Partida Rol por web

No sabe que decir, está demasiado cansada para eso. Pero no se disculpará, aunque deba. Porque tiene su orgullo, quizás demasiado orgullo.

-No me queda nada y esos raspones no son nada comparado con el daño cerebral que puede haber sufrido Pinga o con el...- se encoge de hombros. -Llámame puta si quieres, estoy demasiado jodida como para hacerte caso. Y no, no he intentado tirarte.- finaliza con voz trémula.

Ver a MÍ hija rodando hizo que los nervios se me  saltaran. Era una persona de caracter fuerte, fuertemente calmado, fuertemente burlón, fuertemente iracundo, para su suerte, en este momento estaba fuertemente preocupado.

Volteo a ver a Nepos. No dije nada, pero en ese momento estaba deseando enterrarlo vivo en la tierra caliente. A ver si moría primero deshidratado, de las quemaduras, o venía algo a llevarselo. Pero también había sido mí culpa por no tomar las precausiones adecuedas.

Veo las heridas de Dasha, y le dejo tiempo Suzzet para que trate a los heridos. Estaba bien, viviría. Ahora, debía ver como encajaba el tiempo que perderíamos en el cronograma. Le di un vistazo al mapa y al no entender una mierda decido llamar a Nepos.

- ¡Chico! - cuando llega no lo miro. Miro al horizonte - Tienes un media hora para explorar, y regresar mientras tratan a los heridos - iba a decir patosos, hasta que la imagen de Dasha rodando volvió a mí - avisa si ves más que arena, vuelve corriendo, sino. Puedes esperarnos ahí - le señalo más adelante en el mapa a donde se suponía que nos dirígiamos - ¡Explorador a explorar, andando!

Me quito la mochila y la pongo en el suelo mientras Dasha hablaba con Suzett, tenía un poco de alcohol que había conseguido en la ciudad en una despensa antigua. Lo tenía muy bien escondido para bajar la tensión por las noches. Odiaba profundamente el té, pero me había matado los vicios sistematicamente. El cigarro lo cambié por el alcohol, y cuando no quedaba alcohol, comencé a tomar té. Con lo escaso del agua, terminé mascando hierbajos. Un hombre debía tener un vicio, sino no era un buen hombre.

Destapé la petaca y le eché una buena olida mientras me acercaba a Dasha - Aprieta la mandíbula, arderá - el comenté dejando caer el alcohol en las zonas donde la piel estaba expuesta o raspada. Las infecciones mataban mucha más gente que los cartuchos de 1/2.

Pasé un monto buscando que decir, algo que me hiciera parecer sabio, y no un hombre burdo. No logré nada. Se necesitan dos años para aprender a hablar y cincuenta para aprender a callar. Y si algo sabía de las mujeres es que la mejor política siempre era darles la razón en silencio. 

La mirada que dedicó a Sílex era una mezcla de indiferencia y de perdonarle la vida. Estaba convencida de que algo quería de la estúpida Suzzet. Había aprendido que pocos actos desinteresados habían, o mejor dicho ninguno. Aunque se tratasen de causas nobles siempre había un interés detrás: miedo de quedarse solo, las habilidades del otro o sus pertenencias... siempre había, al final, algo a conseguir en beneficio propio. Solo una madre era capaz de sacrificarse por su hija, el resto, primero miraban por sí mismos.

Estúpida. Todo el mundo sabe que hay que atender primero al que más posibilidades tiene. Si gastas las medicinas en alguien que finalmente muere resultará que habrás tirado unos valiosos recursos.

