El bullicio del piso inferior sube de tono. Thord le echa un vistazo al asesino y vé que sigue inconsciente. Con paso rapido se dirige a las escaleras donde el orondo comerciante bloquea el camino.
- Deberiáis haceros a un lado - la voz fuerte del hombre de armas deja claro que no quiere que le hagan perder el tiempo.
- Eso... - el mercader duda por un instante y recupera la compostura - Eso no va a ser posible.
- No dudaré en haceros rodar escaleras abajo para abrirme camino.
Thord levanta la mano armada...
Reynard, guardian de la reina, comienza a toser y apoya una rodilla en el suelo.
Cuida de la reina -dice mientras sale de la habitación y se dirige hacia las escaleras. Demasiadas cosas están pasando, demasiadas preguntas y pronto necesitarán respuestas.
Lord Reynard, la reina está en la tercera habitación, está mal herida -le dice mientras continua. La ira lentamente remplaza al miedo que ha sentido. Al ver la escena donde el hombre obeso se interpone para evitar que el guardia de la trobadora pueda bajar aún se enciende más la ira.
Sin mediar palabra apunta a la cabeza del hombre obeso
Maese, no voy a contar, apartaos en nombre de la reina, si no os apartáis en este preciso momento consideraré que sois parte del complot para su asesinato y clavaré una flecha en vuestras cabeza -le digo.
Voy a disparar si no se aparta a la pierna para hacerle tambalear y si no cae lo ayudo de una patada.
Elmund negó con la cabeza anta la solicitud de la cazadora, si bien no había entendido nada después de haberle salvado dos veces la dejó marchar nuevamente. -nada hay que hacer por la reina.- Elmund se encogió de hombros para luego deslizarse furtivamente hacia el lado opuesto de aquella habitación, ya nada tenía que hacer y decidió aprovechar aquel descuido en medio de aquel barullo para dirigirse a su carromato.
-Es hora de marcharse, la esperanza de este reino a muerto.-
Aún no ha muerto nadie... de momento
Un destello inunda el lugar, como si un rayo cayese sobre el tejado que os da cobijo. El tiempo se detiene. La posada parece una pintura vieja, ajada, y carente de color.
En el piso inferior la sangre se derrama. Uno de los matones apuñala al posadero, cuando trata de proteger a su mujer. Ella tiene el niño en sus brazos y no deja que le hagan daño. Por eso grita. Un grito ensordecedor.
Los dos maleantes quieren matar al niño. Tienen órdenes. Alguien poderoso, alguien rico, desea su muerte. Alguien no desea que su hijo bastardo salga a la luz. Por eso el anciano había huido con él, pero no sabía que ellos estaban aquí recorriendo los pueblos para encontrarle, haciendose pasar por un comerciante y sus esbirros.
Meribel, Reynard y Branm están petrificados. Respiran, no están muertos. Su existencia se mece entre la vida y la muerte, como lo haría alguien en un columpio situado junto a un abismo.
El asesino del anciano, enviado para hacer el trabajo por sus pocos escrúpulos, se retuerce de dolor, con lentitud. No tardará en morir.
Otro resplandor lo inunda todo. Elmund, es un perro viejo, y es capaz de huir antes de perder la vida. Hoy no es el día de su muerte. De hecho la muerte tendrá que esperar sentada mucho tiempo antes de poder atraparlo. Lo mismo hacen Thord y Feneris, huyen antes de que sea tarde.
Una mujer, cuyo cuerpo emite una luminiscencia dorada, se acerca a Alyssa y le tiende una mano.
-Tenemos que hablar -la voz suena lejana como si quien hablase estuviese en otro lugar al mismo tiempo.
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Alyssa observaba todo a su alrededor. Le parecía estar dentro de un sueño... no, una pesadilla. La reina y su séquito le parecían fugaces estrellas de un cielo que ya no era el suyo. Los hombres que aún se movían en aquella enfermiza pesadilla lo hacían para sembrar la muerte de los inocentes.
Aquella luz, aquella voz que la llamaba, a lo lejos, quizás una salida en aquella pesadilla?
Pero el niño? -su voz sonó entrecortada, sumida en la desesperación- lo matarán si no lo ayudo.
Sin embargo, lentamente su mente se convenció de que no existía tal niño, ni aquellos rufianes. Su mente devagaba encerrada en una pesadilla y era hora de despertar. Como iba a ser ella miembro del sequito de una reina. Ella, que era una tramposa y una mala jugadora.
Esa voz, sin duda esa voz simplemente trataba de despertarla de aquella pesadilla. No reconocía la voz ni sabía a quien podía pertenecer, pero era un faro en aquel mar ennegrecido y tormentoso.
Entiendo que voy a continuar yo solo
Si, si te parece bien.
Si, sin problemas
El niño deja de llorar y el posadero se levanta ileso. Sus agresores, así como el falso y orondo comerciante, deponen las armas y abandonan el lugar. Con sus ojos en blanco se dirigen lejos de la civilización, para ser pasto de animales y alimañas, sin poder oponerse a los designios de la extraña mujer.
El posadero y la familia acogeran al niño, como si fuese uno más.
¿Cuál es el destino de la Reina Meribel, su fiel compañero Reynard y Barnm de los Capuchas Rojas?
Es incierto, pues como simpleS estatuas de sal el posadero y los suyos los esconden en el sótano. No creen que nadie deba saber que les ha pasado, pues sin duda es cosa de brujas.
En cuanto Alyssa desaparece sin más, envuelta en una luz sobrenatural.
Gracias a todos por jugar. Aquellos que no han seguido la partida con regularidad o la hayan abandonado, serán retirados de la misma.
Todos los personajes ganarían un punto de experiencia.
FIN DE LA ESCENA.