Donde sus personajes comienzan su historia.
El andén quedaba atrás, y con él toda la marabunta de viajeros que había atestado la estación. El vagón de primera clase, protegido por uno de carga de la ralea que compartía los bancos de los vagones de segunda y tercera, era el último de todos, y estaba ricamente decorado: pasillos empapelados de terciopelo verde, molduras de madera oscura y brillante, cristal tallado pendiente de las bujías dispuestas como iluminación…
Pero no hacía falta encenderlas: los jóvenes del Liceo Fangsbell y sus carabinas habían tenido la suerte de disponer su Festival de Verano durante lo que parecía que iban a ser los días más soleados del año. La dicha, pues, estaba servida, y los alumnos a duras penas podían contener su efusividad y entusiasmo mientras contemplaban los verdes campos y los frondosos bosquecillos que discurrían junto a las vías
Los cubículos, espaciosos y separados por paredes y compuertas hechos de cartón, panel y tela acolchada, agrupaban a los viajeros según las reglas del decoro: los varones compartían bromas por separado, las jóvenes damas reían en corrillos de cuatro a seis participantes, y el servicio compartía, indistintamente de los sexos y en plebeya armonía, los compartimientos restantes.
Philip Woolwealth, sin embargo, no se encontraba al mismo nivel de euforia que el resto de sus compañeros. Se sentía desplazado, una vez más, aunque no podía culpar a ninguno de sus acompañantes, que en todo momento se habían mostrado corteses y considerados pero, eso sí, nunca cordiales. Intercambiaban chanzas y pullas con una complicidad que, parecía al mestizo australiano, palpablemente le excluía. Así pues, fue todo un alivio cuando Ronald, el pelirrojo campeón del grupo de debate del Liceo, afirmó que estaba pasando calor: Philip, de inmediato, se ofreció a llevarle algo de beber, y abandonó la cabina.
En el pasillo encontró a Mina, su doncella, haciendo su labor de guardia y custodia junto a un hombre, posiblemente miembro del servicio y acompañante de alguno de los alumnos.
-¿Te encuentras bien, Philip? ¿No te habrás mareado?- preguntó la mujer, con solícita atención.
- No, Mina, tranquila, sólo me encontraba un tanto…saturad, de tantas risotadas y aspavientos.
Ella sonrió, comprensiva, y asintió con la cabeza.
- Bien, Philip. En ese caso, ¿querrías hacerme un favor? Te presento a Henry, mayordomo de la familia Reinsworth. Está al cuidado de una de las hijas, Laura; pues bien: parece que ella necesita algo de su equipaje, que está en el vagón siguiente, y Henry no sabe si necesitará ayuda para manipular los cajones y baúles. ¿Puedes ir con ellos y echarles una mano si es preciso?
Philip accedió con una sonrisa, pues apreciaba la franqueza en el trato que tenía para con él la doncella y se aproximó a uno de los camarotes junto al mayordomo, que le cedía el paso. Desplazó la compuerta plegable y se asomó a un pequeño mar de gasas, sedas, cintas de colores, sombrillas y rostros bellos, de mejillas sonrosadas y sonrisas pícaras.
- Perdónenme, señoritas: ¿cuál de ustedes es Laura? Voy a prestarle ayuda con el equipaje…
Bien, Laura, pues ahora te toca :P
27 de junio de 1804,del año de nuestro señor
Un viaje sin muchos incentivos que alegren el corazón joven de una mujer, que lejos de pretender mantener los parámetros que esta sociedad anquilosada pretende evocar en mi prematura vida, como un designio de vida de poco augurio, sólo encuentro en la música, en mi fiel violín, los deseos de continuar con este caminar que se está tornando tortuoso. No pretendo cambiar al mundo, pero sí decidir sobre mi propio destino, que si es la perdición, bienvenido sea, porque será por medio de mi imperiosa voluntad que decida tal o cual cosa pues...
