Partida Rol por web

Viendo que con Umbría no había forma, decidí dejar aquello de lado durante una temporada y dedicarme a fastidiar otras cosas, como por ejemplo, a otros señores oscuros, fiestas varias... En este caso, al grupo de esbirros en cuestión, es decir, vosotros, los mindundis que ahora mismo estabais en esta sala del trono, os había mandado algo muy sencillo, como siempre, pero habíais venido sin cumplir, como siempre.

Me había llegado un soplo de que iba a salir el segundo libro de Belén Esteban y eso no lo podía consentir. Una cosa era que yo torturara la gente y otra muy diferente, era dejar que cualquier se pusiera a torturar en mi lugar así que si desaparecía el manuscrito, yo podría seguir dedicándome a lo mío.

Y esa era simple y llanamente la misión:Hacerse con el manuscrito e impedir que saliera el libro de " ese monstruo" a la venta.

El único problema es que el libro se publicó y vio la luz y vosotros tres, tuvisteis un serio problema por no haber cumplido con una misión tan simple. Ahora, en la sala del trono, esperabais vuestro turno para explicar por qué narices no habíais cumplido con vuestro cometido.

- No sé cómo os las apañáis para ser tan sumamente incompetentes. No os puedo mandar nada que no sea respirar y bueno, eso a veces justo justo, así que vais a tener que explicarme y sin muchas chorradas, por qué habéis permitido que esa bocachancla de la Esteban haya publicado ese maldito libro horrible que como poco, tiene que servir para invocar muertos. 

Eché un vistazo a los tres esbirros que tenía delante. La verdad es que no eran gran cosa, pero yo había confiado en que podían cumplir algo sencillo como aquello. Estaba claro que había confiado demasiado.

- Calabazo. - Sería el primero en hablar. - ¿Me puedes decir, qué fue lo primero que hicisteis cuando salisteis de aquí para la misión? - Lo mejor sería empezar por el principio, que el final me lo sabía.

Tras un periodo vacacional la señora oscura había decidido volver a poner a prueba las capacidades de los esbirros que habían sobrevivido a la primera misión – hay gente que parece que no aprende – y le mando una tarea más al grupo de tres descerebrados, que aún quedaba vivo. Posiblemente no le quedaba más remedio que conformarse con esos „quieroynopuedos“ - el mercado de esbirros ya no es lo que era – y sacarles el mayor provecho posible. Lo cual era bastante parecido a absolutamente nada. El caso es, que ahora tenían que localizar a una tal Belén Esteban y evitar que publicará no sé que libro. Y hay empezaban los problemas. ¿Quien coño era esa Belén Esteban?

– Verá usted, su horroroso horror. – Calabazo seguía creyendo que esta era la forma adecuada de dirigirse a su señora. El protocolo como quien dice –. En primer lugar buscamos toda la información posible sobre el objeto a seguir. Removimos mar y tierra y no dejamos piedra sin levantar. Hasta torturamos al infumable Petete, ese del libro gordo. Aunque esto lo hicimos más por gusto que por necesidad, claro. La información que le sacamos al principio no era demasiado específica: fea como el demonio, más tonta que un zapato y maleducada a mas no poder. Una descripción que coincide con muchos de los seres humanos que pueblan los programas de televisión de las tardes españolas. Así que seguimos torturándole (como lo gozamos, leche) hasta que al final conseguimos un perfecto retrato robot de su odiosa enemiga y salimos en su busca sin tardanza. Aquí tiene la foto para que se convenza used misma. No es falsa modestia, pero nos quedó muy bien, su pérfida perfidia.

- ¿Horroroso horror? - Le habrá costado pensar esa alabanza... Había que reconocer que me gustaba que me hicieran un poco la pelota, como a todo el mundo, pero un poco currado al menos ¿no?

Lo del tratar de que ese tal Petete les soltara la información fue una buena y lo del retrato robot también, así que simplemente miré el dibujo en cuestión y asentí.

- Sí que es fea la jodida!

En fin, como ninguno de sus compañeros dijo nada, supuse que por el momento la cosa había sucedido así, pero vamos, no siquiera les había dado tiempo aún a inventarse nada y que les pillara, como ocurría la mayoría de las veces que llamaba a mis esbirros por incompetencias varias como esta.

- Una vez obtenido el dibujo ¿qué hicisteis a parte de vomitar al mirarlo?

¿Qué que habían hecho después? Pues empezar a cagarla, como la señora oscura bien suponía. Pero tendría que ser otro el que lo explicará.  Al fin y al cabo había sido cosa de Trigesmisto el que hubieran perdido el tiempo innecesariamente.

