A lo lejos, una figura se aproximaba con paso decidido. Sacamantecas fue el primero en distinguir su identidad, y soltó un corto gruñido. Los detalles se perfilaban y revelaban la identidad del caminante: Ikharus.
Usurero...-saludó.
Con Sacamantecas tan solo mantuvo un duelo de miradas, sin mediar palabra. En aquel primer momento, el anciano del hacha ignoró a Mediastintas.
Hace un rato te vi a lo lejos hablando con la viuda del Rufián novato. Estoy seguro de que tramas algo.
Usurero torció la boca, casi sonriendo, pero no dijo nada. A estas alturas, Ikharus desconfiaría de cualquier gesto de Usurero, hasta de ponerse a cagar. Ante el silencio, Ikharus bordeó al caballo y se plantó ante el acunclillado Mediastintas.
Muchacho... ¿Eres el nuevo Rufián? No tienes porqué hacerlo. Juntarte con Usurero no es buena idea.
Mediastintas elevó la mirada hacia Ikharus. No conocía muy bien a ese anciano aunque sabía de sobra su reputación.
Sonrió y se irguió enderezándose, para luego encogerse de hombros.
- Soy el rufián número dos con opciones a ser el número uno en esta misma misión. Tendré dinero, comida y techo… y una vida más fácil que la de muchos hermanos juramentados. – Explicó.
- Analista, los mandos o quien sea que tome las decisiones o dé las órdenes han decidido que no valgo para Hermano Juramentado asi que… ¿Por qué no habría de juntarme con Usurero? –
Su sonrisa se ensanchó y de repente agitó los brazos en alto mientas daba saltos de alegría.
- Además, ¡me ha prometido mi propia piel de leopardo! – Cierto era que Usurero le había dicho que de ahí a dos años. Pero Ikharus no tenía por qué saberlo.
Mediastintas parecía feliz.
La Quinta clavó su mirada en Rastrojo, alucinada.
No sólo Bimbawa soltaba sandeces, el chamán ¡proponía que ella les acompañara! Y todo con una secuencia de nexos realmente extraña. Bimbawa, Matagatos, Ponzoña, y ella. Ni idea de qué hilo de pensamiento ataba todos esos nombres en el cerebro de mosquito, pobre mosquito, de Rastrojo. Pero el caso es que el ladrón de los huesos de Añoranza, el hombre que había hecho que la pitonisa se enemistara con el grueso de la gente de la Compañía, estaba sugiriendo que Khadesa fuera tras Elefanta bajo sus órdenes.
El caso es que estaban implicándose las personas que más quería. Ponzoña, claro. Matagatos. Y hasta el bueno de Campaña, en su ingenuidad, estaba siendo manipulado para que fuera también.
Otros allí cerca reunidos no le importaban tanto, o nada. Pero si aceptaban todos, al final iría un grupo de gente relativamente grande. Lo que, si se atenía a su visión, era bueno para el futuro de la Compañía. Y del de ellos.
-Ah, gracias por el "honor", Rastrojo. -Miró a su hombre, y luego a su hermano. Ambos la conocían lo suficiente como para saber que, tras el retintín de su tono, había decisión. Si ellos iban, ella iba.
Preocupado vio como Rastrojo se alejaba para hablar con el Cabo Matagatos, en su caso estaba claro que era la persona con la que debía hablar si Campaña quería acompañarlo, el Cabo Barril sería distinto. Se giró hacia Sabandija y Campaña sin entender del todo lo que estaba pasando, todo le estaba pillando de sorpresa y antes de volver a centrar su atención en el chamán notó cierta tensión entre ellos.
-¿Y a vosotros que os pasa? ¿También os preocupa como a mí todo esto? No os preocupéis, Rastrojo sabe lo que hace.
Con esas palabras seguro que calmaría un tanto los nervios de sus compañeros. En el otro grupo se había iniciado una pequeña discusión entre Bimbawa y Rastrojo. A Preocupado le dio un gran escalofrío cuando aquella mujer tocó al chamán.
¡Pero que hace, insensata! ¡A los chamanes no se les puede tocar!