Laura estaba escribiendo en su libreta de mano, un artículo del cual jamás se liberaba y en el que escribía sobre su vida, sus pensamientos, sus impresiones que de ese mundo que se abría a un nueva era, en donde el avance de la ciencia se anteponía al avance del espíritu de los seres poco afortunados de vivir lo que se llamó, antes, humanismo, cuando a la cabina en donde se encontraba entró Henry, su mayordomo.
- señorita Reinsworth, sus maletas aun están en el otro vagón... y
- entonces vamos, que hay que llevarlos con los demás - la chica se colocó de pie de inmediato, no era muy alta, de hecho, su talla era algo menor que las chicas de su edad, pero su cabello, castaño y risado, era toda una obra de arte, por el color que despedía en cada destello de sol que llegaba a esas hebras de caramelo, pero lo que más llamaba la atención, era su mirada, sus ojos grandes y tan celestes que a veces parecían ser grises como un día nublado y fresco.
- señorita, sabe que no puedo pedirle que cargue las maletas...- intentó excusarse el buen hombre, pues su idea era sólo informarle que lo haría él mismo, encontrándose con la actitud voluntariosa de la chica, que lejos de gozar de las virtudes de la damas de su edad y estatus social, más parecía una jacobina acérrima, de las que poblaban la convulsionada Francia; una especie de forajida que su madre sufría de tan sólo pensar que debería casarla.
- no digas tonterias, buen Henry...- le dice amorosa, a pesar de la dureza de sus palabras, pero el insiste, y sonrie ante la candidez con que la rebelde muchacha podía mostrar naturalmente, tenía la esperanza que en algún momento se comportara como la dama que debía ser, y no esa fierecilla de ojos celestes que espantaba a varios pretendientes.
- esta bien... pero busca ayuda, por favor - le pide en una pequeña suplica, y el hombre la deja, cerrando la puerta tras de sí, Ahora, Laura pensó que podría tener un momento más de tranquilidad, pero había cantado victoria antes de tiempo, pues cuando va a sentarse, un grupo de muchachas entra, conversando, y chillando como una montonera de gallinas cluecas, Laura respingó la nariz, ante esa invasión, de cintos, perfumes, vestidos pomposos, y chillidos de felicidad. Al parecer alguien iba a casarse, por lo que logró escuchar.
Casamiento, Laura no podía escuchar peor palabra que esa, todo su cuerpo se descomponía al pensarlo, si hasta urticaria que producía.
- vamos chicas, podemos ser más que simples amas de casa... no... no estoy de acuerdo con tales cánones sociales - alza la voz, colocándose de pie, a pesar de su poca talla, era imponente, tanto en personalidad como en ese vozarron que salía de su enjunto plexo. Las chicas, que conocían sobre sus dichos, se rieron, y hasta una llegó a cuestionar sus palabras, y ahí comenzó una discusión, en donde claramente Laura salió victoriosa, ante la incapacidad de esas niñas de rebatir sus argumentos, al final, varias quedaron calladas, y otras tantas pensativas, quizás la loca podría tener razón. Laura, en eso comenzó a mofarse de los hombres y de su manera de moverse y pretender manejarlas cuando la puerta se abrió y entró un joven, quizas uno o dos años mayor que ella, que las interrumpió, Laura estaba haciendo pantomimas sobre un hombre, cuando el chico entró, y de sólo la sorpresa se fue al suelo, cayendo de trasero.
-ufa... bueno, así termina mi actuación - La chica se pudo poner roja, pero no, al contrario se puso de pie de un salto, y llevó sus manos enguantadas en encajes a su estrecha cintura, - Lady Laura... para ud...¿quien pregunta? - le dice con algo de antipatía por haber sido interrumpida. Sus ojos altivos estaban sobre él, sin ponerse tímida algo similar, no, en ella esas cosas no existían, Philip la vería, ahí, con una chaqueta muy masculina para una dama, como de soldado de la real orden, pero entallada a su cuerpo delgado y femenino.
