La noticia se había propagado como la peste. Dos días antes, la prosituta Elefanta y uno de los nuevos Rufianes de Usurero, que atendía al nombre de Zafarrancho, salieron del campamento a fornicar. Se cree que no lo hicieron en la tienda de Elefanta por ser Zafarrancho un hombre casado que necesitaba especial privacidad, después de haber sido perseguido y sacado por la oreja de la zona de las prostitutas por su temperamental esposa. En esa salida nocturna ocurrió lo peor. Bueno... no se sabe exactamente qué ocurrió. Encontraron el cadáver de Zafarrancho y el de un hombre vestido con los ropajes de los Esclavistas de la Linde. Elefanta aún hoy está desaparecida.
Con los cuatro Rufianes perdidos hace meses a manos de Brenda y Kano, y la muerte de Zafarrancho, cada vez Usurero disponía de menos hombres. Eso obligó a Sacamantecas a reclutar a un nuevo esbirro. Uno un tanto especial. En su mesa de trabajo, el Usurero sacaba lustre a una chapa ornamental de oro recién adquirida, mientras comenzaba aquella entrevista laboral.
Hace décadas, cuando empecé en este negocio, perder un hombre era signo de debilidad. De aquella había muchos buitres en la Compañía, esperando sacar tajada. Hoy solo quedo yo. Y lo que antes era una flaqueza, ahora se ha convertido en una oportunidad más de hacer negocio.
Hoy asumo riesgos. No llevado por la desesperación de los contratiempos. No llevado por la avaricia de querer más. Cualquiera que hubiese llegado a dónde yo estoy, se habría dormido en los laureles de la seguridad. ¡YO NO! Porque yo soy consciente de que el abono que necesitan los negocios para perpetuarse en el tiempo está confeccionado a base de personas.
Uno es tan importante como el número de personas que tiene debajo. Y, seamos sinceros, con tanto saboteador y tanta guerra, se me están muriendo todos los seguidores de campamento sobre los que se sustenta mi imperio. Preservar el monumento de mi obra es a lo único que aspiro, y no es empresa adecuada para los timoratos y los débiles de corazón. Riesgos...
Usurero abandonó el trozo de metal en un cofrecillo y lo cerró con una delicadeza y mimo impropia de alguien que asume riesgos. Al fin alzó la mirada para ver al nuevo Rufián que Sacamantecas le había traído, escudriñándole en un análisis minucioso.
Ha sido una pérdida lamentable. Pobre Zafarrancho. Tsk. Prepararé un pequeño saquillo de plata para la viúda. No hay que desanimar con la muerte a los que buscan servirme por dinero. A ti, Mediastintas, veo que los riesgos del oficio no te echan para atrás.
Guardó silencio, tanto para que Sacamantecas le hablase bien de las cualidades de la más reciente de sus incorporaciones como para conocer a Mediastintas por sus propias palabras.
- ¿Riesgos? - Una cara con las cejas enarcadas mostró la incredulidad del rufián, como si fuera la primera vez que se planteara algo así. - ¿Qué riesgos tiene este trabajo? – Volvió a preguntar con cierto tono asustado.
Fingía, aunque no podrían jurarlo por su tono. Se le daba bien actuar. Sonrió y emitió una leve carcajada.
- Me vas a pagar, ¿no? Mi mamá me decía que si se me daba bien algo, nunca lo hiciera gratis. Tú me pagas y yo hago el trabajo… Es sencillo. – Explicó mientras iba gesticulando, señalando primero a Usurero y luego a sí mismo.
- Además… una prostituta desaparecida… ¿Y si fuera mi mamá? – Preguntó Mediastintas de nuevo extendiendo ambas manos y encogiéndose de hombros. – No podría perdonarme no intentar hacer algo… Buscarla… Traerla de vuelta… - Dijo negando con la cabeza. Su tono se volvió algo más triste y apagado mientras agachaba la mirada… - O preguntarle por qué… -
Levantó la mirada con rapidez, con una sonrisa, como si hubiera olvidado la frase anterior. Sus ojos brillaban con una esperanza y energía inusitadas.
- Se me dan bien las cosas puntiagudas. – Comentó. – Puedo proteger a sus cachorros… y a las madres. – Dijo a Usurero totalmente convencido de ello. Su rostro pasó de Sacamantecas a Usurero y viceversa… hasta que comprendió que aun no le entendían.
- Puedo proteger a sus putas y mercaderes. – Aseguró el rufián. Mientras Usurero pagara, haría lo que le ordenara. Sin escrúpulo alguno. – Si tiene plata, soy su hombre. -
Dirijo una torva mirada al nuevo. No me lo imagino dando su vida por los comerciantes y los beneficios, como hicieran aquellos buenos muchachos cuyos cuerpos fueron quemados junto a Sicofante hace unos meses.
