Ibn nuevamente demostró ser bastante ducho con el arma predilecta del regimiento. El mal herido inquisidor miraba al médico con los ojos entornados, sabiendo que este le había elegido como su próxima víctima después de haber expulsado al demonio. Cuando apretó el gatillo, la salva de energía láser reconcentrada y sobrecargada salió de la bocacha de su arma emitiendo aquel ruido apagado e intenso, ese sonido de muerte. Los haz de energía fueron endiabladamente precisos, y el inquisidor radical, que creyó prever el ataque, no fue lo suficientemente rápido y acabo con el torso agujerado y solo pudiendo emitir un gruñido de puro dolor. Cuando el humo se hubo disipado, quedó claro que Malegorth estaba muerto, su pecho se encontraba abierto, con la caja torácica asomando ennegrecida por el láser, al igual que el interior de su cuerpo. El corazón había desaparecido y los pulmones eran de color negro intenso. Ibn Sina había salvado el día.
Tras la muerte del inquisidor, Ulrich pudo liberarse de la alucinación, que se desvaneció como si los bichos que lo devoraban se deshicieran como la ceniza empujada por el viento. El veterano soldado abrió los ojos de par en par para descubrir que habían salido victoriosos.
La lucha había llegado a su fin, un combate que acabó con bajas para ambos lados, aunque solo uno se pudo proclamar como el victorioso. Los drovelianos nunca habían tenido la oportunidad de llorar a nadie de sus caídos, ni si quiera su propio mundo condenado por el exterminatus, no. Ahora solamente tenían la oportunidad de restallar las heridas de los supervivientes y prepararse para el siguiente paso a dar. Así era la vida del ser humano en ese aciago y durísimo milenio, donde solo había guerra.
Ibn solo pudo confirmar la muerte del Pater, era imposible salvar a ese noble sacerdote que había abrazado el fin de sus días con una docena de agujeros por todo el cuerpo, eso sí, el rictus que asolaba su cara era una profunda y satisfecha sonrisa. Cuando le había tocado el turno al comandante, Ibn no fue capaz de hacer nada por él al principio, por más que lo intentó con la ayuda de su fiel compañero, las heridas de Haydn se negaban a ser sanadas. Sin embargo, Ibn no se rindió, como tampoco lo hizo Haydn, que demostró a los ojos del doctor, como el comandante era realmente duro; a juzgar por el experimentado ojo clínico de Ibn, esa resistencia rivalizó hasta con la de un astartes. Aquella segunda oportunidad que le brindó el comandante fue aprovechada por entero por parte del medicae, y logró cortar la hemorragia y suturar las heridas después de haber aplicado bálsamos purificadores, analgésicos para tumbar un grox y antinflamatorios que podrían dejar grogui a un marine; quizás fuera una exageración, pero la situación no fue para menos.
Tras recuperarse del todo gracias al cuidado de Ibn, Grigory condujo al teniente y a los demás al piso superior de aquella abovedada sala. Se encontraron una pequeña estancia, a temperatura bajo cero donde se encontraban cuatro servidores de almacenamiento de información, concretamente la seguridad de palacio. En el centro estaba una pequeña mesa metálica con una silla a juego donde reposaba una pantalla que vio mejores años pero que al menos, era funcional.
Sin duda fue el sacerdote de Marte el que se dispuso a navegar. La cantidad de datos ahí almacenados era gigantesca, pero su conexión mental a través del MIU y su innata capacidad para con las maquinas hicieron todo el trabajo. Pronto tuvo todas las pictograbaciones que eran interesantes ante él, y empezó el circo de los horrores mientras la colmena ardía por culpa de la rebelión de cultos xenos que se había instalado en lo más profundo de Novantis.
El orden que decidió Grigory fue de más antigua a más nueva. En la primera grabación se encontraba el Inquisidor, Malegorth, con el rostro intacto y la fecha indicaba que aquello fue hacía ya veinte años. La conversación con el gobernador fue nauseabunda, pues Malegorth había logrado embaucar a Kayn, aprovechándose de la rivalidad que sentía este por la colmena Novantis Secundus, la cual había obtenido un importante negocio de minería espacial en el borde del sistema y el Mechanicum había retirado parte de sus pedidos para beneficiar a la otra familia rival. Malegorth le aseguró que había dado con un raro espécimen xeno que tenía la capacidad de mutar al ser humano, a un híbrido que era brutal en combate y obediente como un servidor lobotomizado. Quedó claro para todos que el Inquisidor le había prometido un ejército xeno privado, que sería fácil de controlar y que eliminaría a todas las casas nobles que estaban molestando y entorpeciendo el meteórico ascenso de Kayn.
