Partida Rol por web

-ah, volvemos al mundo normal- digo con cierto alivio, los peligros que describe son lo normal después de todo. A lo que ibamos preparados cuando nos embarcamos en el trabajo de saquear tumbas

-Bien, estamos preparados para eso-

El equipo eramos los tres claro, va a ser raro no tener a Iu a nuestro lado

El lugar me ponía los pelos de punta y no es para menos. Era la primera edificación que veía tras tanto salvaje vergel y, lejos de estar ocupado, no había rastro de alma alguna… nunca mejor dicho… lo que acrecentaba mi malestar general.

Ante la mención de podernos encontrar cualquier cosa, revisé por instinto mis armas y equipo, amén de encender una antorcha… o intentarlo, pues ni sabía si lo que yo respiraba ahora mismo era aire. Al fin y al cabo, podíamos aparecer en una cueva, el interior de unas sombrías ruinas o lo que fuera. Sí, también sería ponerme una pequeña diana encima, pero mejor tener algo de luz que nada en absoluto.

“Cruzamos, nos aseguramos que todo está bien y nos ocupamos de descargar la barca”, comento con un breve asentir. “Es como cualquier exploración más. Mientras hagamos las cosas bien, podremos lidiar con lo que sea”.

Justo cuando pensaba que dirigía a todas esas mujeres divinas como a un rebaño de borreguitas, ellas notaron sus metafóricos colmillos de lobo, en la propuesta de una competición claramente balanceada a su favor.

Con lo que pronto cayó de su gracia. Para luego caer literalmente cuando lo empujaron fuera de la barca. Aunque por lo menos se aseguró de soltar rápido a Neefer para que no terminara cayendo con él. Si ellas lo tumbaron sin miramientos de una barca, dejándolo a su suerte solo con eso, no quería enterarse que le pasaría si realmente se enfurecieran.

-¡Yiauch! ¡Arg! -Lo único que dolía más que esas mujeres humillándolo de esa manera, era el dolor de estrellarse contra los árboles-. Mierda, nunca pensé que estar muerto doliera tanto -Se sobó el cuerpo mientras se recomponía y rápidamente buscaba la dirección de la nave voladora alejándose en el horizonte.

Tener una barca voladora no solo era cómoda, sino que eliminaba los obstáculos de por medio, por lo que podían avanzar en línea recta, y por tanto llevar una trayectoria predecible. Si las seguía tal vez aún podría conseguir algo...

Puso rumbo a seguirle la pista al barco, mientras a su paso dejaba algunas muescas en los árboles, acomodaba piedras o dejaba leves manchas de tinta en los troncos por donde pasaba. Aún si podía perder el rastro de esa nave, no estaba dispuesto a perderse a sí mismo en ese territorio.

Terminabais acercándoos al gran templo y a ese circulo en la pared, la embarcación atravesándola como si no existiera y a medida que pasabais al otro lado, todo cambiaba. No solo era la ausencia de naturaleza, no solo era el estado del edificio totalmente abandonado con los murales desgastados y habiendo perdido la intensidad del color.

El sol os llegaba a través de los techos derrumbados y las grietas de las paredes y lo más importante era el calor.

Ese calor familiar que ya casi habíais olvidado al entrar al mundo de los muertos y ahora os golpeaba como un martillo.

El clima del desierto no perdonaba y enseguida notabais las gotas de sudor bajando por vuestras espaldas.

Incluso Ahmanet bufó con el intenso cambio.

La embarcación paró al lado de uno de los embarcaderos. La larga sala extendiéndose con multitud de barcas abandonadas, rotas y carcomidas por los siglos. Realmente este lugar parecía ser un centro neurálgico. Y por las decoraciones de las paredes que a Lionbane le encantaría estudiar, básicamente una necrópolis desde la que mandaban los muertos al más allá.

Al menos no parecía que hubiera nadie.

Bajasteis de las barcas para dar un rápido vistazo al templo, sorprendiéndoos de lo que hallabais.

El templo no solo estaba abandonado, si no que el patio interior era una enrome laguna de agua cristalina.