-Ella intentó quitarme del medio. Se reconocer una sucia rata cuando la veo-respondió finalmente a Sílex.
A lo del daño cerebral no pensaba ni responder. ¿Acaso habría quedado mejor ahora de lo que lo estaba antes? Bueno, si al negro le reventaba la cabeza pues mala suerte. El mundo era una mierda, sí, pero era su mundo.
Por suerte Miller era perro viejo y decidió limpiar y desinfectar esa herida con los medios de que disponía. Rudimentarios, pero serviría. Dasha hizo caso y apretó la mandíbula y al sentir el líquido abrasándole las heridas apretó la roca que tenía en su mano con tanta fuerza que la punta de los dedos le quedó blanca y los nudillos rojos. Pronto pasaría el ardor, y aunque no podría cubrir su herida, porque mejor era nada que un trozo de tela sucio, acababa de ganar muchas opciones de que no se infectarse, después gangrenase y finalmente muriese con o sin amputación. Ya lo había visto antes, no sería ni la primera ni la última.

-Pero claro, a esa estúpida nada le importa. No se ha enterado de que los niños somos el futuro. Si los niños morimos la humanidad morirá-

Miró a su padre a los ojos. Por un instante el sargento creería ver agradecimiento en su hija, pero pronto Dasha recuperó la dura expresión que le reservaba a él y le dijo:
-¿Desde cuándo te importo?- no esperaba respuesta, era un reproche en toda regla, se había dejado curar pero no le perdonaba lo que creyese que él había hecho.

Con bastante mala fortuna para algunos el descenso había acabado. Ahora la chica curandera estaba haciendo lo posible para paliar las heridas y contusiones de los hombres que habían salido peor parados. Pero estaba exhausta cuando le tocó el turno a la chiquilla del Sargento. La muchacha se lo tomó tan a mal que empezó a vaciar sobre ella toda la ira contenida. Y el miedo, eso iba bien. Era una buena cura, lo de gritar y vaciar la rabia cuando uno se ha jugado la vida, y ha ganado.

Se acercó a Dasha y a Miller. Él le estaba echando licor en las raspaduras, y ella aguantaba como la roca que asía. Escuchó la recriminación como de paso, disimulando. Y se sentó a su lado.

-Le importas desde que naciste. No, antes de eso. ¿Sabes? No me dieron hijos. Los quería, pero no. Ahora lo agradezco, ¿qué clase de vida tendrían a mi lado...? Eso debe estar pensando tu viejo. Déjame ver...

Hizo el gesto tentativo de coger con suavidad el brazo de Dasha, si ésta se dejaba pensaba ver si podía aliviar las heridas con alguna de las cosas que guardaba previsoramente en su mochila. Si no, se contentaría con sonreír. Una sonrisa sincera es un buen bálsamo para una herida del alma.

Pensaba que todo iria bien, que nada malo me sucederia en el descenso.¡ Tremenda Ingenuidad de mi parte! Porque solo falto un solo movimiento, una sola distraccion en mis descenso que termino yo cayendo al vacio.

Mi cuerpo se retorcio, mientra caia por el alcantalillado. Deteniendome solamente cuando mi cabeza choca con una piedra tan puntiaguda, que ni idea de porque no me perforo el cráneo del impacto. ¿O quizas, del coñazo perdir la capacidad de sentir dolor ? Ni idea, porque todo empezo a vibrar, y dar vueltas. El dolor era tan insoportable, que ni mis propias músculos me hacían caso. Y yo, allí lastimado me quedo esperando unirme a los afortunados y al menos salir de las desgracias de la tierra firme, ¡Lastima que no moriría en el mar! Aquellas olas azules tan frias y calmadas, dándome la paz que necesitaba mi corazón.