– Después de hacernos con la imagen de esa cosa rubia y la dirección donde encontrarla, salimos corriendo a cumplir con la misión. Todo parecía que iba a salir bien esta vez, pero entonces nos encontramos con un engendro muy raro y feo. Lo curioso fue, que parecía ser amigo de Trigesmisto y venía de no se que sitio llamado Mordor y servía a otro señor oscuro. Así que allí se pusieron a hablar y Trigesmisto parecía muy interesado, por que le hizo muchas preguntas. ¿Qué si un tal Saurón les pagaban las horas extras a sus esbirros? ¿Qué si tenían vacaciones pagadas? No se que de un convenio… Bueno. No termine de entenderlo del todo así que mejor lo sigue explicando el 《Tigre》 este.

Esta vez empezábamos pronto a hablar de otros señores oscuros. Normalmente, siempre tenía que hacer frente a que alguno de mis esbirros quisiera venderse al mejor postor o creyera que podía traicionarme. También, sabía que a veces algunos esbirros usaban esa baza sin que fuera cierta y como aún me sentía generosa, cosa que como siempre no iba a durar demasiado, decidí dejar que Trigesmisto se explicara.

- Ni me suena el nombre de ese tal Sauron, así que seguro que es un mindundi del tres al cuarto que no me llega ni a la tapa de los tacones. - A los Señores molestos y que podían hacer algo en mi contra los conocía y los tenías bien observados, claro, pero ahí sólo mandaba a los esbirros competentes. - Bueno, espero que lo que ha dicho Calabazo tenga algún motivo que no sea estar pensando en unirte al enemigo, porque sino, tus días de ser vivo van a acabar y te aseguro que no vas a volver a la vida después de que termine conmigo como así sea.

Oye como amenaza me había quedado cojonuda, aunque en realidad, no solía amenazar demasiado, más bien, solía hacer que les doliera y punto.

Una nueva misión y una nueva ocasión de que la Señora Oscura admirara mis habilidades, lamentablemente había ido mal, normal con los individuos que ponía bajo mi mando. Y ahora tocaba de nuevo dar explicaciones.

Sin duda habría debido interrumpir a Calabazo cuando empezo a desviarse del tema del retrato robot, pero estaba muy ocupado urgando mi oreja, de hecho estaba a punto de sacar algo verdaderamente interesante cuando la señora Oscura me pregunto algo, !!el tuberculo ese me estaba echando las culpas¡¡

-¿que? a no mi Señora, nunca se me ocurriría traicionaros y perder el estupendo plan de pensiones por ser vuestro siervo. Nada de eso- me limpio el dedo en la camisa mientras intento recordar como había sido aquello

-No, el bigotes de hecho quería abandonar el servicio del tal Sauron, problemas con unos hobbits creo. Y yo le convencía para que entrara a vuestro servicio, es un individuo bastante capaz y le dije que si nos ayudaba a robarle su libro a Belen Esteban sin duda lo aceptaríais y escaparía así de su señor, que no osaría castigarle si estaba a vuestro servicio. Y a mi me daba mucha mas confianza que mis compañeros-

Calabazo se quedo mirando como hechizado la maniobra de rescate de un trozo de algo pegajoso que parecía haberse quedado atorado en la oreja de Trigesmisto. Dos cosas se le pasaron por la cabeza: la primera, que no era extraño que el ogro aquel no oyera ni caraja y la segunda, que era mejor tomar cierta distancia de seguridad para no estar en su radio de disparo, si acertaba a sacar aquel cuerpo hostil de su oído.

Escuchó interesado los motivos de Trigesmisto para haberse liado tanto tiempo con aquel personaje bigotón, que se habían encontrado en su misión, y no pudo por más que exclamar sorprendido.

– ¡Aaaaaaaaah! O sea que la intención era reclutar más personal para su Señora Oscura. Pero lo que no me cuadra es eso de que era alguien competente y sería de gran ayuda para los planes de nuestra temida temerosidad. De hecho no paraba de tropezarse y frenarnos en nuestra búsqueda de la Belén esa. Vamos, que mas esbirros incompetentes tampoco es lo que mi Señora necesita. Digo yo.

Puede que Trigesmisto hubiera intentado hacer algo útil por primera vez en su vida, pero desde luego, si las palabras de Calabazo eran ciertas, no lo había hecho muy bien.

- Cierto, no necesito más incompetentes. - Dije tan tranquilamente, porque aún no se había evaporado mi casi inexistente paciencia. - Ya tengo suficiente con vosotros.

