Las formas (parecidas a palabras y frases que, de algún modo, creyeron reconocer) y las figuras (la mayoría de las cuales representaban pequeños y escuálidos seres de vaga apariencia humanoide en torno a gigantescas criaturas parecidas a monstruosos gusanos de múltiples colas o cabezas), se extendían por toda superficie visible existente en aquella (ahora lo sabían), megalítica urbe pre-diluviana.
En estos dibujos, detallados hasta resultar obscenos, llenaban calles, avenidas, casas y templos por igual, y en ellos estaba narrada la historia de aquellos repugnantes seres de tiempos pretéritos.
No era necesario conocer el lenguaje para entender lo que allí se contaba, pero las extrañas formas y estructuras en las que se desarrollaba éste, precipitaron a ambas jóvenes hacia la misma deducción. Aquel lenguaje era exactamente el mismo al usado en el cuaderno hallado entre las pertenencias de Schells…
El descubrimiento las abrumó por un segundo, pero las imágenes parecían hablarles, reconocerles; como si, de alguna forma, trataran de comunicarles su historia…
Según los frisos, estas criaturas habían convivido con nosotros bajo la luz del sol, pero su desagradable aspecto y los horrendos dioses a los que adoraban en nada se correspondían con los de nuestros antepasados.
Muchas y variadas eran las representaciones de estos rituales y estas deidades. Amorfas y abotargadas masas de vago aspecto vermiforme cubiertas de bultos y callosidades. Completamente ciegas y constantemente aullando en su infinito horadar de la tierra.
En algún punto, los seres humanos (representados aquí cómo sanguinarios seres ataviados con pieles de animales y portando espadas de apariencia metálica) lucharon contra los deformes seres, y estos últimos se vieron forzados a huir y retirarse a las profundidades, junto a sus imposibles e infernales dioses.
Las eras pasaron y (cómo ambas muchachas pudieron comprobar) su arte fue decayendo. Los frisos que representaban periodos posteriores carecían de la armonía y el detalle que en su tiempo poseyeron. Estas escenas describían cómo los seres, en un infinito gesto de arrogancia al sentirse traicionados por sus dioses, idearon la forma con la que poder dominarlos.
Uno de ellos, una especie de sacerdote o hechicero a juzgar por las vestiduras con las que era representado, de aspecto serpentino y alargado unas veces y perturbadoramente humano otras, creó, tras años de esfuerzo experimentando con las singulares formaciones rocosas de tonos irisados, que al parecer abundaban por toda la región (el primer estado de gestación de los “dioses” a los que adoraban, cómo más tarde descubrieron ambas muchachas), un artefacto capaz de tan titánica tarea.
Los años que se sucedieron tras la creación del artefacto (una familiar roca triangular de perfecto color negro), estaban representados por numerosísimas escenas de ciudades humanas completamente destruidas, torturas, mutilaciones y vejaciones impensable para una persona cuerda. Su detalle y su número, forzó a las muchachas a descansar durante unos minutos.
Poco más se describía tras estas escenas, y daba la impresión de que su civilización hubiera llegado a su fin pocos años después de semejantes excesos.
Las horas pasaron, y ambas mujeres, apenas percibieron cómo la galería se ensanchaba hasta culminar en otro gran túnel de similares características al que habían dejado atrás.
Justo antes de adentrarse en él, aquel extraño ulular que horas antes les había atraído hasta aquí, volvió a resonar en sus oídos, pero esta vez no era un sonido suave y sedoso. Ahora era una titánica cascada de ruido que parecía arrastrarse sin fin, más allá de aquel milenario arco pétreo.
Las dos:
- Una tirada de Vol -2, por lo leído.
- Otra tirada más de Vol-6, por lo que creéis que acabáis de escuchar.
Motivo: Vol (1ª)
Tirada: 3d6
Dificultad: 8-
Resultado: 8 (Exito)
Motivo: Vol (2ª)
Tirada: 3d6
Dificultad: 4-
Resultado: 12 (Fracaso)
Ale, las tiraditas. Si estas bebiendo té, ten cuidaito, jijiji
Asombrada Johanna fue siguiendo aquella historia fascinándose cada vez más a la par que se aterrorizaba al imaginar lo que allí se iba narrando ¿realmente había existido todo aquello que se contaba?Si era así había que saber si quedaba alguien de aquel culto maldito ¿Qué clase de dioses podían aterrar tanto a la raza humana?Mejor no pensarlo porque la respuesta podía llegar a ser espeluznante.Casi sin darse cuenta la morena cogió la mano de la rubia a medida que avanzaban por aquel extraño lugar hasta que escucharon el sonido de nuevo,tan cerca,tan real...tan pavoroso
Motivo: Voluntad 1
Tirada: 3d6
Dificultad: 10-
Resultado: 7 (Exito)
Motivo: Voluntad 2
Tirada: 3d6
Dificultad: 6-
Resultado: 10 (Fracaso)
Renée y Johanna quedaron paralizadas al ver aquello que se arrastraba más allá del pórtico de roca.