Un sinfín de columnas y paredes rodeándolas, con sus dibujos, relieves y hieroglíficos. Con las sombras marcadas del sol en cada uno de los relieves que se proyectaba por todos lados y el destello de las luces reflejándose en las aguas tranquilas.

No era muy profundo, seguramente el agua os podía llegar a la cintura de media. Y tampoco era agua fresca, estando todo el día bajo el sol, el agua estaba más bien templada y no refrescaba en absoluto.

Aunque os extrañaba que no se hubiera evaporado sin más. Con lo que imaginasteis que aquí había uno de los famosos oasis.

-Bienvenidos Necropolis Theban.- Dijo Ahmanet en su lengua común rota, pues ahora tenía que utilizar sus habilidades propias de comunicación.

-Parecer seguro.-

Inicias tu persecución a través de los bosques esperando no perderte y usar pequeñas marcas y muescas mientras avanzabas en la dirección que desaparecieron esas mujeres. Sin embargo el bosque y la colinas son grandes y parece que no estaban precisamente cerca, pues pasadas muchas horas empezó a oscurecer ... algo que parecía extraño en sobremanera.

Nunca habías estado tan oscuro en el mundo de los vivos. Tocaba hacer un pequeño campamento donde descansar la noche, pues muerto o no, te dolían los pies una barbaridad.

El retorno al mundo de los vivos viene marcado por una bofetada de calor que nos hace empezar a sudar de inmediato, supongo que es fácil acostumbrarse a lo nuevo.

Da igual, lo importante es que parece seguro. Los edificios interesantes, grabados antiguos y tesoros arqueológicos no me impresionan en lo mas mínimo, no como el estanque que encontramos, ¡agua!.

Me acerco, la huelo y finalmente la pruebo

-Un oasis, y no está vigilado. Eso es que no lo ha descubierto ninguna raza inteligente-

Ahora Iu buscaría rastros de animales y monstruos, pero a falta del explorador miro yo alrededor por si veo alguna huella o algo

-Si pudieramos asegurar este sitio se ve mejor que la tumba de Amahet-

Había perseguido sus objetivos durante días enteros en el pasado, entonces tenía la paciencia suficiente para seguir una trayectoria, tomando siempre precauciones para no perderse. Sin embargo, la verde alfombra del reino del descanso eterno, más bien le hacía trabajar extra, con bosques y colinas de mayor extensión de lo que parecían en primera instancia. Y tal vez lo más extraño de todo. El cielo de hecho empezó a oscurecer. 

-¿Pero qué rayos? -Es decir, había estado en muchos ambientes. Y el sol se ponía en todos ellos al terminar un día. A veces a diferente hora, a veces un poco más al sur o al norte, pero parecía un hecho fundamental de su mundo. Poco podía imaginarse que un paraíso fresco y verde como este necesitara de una noche fría para contrarrestar cosas como el infernal calor del desierto... solo con las cosas que descubría en su larga caminata, ya sentía que se estaba convirtiendo en el explorador más conocedor de todos. 

Sin embargo, las diferencias con el mundo de los vivos se volvieron aparentes cuando la oscuridad caía sobre el lugar, volviéndose tan profunda como nunca había visto, por lo que se vio forzado a hacer un campamento y descansar. -Hm. El paraíso también es el mundo de las tinieblas, ¿eh? -Pensamientos pasaban por su mente de las palabras de las acusadoras palabras de la reina Bahiti. Si ella tenía razón... ¿como sería la muerte en el mundo de los mortales si sus almas se pierden? ¿El abrigo de una oscuridad tan negra como esa, sin un principio ni un final? Algo debía estar muy mal con el explorador porque cada pregunta le prometía una respuesta que le aterraba, y le emocionaba al mismo tiempo.

Aunque ahora mismo le aterraba quedarse sin pies, pues eran un manojo de dolor después de todo un día caminando. Ahora empezaba a entender porque aún en la otra vida las mujeres usaban una barca para moverse. 