- "Usurero, este hombre es un bocazas sin remedio. Tanto, que no lo han querido como Aspirante los Hermanos, y sabes que en estos tiempos reclutan a cualquiera, hasta a esos traicioneros doloritas. Sin embargo, he cruzado aceros con él un par de veces, y creo que sería capaz de resistir frente al más inútil de la Compañía. Por ejemplo ante Sabandija." -
Pues es una suerte que no lo quieran, porque gracias a eso puede trabajar para mí, Sacamantecas. Pero no quiero que alguien que va a velar por mi seguridad y la de mi negocio recule cuando las cosas vengan mal dadas. Es por eso que me siento en el deber de explicar los riesgos a los que estoy haciendo referencia.
Cualquiera puede cuidar de las putas y partir algunas piernas en la seguridad del interior de la empalizada. Tan solo se necesita el vigor de la juventud y dejar los escrúpulos en casa. Pero esta primera labor que te encomiendo es extramuros. Sacamantecas, Mediastintas y Usurero se van de viaje. Por la sabana. Con los leones. Porque eso de medir aceros está muy bien, pero hay que tener un temple adicional para mirar a los ojos la fiereza de un leopardo salvaje y plantarle cara.
Lo sé, porque una vez compré un leopardo salvaje...
La diestra cogió la siniestra, la mano que recibió el zarpazo de una mascota que no salió tan fiel como un Usurero más joven presupuso. Con el mentón señaló al suelo frente al escritorio. Paralelo a la mesa, la piel de leopardo hacía de alformbra, separando a Usurero de sus dos Rufianes.
En mi posición, rara vez tengo ocasiones de comerciar con los Esclavistas de la Linde. Mi intención es comprar un grupo de esclavos y liberarlos al volver al Campamento. Que me obedezcan y me llamen Amo, o que me sigan por ser su libertador, se diferencia únicamente por un tema de ego. Sinceramente, no tengo interés en recuperar a Elefanta si puedo conseguir mejores putas que ella.
Las piezas ya están puestas en el tablero. He dado instrucciones a mis chicas para que hagan huelga. Nos uniremos al grupo de soldados que salgan a perseguir a los Esclavistas de la Linde y una vez los alcancemos propondré una resolución pacífica del conflicto, con dinero sobre la mesa... o dejaré que los masacren y me quedaré con los esclavos. Ahora todo depende de que Bimbawa logre que el líder de la expedición sea alguien influenciable y fácil de manipular. Estará hablando en estos momentos de eso con el Capitán.
E hizo un nuevo inciso. Plantar la semilla de la desconfianza entre Sacamantecas y Mediastintas. Que se vigilasen entre ellos era el mejor seguro de vida que Usurero podría conseguir.
Me llevo a un nuevo, sin lazos con Sacamantecas, por si mi segundo trata de matarme para quedarse con el negocio. Me llevo a mi segundo, para que no pruebe poder en mi ausencia. Y me llevo un pequeño ejército de Hermanos Juramentados conmigo, porque hay peligros que no podrán afrontar dos rufianes solos.
- Cuidar putas… partir piernas… poner mano y recibir plata. – Dijo Mediastintas ladeando la cabeza hacia un lado como si estuviera pensativo.
- Sin riesgo y sencillo. Puedo hacerlo. – Aseveró agitando la cabeza.
Continuó escuchando a Usurero a medida que éste explicaba su plan. Un tipo inteligente, desde luego. A su sombra podría vivir bien.
Sin pensarlo, Mediastintas se agachó sobre la piel de leopardo y posó sus dedos sobre ella. Dejó que se deslizaran con suavidad y al incorporarse una extraña sonrisa lucía su rostro.
- Es suave. Quiero una. – Dijo contento, como si un niño pequeño hubiera descubierto un juguete nuevo. La capa de piel de lobo que ahora mismo cubría la espalda de Mediastintas parecía bastante vieja. Iba siendo hora de cambiarla – Plantaré cara al leopardo. – Dijo sin dudarlo. No tenía miedo, eso era evidente. Pero quizá sólo era así porque era un inconsciente, o porque estaba loco.
Y finalmente… la misión de verdad. La parte que más le gustaba a Mediastintas.
- Y… ¿Qué pasará a la vuelta? – Preguntó señalando a Sacamantecas y luego a sí mismo. Sí, si ambos volvían Sacamantecas seguiría siendo el segundo de Usurero… Y Mediastintas tendría que conformarse con las migajas. Sí, tendría un empleo estable bajo el ala protectora de Usurero pero… ¿Debía protegerle siempre de Sacamantecas? No, a su vuelta al Campamento Usurero contaría con toda la protección de sus hombres, y con mucha seguridad. No necesitaría a Mediastintas.
