Es posible que sea el efecto invernadero. No es que marzo sea el más extraño de los meses para una nevada tardía, pero la intensidad de esta, cómo ha bloqueado el tráfico aéreo y gran parte de terrestre sí hace pensar en eso que los ecologistas llevan advirtiendo desde hace más de diez años.
Ambas estábais en Madrid-Barajas haciuendo conexión con otro vuelo y ambas tenéis un retraso esperado de más de dos horas. Tras esperar una larga fila para hacer la correspondiente reclamación, ambas habéis decidido, ya que viajáis solas, matar el tiempo con un café y algo de comer en una cafetería que está casualmente a medio camino de vuestras puertas de embarque respectivas. Y allí os habéis encontrado de golpe, casi tirándoos la bandeja al suelo al evitar chocar la una con la otra.
Los motivos, origen y destino de vuestros viajes los dejo a vuestra elección. Y perdonad el retraso.
Cuando algo tiene que salir mal, tooodo lo posible saldrá mal.
Menudas vacaciones estaban a punto de empezar. Las únicas vacaciones del año, para una vez que tenía algo de dinero guardado había decidido ir a casa de su prima, en Mallorca. Relajarse, ir a la playa, esas cosas que no se podían hacer en... la vida real.
Pero claro, habría sido demasiado bonito. Todo tenía que salir mal y, con tanto retraso y tanta tontería, a saber dónde estaba su maleta, seguro que perdida, y tendría que gastarse aún más dinero en algo de ropa en Mallorca, ¡pues pienso poner una reclamación! Suspira, agotada. Hay pocas situaciones tan absurdas y aburridas como estar sólo en un aeropuerto.
No es buena idea mirar el reloj mientras llevas una bandeja llena de comida. Sara levanta la vista de todos los alimentos derramados por el suelo, ¿Sol?, frunce levemente el ceño. Sí, tiene que ser ella...
Ya estoy activa, que estaba de exámenes >.<
- Que lindo reencuentro, flaca, ¿eh?
Sí, claro que es Sol esa chica que se acomoda los anteojos negros en el interior de un nudo de pelo. No puede ser otra, no con esa sonrisa traviesa a prueba de balas, que se ríe de la mancha que el café con leche volcado le dejó en la camiseta, de las galletas infladas por el líquido derramado. Con un gesto expeditivo vuelve a parar el vaso y aparta la bandeja, el goteo y los problemas, antes de agacharse y empezar a juntar todas las cosas que la bandeja de Sara habían dejado caer.
- Dale, ponete, que ya le dimos suficiente entretenimiento al aeropuerto. ¿Le alegramos la noche, señora? Qué bueno, ahora pasamos la gorra.
No se escuchan muchas risas, pero en los alrededores de la escena pocas caras permanecen con el fastidio que ya se había hecho epidemia. La nieve nunca tiene en la realidad ninguno de los efectos que tiene en las películas. Tampoco los encuentros de improvisto que generan un enchastre tienen nada de mágico ni de interesante. Es eso, blanco monotema y un encuentro sucio y pegajoso. Sol parece creerlo así, al menos por la rapidez con la que junta las cosas, pero cuando vuelve a levantarse se ve que no se le ha borrado la sonrisa.
- ¿Qué andás haciendo acá, Sara? Además de esperar un vuelo y putear a la nevada, claro.
Gracias por la paciencia :)
Sara abrió la sonrisa y relajó el ceño y apartó la bandeja para abrazarse a Sol. Un segundo más tarde se apartó, incómoda, mirando hacia un lateral avergonzada por su inusual reacción.
Se echó un par de pasos atrás, mirando a Sol de arriba a abajo wow, estás... cambiada. Entrecierra los ojos, aún sin dejar de mirar a su amiga y hace un gesto, indicándole una de las mesas, para que se siente junto a ella.
¿Estás sola?, pregunta. Se da cuenta de lo mal que suena e intenta corregirse, Quiero decir que... que si estás aquí esperando, sola. O sea..., niega con la cabeza, incapaz de hacerse entender. Yo... iba a ir de vacaciones. Dice, con una sonrisa triste.