Seguramente estaba atrayendo malos espíritus con aquello y entre eso y que Khadesa estaba también cerca de Rastrojo, Preocupado prefirió mantenerse donde estaba para estar lejos del mal yuyu.
Y entonces todo pareció dar un vuelco y el chamán cedió a los deseos de la prostituta invitando a Matagatos, Ponzoña y Khadesa. Quizás no había sido tan buena idea aceptar.
Bueno, lo más probable es que el Cabo Barril no de permiso para esto, no creo que le caiga muy bien Rastrojo, seguro que me obliga a quedarme. Casi lo prefiero a tener que ir con la Quinta, lo siento por Rastrojo.
Y por si fueran pocos en aquella reunión tan singular se unió otro más a la fiesta. Lo miró con preocupación, no le gustaba aquel hombre, era un rufián y no sabía porqué había decidido meterse en la Compañía hacía poco tiempo, si ya era un viejo. Pero lo que más le molestaba era la amistad que parecía haber formado con Niño Guerrero, Ikharus no podía ser buena influencia para él. En cuanto al otro desconocido enseguida le quedó claro quien o que era.
Otra escoria que ni siquiera sirve para luchar.
Escupió al suelo y tocó su amuleto, debía asegurarse de que alejaba los malos espíritus de allí.
Parecía que Rastrojo no le había oído cuando alzó la voz por primera vez pidiendo entrar, cosa que hizo que frunciera un poco el ceño. Si a todo se añadía la sordera, todo esto se iba a hacer cuesta arriba. Muy cuesta arriba. Suspiró levemente cuando el chamán se acercó y le solicitó permiso para que Campaña le acompañara.
-Si Campaña así lo desea, tiene mi permiso para acompañarte. Y sí, aceptaré acompañarte yo también.
Poco a poco Sabandija comenzó a recular separándose del grupo formado por Campaña, Rastrojo y Preocupado. Éste último le interpelaba delatando su presencia, que normalmente pasaba desapercibida.
- Ehm....yo no...nada.- Dijo con torpeza tratando de excusarse.- Eso, estoy preocupado por la suerte que pueda correr Rastrojo, pero me quedo más tranquilo sabiendo que va muy bien acompañado.- Al final el rescate de la puta Elefanta esta congregando a lo mejorcito de la Compañía. Con mirada triste se preguntaba qué pasaría si alguna vez él, no lo quisieran los Espíritus, desapareciera. ¿Iría alguien a buscarle? Seguro que Plumilla lo intentaría y con eso se consolaba el explorador K´Hlata. Escuchando la conversación que se desarrollaba entre Rastrojo y los oscuros apenas daba crédito al pitote que se estaba formando. Le hubiera gustado decirle a Rastrojo que mejor que a Matagatos, aquel cuya medicina oscura repudiaba, se llevase a la buena de Plumilla. Era una K´Hlata y, aunque discípula del primero, pondría su mano en el fuego por ella, pues había experimentado su medicina en su propio cuerpo ya muchas veces. Lo que pasaba es que Sabandija no se atrevía a abrir la boca con todas aquellas arrebatadoras personalidades alrededor. ¿Quién iba a hacerle caso después de todo? Además si iba Plumilla, ¿quién le aseguraba que, como su Hermano de Capa, no le mandaran a él también? Así que se quedó mirando embobado fíjamente al chamán, a su guía espiritual, indeciso sobre si debía expresar su opinión o mejor dejar que las cosas siguieran su curso.
Campaña había estado pasando el rato en la tienda de Grog, intrigado por si Rastrojo perdía o no su mano. Al final, sin saber muy bien cómo, porque la verdad es que se había montado un buen jaleo, la fiesta había terminado, muy a su pesar, sin mutilaciones. De modo que, como no había mucho más que hacer, había salido de la tienda detrás del resto, a ver si al menos alguien hacía algo de interés. Fue en ese momento cuando Rastrojo quiso reclutarle para aquella excursión en la que harían hogueras y contarían historias. Sonaba francamente bien pero, claro, estaban en mitad de una campaña militar y no sabía si sería adecuado abandonar el campamento para eso.
Su cabeza aún estaba llegando a la conclusión de que debía pedirle permiso a su primo cuando éste se apresuró a dárselo. Fue una grata sorpresa que le arrancó una sonrisa.