Philip contempló a la muchacha y sintió de nuevo la ardiente comezón de su diferencia: el tono tostado de su piel frente al blanco níveo de las manos y los vestidos, la oscuridad brillante de su cabello peinado con una cola de caballo frente a los rizos, los tocados y los cortes, la suavidad de los labios sonrosados frente al tacto calloso de las palmas. Se sentía como un troll entre hadas, todo torpeza y grosería. Por ello no pudo evitar sonreír más tiempo de lo prudente antes los divertidos aspavientos de Laura, dando a entender una condescendencia que no sentía.
- Señorita... esto...Lady Laura, ¿podríais venir con nosotros e indicarnos cuál es el equipaje que necesita?
Ofreció un brazo a la mujer, envarado en el interior de una levita roja y negra con el escudo de la escuela Fangsbell que no dejaba ni un momento de rozarle en sitios que no sabía que podían sentir escozor. Sin embargo, y para asombro suyo si lo hubiera sabido, no dejaba de resultar apuesto en su incomodidad: un indiano alto y oscuro, de facciones limpias aunque no tanto como su mirada, y brazos que se adivinaban nervudos y flexibles como el resto del cuerpo, bajo la tela.
Laura prescindió de la más elemental de las cortesías y salío al pasillo con su criado y el joven, atravesándolo de parte a parte con paso firme y amables comentarios a Henry. Cuando llegaron al vagón de carga se vieron rodeados por estantes repletos de cestas, maletas, bolsos de viaje, cajas de cartón y baúles, todos ellos dispuestos desordenadamente por el personal de la estación. Philip llevó una mano a su nuca y resopló como un vulgar carretero: sería complicado distinguir el equipaje de Laura entre todo aquel desorden, más aún cuando la escasa luz con la que contaban era la que se habría paso entre las bandas de madera de las paredes..
- Perdone, señor, ¿sabría dónde encontrar...?- comenzó a preguntar al mayordomo, pero éste se había escabullido, dejando libres de miradas indiscretas a los dos jóvenes.
Philip rebuscó azorado durante unos segundos, y luego sonrió a la joven.
- Bueno, señorita, creo que deberá conducirme usted. ¿Qué es lo que buscamos?
Lady, ya tenemos comienzo. En tu papel de Guía debes ser tú quien me vaya suministrando dados para la Tirada de Atracción de este Turno.
Como estamos al inicio del juego, nuestra Atracción es 1, así que sólo puedes darme 1 dado de Atracción cuando te parezca (y te pido que seas generosa con el pobre Philip :P).
Cuando aspire a un Dado de Bonus de los tres que puedo conseguir te lo informaré... como en este caso: estoy usando tu Rasgo Henry, el mayordomo enamorado, para que Philip tenga una oportunidad de intimar con Laura.
Como sea, en tu papel de Guía sólo puedes otorgarme 1 dado por post.
¡Ah! Y te propongo que te anotes un Rasgo nuevo, El Diario, que yo creo que puede dar mucho juego.
La mujer, que ya de pie, y en un grácil movimiento de manos, salia de la cabina, acompañó al extraño que sin lugar a dudas había llamado la atención de las chicas en la cabina. Es más, desde el pasillo, pudieron escuchar su grito de euforia, que era más similar a un chillido jocoso, ¿quien podría culpar a tan cándidas criaturas? que preferían mantenerse al marguen de sus vidas, dejando que otros decidiesen por ella.
Laura no perdía el tiempo, su propia personalidad hacia que por lo general, caminara muy rápido, sólo Henry podía seguirle el paso, pues, su señorita no era de las que esperaba, cuando niña, tuvo varios percances con los cabellos que los hacia galopar, ante el pavor de sus instructores y sus padres que ya veían en cada salto del desbocado caballo, que deberían enterrar a su desnucada hija. Sólo cuando pasaron de vagón, ella se detuvo, mirando con cierto nerviosismo el pequeño espacio de vacio entre vagón y vagón, haciendo que este momento de titubeo, la hicieran quedar rezagada en el camino.