Sol sonríe, con esa sonrisa de todos los dientes que habla tanto de picardía como de contemplación de la vida.
- ¿Si estoy con algún flaco? No, no con uno, bah, mejor dicho, no con uno con el que pueda hacer un viaje como este. Vos sabés, está bien viajar solo porque vas agarrando lo que hay en el camino, y aunque compartir está bueno, puede llegar un momento donde te perdés de muchas cosas por intentar mantener lo que ya tenés.
Se echa hacia atrás en su asiento, devolviéndole la mirada de arriba abajo.
- ¿Yo, cambiada? - sonríe todavía más - Sí, siempre, imaginate lo triste que sería estar igual después de tres años. Vos también estás cambiada, me parece que estás más feliz... bueno, sacando esta sonrisa triste que tenés ahora - inclina un poco la cabeza, como si la estuviese observando con más detalle - Pero me imagino que es porque la nevada de mierda no para y te estás perdiendo esos días de vacaciones, ¿no?
Patea su mochila, que ha dejado en el suelo para sentarse con comodidad, y suspira profundamente.
- Me encantaría ofrecerte un pucho, pero con esto de que acá en los aeropuertos sólo haya un par de espacios para fumadores... algún día van a terminar prohibiéndolo del todo, vas a ver. Como si fuéramos leprosos, en fin. Un cigarrillo estaría bien por el reencuentro.
Le guiña un ojo.
- ¿A dónde te vas de vacaciones, che? Contame algo de tu vida. Desde esa última vez que hablamos en Oviedo, no supe nada más de vos.
Mientras habláis, la gente se va moviendo dentro y fuera de la cafetería, consultando de continuo los cambios en los vuelos y las temidas cancelaciones. Una pareja nerviosa pierde los nervios y le alza la voz a una azafata de tierra. La presencia de un guardia jurado cerca les hace controlarse de inmediato.
Sara mira con los ojos muy abiertos a la pareja que grita y sacude la cabeza, como si no entendiera para qué tanto nerviosismo. Apoya los codos en la mesa, relajándose.
Pues... me iba a Mallorca, a la playa, sonríe amargamente y dirige su mirada a las ventanas, que reflejan un paraje casi lunar con tanta nieve a esas horas. Tengo una prima que vive allí, ¿sabes? Aunque no estoy muy segura de que pueda ir, a estas alturas. El billete no me lo devuelven, dicen que me lo retrasan, pero claro... si no se detiene esta tormenta, van a pasar los días y... en fin... ¿Y tú? Sonríe más abiertamente y se rebusca en los bolsillos con insistencia, para sacar una bolsita con tabaco y todo lo necesario para liarse un cigarro. Seguro que tienes una gran historia que te trae hasta aquí, sonríe, curiosa, y comienza a arreglar un cigarro.
Tan pronto como Sara se prepara el cigarrillo, no faltan las miradas severas e incluso el guardia de seguridad que se acerque a advertir de que sólo se permite fumar en las salas reservadas al efecto. No os queda otro remedio que, con menos ganas que necesidad, dirigiros a esos cubículos pequeños y sucios dodne os hacináis con otros seis fumadores para absorver humo mezclado.
Y allí es donde os asalta una nueva casualidad. No puede ser. ¿Aquí precisamente? Está mucho más gordo, ¿viste? ¿Y ese traje? Nunca me lo hubiera imaginado de corbata. Mira, saca un portátil de la maleta. La leche, debe ser un ejecutivo, de acá para allá siempre.
Israel, sentado en la puerta de embarque contigua a vuestra zona de fumadores. Camino de Valencia, por lo que dice allí. Está cambiado, muy cambiado, diríais que hasta feo, cansado, avejentado como si llevase una vida dura. Teclea frenético en el teclado del portátil dibujando gráficas y tablas.
Sol sonríe, abiertamente.
- Quedate tranquila, flaca, siempre que nevó, paró. Aprovechá a armártelo ahora, que nadie está mirando.