-Hasta aqui llega el.....Oh...Ya no me duele

Pero al parecer, una luz me termino salvando. Yo abriente de los ojos veo como una mujer (Rolo de fea, sape gato.) Me habia quitado el dolor de cabeza, y al parecer las heridas de mi cuerpo. Era tan increible, tan inesperado, enserio que parecía una santa con el milagro de su curación, (Pero coño, es tremendaaaaaaaaa feaaaaaaaaaaaaaaaaaaa)

-Y no se si huele mal, o soy yo

Habia que fingir ignorancia en todo caso, tampoco que malagradecido fuera yo-- ¡Mujer! Much-- Y mirandola bien, veo que era la loca de la subida, la peliona que no dudaba en actuar como animal en celoCoño, salvado por la que critique. Eso es irónico- Y bajo la mirada, algo de pena me daba-Gracias, de verdad. Tienes mi ayuda para un futuro.- Y antes que pudiera decirle mas bonitas palabras, que una de las mujeres salta a decir un monto de insulta a esa persona, que ni idea sera porque tanto enojo. Pero me parecía entender que ella había quedado de ultimo en su curación-Óyeme, tremenda egoísta que sois.- Yo no era mucho de alzar la voz, pero tampoco quería dejar a mi salvadora tan desprotegida de sus acusaciones-¿Mas vale tu vida, que la de nosotros ? Como que te crees superior por tener a tu viejo a lado. Vete a llorar a otro lado, cuca alborotada.- Unas palabras pensaba decirle de mas, pero observo que tambien esta Hegan y su acompañante herido-¡Hegan! y tu-Me refería a su amigo....No se tu nombre...¡Pero tremendo golpe que te diste! ¿Necesitáis ayuda para caminar ? Ojala supiera algo de medicina.- Y para aliviar su humor, intento lanzarle un chiste pero no se me ocurre nada bueno y me detengo a tiempo... como se me puede ocurrir usar humor negro en esta situación?

Gracias a la acción rápida de "manos torpes" pudo evitarse una fatídica consecuencia a causa de la caída, en lugar de eso, solo quedaron heridas y golpes por todo el cuerpo, pero nada que pudiera evitar que el persistente Hegan continuara junto a sus compañeros en la marcha. -ehm, gracias- fue lo único que alcanzó a decirle mientras ella se dirigía rápidamente a su viejo amigo Emeth.

Eso sí, ahora mismo no era el momento de continuar, finalmente es necesario un descanso, por eso agredeció el hecho de que un enojado sargento ordenara a explorar por 30 minutos a Nepos, al menos tendría treinta minutos para reponerse.

Por un momento sus pensamientos, a veces optimistas en exceso, se perdieron en los posibles resultados de la exploración, quizás se encontrara algo que cambiaría por fin la cruda y triste realidad, quizás si que exista un camino y no todo esté perdido. Su estado físico, bastante agravado, no le acompañaba, pero su mente se mantenía fuerte, y mientras fuera así, siempre habrá un Hegan Ridley con el que contar.

Las palabras de la joven Dasha le despiertan por completo de su estado ensimismado. -Cómo se podrá ser tan egoísta- pensó para sí pero no dijo una palabra para responderle, no tenía ni las ganas ni la fuerza. Sin embargo si tuvo que intervenir cuando vio que la muchacha no entendía ni cuando la misteriosa mujer de ojos azules brillantes le trataba de explicar. Viendo que los ánimos estaban algo caldeados tras el comentario del panadero decide hechar unas palabras para calmarlos.

-Compañeros, no hace falta detenerse a discutir por lo pasado -dice mientras intenta incorporarse-, creo que tenemos que agradecer mucho  que contemos con la hablidad de Suzett en nuestro equipo, gracias a ella todavía estamos todos los que comenzamos esta empresa, yo espero y haré todo lo que esté a mi alcance para que eso se mantenga durante toda nuestra travesía. Ahora lo que nos queda es centrarnos en nuestro objetivo y evaluar las mejores posibilidades para actuar como un grupo unido y eficiente, ya que esa es nuestra mejor carta para sobrevivir.

Dichas sus palabras se recuesta nuevamente, aprovechando cada segundo que pueda para descansar y retomar fuerzas otra vez.

