Notas de juego
Cuatro hermanos por delante y otros dos por detrás, en una familia de la baja nobleza Aragonesa, todo hermanos varones y siendo el quinto, destinado desde su nacimiento a no llegar a nada, a morir siendo un cura de una iglesia dejada de la mano de El Señor o en una batalla defendiendo el nombre de un hombre más poderoso que él. Esta es la verdadera historia de Ramón Díaz y de cómo acabó al servicio del Barón Ricardo (barón Richard MacCormak).
Ya desde pequeño fue un hijo no querido, no tuvo nada a lo que pudiese llamar suyo y jamás conoció el amor de una madre, ocupada en intentar darle una hija a su padre, y puede que a algún otro vecino… Siendo el quinto hijo varón se le enseñó lo justo de la guerra y de la escritura y lectura, no había tiempo, pero él sabía que podría serle útil en su triste vida, así que trató de sacarle el máximo provecho. Tras una infancia en que no destacó en nada llegó una juventud dura y de trabajo, había que traer dinero a casa y tratar de agradar a los poderosos señores aragoneses cada vez que había una oportunidad.
A los 14 años, en una taberna a las afueras de Zaragoza, tomando unas pintas con los compañeros del trabajo (trabajaba en las caballerizas de un señor no mucho más poderoso que su familia, y eso le hacía enfurecer demasiado a menudo), despotricando contra su Señor y contra todos los Señores de baja estampa de Aragón sucedió que no se dieron cuenta de la presencia del hijo mayor de este, su Señor, y tras un intercambio breve de insultos y algún empujón, decidieron batirse en duelo por su honor. Este duelo resultó ser decisivo para la vida de Ramón, ya que en él, arrebató su primera vida, perdió su primer trabajo, y fue expulsado del seno familiar…
Durante dos años anduvo mal viviendo de trabajos malos, de baja moral y mal
pagados, luchando en nombre de otros, trabajando el campo o rebuscando entre
la basura para subsistir un día más. Un día, entró en una taberna a malgastar las
pocas monedas que tenía en vino agrio y tal vez algo de compañía femenina, cuando al abrir la puerta se dio de bruces contra un enorme hombre pelirrojo con la mirada achispada. Ramón, al no escuchar disculpa alguna recibió un latigazo de furia en su cerebro, ¡¡él era un noble, y exigía una disculpa!! Rápidamente sacó su cuchillo y corrió hacia la enorme mole, pero antes de rozarlo siquiera fue detenido por varios guardias. El hombretón empezó a reír, y con un extraño acento dijo que le recordaba los días de la batalla de Avignon, Ramón no comprendía nada, pero, aunque él no lo supiera, había entrado a formar parte de los soldados del barón Richard MacCormak, ahora era oficialmente un infanzón y su padre podría sentirse orgulloso otra vez.