Partida Rol por web

La Mansión era enorme, con las fachadas de ladrillo rojizo, aunque ahora aparecían desgastados por la erosión de la nieve y el viento, y horadados por maleza y zarcillos de plantas trepadoras que se habían secado mucho tiempo atrás, pero que persistían agarrados entre las rendijas a pesar de ello.

La estructura era sólida, con un ala de servicio y las plantas nobles, una entrada principal que daba a la planta baja y otra a un lado, de servicio aunque no pequeña, que era por donde habían entrado. La puerta principal, de madera de roble con cuarterones repujados era doble, enorme, y muy elaborada. Unas grandes aldabas de bronce con la forma de cabeza de león las adornaba. A un lado se hallaba un tirador de hierro forjado que debía accionar una campana en el interior, lo que hacía ver que las aldabas eran puramente ornamentales. 

Sobre las puertas un escudo de armas, de piedra, sobre el muro. Pero tan desgastado que no se acertaba a ver qué representaba. Grandes ventanales en las dos plantas nobles, algunos con cristaleras emplomadas. Tejados pronunciados, algunos picudos, colmados de nieve. 

Cuando entraron por la puerta de servicio se encontraron en una estancia relativamente grande, que hacía de distribuidor y posiblemente de comedor de la servidumbre. Una gran mesa central rodeada de sillas, un ventanuco, que era al que se refería Hans cuando describió su fugaz visión. Una puerta abierta daba a un pasillo, a oscuras, y al fondo un tramo de escaleras, que se hundían hacia el sótano. A la derecha una puerta cerrada que debía dar, por su situación, a la planta noble y comunicar por tanto con la vivienda señorial.

En una de las paredes había una hilera de campanillas con sendas placas de madera en la que podían leerse los nombres de las habitaciones a las que pertenecían. Debajo de ellas una gran estantería de madera sencilla pero pulida contenía diversos útiles, entre ellos varias lámparas de aceite, teas, velas, botellas etiquetadas, y pequeñas herramientas.

Todo estaba lleno de polvo y telarañas, pero a pesar de ello, muy bien conservado.

Pieter examinó la estancia. Estaba sucia y llena de polvo, como era de esperar por otra parte, pues parecía llevar algún tiempo deshabitada. No es que fuera el mejor lugar para realizar unas curas, pero tendría que valer.

Pieter dejó sus armas apoyadas contra la pared y movió la mesa para hacer sitio en el centro de la estancia. Acto seguido ayudó a Grüber a sentarse en un sillón y agarró su maletín de primeros auxilios. Tenían que curar esa herida o podría infectarse.

- Bueno amigo, tú eres el experto. - Le dijo. - ¿Por dónde empiezo? - Le preguntó en el momento en que abrió el maletín dispuesto a meter mano al instrumental médico.

Al entrar lo que hizo Hans tras dejar a Grüber sentado, fue dirigirse inmediatamente a la puerta que daba al pasillo en penumbras y las escaleras. Forzó la vista buscando...no sabía qué. Rusos. Una silueta. Ni idea. Más por diligencia militar que otra cosa. Se volvió hacia el ruso.

-Has mencionado a "ella", una mujer, un fantasma. En serio, ruso del diablo, explícate mejor. ¿Qué historia macabra se esconde entre estos muros?

Después corrió hacia el ventanuco, dejando a su hábil hermano con las curas de las heridas de su camarada. Intentó ver allá afuera, en la nieve con la ayuda de la pálida luz de la luna. De nuevo, buscando...

Hans se acercó al pasillo, que era de dos tramos, a un lado y a otro de la puerta. En uno, aunque estaba sumido en la obscuridad podían distinguirse varias puertas a lado y lado. La más próxima estaba abierta, y desde allí le pareció ver un par de camastros, eran las habitaciones de los criados. El pasillo seguía, y al fondo debían haber más dependencias del servicio, así como en el otro tramo, en el que podían verse más puertas, una de ellas bastante más grande, que parecía que daba a una gran cocina.

Las escaleras iban al sótano, pero no podía verse absolutamente nada desde allí.

El ventanuco daba al jardín, y aunque los cristales estaban sucios y empañados, a su través se distinguían las ramas secas de algunos de los árboles que lo poblaban, sauces y algún ciprés.

