La noticia se había propagado como la peste. Dos días antes, la prosituta Elefanta y uno de los nuevos Rufianes de Usurero, que atendía al nombre de Zafarrancho, salieron del campamento a fornicar. Se cree que no lo hicieron en la tienda de Elefanta por ser Zafarrancho un hombre casado que necesitaba especial privacidad, después de haber sido perseguido y sacado por la oreja de la zona de las prostitutas por su temperamental esposa. En esa salida nocturna ocurrió lo peor. Bueno... no se sabe exactamente qué ocurrió. Encontraron el cadáver de Zafarrancho y el de un hombre vestido con los ropajes de los Esclavistas de la Linde. Elefanta aún hoy está desaparecida.
Pese a las pérdidas civiles, la Compañía debía proseguir su camino hacia el sur, para reunirse cuanto antes con el destacamento que se había quedado para proteger al antiguo Capitán, actualmente convaleciente por el veneno del Triplete. Sin embargo, la reunificación de las tropas no fue posible. El grueso de la Compañía se mantenía acuartelada sin poder avanzar, todo por la desaparición de una prostituta.
En el fondo era un tema logístico tanto como de psicología humana. Elefanta desapareció. El resto de prostitutas exigió que se removiera cielo y tierra para devolverla a la Compañía, lo que desembocó en protestas y en una huelga de servicios. Con las prostitutas cerradas de piernas, los hombres de Carpintero se negaron a recoger el campamento y los Hermanos Juramentados se volvieron más intranquilos.
A lo largo de estos dos últimos días, las tensiones han ido a peor. Los soldados beben más, y en consecuencia hay más peleas. Matagatos ha tenido una dosis extra de trabajo en la tienda de heridos. La situación se había vuelto insoportable.
Y finalmente, la última pieza del dominó caía: Matagatos había sido llamado a la Tienda de Mandos. En cuanto se acercó a la entrada, el Cabo empezó a escuchar las monsergas de una voz chillona.
...nos exponemos tanto como los soldados. En el último año, mi hermana ha muerto y Elefanta ha desaparecido. Cuando los que estuvieron en peligro fueron los Rufianes y aquel Hostigador, las puertas se abrieron y la infantería salió en tropel a rescat...
Pase, Cabo Matagatos. Le estábamos esperando.
El Analista estaba apáticamente tranquilo teniendo en cuenta que le estaba sermoneando una simple seguidora de campamento. Pero puede que ese sea el poder real de una prostituta. Guardan celosamente los secretos, tanto los nombres de quienes las visitan como lo que con ellas es hablado. ¿No se supone la virtud de la cautela cuando se es diplomátio con aquel que es capaz de destruirte?
Le pondré al corriente, Cabo. La señorita Bimbawa, aquí presente, ha solicitado el envío de un grupo de batida que devuelva a la mujer desaparecida hace dos noches a la seguridad del campamento. No. No va a ser trabajo para el Pelotón de Hostigadores. Esta vez no. La señorita Bimbawa nos ha sugerido muy amablemente que... ehm... ¿cómo decirlo? Que encarguemos esta delicada misión a... madre mía, ¿qué estoy diciendo? Rastrojo. Rastrojo reclutará a un pequeño número de expedicionarios para traer de nuevo a la chica desaparecida hasta aquí.
Es que Rastrojo se preocupa por las prostitutas-trató de argumentar-. Mi hermana murió en la Tienda de los Heridos, pero cuando exhalaba su último suspiro, el Gran Chamán Rastrojo apareció y trató de socorrerla. Había una pitonisa justo al lado, pero Rastrojo atendió directamente a Bimbata. Porque él es una persona ecuánime, le da igual que sean prostitutas o pitonisas, él nos trata igual independientemente de nuestro oficio.
Confiamos en Rastrojo, debe ser él quién lidere el rescate de Elefanta.
El siguiente en entrar en aquella tienda tras el Cabo Matagatos fue Rastrojo.
¿Me... me habían llamado? ¿No? ¿O solo me acaban de tomar el pelo?
Rastrojo posó sus ojos en los otros tres individuos de la tienda. El Capitán. El Cabo Matagatos. La prostituta Bimbawa. Bimbawa saludó a Rastrojo agitando la mano con entusiasmo y una sonrisa.
