismo? Tenían algunas piezas, pero aún era demasiado temprano para señalar a algún culpable con el dedo.

Brianna sintió como se le helaba la sangre al escuchar a aquel pobre infeliz decir que se trataba de Lord Badak. Apretó el tomo contra su pecho, comprendiendo finalmente que la única oportunidad que tenían, se encontraba inscrita en aquellos libros. Recordó lo que había leído hacía un rato; aquel hombre había decidido entrar en Azkaban para poder averiguar sus secretos más oscuros y, tal y como estaba indicándoles, había escrito en aquellos tomos todo lo que había descubierto. 

«Ellos...» ¿Quiénes eran? ¿Quiénes deseaban que aquel horror perdurara...?

— Espera... ¡No te vayas...! ¿Quiénes son ellos? ¿Quiénes nos han traído aquí? — Preguntó, con un tono de voz tenso, rasgado, y acercándose un par de pasos más hacia el que, en otro tiempo, fue conocido como Lord Badak. 

Pero aquel hombre había perdido el conocimiento. Había respondido sus preguntas con sus últimas fuerzas y ahora se había desvanecido. Brianna se detuvo, observándole en silencio. 

— Conocía nuestros nombres... — Masculló y sus labios formaron una mueca. — Creo que no podemos hacer nada por él. Está condenado a vivir esta pesadilla... — Se volvió a mirar nuevamente a los hombres con los que estaba compartiendo aquella aterradora experiencia, deteniendo su mirada en los ojos de Michael. No le gustaba la confesión que había hecho hacía unos minutos y no entendía a qué había venido aquel arrebato de sinceridad. Le sostuvo la mirada unos segundos, sin decir nada, pero dejando claro que no se fiaba de él... 

Pestañeó, deshaciendo el contacto visual con el bibliotecario y volvió a mirar a los otros hombres.

— Como ha dicho, las respuestas deben estar en estos libros. Voy a intentar averiguar algo más, vosotros deberíais descansar un poco. — Dijo, lanzándole una mirada significativa a Tiberius. Había escuchado como crujía su hombro y aquello debía estar doliéndole horrores. 

Tras eso caminó de regreso a la celda donde habían despertado, deteniéndose delante de ella y buscó nuevamente la runa que había llamado su atención. La contempló un instante antes de abrir el libro.

Erick resopló con resignación. ¿Entrar por propia voluntad? ¿Trasladar parte de sí mismo a los libros? Él había visto bastantes muestras de hasta dónde podía llegar la excentricidad de algunos magos y brujas, especialmente en lo que se refería a sus pertenencias, gracias al viejo negocio familiar, pero aquello se llevaba la palma. ¿Cuánto era verdad y cuánto delirio? 

-¿Descansar? No es mala idea, pero creo que ya he descansado suficiente. 

En lugar de eso, fue a buscar dónde había caído su caldero. Una vez lo hubo encontrado, volvió a donde estaba aquel hombre inconsciente y lo colocó en el suelo delante de él. Con un golpe de varita, lo volvió a llenar de agua y se sentó. 

No era la bola de cristal que tenía en casa para esos menesteres, pero esperaba que bastase como sustituto. Fijó su mirada en los tenues reflejos superficie y empezó a concentrarse para intentar ver el pasado del "Arlequín", buscando confirmar o completar lo poco que habían sacado de él, o al menos saber un poco más sobre quién era...