Y, por si fuera poco, aquella cosa se abalanzó sobre él. El golpe fue duro, y el líder de los Hostigadores volvió a quedar herido, cada vez con más golpes y magulladuras y más inútil. De nuevo, opciones... Quedarse y morir, o nadar y acabar medio muerto y quizás ahogándose. Sea como sea, la única respuesta válida en aquella situación era hacer ambas, y eso intentó, escapando a buena velocidad, con la intención de remendarse rápidamente una vez estuviera a salvo.
Motivo: Nadar
Tirada: 1d10
Dificultad: 8+
Resultado: 9(+4)=13 (Exito)
Motivo: Nadar critico?
Tirada: 1d10
Dificultad: 8+
Resultado: 9(+4)=13 (Exito)
Motivo: Curar
Tirada: 1d10
Dificultad: 8+
Resultado: 4(+5)=9 (Exito)
Motivo: Suerte
Tirada: 1d10
Dificultad: 8+
Resultado: 2(+2)=4 (Fracaso)
Pues nado a la carrera hacia la balsa. Si lo he entendido bien, además puedo hacer acción trepidante, lo que quiere una tirada de lo que sea y otra de suerte, lo intento para no caer inconsciente.
Nadando junto a un cocodrilo. Ponzoña logró así salvar a Preocupado de su preocupación de morir ahogado y/o devorado, y llevarlo hasta el bote. El cabo Matagatos logró subir por su propio y heroico despliegue natatorio, y se dejó caer sobre el suelo de la barca, con la ropa pegada a las contusiones por acción del agua y la sangre. Sabandija avanzó sin ver, y chocó con los grandes pechos de Elefanta. La prostituta gigante pegó un grito, y de un guantazo hizo volar a Sabandija hasta el bote, para poco después subirse ella.
Ponzoña, el más entero de los heridos, tomó la pértiga y remó. No como el torpe Rastrojo, sino apoyando la pértiga en el fondo del lago para impulsar la barca. Sin embargo, no estaban del todo a salvo...
El cocodrilo Godzilla emergió del agua, pasando su cabeza sobre la borda y cerrando sus fauces sin morder a Bimbawa de milagro. Luego, por su propio peso, volvió a hundirse en el lago, pero demostró que en cualquier momento podría morder a cualquiera de ellos.
Los samurais y los guardias corrían sobre el dique creado por los castores, la mayoría con buen equilibrio, y lograrían llegar hasta Campaña y Khadesa antes que los Hermanos Juramentados del bote.
Desde Puerto Rata, el Brujo hizo una última jugada. Un pequeño monigote de papel. Esta vez no era un samurai, como ayer en el mercado de esclavos, sino una grulla. Y con su magia, la grulla creció y echó a volar.
La grulla planeó sobre la cabeza de los héroes prófugos, haciéndoles sombra. La grulla de papel aterrizó sobre ellos, en un sandwich, aleteando y moviéndose, y empujando hacia abajo.
Era el fin. Todos lo pensaron. Preocupado se preocupó especialmente de ello. Godzilla agitaba el agua desde estribor, emocionado por el festín que se avecinaba. Y entonces, al hacerlo, unas gotas de agua salpicaron una de las alas de la grulla. Con el peso desequilibrado hacia la izquierda, la criatura de papel se volcó hundiendo toda el ala en el lago. Una vez ocurrido eso, fue muy sencillo empujar y hundir el constructo de papel para siempre.
Con las manos cerca del agua, Godzilla hizo otro intento de llevarse algunas de un bocado. En el muelle, el Brujo saltaba y maldecía. Los tablones bajo él cedieron y terminó chapoteando en el agua. En serio, los Nyueng Bao deberían aprender a nadar.
Esperad, voy a intentar razonar con el cocodrilo.
Uno de los pocos conjuros que sabía Rastrojo, o decía saber, era el de hablar con los animales. Lo había propuesto con el elefante desbocado de la jungla, pero los demás no le secundaron. Esta vez nadie tenía fuerzas para contrariarle o quitarle de la cabeza aquella locura. Rastrojo habló.