Todos se le tiraban a degüello, uno detrás de otro, pero Dasha era dura, o tozuda como una mula, y no se dejaría amedrentar. Miró con desdén a Pinga, el último que había decidido gritarle ante su imposibilidad de aceptar la realidad. ¿En serio le preguntaba si su vida valía más que la de los demás? ¿Acaso no era evidente que sí?
Y le mantuvo la mirada desdeñosa, casi retadora cuando le dijo que fuese a llorar a otra parte.

¿Acaso no eres tú quien está llorando y gimiendo como un bebé? ¿Que quieres? ¿Una fiesta por no haber muerto? Ridículo.

Todos habían visto lo que ocurría cuando alguien moría. Simplemente se le dejaba atrás, no había entierro, y junto al cadáver dejaban los recuerdos de aquella persona. Porque morían demasiados como para que recordar a los que ya no estaban no pesase demasiado y sentenciase definitivamente la invicta. Allí terminarían todos, expuestos a las moscas, el abrasador Sol, la lluvia y el viento, hasta que solo fuesen piel y huesos, enseñando los dientes en una macabra sonrisa antes de convertirse en polvo. Y ahora Suzzet les había acercado más a todos a aquel destino. Por alargar los días de unos había acortado los de los demás, pues el botiquín había quedado vacío.

Mientras su padre le curaba la otra chica se le acercó. Dasha se preparó para otro enfrentamiento, para que volviesen a escupirle que era una egoísta y una niñata. Pero no hubo nada de aquello. Los azules ojos de Olessia la miraban con calma ¿Incluso afecto? El tono de voz de aquella mujer era dulce y tranquilo. Aquello descolocó tanto a la muchacha que quedó desarmada ante ella.

Cuando le dijo que habría querido tener hijos pero no pudo ser le miró a los ojos, Dasha ahora se presentaba receptiva, serena, incluso podía verse en su rostro cierta inocencia correspondiente a su edad, una inocencia que la realidad de los tiempos que vivían se empeñaba en aplastar.
Es muy guapa se sorprendió con este pensamiento. Y le dejó mirar sus heridas, ahora sus músculos no estaban tensos.

-No le conoces, para él solo soy una carga- dijo sobre su padre.
Y entonces habló el del pelo largo, el que primero había atendido Suzzet, y sus palabras también fueron razonables, así que Dasha continuó tranquila junto a Olessia.
-¿Crees que estará muy lejos esa base? Quizás no nos de tiempo de volver junto a la invicta.- viajar con la gran caravana tenía sus ventajas, pero también sus inconvenientes, y no sabía qué debía pesar más.

Durante toda la caída Emeth solo fue consiente de algunos momentos. Luego volvió en sí completamente cuando sintió a Suzett sobre él. El dolor era intenso y deslocalizado, pero nada comparado con el que él acostumbraba a aguantar, así que no fue un gran problema. Le tranquilizó sobremanera comprobar que no era el único sanador en el grupo y aún más el ver a Hegan vivo, junto a él. 

Como era costumbre el grupo discutía otra vez, esta vez la hija del sargento se quejaba por algo. Emeth no hizo caso a la situación, ni siquiera cuando Hegan habló. Se sentía demasiado mal para perder energías en eso, las necesitaría con seguridad para continuar el viaje. Por ahora, parecía un perro viejo lamiéndose las heridas, pero le tranquilizaba que al menos todos seguían vivos.

¿Realmente pensaba que era una carga? Bueno, no había hecho nada por defenderla, pero tampoco la intensión era gritarle a alguien por algo que había hecho un niño ¿Los chicos eran eso, no? Chicos. 

No era una carga. En todo caso, me convertiría yo en una, cada día me sentía más cansado y me costaba más andar. La maldita pierna no hacía más que empeorar. Guardo la botella en la mochila mientras Dasha habla con Olessia. Tenía algo de razón Dasha, había pasado mí oportunidad.

Por un tiempo había pensado que estaban muertas, y el tiempo que no la pasaba luchando por mí vida lo gastaba pensando como se verían y las cosas que haríamos cuando nos encontráramos.  Ahora no tenía ni la más mínima idea sobre que hacer. Así era la vida.