Sus ojos se van por un instante en la dirección en la cual se ha producido el griterío, y mueve la cabeza como si la situación irremediable la divirtiera. Con los dedos, los eternos dedos inquietos que no están sujetando ni un cigarro, ni un papel ni nada, tamborillea brevemente en la mesa. Eso, hasta que agarra el paquete machucado de galletas que ha quedado indemne del encontronazo con Sara, y lo abre para comenzar a comer.
- ¿Yo? Voy para Sudamérica. Junté plata, viste, pero no vuelvo a Argentina. Voy a viajar como mochilera, algo que vengo queriendo hacer hace mucho tiempo - sonríe, cortando un pedazo de galleta - Y escribir un diario de viaje, bah, seguir escribiéndolo. Y mandarlo a un diario de por acá que le gusta lo que escribo. No es mucha plata, te imaginarás, pero la suficiente para seguir, y hacer lo que tengo ganas.
Mira para un costado, como casualmente, y entonces deja de masticar.
- No, no me jodas. ¿Creés en las casualidades, Sara?
Vuelve a masticar, mirando fijamente a Ismael, o a aquella visión de un Ismael totalmente avejentado, bajo el peso de un sistema.
- ¿Justicia poética?
Sara suspira con mal humor al ver al guardia, Sólo lo estoy liando, ¿ves? Se levanta de su asiento, resignada, y se enciende el cigarro justo antes de entrar en el "lugar para fumadores".
Se apoya contra una pared, molesta, fumando rápido y sin disfrutar. Sin embargo, relaja esta actitud al oír el comentario de Sol.
-No puede ser., sonrie de medio lado y entrecierra los ojos, mirándole fijamente. Raro es que el tipo no se haya dado cuenta de que las dos chicas lo están mirando. Se acerca unos pasos, sujetándose el codo de la mano que sostiene el cigarro con la palma de la otra mano. ¿Israel? ¿Eres Israel?
-¿Eh?- el hombre levanta la mirada y observa a Sara achicando los ojos. -Ah.. sí, soy yo. Te conozco del Espíritu Santo, de Oviedo, ¿verdad?-
Sonríe con sinceridad pero también con cansancio o quizá es que está cansado o quizá que vive cansado. Se pone en pie y le da la mano a Sara.
Sonríe, entre divertida e irónica y mira expresivamente a Sol, para que no la deje sola en esto. Luego volvió la mirada a Israel. -Algo así, sonrió de forma forzada, -Soy Sara, Sara Menéndez.
Entrecierra los ojos, y vuelve a abrir la sonrisa, sin saber muy bien qué decir. -Se te ve... cansado. Ahoga una risita, -Pero bien, parece que estás bien colocado y todo eso. Con nerviosismo comienza a forjar un nuevo cigarro, moviendo los dedos rápidamente.
-Ah, sí, bueno, estoy cansado. Vengo de un congreso y... pero no se puede decir que esté bien colocado, en realidad. Trabajo para el Ayuntamiento de Madrid, ahora. En temas de juventud, promoción de valores, ocio saludable, prevención y demás.-
Su respuesta es lacónica y hasta os da la impresión de que le diese... ¡vergüenza! hablar de su trabajo.
Sol se ha mantenido al margen, aparentemente divertida porque fuera Sara, justo Sara entre ellas dos, quien decidiese dar el paso adelante. No se sabe con exactitud qué es lo que observa, si le divierte más mirar a Sara o la reacción de Israel frente a su presencia. Sigue comiendo con la tranquilidad de quien ha esperado demasiado tiempo para seguir teniendo apuro. Sólo el tono de ligera vergüenza parece darle suficiente razón para movilizarse, y entonces caminar la distancia hasta los otros dos.
- Hola, Israel - saluda, ofreciendo una sonrisa que oscila entre mostrar todos los dientes u ofrecer un simple plano de sus labios - Quién diría que nos encontraríamos de nuevo en circunstancias tan triviales, ¿no?
Saca su atado de cigarrillos, mientras Sara intenta liarse el suyo con el nerviosismo.