Lo que se vio después fueron una suerte de informes, censurados en su gran parte. Los primeros eran ordenes de excomunión de Malegorth por el Ordo Hereticus, considerado un radical por sus investigaciones xenos, sobrepasados todos los límites establecidos. Fue fácil deducir que el gobernador no testificó en contra de él, porque de hacerlo, su cabeza habría sido puesta en una pica como poco. El ultimo de esa línea informaba de que Malegorth había sido cazado por el Inquisidor Khalid Orr. Llegados a ese punto, fue evidente que Khalid Orr había sido la victima de verdad y Malegorth lo suplantó como habían descubierto.
El siguiente vídeo relevante era Khalid Orr, originario de Novantis, reuniéndose con el gobernador. La estrategia de Melgorth había cambiado, ya que Khalid vendió su nueva visita con el fin de investigar los trabajos del condenado en ese mundo. Kayn no le creyó del todo, pero tampoco intervino, tenía demasiado que perder.
Las entradas más recientes son donde más se acumula la información. Coinciden con años antes de la caída de Drovelia, Khalid no dejaba de reunirse, y Kayn puso espías sobre el terreno que descubrieron que solamente la guardia personal del inquisidor se internaba en la subcolmena, ¿con que fines? Imposible de saber, pero seguramente para verificar el estado del culto genestealer que había instalado allá abajo.
Al final, ya solo quedaban informes de cuando los dragones llegaron al mundo, y Khalid esgrimió la excusa de que necesitaba aquellas fuerzas de élite para contener la amenaza que se había gestado en el interior, así lo explicó en el último vídeo, donde Kayn y el lord comisario discutían fervientemente de la situación. Malegorth parecía haberse dado cuenta de que su experimento se le había ido de las manos, parecía que lo que buscaba o creyó que podría lograr había subestimado la capacidad de los genestealers y sus cultos. El radical había fracasado por completo y había condenado aquel mundo.
El resto, ya es historia.
Mientras ellos descubrieron todo aquello, Haydn se mantuvo en el palacio, coordinando con absoluta eficiencia, a pesar de su deplorable estado de salud, el repliegue de todas las fuerzas leales. No tardó muchas horas, pero pronto, la punta de la aguja se llenó de dragones, liderados por las capitanas, gran parte de los perros y varias compañías de novantianos; el resto no habían sido capaces o de llegar, o de superar el pánico provocado por la súbita rebelión que liberó millones de cultistas que vivieron hacinados y ocultos en las interminables y angostas catacumbas.
A partir de ese momento, empezó una carrera de fondo que amenazaba con ser mortal en el final. Las fuerzas que Haydn había logrado replegar, empezó una constante batalla de defensa, sin apenas periodos de descanso, con un enemigo que trepaba y atacaba por todas partes. Los días fueron pasando, los cadáveres de amigos y aliados acumulándose hasta que empezó la auténtica pesadilla.
El cielo se había vuelto de color marrón pardo, como si una extraña nebulosa de gas hubiera rodeado el mundo. Una lluvia de seres extraños comenzó, pequeños xenos con tentáculos colgando de un abultado cuerpo sin cabeza visible o distinguible. Explotaban con cualquier impacto e iban flotando por el aire buscando sobre quien o que detonar. Se trataba de una invasión tiranida de grandes dimensiones, pues a los pocos días una gran cantidad de estos terribles xenos fueron vomitados sobre la superficie del planeta. Haydn lideró la ultima resistencia de la colmena Novantis, buscando defender “la plaza” y sus vidas. Puede que no pudieran defender Drovelia hasta la muerte, pero defenderían aquel palacio gubernamental que, para ellos, durante sus últimos días, lo habían transformado en un pequeño pedazo de su mundo natal; ya lo decía el viejo dicho tiiciano “si tu corazón ama Drovelia, morirás en ella aunque estés a mil años luz”.
FIN