En la mochila toco un pequeño objeto cúbico. Sabía lo que era. Llevaba bastante tiempo en el fondo de la mochila. La tomo en la mano y se la muestro.

- Pensaba en ustedes cada vez que estaba apunto de morir, cada vez que tuve frío, cada vez que me reía. Las busqué durante años hasta que tu mamá me contactó - comenté dejandole la caja. Después de un rato de meditar - Con todo y los contratiempos, llegaremos justos. Mucha gente se mueve más lento - susurro levantandome. 

- ¡Compañía! - alzo la voz para que todos puedan escuchar - Tienen quince minutos más para descansar mientras esperamos al explorador. Sino ha vuelto para entonces, y está vivo, nos debe estar esperando más adelante. Así que vayan haciendose a la idea de que nuestro día de diversión no acaba.

Había que mantener el cuerpo caliente. Así que busqué una colinita para ver si encontraba a Nepos en el horizonte. 

-A la orden señor!- exclamó el joven explorador mientras se alejaba caminando a buen paso.

Estúpido lamebotas. No tienes ni idea... pensó a medida que se internaba cada vez más en el llano, pisando con cuidado evitando las rocas que pudieran quemarle los pies. Habían sobrevivido y eso era bueno. Bueno para ellos y para él. Ya que cuanto más competente fuesen, más posibilidades de sobrevivir.

Y Nepos iba sobrevivir. Al precio que fuera necesario.

La situación actual, incómoda en todos los aspectos posibles, no hizo más que agriar su ánimo ya deteriorado hasta el punto de plantearse dar la vuelta y matar el tiempo descansando tras una roca. Sí, aquellos peñascos tenían buen aspecto y el imbécil de Miller nunca se enteraría. Sólo tenía que desviarse hacia la parte más reguardada de la cuenca y tomarse un respiro.

Una jugada maestra, digna de su ingenio. Decidido, se limpió por enésima el sudor de su frente y se atrevió a dar un pequeño sorbo a su cantimplora. Necesitaba, en lo posible, guardar las formas sin llamar la atención.

Pronto escuchó los susurros. Al principio, no eran más que pequeños retazos en el viento cálido que se movía en remolinos de polvo pero, cuanto más se acercaba a aquellos peñascos, mayores eran los ahora ya totalmente audibles susurros de hombres, mujeres y niños que rogaban por antiguas peticiones o promesas. Con cada paso, las exigencias se convertían en amenazas y bruscos tirones de las ropas del muchacho y las risas se parecían cada vez más a gritos. El viento cálido y polvoriento lo envolvía por todas partes y se le metía en los ojos, la boca y la nariz. Cegándole y obligándole a avanzar encorvado.

Para cuando alcanzó los peñascos, la hora había vencido. Pero las preocupaciones del muchacho eran muy distintas, pues por más que intentaba regresar,terminaba siempre delante de aquellas peñas negras que ahora, vistas de cerca, le parecían terribles y amenazantes. Como afiladas dagas clavadas en la tierra...

Sedientas de sangre. Su sangre? Habría que verlo.

Nepos no sentía miedo. Sentir miedo habría sido de gente prudente y débil y él no era esa clase de persona. Inquietud era la palabra que definía su estado y una profunda pena inducida por la influencia de las ánimas que se arremolinaban a su alrededor. Tozudo, trató de regresar dos veces más antes de darse por vencido y desplomarse contra el más cercano de los peñascos que: Oh, benditos sean los antiguos! estaba anormal pero agradecidamente fría.

Los espíritus chillaban, se retorcían y gemían. El viento agitaba sus prendas y estuvo a punto de arrancarle la cantimplora cuando trató de beber. Aquello, colmó su paciencia.