Estaba claro que aquello no iba a durar eternamente, la calma, pues en cuanto la hubieran liado un par de veces más, ya me conocía e iba a empezar la verdadera fiesta, y no estaba pensando en globos y purpurina precisamente.

- Bueno, voy a querer suponer que os deshicisteis del tipo en cuestión, me da igual cómo, y continuasteis con la misión ¿verdad? - Miré a Trigesmisto que era quien estaba contándome lo sucedido.

El almuerzo de emergencia me interrumpe de forma bastante molesta y me vuelvo a replantear porque aun no me lo he comido, pero entonces la Señora Oscura dice algo que me sorprende

- Cierto, no necesito más incompetentes. 

Esta declaración sacude en un momento los cimientos de mi comprensión del mundo, convencido de que la Señora Oscura basaba su poder en reclutar incompetentes sin cesar "creo que no lo entiendo". Su cara muestra su gran confusión, osea que no cambia nada porque es inexpresiva como el granito.

Lo que si que entiendo es que o respondo algo o me va a pasar algo feo, así que sobreponiendome a la sorpresa continuo

-ejem, si "bigotes" era un poco torpe pero eso no le quitaba su utilidad como carne de cañón que demostró bien pronto ya que tras hacer algunas preguntas nos indicaron por donde se iba a casa de Belen esteban. Era un barrio de aspecto bastante siniestro lleno de individuos sospechosos, pero nosotros seguimos el camino que nos habían indicado sin desviarnos un ápice, entonces ocurrio lo imprevisto...-

Pausa dramática, eso siempre funciona, especialmente cuando lo que vas a decir a continuación no tiene el menor drama

-De forma inesperada y traicionera nos atacaron los tipos de la zona, siervos de Belen Esteban que atacaban sin miedo a la muerte mientras decian frases extrañas, "Arriba la Esteban", "yo por mi hija MA-TO", "no voy a llorar", "Andreita comete el pollon" y así seguian mientras los machacabamos, no parecían sentir dolor y he de decir que Bigotes cayo luchando como un heroe, un heroe torpe eso si, que nos consiguio tiempo para escapar-

-Al final nos toco escapar de esa turba descerebrada, y todo iba bien, pero Gumblich que guiaba nos llevo hasta un callejón sin salida, se acabo el camino y la turba estaba cerca tras despedazar a Bigotes-

Me quedé un momento pensando en eso que gritaban los siervos de la Esteban según Trigesmisto y algo no me quedó claro. - ¿De verdad le gritaba a alguien que se comiera el pollón? A ver si a parte de haber escrito un libro tan siniestro tenía una especie de club de alterne o traficaba con mujeres del este de Europa o algo así... ¿ La habría subestimado?

De todas maneras no iba a tardar en enterarme así que miré a Gumblich esperando que él pudiera aclararme alguna cosa más, porque la cosa estaba un poco confusa en mi cabeza.

- ¿Cómo se te ocurrió escapar por aquel camino? - Negué con la cabeza cuando pregunté esto. - ¿Había un pasadizo secreto? ¿Bajasteis por las alcantarillas? 

No sé, algo tenían que haber hecho para salir de allí con vida ¿no? De todas maneras, la muerte del tío de los bigotes no me daba ninguna pena, la verdad.

El veterano servidor se secó el sudor esmeralda de su rostro verdoso y encaró con su habitual pragmatismo la inabordable tarea de explicar a su respetada señora quién había sido el responsable final de que la misión encomendada se hubiese ido al traste, vamos, la pata de ardilla requemada de cada día.

— Su excelsa malignidad, gracias por no reducirnos a un picadillo de carne de inmediato, vuestra maligna generosidad al permitirnos explicarnos solo es comparable con las arenas del tiempo, o con la cantidad de envases de Ardilla-Cola™ que pueblan el multiverso. 

Como muy bien han indicado la cucurbitácea y el hierático, les llevé hasta un callejón sin salida, no conocía la zona y en mí defensa diré que no me guiaba el impulso de escapar sino el de encontrar un modo más rápido de llegar a la zona que buscábamos. Para este fin decidí que nos escondiéramos en un concesionario de vehículos que, aunque tildé de poco discreto en un principio, luego recordé que buscando algo que está justo delante de ti hay menos probabilidades de encontrarlo, así que el lugar me pareció perfecto.

Intenté cruzar los dedos mientras se acercaban nuestros perseguidores, pero el grosor de los mismos, de lo que es responsable sin duda la empanada de ardilla al beicon tostado, me lo hizo imposible.