- Gracias, Primo - dijo con entusiasmo.- Vale Rastrojo, Campaña se apunta a la excursión... ¿Puede venir Salchicha también?
- ¿Salchicha? – Mediastintas preguntó sorprendido tras escuchar al gigante. Miró incrédulo primero al hombre que parecía una montaña y luego al resto de integrantes de esa expedición, en especial a Rastrojo y Matagatos, casi suplicándoles con la mirada que respondieran que no al gigantón.
- Espero que Salchicha no sea lo que yo creo. – Ahora se volvió hacia Usurero. – No me pagas lo suficiente si ése se trae su Salchicha con a saberse qué intenciones. – Hizo un gesto negando con las manos… Aquello no iba con él.
Fijó su mirada en Sacamantecas, para ver si el otro rufián se quejaba o hacía algo al respecto. No podía creerse que aceptara algo así con tanta facilidad. ¿Tan bien le pagaba Usurero?
¡Déjate de sandeces, Mediastintas! Afronto las deserciones con más brutalidad de lo que lo hace la Compañía Negra. No te conviene contrariarm... Nggg...
El anciano debía contenerse. Usurero solo era un hombre de negocios, y sus Rufianes dos hombres que libremente habían aceptado acompañarle. No podía perder su fachada con salidas de tono autoritarias. Después de todo, todos los presentes eran clientes potenciales de sus préstamos y otros chanchullos, y más con su jornal de Hermanos Juramentados.
Quiero decir... No tienes de qué preocuparte, Mediastintas. Campaña solo quiere saber si puede llevar carne para comer a la expedición... Su salchicha es literal, sin dobles sentidos.
¡Claro que sí, Campaña! Tu amiga Salchicha se va a poner las botas-voceó-, ¡que se venga, que lo pasará genial, de mear y no echar gota!
Rastrojo diría cualquier cosa con tal de reclutar a Campaña para esta misión suicida. Cualquier cosa. Ya se había arrastrado ante Khadesa, o por lo menos había tenido que ser amable con ella. Rastrojo a estas alturas se sentía lo suficientemente impío como para mentir, timar y jugar sucio. Total, ya había defraudado a los espíritus. Un poco más no iba a cambiar el Equilibrio de los Ancestros.
Por otro lado... ¡el Cabo Matagatos había dado permiso a Campaña para unirse! Ahora ya no necesitaba llevar a Ponzoña y a Khadesa, que técnicamente no había dicho un sí a la invitación del chamán, lo cual era un alivio.
Rastrojo se subió al primer travesaño de la valla del corral, para estar más alto y hacer una declaración.
¡Está bien! ¡Escuchadme! ¡En total somos siete compañeros para este viaje! ¡Ocho, si Preocupado logra el permiso del Cabo Barril!-y a continuación empezó a nombrarles-¡Rastrojo! ¡Campaña! ¡Matagatos! ¡Bimbawa! ¡Usurero! Y... y esos dos tipos de ahí-dijo, señalando a los rufianes.
Si conseguí aprenderme el nombre de Preocupado, juro que este viaje no termina sin que me aprenda los de esos Rufianes...
¡Con estos valientes ya somos suficientes! ¡Así que id a por vuestras cosas! ¡Quedamos en este mismo sitio en media hora!
Escúchame bien, hijo...-susurró a Mediastintas-El cementerio está lleno de Rufianes número dos. En serio, no merece la pena.
Y con la agilidad de un joven tigre blanco, Ikharus dió media vuelta y extendió su hacha. Como una extensión más de su mano, como un sexto dedo, la cabeza del arma señalaba a Rastrojo.
¡Rastrojo, quiero acompañarte! ¡No aceptaré un no por respuesta!
Eeeehm...
La primera palabra que le vino a la mente fue no. También la cuarta, la quinta, la octava y la novena. El resto de ideas entre medias fueron palabrotas. Realmente no tenía buena opinión de Ikharus. Más allá de que fuese un Oscuro maldito, como la mayoría que se había unido al grupo, era un Oscuro maldito viejo.
Hagamos una cosa: que se apunte el que quiera. Con que consigas el permiso de tus superiores, Ikharus, será suficiente.