Ni un alma a la vista.

La mansión es enorme, pero me siento mal y no  quiero  moverme mucho a pesar de que ellos quieren investigar esta maldita casa encantada. Pensaba en mi padre, en mi familia, en el pueblo que no tendrá atención médica si muero, todo era una desgracia, quería vivir, quería tener una oportunidad, pero la vida me estaba pateando, agradezco que pude despedirme de mi padre.

Estaba pesimista, trataban de ayudarme pero las cosas empeoraban

Yo era el médico y debiera sanarme, peo al parecer  estoy tan asustado que lo único que hago es empeorar las cosas

-Tranquilo hermano- digo sonriendo- yo tratare de .....auch

Grüber trató de sobreponerse. Tenía sólo lo que parecían cortes y arañazos, no podía ser tan grave. Sonrió a Peter, mientras éste abría el maletín con el equipo médico de campaña. "Yo trataré de..... auch."

...Y se desmayó.

- ¡Mierda Grüber! - Soltó Pieter en forma de profundo quejido. - ¡No nos podía pasar nada más!

La verdad es que en escasos minutos habían perdido al teniente, al que ya no recuperarían y ahora a Grüber, al que si esperaba recuperar. Al fin y al cabo esas heridas no eran mortales. Pieter había visto sobrevivir a compañeros con heridas mucho peores.

Pieter estaba casi seguro de que Grüber simplemente se había desmayado, pero no obstante, se acercó a su pecho para comprobar si respiraba. Observó y no notó que si pecho se levantaste. Enseguida comprobó su pulso y... No tenía. Se asustó. ¿Estaba... muerto?

- ¡Hans, rápido! - Llamó a su hermano. - Creo que... Ni respira. Creo que ha... Muerto... - Sentenció blanco como un cadáver.

Estos alemanes están locos... pero, ¿qué se puede esperrar de ellos?

Grigori entró en la casa no sin antes persignarse. No era muy religioso, pero lo que estaba viviendo, le estaba devolviendo la fé en que alguien o algo le sacara de aquella vivo.

Echó un vistazo a la estancia en la que habían entrado y no tardó en identificar que era el comedor de los criados, aquellos que antaño cuidaban del caserón.

¿Qué habrrá sido de todos?

-Cuando mirré a vuestrro médico, escarbando en la nieve, la vi a ella sobrre él. Erra un fantasma de una mujerr. Volaba y reía en silencio y, de repente, voló hacia el suelo, hacia donde el médico estaba y se hundió en el agujerro que él estaba abriendo-le contestó a Hans-Entiendo que ella es la que le hizo eso...-se volvió levemente para mirar de nuevo la mano del soldado y después miró, preocupado y asustado a su alrededor-...y que es a ella a quien has visto tú. No crreo que tengamos a nadie más aquí dentrro. Esta casa es evitada por todos y..

De repente, escuchó el sonido que hizo el médico y se volvió asustado hacia él. Acababa de perder la consciencia. Lo miró fíjamente, miró rápidamente por toda la habitación esperando ver en cualquier momento a esa mujer de nuevo, haciendola responsable del desmayo. Pero no había rastro de ella, no se escuchaba nada. Absolutamente nada. Salvo los gritos desesperados de Pieter que rompieron aquel silencio, provocando aún más miedo en el ruso.

Con un par de zancadas llegó hasta donde estaba el médico y durante un instante dudó. Pero no había nada que perder. Lo incorporó y le soltó un par de bofetones que resonaron como truenos en la habitación. Si seguía vivo, aquello lo despertaría. Si estaba muerto, ya nada lo haría.

-¡DESPIERRTA CHICO!-le gritó, acompañando a sus bofetones.

Grüber se desmayó. Hans, tras comprobar el pasillo y el exterior, no es que se hubiese tranquilizado más, sin embargo su piel revestida por su protección de visión lógica del mundo  le mantenía con los pies en la tierra.

-No…no puede estar muerto. Solo…solo fue la mano. Intenta tranquilizarte, Pieter. Estamos en suelo enemigo. Mantengamos la calma.–Era fácil de decir, por supuesto. Él mismo no las tenía todas consigo. Aquí sucedía algo muy extraño. Pero no creía en fantasmas, la explicación debía ser más mundana.