- Soy Sol, del mismo lugar que ella - coge el cigarrillo con los labios, guarda la caja, busca el mechero - Así que trabajás en el ayuntamiento ahora, ¿funcionario público? ¿Abandonaste la idea de estar en la enseñanza?
-Ah, no, no soy funcionario, sino personal contratado. Yo, es que entré en las Juventudes del PP y de ahí pasé a secretario de un concejal de Juventud. Me he planteado volver a la educación, pero... bueno, como que en la política una vez entras, cuesta salir.-
De nuevo esa sensación de vergüenza flotando en el ambiente.
Sara no puede evitar sonreír abiertamente y está a punto de carcajear, algo del tabajo se le derrama del cigarro y se agacha, haciendo amago de recogerlo, con la risa en la boca. Entonces se da cuenta del suelo sobre el que están y se pone en pie, algo más controlada, y continúa concentrada en el duro trabajo de liar un cigarro.
Mira a Sol fugazmente y se esfuerza por controlar el tono de su voz para parecer... interesada. ¡Ah, qué interesante! Metido en política, ¿eh? Y... eh..., se muerde el labio, intentando buscar algo cortés que decir... ¿viajas mucho?
-Sí, viajo bastante. Es... es mejor viajar. En el propio ayuntamiento las cosas se enrarecen mucho, muchos compañeros queriendo trepar y destacar y claro... en fin, aunque parezca mentira, viajando paso más tiempo con mi familia del que pasaba antes.-
La mirada de Israel se dirije al suelo. Parece que está reflexionando, pero cuando el gesto dura demasiado, os dais cuenta de que se está mordiendo el labio, casi temblando y con la mirada fija. ¿A punto de llorar?
Y ahí está como un torrente de miseria cristalina, se derraman las lágrimas y las palabras. Todos sabemos que a veces, lo que llevamos conteniendo toda nuestra vida y ocultamos a la familia sin remordimiento alguno, lo soltamos delante de un desconocido en un momento banal. No sois desconocidas, pero estais en esa fina línea de lejanía que os hace accesibles a ese trato.
La vida en un partido político es dura. Tus compañeros, jóvenes que acaban de conseguir poder y dinero, pretenden que te unas a todas sus actividades, que llegues tarde a casa, que cenes con ellos y luego aceptes una raya de cocaina en el baño o acudas a un prostíbulo de los "limpios". Israel es un idealista que sólo quería hacer su trabajo y volver a casa con la familia. Ahora intenta alejarse de todo eso, pero es complicado. No puede denunciarlo, no puede marcharse, en ambos casos le arruinarían la vida. Vive una vida de zombie, de una lado para otro, buscando insensibilizarse.
Como os cuenta, cree que todo lo merece, que es fruto de su primer pecado hipócrita, uno que conocéis bien. El Rulo nunca agredió a Jose Luis. Discutieron, sí, una discusión muy fuerte pero fue Jose Luis el que perdió los nervios, el que hizo ademán de pegar a vuestro compañero. Su gesto encontró la resistencia del brazo de Raul, Jose Luis resbaló, cayó mal, se golpeó la cabeza. Israel vio el final, supo que Raul era inocente y fue él quien quiso que se fuera, quien prometió al Ruo que testificaría a su favor en el juicio. Pero cuando llegó el momento, e entró miedo. Jose Luis y los amigos de Jose Luis eran esenciales para que pudiera progresar en su carrera política que no había ni empezado. El Rulo era en cambio un chaval que igualmente se acabaría metiendo en problemas. Lo que no esperaba, lo que nunca habría querido es el final que tuvo.
La culpabilidad le hunde. Anuncian su vuelo pero no se mueve. Poco se os ocurre que decirle. La una le quita importancia, la otra se la da, la una recomienda, la otra previene. Ambas os sentís torpes en una situación así, tensas por no saber si compadeceros o acusarle.
Finalmente, anuncian vuestros vuelos. Allí está Israel, quieto, mirando al suelo, temblando como una hoja. Vuelven a avisar de vuestros vuelos.
FIN