Partida Rol por web

Ya ha empezado amigo mío, ya ha empezado...

El anciano estaba arrancando un trocito de papel de la pared y jugando con él. Encontrará todo lo que necesite en el nuevo laboratorio, no hace falta que pase por su casa.

Edwars entró sin disimulo en la habitación, William no tuvo ninguna duda que había estado escuchando todo el tiempo.

Sabemos que tampoco tiene que despedirse de nadie. El avión del gobierno nos está esperando. Así que acompañenme los dos. Hemos de hacer escala en New York para recojer a otro miembro de su equipo profesor. William espero que mantenga la boca cerrada porque nos espera un largo camino de vuelta a los pisos superiores.
En este momento Edwars se permitió una mueca de cinismo.

William pensó en replicar nuevamente, pero lo descartó en seguida pasando revista a su propia nota mental de "no cabrear al tipo de la pistola". Además, gastar sarcasmo con semejante individuo no merecía el esfuerzo. Así, recogió lo que más interesante le pareció de los apuntes sobre la mesa, dispuesto a comenzar a "masticar" todo aquello mientras se dirigían al aeropuerto. Había cosas más interesantes en que pensar, que en meterle un dedo por el culo al enlatado señor Edwars.

Vamos.

Sumisamente, el profesor siguió a Edwars. Mientras duraba la terrible escalada, William se percató que el que parecía al mando era el tipo de la pistola, no el eminente profesor. Aquello le dió que pensar en que quizá Edwars era algo más que un matón del gobierno.

La llegada al aeropuerto no dejó de sorprender a William, toda la fabulosa seguidad aeroportuaria que clamaba poseer USA se desizo delante de sus ojos. Sin una sola palabra Edwars y sus dos escoltados pasaron a la zona de pistas del Aeropuerto de Washington DC sin pasar por un solo detector o control. En la pista les esperaba un feo avión militar, como esos que se veían el las peliculas de acción y que siempre resultaban derribados.

Una parte del avión había sido acondicionado para llevar a media docena de pasajeros. El resto se usaba para llevar la carga que les acompañaría duante el viaje. William se quedó sin aliento cuando encontró allí fajos militares con su ropa y hasta su ordenador personal perfectamente embalado y empacado.

Sientense, aún tenemos que hacer dos paradas más antes de llegar a nuestro destino.

William observa el panorama, advirtiendo que han registrado, evidentemente, sus pertenencias a fondo. No es que le importe; realmente no tienen nada que ocultar, a parte de unos cuantos kilos de snacks subrepticios. Pero eso no impide aprovechar para elevar un poco los niveles de acidez ambientales. Sobre todo teniendo en cuenta que el retrovirus de la "amabilidad y educación" del gobierno ya comenzaba a demoler su habitualmente más llevadera corrección alemana:

-Umh, veo que la intimidad va a ser algo muy importante en los próximos días. Bien, supongo que, si vamos a ser tan amigos, será justo preguntarle por su talla de calzoncillos, señor Edwars. Aun así, creo que todavía no me siento preparado para algunas revelaciones... al menos no con el estómago desmoronándoseme por momentos. El este vuelo habrá un buen servicio de a bordo, imagino, ¿verdad?- dice mientras rebusca entre las cuatro primeras cosas que ve, al acecho de uno de sus múltiples apartijos de carbohidratos listos para consumo.

Pronto se siente un tanto extenuado de la actividad investigadora en torno a sus cosas, tom´asiento no muy lejos de sus cacharros, para poder seguir sondeando con la mano mientras volaban. El cambio de presión siempre le daba hambre, y el dolor de cabeza de desfallecimiento ya era lo suficientemente insoportable sin subir y bajar.

Los enormes motores se fueron encendiendo uno a uno y aquel monstruo empezó a moverse, Williams trató desesperado de ajustarse el cinturón, demasiadas tallas más pequeño de lo que necesitaba. No recibió ninguna ayuda ni ningua empatía del personal militar o del profesor que leía despreocupadamente un periodica atrasado un par de días ni de una mujer joven y pelirroja vestida con bata blanca sentada a su lado. Esta observó a William con desdén mientras se agarraba con ambas manos al asiento.

Una vez terminó el ajetreo del viaje la mujer pelirroja continuó mirando a William sin decir una sola palabra. Al cabo de unos minutos debió decidir que no era digno de su atención y dirigió sus ojos azules a una revista de moda femenina mientras aún un poco nerviosa encendía un cigarrillo y lo fumaba con avidez.

-Señorita, dudo mucho que esté permitido fumar en un avión, y menos en uno militar.- dijo William, dispuesto a pasar su falta de dedcoro, pero no su falta de educación -Antes de que nos mate usted a todos, aprovecharé para presentarme; más vale conocerse si se va a pasar la eternidad juntos. William Straussen.- dijo tendiendo a la mujer una mano macilenta, agarrándose al inservible cinturón de seguridad con la otra, para bambolearse tan solo moderadamente.

Mi nombre es doctora Caitlin White -dijo sin molestarse en cojer la mano tendida-. Y es más probable que muera usted de ataque cardíaco por su obesidad morbida que no que se estrelle el avión.

Un placer. Ahora si me disculpa...La doctora White volvió a enfrascarse en la revista aspirando el humo del cigarrillo a placer.

El profesor Jacobs soltó una risilla. Iba a ser un viaje largo pensó William.

Al fin hicieron una escala, William se había dormido y había perdido la cuenta del tiempo. Lo despertó la punzante sensación de hambre que le ostigaba. Al fin en tierra firme pero aquellos nazis de uniforme les habían prohibido bajar a tierra y solo le habían dado un emparedado para poder sobrevivir.

Al menos el Amigo Edwars no asomaba por allí.

-¿Se va a comer su bocadillo, señorita White? Dicen que matarse con cancer de pulmón quita el apetito, y supongo que prefiere contribuir a que mi paro cardíaco ocurra cuanto antes. Teniendo en cuenta las perversas diversiones del Sr. Misterioso 3, alias Mr. Edwars, aventuraría que se va a encargar de mantenernos tan juntos como pueda...- dijo William pujando por conseguir el tentempie de la doctora, mientras echaba furtivas miradas al exterior del avión, si bien poco había que ver (al menos sin levantarse, pero habiendo cogido sitio, pensar en ello no parecía una opción).

El Profesor Jacobs ya había echado una mirada de "ni lo intentes" a Straussen, con respecto a su propio bocadillo, así que intentar conquistar otros países estaba más allá de sus posibilidades... Willy conocía sus limitaciones.