Philip, que era custodiado por la celosa mirada de su sirvienta, echaba también ciertas fervorosas miradas al mayordomo que buscaba entre las distintas maletas, buscando el bolso de mano de su señorita el cual necesitaban, además, como dejar las demás maletas apartadas del resto, para evitar confusiones de años anteriores en donde las maletas habían ido a parar a Taiwan, siendo toda una odisea recuperarlas, de hecho, una de ellas nunca apareció, Laura si reia pensando que quizás una princesa china estaría usando su sombrero de verano, con aquel gran moño de razo azul que tanto le gustaba a la chica.
Es así,que cuando el muchacho, que se encontraba en la entrada de ese vagón, levantó la voz, buscando a señorita a la que ayudaría, la vio aun en la otra sección, afirmada del barandal aun sin poder saltar la pequeña brecha.
Su cabello estaría revuelto, el cintillo que llevaba, poco y nada hacia para mantener los cabellos castaños de la chica que danzaban sin más compás que el viento. Era toda una aparición, ahí, con su rostro pálido por su color natural, aunque mas pálido por el miedo que sentía en ese momento, su cabello desordenado, y sus labios, que resaltaban sobre su faz asustada, parecía el cuadro perfecto a no ser que la retratada no estaría tan contenta por la situación.
más allá de la impresión que pudo haber causado en Laura, Philip, que no fue mucha por lo poco de la interacción, te daré de todas formas el dado por la forma en que narraste el comienzo de la historia, y como configuraste al compunjido muchacho
Philip no pudo evitar tragar saliva al contemplar a la joven, radiante ante la puerta de salida del vagón de primera clase: el juego entre el viento, el cabello y el ligero temor que asmoaba en su mirada ante la necesidad salvar el espaio hasta el vagón de carga la hacían resultar dulce y preciosa. No fueron pocos segundo los que perdió contemplando a Laura, hasta que al fin respondió, como impulsado por resortes y muelles, llegando hasta ella para ofrecerle ayuda.
- Tome mi mano para cruzar, Lady Laura-, dijo al tiempoque le llevaba la otra al talle. Fueron movimientos rápido, vertiginosos, por lo que la joven dama se vio levantada prácticamente en volandas, toda ella convertida en un remolino de faldas y encajes. Y pese a la rudeza, podía adivinarse un enorme candidez en el joven Woolwealth, que nunca llegó a estrachar el pequeño cuerpo femenino contra el suyo propio por más que no era ajeno al encanto de sus fragancias.
De modo que la dejó en el suelo al fin y ambos se tomaron unos intantes para observarse.
Tirada: 1d6
Motivo: Dado de Atracción
Resultado: 1
Muy bien: ya no puedo recibir más dados de Atracción, así que lo tiro ya:... Puesto que he sacado un 1, no cuenta como éxito, porque tengo que sacar 5 o 6.
Voy a esperar para ver si tienes algo que añadir, ya sean dos líneas o mil párrafos, y te recuerdo que puedes ofrecerme hasta tres Dados de Bonus por cosas que escriba que tú creas que dan algún tipo de ventaja a Philip, aunque no es obligatorio que me des uno cada vez que escriba: sólo si crees que resulta apropiado.
Incluso si no tuvieras nada que añadir indicamelo para que continue, porque quiero poner a Philip en un aprieto, a ver si me gano una Repetición :P
No quería cruzar, y no lo haría, en ciertas cosas, podía ser bastante caprichosa, más, si eso se relacionaba con el hecho de tener que pasar de un carro a otro, y todo lo que tuviera que ver con alturas. Era curioso, solo en caballos, ella no sentía ese terrible miedo a tener que separarse demasiado del suelo, que incluso llegaba a paralizarla. Pero no tuvo mucho tiempo, el chico ya la tomaba del talle y la acercaba a él con fuerza, estrechando su cuerpo pequeño contra el pecho ancho y atletico del chico. Estab vez, si se ruborizaria, no era para menos, la cercania masculina se limitaba a un estrechon de manos. Ya en el suelo, y del otro lado, estuvo a punto de lanzar una pesadez contra el, pero el sentir sus ojos sobre los de ella, en un silencio tan profundo que anuló incluso las palabras que se agolpaban en su boca. Un solo sonido en ese silencio, su corazón latiendo desbocado en su pecho, un susurro que sòlo ella podìa sentir..
ok, ¿no tengo ningún dado? y que significa el dado que lanzaste?