Parecía que Rastrojo contaba con él y el infante tampoco quería defraudar al chamán, seguramente se trataba de algo muy importante y que los espíritus necesitaban que se hiciera. La compañía sería algo extraña, pero ¿Quien era él para decidir a quienes los espíritus designaban para sus obras? Todo el mundo podía ser instrumento de ellos.
Se limitó a negar con la cabeza ante la pregunta de Mediastintas, Preocupado no sabía quien era Salchicha y lo que le preocupaba es que no recordaba ningún miembro de la Compañía Negra con ese nombre. ¿Estaría perdiendo la memoria? Según Rastrojo era una mujer, pero aquella pista tampoco le ayudaba a distinguirla.
Supongo que la conoceré en media hora si el Cabo me da permiso.
Se acercó a Rastrojo mientras observaba a todos los congregados, aunque se mantuvo a una distancia prudente de Khadesa.
-Entonces iré a preguntarle al Cabo Barril y le diré que los mandos te han asignado una misión importante en la que quieres que participe. Si dentro de media hora no estoy aquí será que no me ha dado permiso. En cualquier caso deseo que los espíritus te sean propicios, la Compañía Negra te necesita.
- ¡Está bien! ¡Está bien! ¡No hay de qué preocuparse, jefe! – Exclamó Mediastintas a Usurero mientras hacía gestos con las manos para que se calmara.
- No voy a desertar. En media hora me tendrá aquí el primero de la fila. – Admitió.
Miró de nuevo a Campaña. Confiaba en que de verdad Salchicha no fuera lo primero que había pensado, porque si no, menudo problemón.
Los demás podían largarse a recoger equipo si lo necesitaban, él ya tenía consigo todo lo que pudiera necesitar.
Sabandija respiró un poco más aliviado. El grupo estaba hecho y era numeroso. Rastrojo estaría bien protegido. Cómo había conseguido el chamán, con no muy buena fama entre varios de los participantes en la misión, hacerse con la flor y nata de la Compañía para aquel trabajo el joven K´Hlata no lo sabía.
Parce una procesión de Oscuros.- A excepción de Preocupado, si es que el Cabo Barril le dejaba ir, reinaba la piel clara. Sintiéndose algo incómodo entre tantas eminencias, Sabandija se movía inquieto. Jugueteaba con su pelo y hacía círculos en la tierra con los pies descalzos. En cuanto vio que Rastrojo se quedaba un poco más separado de los demás y parecía tranquilo, que no fue fácil, se acercó a él.
- Ejem...Pe-perdón Rastrojo.- La mirada del explorador iba dirigida a los mestizos pies del aprendiz de chamán.- ¿Necesitas algo más de mí o puedo retirarme?- Su mirada sólo se levantaba de vez en cuando ya fuera para ver el rostro de su interlocutor o mantener controlada la posición del gigante y su salchicha.
Impaciente, la Quinta golpeteaba con el pie la tierra que pisaba, los brazos cruzados sobre el pecho. Sopesaba pros y contras de que Ponzoña y ella se sumaran a la bizarra comitiva. Porque ya había quedado claro que Matagatos y Campaña lo harían, y lo que por un lado era un alivio, dado el objetivo de la misión, por otro era un problema. No quería dejarlos a su suerte, no yendo bajo la batuta del chamán. Se quedó junto al hiena, con gesto pensativo.
-Humm. Creo que deberíamos ir. Ya, no me des razones en contra, porque las he repasado todas. Pero por otro lado Matagatos es el único con un mínimo de criterio y sentido común. ¡Menudo equipo se ha formado alrededor del robahuesos! Matones, descerebrados, una puta... -No dejó claro quién era quién, aunque cuando dijo "descerebrados" no miraba precisamente a Campaña.
La miró, el rostro pétreo, escuchando su propuesta de acompañar a aquel grupo que debía rescatar a Elefanta. La mirada, oscura como la obsidiana, se clavó en la de ella, verde como las hojas de las acacias y luego resbaló hacia el campamento. De quedarse, las ventajas eran obvias. Salvo por un hecho. La desesperacion de los hombres por fornicar, lo cual conduciría a actitudes poco dignas y no pensaba precisamente como poco digno el que pudieran refocilarse entre ellos, lo cual era una solución a todas luces a aquella crisis seminal, les llevaría a observar a toda mujer como el depósito de su incontrolable deseo de donar fluidos y eso convertiría a Khadesa en un blanco perfecto de su lascivia y aspiraciones de bombeo. Y él, segundo al mando, no podría estar con ella todo el tiempo para protegerla.
