La muerte del señor Gaudí interrumpió temporalmente la construcción de su enorme obra, hasta que fue asumida por su estrecho colaborador, Domenec Sugrañes. Los obreros se resistieron a regresar a aquel lugar en donde habían muerto un policía y un árabe loco, y en donde había habido tantos casos extraños de accidentes y suicidios.
Sin embargo, la publicidad que se le dio a todo el caso, afirmando que un valiente grupo de agentes, bajo la inteligente batuta del Comisario Leopoldo Martínez Morales, había conseguido atrapar al causante de todos los disturbios, acabó por vencer su resistencia y las obras se retomaron a buen ritmo.
Nunca más volvió a haber más problemas como aquellos, ni más revuelos.
Para los valientes agentes, su éxito quedó sobre todo restringido dentro de su ámbito de trabajo y terminó por ser recompensado con unos merecidos ascensos para Zapata y Marro. La experiencia le fue de mucha utilidad al joven Calafell, que intervendría con el tiempo en no pocos casos de gran renombre. En cuanto a la joven Novoa, no pudo continuar sus estudios, pero se sabe que fue una de las figuras más importantes durante la Guerra Civil e incluso la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo sucedido en Barcelona, no fue un caso aislado.
Sin saberlo, la extraña piedra roja que habían descubierto, no era exclusiva.
Casi al mismo tiempo, en la mismísima Ciudad del Vaticano, una escena inesperada se estaba desarrollando en los sótanos.
-¿Qué piensa que es, Eminencia? -preguntó una de las figuras, la más joven.
-Nada bueno, padre. Nada bueno. Sin duda, se trata del mismísimo corazón de satanás el que yace ahí abajo. Pero lo que me preocupa no es por qué está aquí, sino cómo deshacernos de ella.
El hombre más mayor miró hacia el agujero que había excavado en la tierra, en cuyo interior había una piedra roja como el carmín, que parecía estar sangrando y latiendo, como si fuese un corazón maldito.
-Ha llegado a mis oídos que en España, podrían haber encontrado algo parecido y que lograron vencerlo. Fueron unos simples policías quienes lo consiguieron.
El cardenal miró al sacerdote, asintiendo con la cabeza.
-Entonces quizás deba hacer un pequeño viaje para encontrar ayuda, y deprisa, porque está en juego la vida de todo ser humano que vive en nuestro querido mundo.
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