Partida Rol por web

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Mapa de Ulthuan por si te sirve

Si que vale, y es muy bueno.

RESUMEN (ALTO ELFO)

UNIDAD: LANCEROS (9 puntos por miniatura) x 10 (tamaño mínimo) = 90 puntos
+ 1 portaestandarte (10 puntos)
TOTAL 10
Armas y armaduras (viene de serie): lanza, escudo, armadura ligera y arma de mano
Reglas Especiales: valor familiar (repiten tiradas psicológicas cuando se enfrenta a los Elfos Oscuros), rapidez de Asuryan (siempre atacan primero), destreza marcial (pueden atacar con 3 filas los lanceros)

PERSONAJE: MAGO NIVEL 1, sin objetos (vale 100 puntos). Magia: Alta Magia (la de los Altos Elfos)

Empiezo con tu ficha en papel ya mismo.

La norma es una paliza. La limitación de poder ha sido muy grave y desde hace más de un mes que todo está tan tranquilo, tan carente de poder .... tan apagado, que desmoraliza. Eso para muchos compañeros que estudias contigo es un alivio. A menos problemas, mejor vida, pero para ti no está tan claro.

Has sido convocado a la corte en una recepción de urgencia. Partes con premura. No tienes tiempo de avisar a nadie.

LLegas como puedes, y aún te corre el sudor por la frente. Ha sido extenuante, pero parece que eres el primero. No hay nadie en la sala del trono más que tú y los típicos guardias personales.

Sospechoso.

Saryon había sido convocado. Había llegado la hora del Sombrío. La hora de preparar sus cuchillos. ¿Qué enemigo amenazaba la paz de Ulthuan? ¿Quién de todos las razas menores osaba desafiar el poder de los Altos Elfos?

En su interior, Saryon deseaba volver a enfrentarse a los druchii. Pero en las guerras del Viejo Mundo uno no podía elegir adversario.

El guerrero se secó el sudor, y se puso cómodo junto a alguna de las columnas del palacio. Y desde las sombras observó. Y esperó.

Notas un escalofrío que te recorre el alma. Algo de inmenso poder se acerca hacia ti y conoces pocos que tengan tal aura. Un hijo de Anerarión.

El más alto de los señores magos se acerca hacia ti. Está inquiero y sus largos trancos le hacen perder todo su prestigio. Algo malo está pasando de verdad. A pocos metros de ti te señala y apunta hacia un portal. Un anillo de unos tres metros de alto y dos de ancho que parece ser la cortina de una catarata. Tras haber sido tu pecho objetivo de su dedo te señala el camino y atraviesa el portal si haber abierto la boca. Ese gesto, "ese sígueme" o ... "por allí" fue más que suficiente para ti.

Tras pasarlo te percatas que ya no estás en el mismo sito. Apareces en una vieja casona, con un patio descuidado en el que una fuente redonda yace sin más agua que un leve charco de lluvias matutinas. Un escalofrío recorre tu espalda. Es como si todo el poder, magia y auras desaparecieran en este lugar. Los vientos de la magia esquivan el edificio como si el agua sortease una gran roca que reposa en un rio manso y sosegado. Esta casa es la cima del pedrusco, que permanece seca incluso en las mayores crecidas y riadas. La madera vieja de las ventanas ajusta tan mal que los del interior pasarán frio incluso en verano. La puerta no está mucho mejor, pero a Teclis no le cuesta lo más mínimo abrirse paso por la carcomida tabla que frenaba su paso.

Dentro hay una serie de personalidades que hiela la sangre.

Incluso la Reina Eterna está presente.

Es una tortura. Un viejo esqueleto se debate sobre la mesa en la que yace atado de pies y manos. Te sorprende la visión y no dudas en apartar la mirada. Tienes que hacer acopio de mucha fuerza de voluntad para regresar el rostro hacia el resto, y mucho más para ver lo que realmente se traen entre manos. Tras dar un par de pasos, te das cuenta que hay avatares presentes, y las únicas personas físicas, en cuerpo y alma presentes son Teclis, 4 Guardianes de Ellirión, un Maestro de la Espada (con una llama en el pecho) y tú. El resto son avatares. Representaciones de su entidad física, pero poco más que una ilusión.

Los guardianes mantienen la posición vigilantes, pero el de la llama está apoyado en la pared, con la espalda encorvada y afila su hacha como si de un verdugo se tratase mientras su espadón descansa en la espalda. Tiene una pinta de mercenario que te da pavor, y lo que más te llama la atención es que es una mujer. Es ajena a todo lo que sucede y la tortura continúa.

Se le está intentando sacar información al prisionero y su esencia, para ser un no muerto es tan resistente que es la única fuente de poder que hay en la zona. El vacío mágico atenúa tanto el poder de Teclis que ni se nota, pero la esencia del esqueleto si se hace notar y te hiela los huesos ... y el alma.