Ni siquiera asintió. Se volvió hacia Rastrojo y caminó hasta él.
-Khadesa y yo iremos contigo como los picabueyes acompañan al búfalo -era una declaración de intenciones y no aceptaría objeción alguna. La mano acariciando su maza manchada de sangre seca de sus enemigos lo demostraba. Su siniestra mirada, lo rubricaba.
-También tienes permiso, Ikharus-respondió simplemente Matagatos, al que no le importaba que más gente viniera a la misión. Más posibilidades de que aquella locura tuviera alguna posibilidad de ser algo más que un paseo hostigados por el enemigo.
¿Eh? ¿Qué? ¿Aún sigues aquí, Sabandija? No, tranquilo... Solo te quería para que avisases a Preocupado. Ya puedes marcharte en paz.
Rastrojo vió al otro inadaptado alejarse en soledad de allí, triste... vacío... O eso creía Rastrojo. Porque Sabandija no estaba solo. Tenía a Plumilla... y en general a todos los Campamenteros. Cochinillo había hecho un buen trabajo al convertirles en una familia. Lástima que después Lengua Negra impusiese una vía un poco más marcial y sádica.
Pero todo eso, Rastrojo no lo sabía. No tenía ni idea de cuán popular era Sabandija en realidad. Así que al verlo marchar, como un cachorrillo perdido, se apiadó de él. Le costó reconocer ese sentimiento... ni siquiera sabía si se trataba de lástima o un reflujo estomacal.
¡Sabandija! ¡Ey, espera!
Rastrojo se acercó a él. Lo que tenía que decir no era algo que conveniese que lo supiese Campaña.
Bueno... Teniendo en cuenta tus antecedentes con Sierra, pensé que te presentarías voluntario para esta misión. Quiero decir... ¿Te gustan las mujeres así, verdad? Grandes. Como Sierra. Como Elefanta. Estoy seguro de que una chica tan apañada como Elefanta sabrá ser generosa con sus libertadores. ¿Te lo imaginas?-rastrojo femenizó la voz-Oh, Sabandija, mete tu cabeza entre mis lustrosos pechos y hazme sentir una Elefanta feliz...
¿Qué te parece? ¿Te apuntas a la misión de rescate?
Te pongo como único destinatario para no prolongar este hilo para los que ya han dado su sí. Así no les sale en novedades a los demás mientras abro la escena nueva para ellos y tú te piensas si quieres venir.
Perfecto.- Ya era libre. Iba a estar preocupado durante la ausencia del chamán por su bienestar pero iba con un nutrido y experimentado grupo. Se forzaba a pensar que lo dejaba en buenas manos. Cuando ya se estaba alejando Rastrojo volvió a llamar su atención.
- ¿Sí?- Por la cabeza de Sabandija pasaba una absurda idea. Rastrojo quería que le acompañara pero no sabía cómo. Su excusa era un poco rara aunque no dejó de darle una vuelta. La verdad que aún recordaba muchas noches a Sierra.- Pe-pero...no sé, ¿por qué iba a fijarse en mí?- Lo que quería decir Sabandija es que habiendo tanto hombre famoso entre el grupo que había logrado reunir Rastrojo no veía manera de que Elefanta se fijara en él, aunque fuera pro agradecerle el viaje y las molestias. La verdad es que Sabandija era un poco corto y no pensaba que Elefanta, al contrario que Sierra, era una puta.- Lo de Sierra...bueno..no es costumbre que las mujeres se fijen en mí.- Además tenía miedo a Campaña y miedo a lo que pudiera pasar en el viaje. Acabó rascándose la nuca y mordiéndose el labio dubitativo.- Bueno, por qué no. Podría tomármelo como un entrenamiento.
¡Claro que voy! Sólo me estaba haciendo de rogar. Si no me invitabas, rancio, pues os hubiera seguido.