El corazón de Keira dio un vuelco al ver a Pol. Sus labios dejaron de canturrear y su mirada recorrió los cuerpos caídos de los guardias.
Ella había conseguido esquivar todo combate. Soy una cobarde... Pensó al ver a todo lo que había tenido que enfrentarse su amigo. Ella había corrido como una gallina y se había disfrazado confundiendo a la guardia. En el momento de hacerlo le había parecido ingenioso, pero ahora... Se sentía cobarde y rastrera. Pero lo he conseguido... Se dijo, intentando darse ánimos.
- ¿Cómo estás? Vamos, te ayudo... - Se ofreció acercándose al joven y ofreciéndole su hombro. Estaba herido y cansado así que ella sería sus fuerzas hasta llegar al barco.
Pol te detiene con un gesto. Le cuesta hablar, así que recupera un poco el aliento antes de volver a contestarte.
- No te preocupes por mí. Todavía tengo una misión que cumplir. Corre al bote, tu padre te esta esperando. ¡Vamos! - Te apremia, con un tono más serio.
Keira se detuvo con la mano extendida y miró a Pol a los ojos. En ellos vio determinación y firmeza, sabía que por mucho que le insistiera no serviría de nada, así que bajó la mano y asintió con un ligero movimiento de cabeza.
- Ve con cuidado... - Le susurró antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el bote.
Sentado en uno de los botes, con las manos en los remos, está el Capitán Blake, tu padre. Ya no lleva los fardos consigo y parece bastante cansado. Cuando te ve suelta un enorme suspiro de alivio y sonríe contento.
- Menos mal. Me tenias preocupado, pequeña. Vamos, sube. Debemos llegar rápido al barco y prepararlo todo.
Keira sonrió aliviada al ver a su padre. Soltó las armas de los presos en el bote y lo miró sin llegar a subirse.
- ¿Qué tiene que hacer Pol? - Le preguntó cruzándose de brazos. - Está herido y temo por él... No quiere que le acompañe, pero si tú lo ordenas seguro que tendrá que obedecer... - La joven temía por su amigo. No lo había visto bien y un nudo se había formado en su estómago.
Tu padre mueve la cabeza de lado a lado y se encoge de hombros.
- Ya lo he intentado. Yo acabo de llegar y he visto cómo está. Se supone que debe esperar a que lleguen los presos y le he dicho que sería mejor que volviese y que se apañaran solos... - Blake mira hacia la cuesta - Pero sabes cómo es y ha dicho que cumplirá con objetivo. Debemos confiar en él. Se que podrá. Además, los guardias ya temen acercársele.
En ese momento un par de disparos impactan cerca de vuestra posición.
- Mierda, nos han visto. ¡Venga, vámonos!
Keira suspiró y asintió con la cabeza cuando su padre hizo referencia a la tozudez de Pol.
- Sí, tienes razón... - Le dijo echando una fugaz mirada hacia su espalda, allí donde había dejado a su amigo. En ese momento impactaron dos disparos no muy lejos de allí.
- ¡Maldición! - De un salto se subió al bote y miró hacia atrás, mientras su padre empezaba a remar.
Resuenan otro par de disparos pero impactan bastante lejos. El bote avanza a buen paso gracias a los fuertes brazos del capitán. Cuando ya estáis a distancia prudencial de la orilla, te habla, aunque sin dejar de remar.
- Cuando subamos al barco ve a dejar directamente las armas en el camarote principal. A partir de ahora me llamarás Capitán Blake o capitán. Sobre todo no menciones mi apellido ni hagas referencia a nuestro parentesco. Te trataré como una tripulante más, e incluso en privado deberemos andar con cautela. ¿Queda claro? - Su semblante serio muestra firmeza, pero sus ojos delatan que a él le apena la situación casi tanto como a ti.
En ese momento te das cuenta que en este bote volvéis solo tu y tu padre. En el otro volverán Pol y los prisioneros... pero no hay señal alguna del resto de hombres que vinieron con vosotros.