Una gigantesca masa de más de diez metros de altura, varias decenas de metros de largo, compuesta por algo parecido a la carne reseca de las momias y de vaga apariencia tubular, se deslizaba por aquel ignoto túnel disolviendo con su contacto, toda roca que se interpusiera en su camino.
Uno de sus extremos estaba rematado por una aglomeración bulbosa de cilios o tentáculos, cuya disposición les hizo suponer que se trataba de la cabeza de la criatura.
La “cabeza” se paró a escasos metros del marco de roca donde se ocultaban las muchachas, y extendiendo uno de esos húmedos apéndices, comenzó a palpar las paredes de su interior.
En ese preciso instante, y llevándose las manos a la boca en un intento por reprimir el grito que se gestaba en su interior, Renée cayó pesadamente al suelo sumiéndose instantánea y silenciosamente en la inconsciencia.
Johanna por su parte, reculó contra una de las paredes de roca y encogiéndose sobre sí misma, trató de alejarse lo máximo posible de aquella espasmódica excrecencia.
La extremidad, sintiendo de algún modo el desvanecimiento de la muchacha, se aproximó a la figura de esta y, cuando estaba a punto de rozar el tacón de su zapato, una gota de agua cayó del techo y se estrelló contra su superficie.
La reacción que siguió a este acontecimiento dejó a Johanna sin palabras.
De forma inmediata y simultánea, el rugido que emanaba de la criatura, se tornó en un siseo tan agudo que la muchacha creyó quedarse sorda de golpe, mientras que aquella extremidad, agitándose y retorciéndose violentamente, estalló súbitamente en una lluvia de llamas anaranjadas que pronto inundaron de humo aquella primigenia galería.
El brazo/cilio/apéndice se desgajó por completo del cuerpo principal y cayendo al suelo con un ruido sordo, comenzó a disolverse lentamente.
Johanna miró una vez más en dirección a la puerta antes de perder la consciencia y, con cierta satisfacción, comprobó que el ser había huido espantado.
La oscuridad era cálida, agradable e infinita. Cómodas, seguras y acunadas cómo un bebé en el vientre materno, las muchachas sintieron cómo, poco a poco, su esencia se diluía en aquel vacío sin luz ni forma.
Epílogo.
“Erem”, la del cabello dorado como el Sol, fue la primera de las dos sacerdotisas en recuperar la consciencia. Aún temblorosa, y visiblemente agitada, la mujer contempló cómo los vapores de la ensoñación se desvanecían lentamente al ser reemplazados por las familiares paredes del templo que la vio nacer.
Cuan extraño había sido todo. Con esas extrañas vestiduras y aquellos gigantescos templos de cristal…
Con un leve, pero respetuoso gesto, rindió homenaje Yag-Kosha, aquel ídolo de vago aspecto elefantino que dominaba la estancia y se volvió hacía “Noah”, su compañera de oscuros cabellos, la cual parecía a punto de abandonar el trance en el que se encontraba.
Efectivamente, la mujer, soltando un leve gemido, abrió los ojos y al reconocer a su compañera, estalló en lágrimas.
Las dos mujeres se fundieron en un cálido abrazo mientras daban gracias porque aquella ordalía hubiera terminado, mientras, a escasos metros, los tres mancebos que desde el día de su nacimiento habían sido designados como guardianes de la pareja, esperaban expectantes.
El sacrificio había valido la pena. Aún a costa del gran riesgo que corrieron sus almas al intentar cabalgar las olas del tiempo, las dos sacerdotisas no podían estar más satisfechas del resultado obtenido.
Ahora sabían, que el plan de usar el Cubo de Protección para mantener la Piedra alejada de los S’tarra no serviría de nada; aquel hechicero que creían haber eliminado encontraría la forma de volver a la vida y jamás cejaría en su empeño. Tampoco les era posible destruirla, ni siquiera “Ire”, el más fuerte de los guerreros de la tribu, había conseguido hacer mella en su superficie.
Pero todo eso, no era ya un problema.
Días más tarde, ambas sacerdotisas, escoltadas por sus fieles guardianes, emprendían, entre grandes festejos y no pocas lágrimas, el camino que el destino les había dictado.
Atravesaron bosques, ríos, desiertos, montañas y mares hasta llegar, por fin, al gran Océano que definía el fin del Mundo, y una vez allí, haciendo uso de los grandes botes confeccionados por los nativos de la región, se embarcaron en el que sería el último viaje de sus vidas.
Nada se sabe del ritual que llevaron a cabo en la inmensidad de aquellas ignotas aguas, pero los habitantes de su tierra natal, jamás volvieron a sufrir las calamidades traídas por los Gusanos de la Tierra.
FIN