Me emocioné al oir la propuesta de papá, pero..
-¿Renault? ¿Coches? ¿Tu crees que lo haré bien? -no sabía mucho de mecánica, sólo lo que había visto de tractores en el pueblo, y lo que mi amigo Françoise me contaba, que le encantaban los automóviles- ..Si tienen paciencia con una novata, creo que podré hacerlo bien. ¡Gracias, papá! ¿A qué hora he de ir?
- A las diez de la mañana y claro, ¿Si no confiara en mi hija en quien lo haría? – Dijo sin pensar que quizás eso cargaba más responsabilidad a tus espaldas.
...
Y el día siguiente llegó, tu padre te dio indicaciones sobre como llegar y por quien preguntar "Sieur Joseph". Te arreglaste como consideraste oportuno y partiste temprano, no querías hacer tarde a la entrevista, llegaste con un poco de antelación, te hicieron esperar en una fría sala en la que estabas a solas, o no habían candidatos o habían concertado las citas lo suficientemente espaciadas como para que no coincidieras con nadie, una chica que debía de ser una secretaria te indicó que podías pasar al despacho.
Cuando lo hiciste un hombre te examinaba desde la otra parte de una mesa de madera, había mucha madera en aquel despacho, debía de ser roble o algo así, sólo el despacho debía de valer más que la casa de tus padres.
El hombre no sonrió, pero no te quitó el ojo, esperó a ver como te presentabas.
Estaba nerviosa, pero procuraba que no se me notase. Iba a ser mi primer empleo, nuca nadie me había entrevistado.
¿Qué me preguntaría? ¿Qué debía responder?
Por mucho que papá dijese que debía estar tranquila, no lo lograba, y me costaba no juguetear con los pliegues de mi vestido, cosa que me dijo mamá que no quedaba bien en una señorita.
Entré por fin en el despacho, cuando me hizo llamar. Me sentía un poco cohibida ahí adentro, a solas con él, pero.. buuff, por mucho que me costase, necesitábamos este trabajo.
-Buenos días, monsieur Joseph -le saludé, intentando aparentar firmeza y seguridad- Mi nombre es Justine Girard. He venido para intentar obtener un puesto de trabajo en su fábrica.
Esperé a su contestación conteniendo el aliento.
¿Habría sido demasiado descarada?
- Siéntese por favor – Te indicó el hombre.
Esperó a que lo hicieses y juntó los dedos de sus dos manos mientras le observaba desde su sillón, más elevado que tu silla por cierto. Enarcó una ceja con tus primeras palabras - ¿Intentar? No es muy buen comiendo señorita Girard – Touché, parecía que no habías sido demasiado descarada sino que te habías quedado corta, en seguida te diste cuenta de que era un jefe agresivo, y con las cosas claras.
De todos modos el hombre mostraba una inexpresiva cara de poker y prosiguió con la entrevista, prosiguió porque todo parecía formar parte de ella – Muy bien, dígame lo siguiente: que cosas se le dan bien, que cosas se le dan mal y porqué debo contratarla.
Tanta hosilidad y sequedad por parte de Monsieur Joseph me resultó inquietante, y me puso un poco nerviosa. Esperaba hacerlo bien, no quería decepcioar a papá, por mucho que me hubiese dicho que no era importante si no conseguía el trabajo. Carraspeé levemente, tratando de ganar algo de tiempo para pensar mi respuesta.
-Veamos.. Se me da bien aprender, sé algo de mecánica, y me interesa aprender más. Soy voluntariosa y trabajadora. Podría hacer casi todo tipo de trabajos, en una fábrica como ésta. Sé también leer y escribir, y soy muy organizada y limpia. En la parte negativa, he de decir que llevo muy poco tiempo en la ciudad, y aún he de habituarme a ella. Por lo demás, creo que podría desempeñar con eficiencia un empleo en su fábrica, si me da la oportunidad.
Me quedé en silencio, aguardando su reacción. Me tenía confundida con su actitud, no sabía qué pensar de él, si mi respuesta era lo que esperaba o no. Traté de no parecer nerviosa, mientras él no habló.
- Ummm – Se quedó pensativo, tras unos segundos de silencio prosiguió en aquel mismo tono que no sabías muy bien como tomar – Está muy bien eso de aprender, pero no nos dedicamos a transformar a la gente en universitarios, busco a gente trabajadora, a gente que hábil con las manos, que no le importe hacer horas extra, que no le importe ensuciarse de arriba debajo de grasa.
Se recostó de nuevo en su sillón - ¿Es usted de ese tipo de personas? – Frunció el ceño mirándote, examinando hasta el movimiento más leve de tu cara.