Aquel esbirro verde me ponía un poco del nervio hablando.

- ¿Qué coño es una cucurbitácea? - Imaginaba que se refería a la calabaza, pero vamos, cuando matara al esbirro en cuestión iba a tener que mirar en la página de la RAE... era como hablar con un diccionario con patas.

En fin, era mejor seguir prestándole atención porque sino seguro que volvía  a usar algunas palabrejas de esas y me iba a perder.

Un concesionario de coches me parecía un buen lugar para esconderse, había muchos maleteros...

- ¡Eh! ¡Espera! Que no iban a llevarse un cadáver...

Coloqué las manos en jarras tras ponerme de pie y miré a Gumblich.

- Espero que esconderos como viles cobardes os sirviera para algo...

— Nos fue útil Su notable malignidad -aseguró el goblin de inmediato- puesto que nos permitió deshacernos de nuestros perseguidores y además encontrar un mapa en la guantera de un Corvette con el que logramos saber dónde estábamos y a dónde queríamos ir. Solo faltaba encontrar un vehículo discreto, rápido y que contaminara mucho, que nos condujera hasta la casa buscada. De ello se encargó Calabazo -. Tosió un poco y continuó Gumblich con expresión caústica y algo condescendiente -. No está en mi naturaleza reprobar las ocurrencias de mis camaradas de misión, pero me veo en la obligación de señalar que su elección de un bicicarro, cuando estábamos rodeados de Lamborghinis, Ferraris roché, etc, es cuanto menos indicativo de graves trastornos mentales.

Sí, definitivamente le iba a dar la razón a Gumblich. Nadie en su sano juicio hubiera elegido ese vehículo teniendo coches de lujo a su disposición, pero ya me constaba de antes que mis esbirros nunca eran lo que se dice " normales " y que incluso algunos eran bueno... en fin... pues eso.

- ¿Una bicicarro?

Gumblich tuvo que explicarme qué era eso exactamente y ya no tenía demasiado claro si Calabazo quería cumplir la misión o quería pasar por un Mercadona para hacer la compra.

- Si es que... donde no hay mata...

Mi vista se volvió hacia Calabazo y pudo comprobar por mi expresión que tampoco veía el por qué de su elección, aunque estaba segura de que no iba a tardar en explicármelo, al menos, si no quería terminar en una cazuela o en una tienda sujetando una vela para Halloween entre los dientes.

- Calabazo ¿por qué una bicicarro?

La calabaza se puso todo lo colorada que le permitía su ya de por si colorado tono naranja chillón. No podía terminar de creer lo que oían sus inexistentes oídos. Aquel aprendiz de villano con verrugas le acababa de llamar cucurbitácea sin inmutarse lo más mínimo. Ella, que era una calabaza de Halloween de pedigrí desde hace muchas generaciones. Bien. Así lo había querido el guisante verde y narigón. Calabazo tendría que decirle la verdad de lo ocurrido a la señora oscura, aunque esto no gustara a Gumblich.

– Bueno, su señorona señora, la verdad sea dicha los coches de aquel concesionario tenían tantas luces como su verde esbirro en la cabeza. O sea, ninguna. Más bien eran todos chatarra sin uso alguno. De hecho tuve que buscar mucho para encontrar algo más o menos en buen estado. Contento me puse al ver el bicicarro aquel. Además venia con chapita y todo. Un éxito, vamos. Y allí me coloque al frente de aquel vehículo para guiar a mis compañeros hasta la Belén. Que ya que a mi me faltan las piernas y a ellos el cerebro, lo mejor era empezar a aportar cada uno aquello de lo que más tenía.

Puede que Gumblich hubiese exagerado un poco su descripción de los trastos viejos de aquel harapiento y hediondo solar en el que se escondieron, pero claro, desde el punto de vista de un goblin aquellos cacharros a punto de desmontarse de puro viejos eran el no va más en cuanto a potencia, sobre todo cuando descubrió el elevalunas a tracción animal, sin embargo se guardó mucho de mencionárselo a su temida señora en un poco común momento de lucidez.

— Su sombría perversidad, disculpe que interrumpa, pero debo apuntar que, si tan entregado estaba Calabazo a la tarea de dar con la Belén y acabar con su reino de horteridad, ¿por qué paró en una rara asociación de espantajos cuándo íbamos de camino a los estudios donde ruedan "Sálvame Deluxe, o mejor pégame un tiro" aduciendo que le hacía falta algo más de personalidad y que necesitaba con urgencia unas cejas nuevas?