Lionbane erigió su campamento, e intentó trazar un mapa de las zonas que llevaba exploradas. Incluyendo los recorridos y vistas familiares del bosque, así como cada diferente colina que tenía a la vista para ubicarse en el espacio. Todo antes de descansar y esperar para continuar, cuando la oscuridad le permitiera ver de nuevo.

El paso al mundo de los vivos, lejos de lo que uno pudiera pensar, no fue ni un alivio ni algo agradable. La realidad, comparada con la muerte, era un aplastante y brutal recordatorio sobre el enorme calor que había. Un sol abrasador que se empecinaba en evaporar hasta la más pequeña perla de sudor que tuviera uno encima.

Aclimatándome al cambio como podía, observaba con una mezcla de desconfianza, precaución y cierto asombro el sitio al que nos había conducido Ahmanet. Las ruinas, necrópolis, templo o como les quisiera llamar uno, estaban tan abandonadas y resecas como pudiera esperarse… hasta que, durante la exploración inicial, nos llevamos una sorpresa.

“Joder… Un oasis…”, digo sorprendido. Ciertamente, tras haber visto todo ese vergel, esto más bien parecía una charca de meados… y seguramente su sabor sería similar al estar a la intemperie, pero era innegable que no había tocado el gordo… logísticamente hablando.

“No creo que se buena beberla sin más, Yardak. Quizás si se cubre del sol, se limpia el fondo y la purificas… sí que mejore…”, comento viendo al clérigo bastante decidido en catarla. Allá él si le daba una cagalera de cojones.

Centrándome más en lo importante, y apartando de mi la idea de darme un chapuzón, observaba el templo y los alrededores. Realmente estábamos en medio de la jodida nada, pero eso no era indicativo de no ser un lugar de paso. El mundo era mucho más grande de lo que uno pudiera esperar… aunque sí, lo de haber un oasis desatendido hacía que me inclinase más hacia la idea de ser éste un territorio ‘virgen’.

“Si tienes problemas para explicarte, le quitas la mordaza al cetro. Ya tiene pendientes, pero, si no colabora, le cierras la boca y a seguir”, le comento a la momia con cierta indiferencia respecto al cetro. “¿Cómo de grande era éste sitio? ¿Podría usarse de guarida o no es… recomendable… por esos guardianes-chacal?”.

Ahmanet había devuelto el cetro a Yardak una vez habíais cruzado el umbral y embarcado. Con lo que a las palabras de Sett lo miró de reojo pero levantó los hombros indiferente. -Tengo aprender.-

La verdad es que era extraño que el agua que encontrarais estuviera tan cristalina cuando estaba bajo el sol. Fuera que no se evaporase o que tuviera algas. Pero no era el caso y cuando el clérigo la probo, pudo notar un timbre especial. Como el del agua bendecida.

Algo que solo un indoctrinado como el podía saber, claro.

Si sumergieran a un demonio en estas aguas, chillaría como si lo bañaran en acido. Lo que también tendría el mismo efecto en no-muertos. Teoría que se desmontó cuando Ahmanet tocó el agua con sus dedos y se refrescó su cara soltando unas imperceptibles plegarias.

¿Quizá no era una no-muerta común?

-Guardianes en mundo almas. No aquí.- Respondió dificultosamente a Sett. -Aquí poder ser guarida, poder tener trampas. Poder guardianes de piedra. Peligrosos.-

-Primero. Descargar barca, salvar Iu.- Terminó sentenciando e irguiéndose.

Vuestra esclava, viendo que Yardak no se moría por el agua y que la momia se refrescaba, os preguntó (humilmente) si se podía bañar.

La noche fría y oscura no propició descanso alguna. apenas pudiste cerrar los ojos mientras tu mente daba vueltas a toda clase de preguntas. Pero el sol salía de nuevo y era momento de continuar el camino.

Siguiendo la misma dirección que ya tenias trazada continuaste caminando entre las frondosas plantas que solo habías visto, y en menor tamaño, en los jardines de los más adinerados de la ciudad de oro.

Al menos no encontrabas ni una extraña bestia.

Solo un largo dia de viaje que destrozaba tus pies.