-Basta. Está bien, accedo. Vosotros ganáis desgraciados. Llevadme al lugar que tanto queréis que vea.-

Complacidos, los espíritus más poderosos y racionales cesaron su acoso y espantaron a aquellos consumidos por la locura antes de regresar en forma de suave brisa y señalar el camino a través de las rocas con pequeños cambios de temperatura en los intermitentes soplos. Cansado pero superado por la curiosidad, el muchacho siguió a sus guías a través de los peñascos y se internó en la cuenca del llano que quedaba fuera de la vista del desfiladero.

Diez minutos más tarde, el joven corría a través del llano ardiente con el corazón desbocado y la visión marcada por lo que había presenciado en busca del resto del grupo.

La vida, pensaría más adelante, está llena de sorpresas.

No había visto nada en la colina. Debió ir un poco más allá, seguro en las trampillas generadas por las dunas lo ocultaban.

- El explorador ha de estar esperando más adelante, como le ordené. Es hora de continuar el viaje - comuniqué tomando la mochila que estaba junto a Dasha, y esperando a que esta se levantara.

Había mucho camino que andar. 

Ajustó su macuto, bebió un minúsculo trago de agua y se dispuso, junto a los demás, a continuar viaje. Esperaba que la tardanza de Nepos fuese un signo de que había encontrado algo de interés para el equipo. ¿Habrá dado con lo que buscamos?

- ¡Vamos allá, pues!

Comenzó a caminar a la zaga de Miller. A pesar de todo lo que había ocurrido, se encontraba animada.

La pequeña conversación con Dasha había traído alivio al corazón de Olessia. Le había dado un poco de paz y un poco de alegría ver los ojos juveniles clavados en los suyos, sin el velo del rencor o de la amargura, algo propio de los adultos, pero no de los de la muchacha.

-No sé si estamos lejos, pero estamos juntos. Haremos el viaje que nos han mandado, y llegaremos. A la Invicta, o a un lugar mejor.- No supo por qué había dicho eso, simplemente lo había soltado, sin pensar.- No tengo ninguna duda de que no será fácil, pero nos tenemos los unos a los otros, nos ayudaremos.

Y de nuevo era el momento de moverse. El Sargento oteaba el llano desde un montículo, pero meneó la cabeza, y bajó. Nepos no estaba a la vista, aunque eso no quería decir nada. El viejo dio las órdenes para reemprender la marcha. Olessia apretó la mano de Dasha antes de que ésta se levantara, y se dispuso a obedecer. Un fugaz trago, atarse bien sus cosas al cuerpo, repasar sus botas y su cuchillo. 

Todo en orden, estaba dispuesta.

Siguió a Sílex en su andar liviano.

Una parte de ella se removía inquieta al ver como sus palabras rompían algo dentro de Miller, pero era más fuerte la otra parte, la que sentía cierto regocijo o sensación de victoria cuando parecía hacerle daño. Su padre nunca se quejaba, lo asumía con resignación y eso a Dasha le daba rabia, porque esperaba que le gritase, incluso que pudiese llegar a golpearla. Eso dejaría retratado al soldado, no habría ya nada que pudiese disfrazar al monstruo y le sería otorgada a ella la razón absoluta de odiarle hasta el fin de los tiempos. Y sin embargo ella veía a Miller manteniéndose firme en su fachada, en fingir que le importaba.

Dasha no había dado la más mínima muestra de piedad para su padre y ahora parecía ignorarle mientras él cerraba la botella. Tenía la esperanza de que hiciese o dijese algo para que Olessia viese su verdad, la de Dasha, pero el hombre no cometió tal error. En vez de eso le confesó bonitas palabras, algo propio de un padre amante, y le entregó un objeto que ella no tardó en reconocer. Estaba claro que si él lo tenía era porque había regresado a casa, pero ellas ya no estaban allí para entonces. ¿Por qué no había ido antes? Sentimientos encontrados luchaban en el corazón de la joven. Sintió como el calor subía a sus ojos, pero controló las lágrimas como una profesional, no pensaba darle ese gusto a nadie, aún menos a Miller. Observó el objeto, una cajita con bonitos grabados, pero un instante después endureció su semblante y con un juego de manos lanzó la piedra con la intención de que pareciese que había arrojado la cajita con furia.
-¡No la quiero!- el único propósito de aquello era herir a Miller, pues aquel pequeño tesoro dormía ahora en su bolsillo, y se guardaría bien de no perderlo metiéndolo en su bolsa, protegido entre las pocas ropas de recambio, para que no se rompiese.