Miró al ruso-¿Flotando? ¿Y luego en la tierra? Los fantasmas no son tangibles, son incorpóreos. Lo que yo vi parecía muy vivo. –sospechaba del ruso. Le gritó cuando abofeteó a Grüber-¡Eh, qué haces!

Se acercó. En realidad Grigori tenía razón, aunque se había pasado un poco.

Quizá por la acción de los dos soberbios bofetones de Grigori, o por la del vozarrón del ruso en su mente, Grüber fue volviendo en sí, desorientado. Pieter tenía razón en algo: el médico estaba pálido como un muerto, casi no tenía pulso, y aunque respirar, respiraba, tiritaba helado y descompuesto.

Hans se había acercado a ellos después de su pequeña exploración, y observaba el regreso de Grüber al mundo de los vivos... aunque deberían hacer algo para que se mantuviera en él.

- Venga Grub... - Le dijo al médico. - Tienes que aguantar. ¿Me oyes? - Le preguntó. - Tan solo.son unas cuantas heridas... Superficiales. ¿Verdad?

Pieter se puso en pie. Llevaban un rato en aquella estancia y no había ni rastro de la mujer de la que el ruso y su propio hermano habían dicho ver. Lo cierto era que Grüber también había visto algo raro en el nieve. Pieter era quizás el más escéptico de todos y por ello no se había sugestionado. Tenía je haber una explicación racional para todo aquello.

- Si visitéis una mujer... - Asintió con la cabeza. - ... tiene que haber una mujer. ¿Nada de fantasmas, eh? - Hizo un gesto con la cabeza indicando el pasillo. - Vamos a buscarla. - No sonó a sugerencia, sino a una decidida orden.

A veces la inconciencia es la mejor forma de escapar a la realidad cruel. No despertaba, sentia algo, como si me llamaran, pero no podía abrir los ojos.

Grigori levantó su mirada hasta el rostro de Pieter.

-La mujerr que yo ví, no puede serr atrrapada...-dijo con voz ahogada, negando-Yo me quedarré con él, vosotrros podéis ir a buscarrla si querréis. Intentarré darle algo de beber y... hacer un fuego vendrría bien.

No dejó que Pieter contestara. Se dio media vuelta y se dirigió a la estantería, donde había vislumbrado algunas botellas al entrar. Algo de alcohol le vendría bien al médico y también ayudaría a encender un fuego o, de todas formas, morirían congelados si la temperatura bajaba mucho.

Cuando llegó a ella después de un par de grandes zancadas, observó la estantería detenidamente. Era de madera recia, dura y bien trabajada, de gran calidad aunque sencilla en su construcción, pero lo más interesante es que, bajo el polvo y las telarañas, estaba llena de cosas útiles para ellos en aquel momento.

-Aquí hay velas y lámparras de aseite, ¿alguien tiene fuego?

Siguió rebuscando entre las botellas en busca de alguna con alto contenido en alcohol...

Grigori se dirigió con decisión a investigar o que contenían las estanterías.

Allí había efectivamente un par de botellas de alcohol de quemar, una de licor, unas cuantas cajas con cerillas de fósforo, mechas, velas... lo que en unas dependencias donde había por lo menos siete u ocho personas podía necesitarse. También había mantel y servilletas, aunque no mantas o ropa de cama, eso posiblemente estaría en las habitaciones del servicio, si es que las había.

En la pared del ventanuco había una gran chimenea, y un cesto repleto de leña. Estaba mohosa y llena de telarañas, pero quizá prendiera, porque no estaba demasiado húmeda.

Por lo que en conjunto el campesino, habituado a buscarse la vida en ambientes como aquel, se vio capaz de rehacer algo al médico, a base de hacer un buen fuego y de "administrarle una dosis terapéutica" de licor.

Por su parte Pieter indicó a su hermano el pasillo por el que Hans ya se había adentrado antes. Quizá pertrechados con velas pudieran hacer algún nuevo descubrimiento.

- El ruso ha hecho un buen trabajo... - Dijo Pieter. - Aunque me cueste reconocerlo. - Sonrió.

Pieter se acercó a la estantería y agarró una de las botellas de licor. Miró la etiqueta. Estaba borrosa y en ese absurdo idioma de letras indescifrables. Desenroscó la botella y olió su contenido. Tuve que cerrar los ojos debido al fuerte olor. Pero acto seguido le dio un buen trago que descendió por su garganta reconfortandole de alguna forma.

