Partida Rol por web

Arthur forcejea con el hercúleo soldado, comprobando que su compañero jaguar está en camino y reforzado ante esa idea de recibir refuerzos. Decide cambiar de forma, a una más pequeña, para ayudarse a liberar la presa que sufre. En efecto, en el mismo instante en que su cuerpo mengua, merced al don cambiante, el Bagheera comienza a sacudirse con fiereza y desesperación, hasta que logra encontrar un espacio para liberarse. El soldado forcejea, trata de mantener la presa y, cuando esta se libera del todo, intenta volver a apresar al felino.

Sin embargo, pronto descubre que tiene cosas más importantes de las que ocuparse. Por un costado aparece Bruno, portando su gran escudo y lanzándole su garra hacia el pecho, donde el soldado sufre una fea herida que desgarra ropa, piel y carne, y hace brotar un pequeño reguero de sangre. El soldado retrocede, consciente de que se encuentra en inferioridad, tanto numérica como de poder.

Pero no parece dispuesto a claudicar...

Durante el combate, se suceden las explosiones en el interior del edificio, así como los disparos y gritos. Al derrumbarse una pared, el sonido de la megafonía comienza a oírse más claro, incluso en medio del fragor del combate. La sirena de alarma intermitente sigue acompañada por una voz pregrabada que por megafonía anuncia:

Un minuto, veinte segundos para activación del sistema de autodestrucción.

Un minuto, diez segundos para activación del sistema de autodestrucción.

Un minuto para activación del sistema de autodestrucción.

La cuenta atrás cada vez más cercana y a la vista de los acontecimientos ya no podían hacer nada más. Bruno habría deseado matar a ese fomoriano desgárrandolo con sus mandíbulas pero para qué seguir peleando si la autodestrucción podía hacer el trabajo sucio. Aunque por desgracia no iban a cantarle alabanzas por haber huido mientras los fomori saltaban por los aires aunque fuera un merecido final para ellos.

- Saltemos lejos...

Dijo en la lengua bastet. Saltemos lejos si estos no nos atrapan primero. Bruno había consumido casi toda su rabia pero la poca que le quedaba era la única que necesitaba mientras que por otra parte los demás Bastet parecía que no la habían llamado y eso significaba que salir de ahí no era cosa imposible. Alma era la que le hacía dudar, ¿estaba en condiciones de salir de ahí?

Bruno corrió hacia ella mientras clamaba a su bestia interior. Quizás podría ayudarla si hiciera falta.

No ha echo nada, sacudo la cabeza un par de veces mientras muestro mis colmillos en un gruñido seco, limpio, malhumorado. La voz que nos dice que no queda mucho, bueno todos los gatos caemos de pie.

Miro a esa cosa y mi mirada lo dice todo, nos veremos otra vez si sobrevive y acabaremos esto como acabare con su amo. Hago un gesto al resto para irnos, Bruno ya esta dirigendose hacia mi, me duele todo, demasiado pero sobrevivire de esto estoy segura. 
Me acerco a la cornisa y apoyando mi mano peluda salto hacia la escalera para bajar por ella, es hora de irnos y dejar que este lugar se destruya solo.

No soy la de siempre pero debemos sobrevivir, salgo corriendo tras Alma y salto para poder marcharnos de aqui tan lejos como podamos. El olor de la muerte llega a mis fosas nasales y estoy a punto de descubrir si tenemos las suficientes vidas. 

No se cuanto tiempo queda exactamente pero nos estamos demorando demasiado. Bruno es el que da el grito de que nos marchemos y yo en mi forma felina no me lo pienso dos veces antes de echar a correr todo lo que da mis pequeñas pero agiles piernas busco sitio donde aterrizar tratando de hacer buscar algo donde apoyarme antes de llegar al suelo si la altura es demasiado alta.

El soldado reacciona a las explosiones con desesperación. Pero lejos de estar pensando en salvar su propio cuello, su mirada se llena de rabia y prisa, una precipitación que le hace lanzarse ciegamente contra la que hasta hace un instante era su presa. Toma impulso y golpea con fuerza, aprovechando que el felino se ha girado ya para tratar de escapar y ofrece un blanco fácil. Si hubiera estado más atento podría haberle esquivado, pero el puño se incrusta en el costado del Bagheera, haciendo estremecer costillas y pulmones, obligando a Arthur a retorcerse en su carrera y escupir sangre.

Las explosiones se suceden mientras los felinos se avalanzan a descender del edificio a través de varias escaleras de incendios, muy semejantes a las que utilizaron para subir. La sirena deja de sonar, y la grabación también se detiene una vez que la voz afirma que el sistema de autodestrucción ha sido activado. Bruno va delante, arrastrando a Alma tras de él. Habika ayuda al malogrado Arthur a correr más deprisa, pues este se encuentra en un estado bastante lamentable y sufre grandes dolores a cada paso. Por suerte, las bendiciones de Selene le repondrán pronto.

Pero antes hay que llegar al suelo y alejarse del edificio. Varias cristaleras estallan cerca vuestro, merced a las ondas expansivas de explosiones internas. Un grupo de hombres salen al exterior por una puerta cercana a las escaleras por las que bajáis, pero no se percatan de vuestra presencia. Mejor, porque parecían bien armados. Una llamarada surge de unos conductos a la altura del suelo, en la base de las escaleras. Os veis obligados a saltar desde la primera entreplanta para llegar al suelo terroso sin quemaros.

Desde la alambrada que rodea el complejo, un hombre con sombrero tejano os hace señas con un rifle en las manos. Es Chuck, apremiándoos a correr hacia él. El calor y el ruido son abrumadores, vuestros cuerpos sudan y os duelen pero no podéis dejar de correr. Las explosiones ganan en intensidad y frecuencia, hasta que se ven silenciadas por una única y poderosa explosión al tiempo que una fuerza invisible os catapulta por la espalda hasta haceros caer. Tirados en el suelo, al levantar la mirada contempláis cómo la planta cae por su propio peso hasta convertirse en un amasijo de hierros, escombros y brasas llameantes.

Solo tras unos instantes vuestros oídos vuelven a recobrar su sentido, y la voz de Chuck atraviesa la bruma para ordenaros que os déis prisa. A su espalda esperan los demás Grandes Felinos en una camioneta. Será mejor que os marchéis cuanto antes. Aquí ya no queda nada por hacer.

A lo lejos, como una pequeña mancha sobre el horizonte del desierto, un helicóptero se aleja.