- Si yo no regreso está claro… Para vosotros dos todo sigue igual. – Explicó. – Si regresamos ambos, él seguirá con su puesto… ¿y yo? – Preguntó. – Necesitarás un tercero… - Dijo a Usurero. – O tú un segundo… el segundo del Segundo. Sí… - Dijo complacido.
Omitió la pregunta de qué sucedería si Sacamantecas no regresaba, pues Mediastintas lo tenía muy claro. El puesto de segundo de Usurero sería suyo.
Guardo un severo silencio. Está claro que Mediastintas es un arribista, y parecía tonto el chaval. Más me valdrá guardarme las espaldas.
Por fortuna, llevo toda una vida haciéndolo. He visto fracasar y morir miserablemente a una docena como él.
El Usurero asintió, quizás respondiéndose a sí mismo sobre la valía del nuevo Rufián.
Zafarrancho ha dejado una vacante, y seguirá libre a espera de que Mediastintas la ocupe. Eso implica un buen salario, ingresos regulares, más el pago de incentivos discrecionales cuando me agrade lo que vea.
¿Quieres un puesto de mi confianza? Pues gánate mi confianza y ese puesto será tuyo. Como hizo Ikharus. Como hizo Sacamantecas.
¿Quieres piel de leopardo? La tendrás... cuando ahorres lo suficiente para comprar una, o antes si a mí me satisfacen tus resultados. La mayor parte de pieles llegan al mercado cuando nuestros valientes soldados se hacen con ellas como botín. Los nobles ociosos del Triplete seguro que tienen pieles a espuertas. Tienes asegurado que tendré una piel como esa para ti en menos de dos años. Pero esa... esa no. Esa piel no está a la venta.
Usurero se agarró la mano, tembloroso, aferrándose a sus recuerdos. A sus vendetas personales. Tardó unos segundos de silencio en recomponerse.
Voy a preparar la bolsa con plata para la viuda de Zafarrancho. Sacamantecas... tú llévate al nuevo a la parte de atrás. El carro y las provisiones están preparadas, tan solo tenéis que cargarlas en la parte de atrás. Ahora. Id.
Sacamantecas y Mediastintas se marcharon. Usurero no se movió hacia el escondrijo del dinero hasta que ambos salieron de la tienda. Detrás, un tonel de agua y varias cajas, esperando a ser cargadas. El carromato tenía a los dos caballos ya enganchados, y su remolque era como una pequeña casita de madera, con una escalera de mano para subir al techo. Sin embargo, al abrir la puerta su interior estaba ocupado en su mayor parte por una jaula de madera sin puertas. Una trampilla en el techo daba a entender que era por arriba por dónde se introducían a los prisioneros en la jaula. Al apilar las provisiones, la jaula quedó convenientemente oculta, a espera de que al final del viaje se descubriese el verdadero propósito del carro.
Os dejo este hilo, por si Mediastintas y Sacamantecas quieren hablar algo entre ellos, y luego os cambio de escena.
Mediastintas asintió sin dejar de mostrar una sonrisa extraña. Buen salario, ingresos regulares y posibles incentivos… ¿Para qué quería más? Se ganaría la confianza de Usurero, seguro.
Respecto a la piel de leopardo… Él no quería ésa en concreto pero que Usurero pensara lo que quisiera. Con cualquier piel le valía y quizá no tuviera que esperar a ahorrar lo suficiente. Quizá se topasen con uno de esos animales por el camino. Después de todo, la sabana estaba llena de esos gatitos. Si lograba domesticar a uno y limarle las uñas quizá pudiera quedárselo, aunque dudaba que el Capitán nuevo se lo fuera a permitir. Después de todo él no era un Hermano Juramentado.
Si no se lo podía quedar, mataría al animal y se haría una capa con su piel. La cambiaría por esa capa raída de piel de lobo que ahora cubría sus hombros y su cabeza. Cualquier día se le caería a cachos y ya iba siendo hora de renovarla.
Mediastintas calló, asintió y salió con Sacamantecas dispuesto a cargar el carro. Silbando una alegre – para él, seguramente siniestra para todos los demás – melodía, Mediastintas se puso a colocar cajas de provisiones alrededor de aquella jaula.
- Parece un buen jefe, ¿eh?… - Comentó a Sacamantecas despreocupado. – A pesar de su nombre debe de pagar bien y puntual. – Añadió.
Cuando iba por la tercera caja se quedó empanado mirando la jaula momentáneamente.
- Oye Sacamantecas… ¿Crees que por ese hueco de arriba cabrá un leopardo? -
- "Vamos, tenemos que cargar el carro." - Miro ceñudo el armatoste.
- "No lo sé, no es importante. Tenemos que comprar esclavos." - Comienzo a cargar cosas que nos llevaremos en el viaje.