Keira miró a su padre y sintió que algo dentro de ella se rompía. Siempre le había tratado como a un padre y sentía que le sería casi imposible empezar a tratarlo como el capitán. No entendía el por qué... ¿Qué tenía de malo que esos prisioneros supieran que ella era la hija de Blake Lemacks?
Iba a formular las preguntas que se agolpaban en sus labios cuando de repente fue consciente de la ausencia de los hombres que les habían acompañado en los botes.
- ¿Dónde están Will, Thomas, Antonio... y... y el resto? - Le preguntó dirigiendo nuevamente su mirada hacia tierra. Un temor empezó a formarse en su corazón...
- Tranquila - Te contesta, notando tu preocupación - Están todos bien. Se han infiltrado entre los ciudadanos. Desde hoy dejan oficialmente la tripulación del Black Dragon. - Mira con rostro anhelante hacia el pueblo. - Lo que será de sus vidas a partir de ahora ya no queda en mi mano....
Una triste sonrisa aparece en su cara.
Keira asintió, aunque un nudo acababa de formarse en su estómago... Tantos años con ellos... Aquellos hombres la habían criado, enseñado a luchar, a leer y a beber cerveza... Habían estado cuando era una "señorita" repelente y lloraba durante horas por tener que estar metida en un barco. Will se había disfrazado por ella, jugando a ser damas y tomar el té... Hasta que la pequeña descubrió las espadas y dejó todos aquellos juegos de lado, ellos habían hecho lo posible para que se sintiera en su casa. Y ahora... Ni siquiera se había despedido de ellos.
Una lágrima se enredó en sus pestañas. Volvió su mirada hacia el mar, iluminado por el sol... Parpadeó un par de veces para que su padre no viera las lágrimas que luchaban por salir. Bajó la cabeza y ocultando el rostro se quedó en silencio, eran tantos los recuerdos que le venían... Tanto lo que les debía a aquellos hombres... Y ya no volvería a verlos...
En completo silencio, como un homenaje casual a los hombres que ya no volverán a navegar junto a vosotros, el bote atraviesa las calmadas aguas. Los cañonazos son ahora menos frecuentes y el monótono ruido es el único que rompe de vez en cuando la serenidad que se ha adueñado de la escena.
Finalmente llegáis al barco y los hombres lanzan unos ganchos y una escala. Blake engancha una de las cuerdas al pico del bote y sube por la escala. Cuando llega arriba se da la vuelta y tiende la mano, esperándote.
Keira esperó a que su padre subiera al navío. Una vez estuvo arriba, cogió el saco que contenía las armas de los prisioneros y empezó a trepar por la cuerda. Levantó la mirada, enredando por un momento sus iris con los de su padre, y alargando la mano tomó la que él extendía dejando que la ayudara a subir.
Una vez estuvo arriba se dirigió automáticamente al camarote principal para dejar las armas, tal y como le había dicho su padre.
Miró con tristeza el camarote, tantas tardes pasadas allí, junto a su padre... Finalmente, ahora que estaba sola, permitió que las lágrimas que habían estado luchando por salir, corrieran con libertad por su rostro. Hacía muchos años que no lloraba delante de los hombres, ya no era la mocosa que subió al barco, ahora era Keira Lemacks y se había ganado el respeto de los marinos. Pero en ese momento sentía ganas de llorar. Quizás era demasiado egoísta, ya que lloraba por los hombres a los que no volvería a ver... Lloraba por el hombre al que admiraba y amaba y a partir de ese momento sería "su capitán" y lloraba por ella... Por la niña que fue y la mujer en la que se había convertido. Era la tristeza y la felicidad y orgullo lo que se mezclaban en su corazón...
Tras unos minutos secó sus lágrimas, borrando todo rastro de ellas, y salió del camarote, dirigiéndose a la barandilla para mirar hacia la playa y comprobar cómo iban las cosas.