- ¿Un trago de ésto? - Le preguntó a Hans. - Vodka. Creo que es... - Le entregó la botella sin esperar la respuesta. - Venga, dale un trago. Para investigar está mansión vas a necesitarlo. - Y acto seguido se puso en marcha con su arma cargada y listo para investigar las estancias de la mansión.

Mis ojos se abren mientras  veo al rededor a varios de mis compañeros, y un sabor a licor en mis labios. 

-Ahhh..¿eh?...¿qué pasa?

De repente lo recuerdo todo, mi mano me ardia y estaba ... lejos de mi pueblo. Vaya mierda- pensé-

-Perdón, yo...

Trato de sentarme en el suelo...

El trago que Grigori la había dado a Grüber consiguió su cometido, el médico no tardó en reaccionar. La botella estaba etiquetada como Wodka, y así era, el ruso había leído y no había dudado.

Otra cosa fue con Pieter. Él miró la etiqueta de la otra botella, la que había cogido a su vez. Pero no sabía ruso, no pudo leer lo que contenía... que no era otra cosa que alcohol de quemar.

El trago inicialmente abrasó su garganta, pero de modo que hasta agradeció. Sin embargo, poco después cayó en su estómago con contundencia, y justo cuando estaba ofreciéndole la botella a su hermano se dobló sobre sí mismo, soltando su arma al hacerlo, aullando de dolor. El alcohol ardía en sus entrañas como si estuviera en llamas. Pero eso no fue lo malo.

Lo malo fue que el arma se disparó al caer...

Pieter no pudo evitar soltar su arma tras pegar un trago a aquella bazofia rusa. Sabía que aquellos demonios de la estepa eran duros, pero no sabía que bebieran algo tan fuerte y desagradable.

Lo peor vino justo al caer el arma. Por alguna razón se soltó de la correa que unía su fusil y lo aseguraba cruzado en su pecho. Otra extraña coincidencia fue que se disparara al caer. Nunca antes lo había visto. Las armas no se disparaban porque si. Pero pasó y la bala salió del cañón y silbando impactó en su pierna.

- ¡Ahhhh! - Gritó Pieter con una mezcla de sorpresa, miedo y dolor mientras caía al suelo.

En el suelo comprobó que su pierna sangraba. Se retiró el pantalón. Le había dado en el gemelo derecho. Por suerte había sido solo una rozadura. Un impacto más directo le podría haber destrozado el hueso dejándolo cojo o peor aún, haber impactado en una arteria seccionándola. Eso habría sido definitivo.

- ¡Mierda! - Gritó afectado. - ¡Lo siento, joder! - Se puso en pie. - Estoy bien... - Afirmó. - ¿Vamos Hans? - Le preguntó a su hermano.

Y sin esperar se dispuso de nuevo a explorar la mansión. Tenía que encontrar a aquella zorra que había asustado a su hermano y a Grüber y preguntarle qué cojones estaba pasando allí.

Ayudó al ruso con el fuego. Cavilando sobre los acontecimientos recientes repasó uno a uno los pasos seguidos hasta llega allí y si alguna de las decisiones del teniente o de ellos mismos podrían haber cambiando las cosas. Sin embargo no lograba centrarse. Lo sucedido se escapaba a su lógica y fuera de ese terreno se sentía perdido. En realidad desde que se alistó su mundo delimitado, familia, trabajo, amistades, se empezaba a diluir en la cruenta barbarie de la guerra. Se acurrucó junto al fuego, pero al poco regresó junto a Grüber cuando su hermano le pasó la botella. La olisqueó- Diablos. ¿Qué es esto? Le daré un mejor uso.

-¿Cómo te sientes? Dime qué tengo que hacer con esa mano. * -Le enseñó la botella y una sonrisa. El frío que se apoderó del médico era anormal. “El frío que viene de la muerte”, había leído en algún sitio. 

-Pieter…Aguarda. No necesitamos investigar nada más. Aquí tenemos la chimenea y el fuego. Podemos calentar nuestra comida y el café. Permanezcamos todos juntos.

Observó a Grigori. “No puede ser atrapada”. 

Y luego…