Partida Rol por web

Para mi sorpresa, Tarik logra tener éxito de forma bastante resulta. No sin falta de trucos, por supuesto, pero una victoria es una victoria, dando lo mismo lo mucho que maldijera la mujer.

Soltando un bufido, me reincorporé, abandonando la sombra y compañía de Ahmanet para quitarme las piezas de armadura y demás hasta acabar desnudo. Seguía sin hacerme gracia todo ésto, pero siendo yo quien era, la opción de retirarme de una pelea no estaba entre mis opciones, mucho menos contra una mujer.

"Mi turno entonces...", comento entrando en el círculo, cuidándome bien de que la mujer no fuese a usar una táctica como la de Tarik.

La mujer no dijo nada ante la retirada de Yardak y contempló a Kabal con cierta anticipación. Cuando este entraba en el circulo ambos estaban alerta de tretas y trucos sucios como los de Tarik. 

Parecía que tanto la mujer como yo estábamos atentos por si al otro se le ocurría otra jugada como la de Tarik, algo bastante comprensible, lo que me hacía pensar que ella no era de las que usasen esas cosas... si bien yo prefería optar por cuidarme en salud.

No habiendo visto bien cómo se las gastaba la mujer, mantuve la postura mientras la estudiaba. No se me escapó que ella antes estaba lista para que un toro la envistiera, acabando fuera del círculo por el truco de la arena. Ésto me inclinaba a pensar que ahora se mostraría más agresiva, así que me preparé para un asalto agresivo por su parte, listo para revolverme y proyectarla fuera del círculo.

Al ver que Kabal tomaba la actitud defensiva, Amunet avanzaba hacia este con cierta determinación, pero sin prisas. Cuando estaba cerca lanzaba su mano en una finta y cuando Kabal intentaba reaccionar, ella cambiaba de postura y le agarraba el brazo para estirárselo y agarrarlo mientras le hacia un derribo y lo placaba al suelo, sus cuerpos juntándose en una rápida presa mientras retozaban en la arena.

Kabal buscaba zafarse de la luchadora pero su presa era de hierro y lo único que conseguía era dañarse sus tendones mientras continuaban retozándose por el suelo, sus pieles cada vez más sudorosas por el esfuerzo. -Puedes rendirte cuando quieras.- dijo divertida ella.

Si bien su diversión no venía de ganar, si no de sentirse viva.

Mi respuesta a su comentario fue un gruñido, en una mezcla de rabia y dolor, y la humillación propia de ser sometido con tanta facilidad. Estaba claro que la mujer no era una cualquiera, no por nada acabó enterrada allí, pero eso no quitaba con que mi propio cuerpo no parecía hacerme mucho caso.

Quizás las molestias del duro combate contra el Sanguino me seguían pasando factura sin darme cuenta. Sea como fuere, apretando los dientes, traté por todos los medios de zafarme de la molesta presa y evitar una derrota tan humillante.

Estabas lejos de rendirte y mostrabas tu voluntad inquebrantable demostrando que querías darle la vuelta a la situación. Sus brazos se tensaban igual que sus musculosas piernas, su cuerpo era como el de las marmóreas estatuas de famosos deportistas y cada uno de sus movimientos era poesía pura.

Tanto Kabal como Amunet eran una masa de músculos luchando por el control uno del otro, con venas, tendones y músculos marcados, sudor, bufidos y quejidos. Pero al final de todo, quien siempre salía como vencedora, era Amunet. Quien empezó a abusar de su dominio pare meterle mano a Kabal y estimular sus bajos, como si buscara empalmarlo.

Tan pronto consideraba que ésto empezaba a ser humillante, que la mujer lo remarcaba todavía más, recreándose. No quería reconocerlo, mucho menos contra una mujer, pero mi cuerpo empezaba a darme avisos de que parase o acabaría lesionado. 

Lo que para uno fue algo tan fácil, para mí se complicaba de una manera de lo más absurda. Mal me pesase, y por mucho que me cabrease, tenía que conceder.

"Concedo", digo molesto por la humillante derrota. "Suéltame de una vez".

En el momento que Kabal concedía el combate Amunet lo soltaba al instante. De una voltereta hacia atrás se levantó al instante, si bien despeinada, cansada y ... francamente contenta. Luego miró a Tarik y su sonrisa se rompía. Continuaba pensando que perder por esa jugarreta había sido sucio, pero era como había realizado el trato.

Después de eso e ignorando lo que pudierais decir, saltó de repente hacia la guardiana y se le subió a la grupo para agarrarla del cuello y en una llave forzar a que inclinarla y tumbarla al suelo, donde buscó rápidamente hacerle una presa uno de los brazos con todos u cuerpo y las piernas tensando y aplastando los enormes senos de la guardiana.

La Guardiana no le hizo caso alguno y si bien el ataque inicial le había hecho perder el equilibrio y caer, se levantaba enseguida rompiendo la presa de Amunet y volviendo a su trabajo de reconstruir el templo piedra a piedra. A lo que Amunet le sacó la lengua. -A lo tuyo ... como siempre.-

El combate es por un lado algo decepcionante, se que Kabal puede moverse mucho mejor y ver su actuación resulta preocupante

Por otro lado es un espectáculo estimulante y me encuentro medio empalmado cuando finalmente acaba

Y luego la presa a la Guardiana resulta interesante, pese a todo la Inmortal puede ser derribada

En cualquier caso me pongo en pie y aliso un poco mis ropas antes de hablar

-Bien, ¿acabamos de explorar este subterraneo?. Y además tal vez Ahmunet recuerde la localización de las antiguas ciudades y como llegar a ellas desde aquí. Si no han desaparecido tendremos alguna dirección para adentrarnos en el desierto, mucho mejor que dar vueltas a ciegas-

El malestar general mientras abandonaba el círculo por un momento se redujo al ver lo que hacía la mujer. Amunet, movida por vete tu a saber qué, se las ingeniaba para tumbar a la Guardiana en toda su envergadura. Si bien la presa no duró apenas un instante, con la gigantona poniéndose en pie y soltándose como si nada acabase de pasar.

"Yo descansaré un poco y me uniré más tarde si hace falta", respondo a Yardak, moviendo el hombro algo dolorido. 

Recogiendo mis cosas, fui a refrescarme donde el agua para quitarme los restos de arena sudada y dar un alivio a los músculos. Por cómo se quejaban éstos, un poco más y esa condenada me hubiera dislocado los brazos.