La presencia del Gran Señor del Conocimiento le intimidó a Saryon más de lo que creía capaz después de todo lo que había sufrido. No había muchos magos de Naggaroth, lugar desolado por las guerras contra los druchii. Saryon era la excepción, y que el señor de Hoeth le había llamado para esta reunión le supuso un grandísimo honor.

Observó en silencio lo que sucedía a su alrededor. Notaba cómo el poder desvanecía en este extraño lugar, y por un instante casi sintió lástima por el esqueleto. Pero entonces comprendió que aquel ser miserable que torturaban les podía dar información vital para la supervivencia de Ulthuan.  

El alto mago empieza a luchar. Notas que su esfuerzo es demasiado para sus capacidades físicas y le ves temblar las piernas y el pulso.

Saryon vio el sufrimiento de Teclis, y dio un paso al frente. Miró rápidamente a la misteriosa espadachina con la llama en el pecho. -Si de verdad eres una Maestra de Espada de Hoeth, no debes temer a ese miserable esqueleto.

Pero en las palabras de Saryon se pudo notar la duda, y la preocupación. No sabía cómo matar a quién ya está muerto. Cómo acabar con el hechizo que le mantenía atado a este lugar. -Señor, dijo dirigiéndose a Teclis como lo haría un hijo a su padre. Y de alguna forma, Teclis lo era. De él, y de toda la magia del Viejo Mundo. -¿Qué hago?
 

Os señala a ambos. A la espadera y a ti. - Marchad, ya. Informad y el viendo decidirá donde tienen que encaminaros vustros pasos. Os ve dudar, vacilar ante su orden, e insiste con un grito que está más cargado de dolor que de energía. ¡YA!

El elfo se debatía entre el deseo de permanecer junto a Teclis y la obediencia a lo que se le ordenaba. Al final, optó por lo segundo. -Vamos, alentó a la guerrera. -Hemos de irnos, por el bien de Ulthuan.

Acto seguido, Saryon se dirigía hacia la salida.

La guerrera parecía absorta en otra cosa, pero tras tu partida sigue tus pasos a la misma velocidad.

Las luces que escapan por las viejas tablas que no cierran bien parpadean en el cielo oscuro, de tormenta, como si de una fiesta se tratase, pero el tono pálido de aquellos resplandores no hacían intuir un acto alegre.

Ambos entráis al portal y aparecéis otra vez en una planicie, una llanura verde, que rodea a la colinita sobre la que estáis.

Saryon observó a la espadachina. Sin duda, era una auténtica Maestra de Espada de Hoeth. La habilidad de estos guerreros con el espadón era legendaria en todo el Viejo Mundo, y durante siglos habían sido el orgullo de Ulthuan. -Me llamo Saryon, dijo y ofreció su mano. -¿Cuál es vuestro nombre? Dirijo una pequeña unidad de hombres valientes, y nos vendría muy bien contar con tu espada para el cometido que nos espera.
 

Ves que levanta el arma en una posición de honor, como si fuera las típicas de muestra de duelo, pero ante la frente, con la mirada hacia abajo, y luego guarda el arma, recobrando una postura más normal.

No lo tienes demasiado claro, pero crees que te ha hecho una reverencia.

-Es un honor que te unas a mi unidad, Maestra de Hoeth, le dijo algo sorprendido por la reverencia. Saryon tenía aún poca experiencia de mando, pero aprendía con rapidez. Pronto, Ulthuan necesitará de toda su pericia.

-Vamos, es hora de buscar al resto de la unidad, añadió y se dirigió a la posición de la unidad de lanceros.

La mujer mira en derredor sorprendida y luego te mira con suspicacia. Las lomas se extienden milla y millas. Hasta donde alcanza vuestra vista, que es bastante buena, solo hay lomas cubiertas de prados ideales para la cría de ganado, de corceles veloces y un fabuloso e inmenso campo de batalla. (Si la hubiera)

De repente, Saryon se detuvo. No recordaba el lugar, y ni siquiera parecía Ulthuan. -¿Dónde estamos?, preguntó sorpendido

No lo tenías nada claro, pero la guerrera señaló con la punta de su arma hacia el oeste guardó su "herramienta de trabajo". No lo tenías nada claro, pero parecían las llanuras, colinas y prados donde los famosos corceles élficos eran criados y entrenados, antes de iniciar sus andaduras entre las filas armadas de los defensores de Uthuan.

También era para ti la primera vez que visitabas esa zona, así que sólo era una conjetura.

Prados de corceles. Para Saryon, Ulthuan había sido siempre las montañas y los acantilados junto al mar, donde las olas bañaban las afiladas rocas desde dónde vigilaban constantemente para estar preparados ante una nueva incursión de los druchii desde el norte. Pero él sabía que el sagrado reino de los Altos Elfos aguardaba mucho más. La Torre de Saphery, los secretos de Hoeth, el Fuego del Fénix, Cracia, Ellyrian... Y Saryon lucharía hasta su último aliento para defenderla de cualquier peligro.

-Demos una vuelta por el oeste, a ver si nos encontramos con algún criados de caballos que nos guie.

O tal vez nos preste alguno de esos nobles animales...