El gorgoteo de la gasolina resonaba en las paredes de metal, llenando los bidones poco a poco hasta que desbordaban ligeramente por arriba. Con cuatro bidones bastaría para llevar el autobús hasta la gasolinera y luego repostar en condiciones. Cuando los hubisteis llenado, emprendisteis el camino de vuelta a pié.
El trayecto se hizo largo comparado con la noche anterior, el sol de la mañana golpeaba con fuerza y la impaciencia por llegar hasta el autobús no os dejo recaer en que al pasar junto a la vieja camioneta de los hermanos, sus cuerpos, ya no estaban. Quizás se habrían mezclado con la horda que intentó devoraros en la gasolinera, o quizás se adentraron en el desierto con sus caras desfiguradas por los coyotes vagando por la eternidad como almas castigadas en muerte por sus decisiones en vida.
Tras casi tres horas de camino llegáis al autobús. La chapa quema al tacto y los neumáticos sueltan un olor desagradable a goma recalentada al sol. Repostáis a toda prisa mientras Tina se pone al volante de aquel horno rodante. Tras un par de intentos logra arrancar y reemprendéis el camino de nuevo hacia la gasolinera, donde llenáis el depósito hasta arriba y recogéis algunas provisiones para el camino.
Pasáis un día entero en la carretera siguiendo el mapa del piloto. A lado y lado podéis ver grupos de zombis dispersos que apenas reparan en vuestra presencia, mientras que poco a poco el paisaje va cambiando: dejáis atrás las llanuras áridas para entrar una zona cada vez más boscosa y espesa. Coincidiendo con el nuevo amanecer vislumbráis, a lo lejos, lo que parecen ser barricadas en medio de la carretera. Conducís con cautela esquivando los obstáculos hasta que tenéis que seguir a pié, y a los poco metros encontráis una enorme verja metálica que señala la entrada al Parque Nacional Big Beng. Una ametralladora pesada descansa al otro lado con el cañón apoyado sobre un montículo de sacos y sin nadie que la sujete. El lugar parece abandonado.
Lográis pasar a través de una pequeña apertura en la verja y os adentráis en lo que parece un campamento provisional. Hay algunas tiendas de campaña y un edificio de cemento que parece haber sido acondicionado como refugio. En él hay algunas camillas usadas para atender heridos, varios baúles con provisiones, una pequeña armería empotrada junto a la pared, y una radio de campaña. Parece sin duda, un sitio seguro.
Habia algo que al sheriff le habia dado mala espina desde que comenzaron el viaje. No sabia el que, llamalo el viejo olfato de perro policial, aunque tampoco habria sabido decir por que, sin embargo alli estaban, en la base.
Aunque no esperaba una bienvenida a bombo y platillo tampoco hubiera imaginado que no habria nadie, literalmente, para recibirles.
Todo tenia pinta de ser un sitio seguro sin embargo desenfundo el arma e indico en silencio que iba a entrar a inspeccionar.
La sensación de protección que produce estar en el interior del autobús era algo que ya casi tenía olvidado. Ver no-muertos caminando a lo lejos, sin que se fijen en nosotros, y dejarlos atrás instantes después sin tener que volver a preocuparse de ellos es de una paz inmensa. Si no me dolieran las piernas de tantas horas de viaje, me habría quedado allí para siempre.
Sin embargo, ver la verja del Parque Nacional (o mejor dicho, la protección de la verja) me ilusiona más que cualquier cosa. "¡Por fin protección!", pienso mientras miro emocionada las metralletas, los sacos y las barricadas. Dentro, un campamento no hace más que incrementar esta sensación de seguridad: hay tiendas, comida, armas, medicinas... "Pero, ¿dónde está todo el mundo?", me digo algo extrañada.
Ricky se adelanta arma en mano y nos pide que guardemos silencio. Me gustaría decirle que con la pinta que tiene el refugio, no tiene por qué preocuparse... Pero en este nueva vida el exceso de confianza se paga caro, mínimo siendo devorado por esas cosas. Desde donde estoy, miro de reojo la armería, por si veo algo que nos pueda servir ante un posible ataque.
Miro la verja, era extraño que no hubiese nadie, que nadie los recibiese, que no hubiese nadie junto a la ametralladora, no creía que fuese un lugar seguro, si no habría gente y no parecía haberla.
Miro a Tina -¿que opinas?- tenia más confianza con ella y sabía que no era nada tonta, además era sincera solía decir lo que pensaba.
A veces sentía cuando había metido la pata y fue entrar por la verja y sentirlo. Pero ¿Cómo podían haber dejado aquello abierto y desierto? ¿Cómo estaba todo tan tranquilo?
La respuesta podía ser que habían sufrido la infección desde dentro, tal vez alguien murió y luego se montó el caos. Tal vez en algún sitio haya un montón de zombies esperando que abran una puerta.
Un escalofrío le recorrió la espina vertebral. Sacó el arma.
Esto me da mala espina. Exploremos con mucho cuidado.
El sitio está completamente vacío. Después de que Jonh y Ricky den una vuelta explorando los alrededores pueden confirmarlo. Es posible que el grupo que había antes hubiese sido evacuado con los helicópteros, o quizás se dispuso todo para preparar la evacuación, pero finalmente los únicos supervivientes que lograron alcanzar el refugio fuisteis vosotros. Sea como fuere aquel parecía un buen lugar para empezar de cero.
Las habilidosas manos de Purity reparan la verja con la ayuda de Jonh, el otro manitas. Horas después, el crepúsculo de la noche os envuelve. Os amparáis en el pequeño refugio de cemento, de momento parece el sitio más seguro, y sentados alrededor de una pequeña lámpara de gas os dais cuenta de que aquel, muy probablemente, sea vuestro hogar a partid de ahora. Atrás han quedado vuestras familias y amigos, vuestros trabajos y aficiones. Ahora lo único que tenéis son los unos a los otros y aquel refugio de frías y seguras paredes.
Poco a poco os quedáis adormecidos junto a la lumbre, algunos se apoyan contra sus compañeros, otros se acuestan en las camillas para los heridos. Mañana será un nuevo día y con él empezará vuestra nueva vida.
¿FIN?