El silencio duró unos segundos más de lo exigido por el decoro y, como un encantamiento, como una burbuja de jabón que estalla en el aire, fue truncado por unas risllas: unas pocas cabezas femeninas reían con picardía espiando la escena desde uno de los compartimientos. Mina, la criada, sin embargo, propinó un firme empujón a la portezuela entreabierta, de manera que las curiosas soltaron sonoros quejidos al verse durantemente repelidas. El daño, sin embargo ya estaba hecho: el joven Philip, acongojado, trataba de disculparse:
- Lady Laura... esto... sabéis que yo de ningún modo pretendía...
- Efectivamente, el caballero no pretendía nada-, dijo una voz proveniente del pasillo.
James Jorgen, el pastor, se hallaba ante ellos, las manos tomadas por los dedos por delante del ancho vientre en actitud calma y apacible, pero con su aguda en inquisitiva mirada clavada en el muchacho, miediéndolo.
- No te preocupes...-, añadió, con un gesto que indicaba que debía completar la frase
-... Philip, Philip Woolwealth-, repondió un tanto atolondradamente-. Pastor, espero que esté disfrutando la travesía.
- Claro, claro, muchacho: yo espero que vosostros también, aunque no demasiado- dij sonriendo-. Bien, joven Philip, le voy a privar de la señorita unos minutos. Espero que nos volvamos a encontrar más adelante.
- Pero el equipaje...
- Ah, bien. Ya mandaré yo venir a por él, pero gracias por tu ayuda- concluyó con indiferencia James, para terminar marchándose con la muchacha agarrada filialmente a su brazo. Pronto llegaron al compartiemiento del párroco y entraron: sobre una mesilla lacada al estilo oriental se encontraba dispuesta la mesa del te: bizcocho escarchado, pastas de mantequilla, minúculos frascos de compotas y confituras, algo de pan francés, rodajas de lengua de vaca ahumada y queso... Un pequeño banquete al que se sentaron.
- Bien, Laura, veo que ya has congeniado con algunos de vuestros compañeros. ¿Conocías ya al joven Woolwealth?-. Ante la negativa, continuo hablando mienras untaba algo de compota en una pasta con gesto cuidadoso y remilgado-. Yo sí, claro: jamás se invitaría al Festival de Verano a gente sin las referencias adecuadas. Aunque esta vez, debo decir, quizá haya pecado el Liceo de excesiva flexibilidad: el joven con el que estabas es hijo de una de las negras del señor Woolwealth. Una negra con la que contrajo segundas nupcias, afortunadamente, con las que dar apariencia de legitimidad a la evidente lujuria del padre, claro está, pero una negra al fin y al cabo.
Pero, en fin-, suspiró con resignación-, en cierto modo hay justicia en el mundo que proveyó para nosotros el Señor: al ser el tercero de los hijos, difícilmente llegará a heredar y dilapidar la fortuna de su familia, allá en la colonia. Pero la educación que ahora reciba le permitirá ser el mejor entre sus iguales, y un útil sirviente o un empleado de valía entre nosotros. No hay más que ver el aplomo con que se arrojó a prestarte ayuda para cargar bártulos: es un impulso que lleva en la sangre, y es bueno y correcto que alguien haya así.
Pero hablemos ahora de algo importante, Laura-, cambió de tercio el pastor, haciendo un gesto como de espantar moscas a su alrededor-: he oído decir que Lady Claire Artridge se dejará caer por el caserío de los Ashwood durante la noche de mañana y, como sabés, esamujer no hace nada sin tener un ojo puesto en el Conservatorio Real. creo que es una gran oportunidad para que de una vez puedas lucir tus habilidades. ¿Qué piensas?