-sí, señor -dije rápidamente, temiendo una negativa por su parte. Veía preparada para eso, pero.. no quería recibirla. Fui sincera, como me dijo papá que lo fuese-. Lo soy. Estoy acostumbrada a trabajar duro, aunque no en este sector. Mi familia procede del campo, y allí recolecté e hice lo necesario siempre, de sol a sol. No me asusta el trabajo duro, y sé que puedo hacerlo bien.
Mi rapto de sinceridad me sorprendió. Me quedé expectante, y con un hilo de voz, añadí:
-..si me da una oportunidad.
De nuevo se hizo el silencio. De reojo veía los papeles de la pared, movidos por alguna brisa imperceptible. Quería irme de allí ya, me estaba poniendo más nerviosa aún con el silencio.
- Eso no me preocupa señorita, nuestro jefe de producción tiene un pasado similar y mire a donde a llegado, yo soy de lo que piensan que el futuro se lo va labrando uno, si me permite la comparación – Sonrió – Labrando, entiende… - Soltó una risotada
Pero de nuevo se puso serio en seguida, pensativo – Está bien, estará quince días en periodo de prueba, hágalo bien y tendrá futuro en esta empresa – Se levantó y te tendió la mano como para confirmar el acuerdo
¡SÍ!
Me levaté como un resorte a estrechar su mano. Creo que se me notó de sobra en la cara que estaba feliz.
-Muchas gracias, monsieur Joseph, ¡muchas gracias! -dije, respirando al fin, aliviada- No le decepcionaré.
Quince días.. No era mucho, pero era una prueba, al menos. Mi primera entrevista de trabajo, y no me habían rechazado de pleno. ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo conseguir lo que me proponga!
Papá no se lo va a creer. Ardo en deseos de contárselo..
El hombre esbozó otra ligera sonrisa al notar tu alegría y antes de soltar tu mano que quizás apretujó un poco demasiado fuerte añadió – Mañana a las 8 de la mañana aquí, firmará el contrato y le presentaré al jefe de producción y estará a cargo de él.
Y ya dejó que te marcharas, tus primeros días en la ciudad y comenzabas con muy buen pié, tenías el resto del día para contarlo a tu familia o celebrarlo como desearas, aquí en la empresa ya habías terminado. Sin duda eran días importantes que recordarías el resto de tu vida.
Te doy un poco de cancha para que en un post me digas que haces el resto del día ^^
Me despedí de mi nuevo jefe (¡jefe! ¡aún no me lo podía creer!), y no perdí un minuto en ir a contárselo a mis padres. Pero.. en mi entusiasmo y precipitación, no había caído en la hora que era. Seguro que ya estarían trabajando, y yo no sabía dónde. ¡Mi gran noticia tendría que esperar hasta mediodía, al menos!
Quedé abatida unos segundos. ¿Qué podría hacer?
De pronto, la parte más aventurera de mí me sacudió: ¿Estás tonta? ¡Que esto es París! Pisé de nuevo sus calles con aire sereno. Ahora ya tenía trabajo, estaba más aliviada. Podía mirar escaparates, y con un poco de dinero que me dió mamá, quizás tomarme un helado. Hacía años que no probaba uno.. Me surgieron tantas ideas.. Pero decidí pasear, sin rumbo marcado. Papá me había escrito la dirección de casa de nuevo, y un mapa sencillo de cómo encontrar la calle. Si me perdía, de nuevo podría preguntar a alguien, así que en eso también estaba tranquila.
Me dediqué a pasear y observar a la gente y sus cosas.. ¡Todo era tan distinto aquí! Las callejuelas parecían un laberinto, y todo estaba lleno de tiendas pequeñas. Vendedores ambulantes ofrecían también su mercancía. Era una ciudad muy bulliciosa. Me sentía abrumada, casi añoraba la paz del pueblo.
El paseo con mamá había sido distinto, ella sabía por donde ir. Yo simplemente me dejé llevar. Los cristales de las tiendas escondían maravillosos tesoros. Ví vestidos de ensueño, zapatos lustrosos, máquinas que no sabía para qué servían.. Finalmente, me decidí a entrar en una librería, y ojear los ejemplares que allí tenían. Me gustaba mucho leer, es algo que había heredado de papá y el abuelo. No tenía dinero para muchas cosas, así que decidí sacrificar el helado y comprar un libro que contaba la historia de la ciudad de Paris. Ahora vivía en ella, y me gustaría conocerla más, y desentrañar sus rincones.
Ojeando el libro me llamaron la atención la torre Eiffel, la catedral de Notre Dame, y el Sena. Creí más conveniente esperar a ir acompañada a los dos primeros lugares, pues no sabía dónde estaban, pero preguntando, me dijeron que el río estaba cerca, y hacia él me encaminé, para poder ver los mercadillos que allí colocan, y hacer tiempo hasta volver a casa y hablar con mamá.