En cuanto Miller se diese la vuelta para dirigirse al resto del grupo Olessia podría apreciar como los ojos de la muchacha se enrojecía a causa de la tremenda lucha contra el llanto, pero la niña creyó que centrándose en la marcha lograría dejar de pensar en aquellos tiempos felices, tiempos en los que su padre le contaba cuentos para dormir, le cantaba canciones y la hacia volar entre risas con sus fuertes brazos, unos brazos y manos que siempre le habían hecho sentir segura, pero un día se marcharon y la dejaron vulnerable.

-Al final todo el mundo te abandona. No importa cuántos seamos, siempre estamos solos- respondió a Olessia creyéndolo de verdad.

El grupo parecía prepararse para continuar la marcha, aunque el explorador no hubiera regresado. El primer paso que habían dado lejos de la invicta había sido cuando menos, desatroso; y ahora, llenos de heridas y con la moral por el suelo, pretendían seguir adelante. Esa fuerza que los empujaba a seguir no era ajena a ellos, la conocían de siempre. Era la misma fuerza que impulsaba los pies de la Invicta. Ahora solo les costaba un poco más seguir, pero la alternativa simplemente no era posible.

Emeth buscó toda la determinación dentro de él para incorporarse. Ya estaba acostumbrado a vivir con dolor, por lo que no esperaba que eso fuera un problema. "Solo necesito calentar un poco. Solo... un pies delante del otro y poco a poco... será como si nada." Con un poco de inseguridad, al principio, comenzó a caminar, intentando sobreponerse al dolor. Pero de momento perdió las fuerzas y quedó arrodillado en el suelo. El dolor era grande, pero habían sido sus fuerzas las que, producto de tanta fatiga física, le habían fallado. Buscó a Hegan con la mirada, no quería que le viera así, casi derrotado, pero esta vez, no había mucho que pudiera hacer, necesitaba su ayuda.

La muchacha Dasha parecía al fin más calmada, al parecer pudo entenderse con aquella que antes analizaba a todos y que ya en más de una vez había despertado la curiosidad de Hegan. Aún así, era muy fácil percatarse de las heridas de Dasha, pero no las que denotaban en su piel, no, era aún más fácil de ver aquellas de su alma, sobre todo cuando miraba a su padre, el viejo Miller. 

Esa furia para con su padre, fue claramente la responsable de hacer que la joven lanzase esa cajita que con tanto cariño le ofrecía el sargento. Pero bueno, aquello tampoco era de su incumbencia y Hegan solo observó la escena sin ahcer gesto alguno.

El sargento daba por fin las órdenes de partir, al parecer Nepos nos estaría esperando en algún punto de encuentro. Ya era hora de levantarse. Hegan se pone de pie y se dispone a partir, -Vamos Em..- al darse la vuelta en busca de Emeth y Pinga ve como su viejo amigo yacía de rodillas en el suelo, incapaz de soportar el dolor. Rápidamente se dirije hasta él  e intenta ayudarle, había pasado por situaciones mucho peores desde mucho antes de la Invicta, donde pudo ayudar a más de un compañero a la vez, sin embargo, en esta ocasión el estado físico tan estropeado le pasaba factura de nuevo.

-Ehh chicos- dice en voz alta, dirigiéndose a quien le pudiera escuchar en el grupo- es Emeth, parece que no puede levantarse, necesita nuestra ayuda.