El momento en que los dos se conectaron duró lo que dura el trinar de un ave, pero esa corta existencia,la fugacidad del momento no lo hizo menos intenso, menos dulce y que la joven quinciañera no albergara en su corazón con las ansias de una romántica que se ocultaba entre mordacidades y miradas severas.
Laura iba abrir los labios, para evitar que él se siguiera disculpando, era verdad que esa sensación de fuerza contra su cintura, la estreches de las distancias que los envolvió fueron demasiado para la chica que sentía que su apretado corse le dejaba poco espacio para respirar y para los latidos de su corazón. Pero nunca las cosas pueden ser como se planean y el pobre Philip quedó cohibido tanto o más que ella con las risitas que se escucharon, niñitas odiosas, seguramente luego sería ella el tema de conversación y de burlas entre sus amigas que le enrostrarían el acercamiento tentador e indecoroso con el "mestizo".
- no, sé que no...- burbuseó una frase que no era posible entenderla del todo, porque antes que la voz saliera con más fuerza por su boca, la voz de una persona que conocía más de lo que le agradaría sonó tras de ellos, era el pastor James Jorgen, el sólo escucharlo hizo que ella, se separara aún más, como si le repeliera el chico, pero no por él, sino, porque aquel hombre la viera. Laura no sabía de los planes de aquel hombre, pero su opinión y el hecho de que ella estuviera ahí, eran gracias a él, y aunque no le agradara del todo por una sensación inspirada en el instinto, lo respetaba sólo en parte, en la parte que le correspondía a la influencia que él tenía sobre su padre. quien dependía de la opinión de aquel hombre.
- señor...- se inclinó hacia él, mirando de reojo al joven, esperando que él entendiera en esa mirada que luego se vieran, porque esa sensación en el pecho, ella quería repetirlo.
El pastor la condujo por el estrecho pasillo hasta su cabina, en donde entró, Laura miraba hacia atrás, esperando que su mayordomo la siguiera era importante que lo hiciera, tampoco quería quedarse a sola con ese hombre que tenía mala fama, y que ella no desconocía.
Y el hombre comenzó a hablar, apenas dejándole tiempo para responder a todas sus preguntas, aunque ella quedó distraída con el nombre de aquel mozo, Philip...Philip Woolwealth, sería más fácil encontrarlo con ese nombre, así que en el rostro de la chica, se dibujó una cálida sonrisa como la que tenía cuando estaban los dos unidos en un inesperado abrazo. Pero aquella sonrisa se borró completamente cuando lo comenzó a oír a hablar del chico, al referirse de esa forma del chico, como si fuera una lacra, alguien de segunda categoría, Laura, indignada, sintió como los colores se le subieron al rostro, mientras sus labios se tensaban, lo dejó hablar, y hablar, que era lo que mejor hacia aquel hombre que si bien respetaba, no toleraría que se refiriera de esa manera de ninguna persona.
- le recuerdo que él puede heredar si es el deseo de su padre... y no veo que esta educación lo califique sólo como un sirviente más, además, si no me equivoco, esta educación es aun más...como decirlo, exquisita que la suya - le sacó en cara su burguez nacimiento, levantó las cejas la insolente muchacha que por impetuosa siempre pecaba de impulsiva.
- ah, con respecto a Lady Claire Artridge, ya lo conocía y hablé con Henry y el me ha conseguido una invitación... gracias por pensar en mí - no era del todo verdad eso, Henry ya trabajaba en eso, pero aun no conseguía la invitación Laura hablaba de más, pero no deseaba darle el favor a aquel hombre que podía hablar de una persona. Laura no comió nada de lo que había en aquel lugar, estaba ya asqueada por completo de aquel sujeto- ¿desea decirme algo más? - le preguntó, lista para ponerse de pie.