Godzilla... ¿porque te llaman Godzilla, verdad? Godzilla... ¿qué estás haciendo con tu vida? Sí, tratas de comernos. Vivir en la inmediatez, y limitarte a llenar el estómago, sin mirar más allá. Sin tener proyectos de futuro. ¿Pero no te sientes solo? ¿No has pensado alguna vez en estar con otros cocodrilos? Ya. ¿Y con cocodrilas? ¿No te gustaría conocer a una cocodrila de esas de amplia y afilada sonrisa?
Lo sé, lo sé. Las mujeres. Menudo quebradero de cabeza. Las mujeres, cocodrilas o humanas, lo complican siempre todo. Son sorprendentemente débiles para unas cosas, e incomprensiblemente fuertes para otras. Son dulces... y ariscas. Y, sobretodo, son incomprensibles. Nunca sabes qué están pensando. Y si les preguntas si les pasa algo, ellas dicen "nada", o "tú verás", o "vete a tomar por culo, estúpido chamán". Son todas unas putas. Pero son putas y madres, como la mía, o putas y novias que te pueden hacer perder la cabeza, o unas putas amigas con las que bromear de manera cachonda.
Pero... cuando te sonríen... cuando te hablan con esas voces aflautadas y agudas... Las mujeres son capaces de volcar todo tu mundo. De pronto, vuelven el día más triste en el día más luminoso. Y te hacen sentir ese cosquilleo en la barriga, reconfortante y raro. Y yo no sé mucho de chicas... pero te lo aseguro, Godzilla... Cada momento que puedas atesorar a su lado merece la pena.
Convencido, el cocodrilo se hundió en el agua. No lo volvieron a ver hasta que emergió junto a la presa de troncos. Con su cola, el reptil golpeó y rompió la presa, y el agua dulce del lago volvió a fluir. Una vez debilitada, la presa no aguantó mucho. Como un castillo de naipes, la presa se desmoronó, arrastrando a todos los enemigos que caminaban sobre ella. El agua del lago se mezcló con la del océano, y el nivel empezó a descender.
En pocos segundos, el lago se convirtió en una playa de arena húmeda y castores mojados. A modo de surtidor, el manantial subterráneo que nutría el lago seguía lanzando agua, pero sin la presa solo lograba formar un pequeño arroyo hacia el mar. En Puerto Rata, la bajada del nivel de agua salvó del ahogamiento al Brujo, a Takeda y al samurai que Sabandija empujó. Con la barca varada, el grupo tenía que empezar a correr por sus propias piernas, o ser llevados a cuestas por la propia Elefanta.
Desde la isla de cuarentena, los leprosos empezaron a salir, vestidos de harapos. Avanzaban hacia ellos como zombis. Uno de ellos dió una orden en Nyueng Bao, y los leprosos se detuvieron, dejando escapar a la Compañía Negra.
Al frente, otra figura les salió al paso.
No puedo dejaros marchar. Y no lo haréis. Aquí dónde me véis soy un excelente luchador. Y si no podéis derrotarme, tampoco podréis pasar...
¡TONK!
El sonido de la sartén con el que Khadesa golpeó a Kaleua fue suficiente para dejarlo fuera de juego. Corrió a los brazos de Ponzoña y lo abrazó con fuerza. En aquella cala también les esperaba Campaña, y los dos carros. Pasar por la playa de los Sodomitas no tuvo mayor complicación: estaban más preparados para evitar que fuerzas hostiles se acercasen a Puerto Rata que para evitar que la gente saliese. Y más dejando a Campaña, el que atropeyó a Escarabajo, conducir el carro delantero. Habían sobrevivido todos. Menos el Rufián ese que se cayó por una catarata y del que no se acordaba nadie. Y pusieron rumbo al campamento, donde la presencia de Elefanta daría por finalizada aquella histórica huelga de prostitutas que lo empezó todo.
- F I N -