Sí, Rastrojo. Te hice llamar.
Hace un par de noches los Esclavistas de la linde mataron a un rufián y se llevaron a una prostituta. Voy a encomendarte que lideres la expedición de búsqueda. Reune a unos cuantos voluntarios de confianza, y tráeme a Elefanta de nuevo al campamento.
Es una orden-añadió, viendo que Rastrojo se había quedado petrificado y confuso.
S.. sí. Lo haré. ¡Claro que lo haré! No se arrepentirá, Capitán.
Rastrojo hizo un saludo marcial. El Capitán le respondió con un gesto de la mano para que se fuera. El mestizo salió de la tienda de mandos con una sonrisa y una misión.
¡Espérame, Rastrojo! ¡Yo también tengo que hablar contigo!
Bimbawa salió de la tienda también, persiguiendo a Rastrojo.
Acérquese, Cabo Matagatos. Aún queda un detalle importante por tratar...
El Capitán bajó la voz, como para asegurarse de que nadie más escuchase lo siguiente que iba a decir, salvo Matagatos.
No pienso dejar el destino de la Compañía en manos de un simple soldado raso. Le quiero a usted allá fuera, en la sabana, cuidando de los chicos y asegurándose de que las dos prostitutas, Bimbawa y Elefanta, vuelvan sanas y salvas. Rastrojo está en su pelotón, Cabo. Él es uno de sus hombres, confía en usted. Si le pide a Rastrojo que le reclute para la misión, no se podrá negar. Cuando vea que Rastrojo se equivoca, sugiérale el curso de acción correcta. No deje que ese idiota lleve al traste la misión.
La situación es muy seria, Cabo Matagatos. La huelga de prostitutas ha puesto a mis hombres muy nerviosos. No quiero pasar a la historia como el primer Capitán de la Compañía que se enfrenta a un motín de soldados.
Matagatos había acudido, con aquella situación peligrosamente cerca de estallar. Y todo por una prostituta desaparecida. No es que las despreciara, pero joder... Estaban en guerra, y se les había ocurrido salir fuera, solos. Casi se merecía lo que le hubiera pasado. Pero ahora las "trabajadoras" estaban en huelga, y todo el mundo se había vuelto loco. Y allí acudió, justo para escuchar las últimas palabras de Bimbawa, cosa que no ayudó a mejorar su humor.
Saludó marcialmente a Capitán, con gesto serio y levemente ceñudo, y se mantuvo en silencio, incluso cuando se le expuso la idea de Bimbawa. Esta si que era una situación de las de reír o llorar. Solo que la duda estaba entre partirse el pecho allí mismo ante la idea de que Rastrojo liderara una misión, o empezar a soltar improperios ante la locura que suponía todo ello. Sin embargo, no soltó palabra. Quizás su mandíbula se tensó un poco, pero nada más allá de eso.
Cuando quedó a solas con el mando supremo de la Compañía, sí se permitió hablar.
-Señor... Todo esto es una maldita locura. Y poner a Rastrojo al mando, aún más loco aún. No tengo ningún deseo de ponerme a las órdenes de ese tarado y vago charlatán. Pero seguro que escoge varios "voluntarios" de entre los Hostigadores, y bastantes muertes ha habido ya para permitirme más. Así que así se hará... Aunque espero que quede clara mi repulsión ante este asunto.
Es una repulsión compartida, se lo aseguro. Rastrojo es su hombre, y le conoce bien. Si alguien puede evitar que todo esto desemboque en un desastre es usted, Cabo Matagatos. Pongo el destino de la Compañía Negra en sus manos. Puede retirarse.
El Capitán hizo el saludo marcial, para luego agitar el dorso de la mano como señal a Matagatos de que saliese fuera de la Tienda de Mandos. Aquello tenía pinta de que no iba a terminar muy bien.
Matagatos correspondió al saludo militar antes de salir de la tienda, no demasiado contento. Puede que no estuviera todo de nuevo en manos del pelotón al completo... Pero, desde luego, sí estaba en las suyas. El oscuro tenía un talento para oler los desastres, y aquello olía a uno a kilómetros. Pero, como con tantas y tantas decisiones estúpidas en la Compañía, no quedaba más que intentar llevarlo adelante.