creo que corresponde que te dé un dado de bonnus por haber jugado un rasgo de mi personaje, disculpa la demora, me enfermé y sólo hasta ahora me he sentido mejor para escribir un post que requiere más tiempo y dedicación
El párroco sonrió beatíficamente a la muchacha, haciendo caso omiso de el rubor encendido que se asomaba en sus mejillas: no era la primera vez que se encontraba con la resistencia de jóvenes damas ante lo que dictaban el sentido común y las buenas maneras, pero tampoco era un novato en lo que a la doma de tan juveniles pasiones se trataba. No podría asegurarlo, pero tal fueran cientos los matrimonios que habían llegado a precisarle para fraguarse, por lo que en ningún momento perdió James su confianza.
- Por supuesto, Laura, me gustaría añadir algo más: a lo que me refiero con la visita de Lady Artridge es a que podrías dar un breve recital para la gente del Liceo e invitados. No me cabe la menor duda de que, si practicas las horas antes, podrás ofrecer todo ese magnífico arte que sabes desgranar con tus dedos-, dijo dando pequeño mordisco a una pasta-. Además de que también serán muchos los jóvenes de alcurnia que pueden empezar a fijarse en ti...- añadió con un guño rápido-. Después de todo, ya sabes que tu padre alberga importantes esperanzas respecto a tu casamiento... Pero, mira, ya llegamos a Avercrick. Nuestro destino esta cerca y me gustaría descabezar un sueño rápido, así que me gustaría dejarte volver con tus compañeras para que hicieras tus preparativos.
Y de este modo, tan vigorosamente como había sido arrastrada hasta la compañía del pastor, la joven Laura fue enviada de vuelta al pasillo. Había sido una reunión rápida y extraña, pero resonaban en su memoria las palabras finales del viejo: era bien cierto que su familia tenía puestas muchas esperanzas en su matrimonio, pues la dote y los contactos que pudieran resultar podrían aliviar las deudas familiares... y dejo de pensar en ello al en trar el compartimiento y encontrar su cesta abierta de par en par: faltaba el diario, su diario.
Tirada: 1d6
Motivo: James Jorgen, haciendo de las suyas
Dificultad: 5+
Resultado: 5 (Exito)
Muy bien, pues voy a tirar ese dado de Bonus que me has dado, a ver cómo estoy de suerte :P
¡¡¡Yupi, un 5, mi primer éxito!!!
Te recuerdo la cantidad de dados que me puedes dar en total:
- 1 dado de Atracción (que ya me has dado y he fallado)
- 1-3 dados de Bonus (de los que ya me has dado 1, y tengo un éxito)
- Tantas Repeticiones como dados de Atracción o Bonus hayan fallado (de momento, ninguna concedida)
El final de mi Turno llega cuando:
- Tenga éxitos suficientes como para comprar 1 punto de Atracción Permanente (por 3 éxitos) o una nueva Compatibilidad (por 4 éxitos)
- Haya tirado todos los dados posibles con sus Repeticiones, y no haya logrado al menos los 3 éxitos necesiarios para comprar Atracción Permanente
- Yo decida terminarlo.
Después pasarías a ser tú la Jugadora Activa y yo el Guía.
las conversaciones con ese hombre con eltiempo se estaban volviendo cansinas, cada vez él parecía intentar tomar más decisiones sobre ella sobre lo que debería hacer, lo que estaba significando que sus propios padres se fueran desligando de su relación con ella, por lo menos de su educación, aunque ya estaba en momento de elegir prometido. La chica avanzó por el estrecho pasillo hasta llegar a su compartimiento,
- tocar... si claro...- gruñó, sentándose y buscando su libro, pero no estaba en donde lo había dejado, pasó su mano sin ver y cuando no se topó con el tacto liso del cuaderno, se alarmó, buscándolo desesperada, llegó a ponerse de rodillas, pero sin dar con él! - salió del compartimiento y buscó al rufían pero nada!, debía buscar a su mayordomo y salió tras de él, ¿en donde se habría metido?
volvi, disculpa u.u