El anciano agradeció el gesto, y como era de espera se negó en redondo a que lo ayudaras, decía que su carga era parte de su vida, y que no podría disfrutar del camino si la cedía a otra persona.
Ya sabias cómo funcionaba aquello, y aunque la persona era humilde acepto finalmente tu ayuda, dejándose llevar por la tradición. Tu ofrecimiento había sido todo un detalle y estaba mucho mejor cuando dejo que parte de la carga la llevaras tu. Aunque fuera la parte más pequeña.
El paso se agilizo por parte de ambos, y el camino serpenteaba tranquilo bajo vuestros pies. Así que finalmente te animaste a preguntar algo sobre el trabajo del hombre.
El viejo se paró en seco, y después de descansar un poco el aliento te miro. Parecía darse cuenta de que eras mucho más que un simple hombre que caminaba. Notaste con cierto resquemor como inspeccionaba tus vestimentas en busca de algún detalle que le dijera con quien estaba hablando.
Pero tan pronto como empezó, acabo. Y reanudo el paso, más lentamente.
Sí que es una sorpresa, no hay muchos hombres o mujeres que quieran aprender lo que las plantas tienen que contarnos. Somos pocos los que gastamos toda la vida buscando remedios más efectivos. A las gentes de hoy, solo les interesa que las cosas se solucionen rápidamente, inmediatamente. Y ya nadie explora los caminos y las sendas de Rokugan buscando el conocimiento.
Me alegro de ver que no me equivocaba con vos, y que sois digno de admiración. Una búsqueda como la que decís es encomiable. Pero me veo en la obligación de deciros que la búsqueda que habéis emprendido seguramente no le llevara a buen puerto.
El monje maestro de Ginasutra, murió hace ya cuatro inviernos. Y si alguien podía conocer el lugar donde crecía la planta que buscáis, ese era el. Ahora su único discípulo vive en el pueblo, dejo la orden cuando murió este.
Cayó durante unos minutos y luego volvió a hablar contigo.
Yo hay cosas que se, y otras muchas que desconozco. Pero me gustaría advertiros que esa planta es peligrosa en más de un sentido. Los viejos curanderos como yo, hemos oído hablar de sus proezas. Puede usarse para conseguir curar a un hombre de las más extrañas enfermedades, y al mismo tiempo puede causar la muerte si no se trata la planta como es debido.
Pero esa es solo una parte de la maldición. Los pocos que han tenido el extracto de esa planta para realizar sus pociones, se han vuelto codiciosos y han amasado fortunas vendiendo su remedio milagroso. Pero quien quema la mano del hombre enfermo, solo atrae para sí la desgracia.
Cada gran curandero que ha dispuesto de esa planta, amaso dinero y renombre, pero también murió y la desgracia atrajo hacia sí mismo.
Las palabras de aquel viejo comerciante parecían un velado recordatorio de tu vida. Tú ya habías perdido todo lo que tenias. Tu familia ya había padecido los estragos de la desgracia, y sin embargo, tú estabas allí dispuesto a sanar aquella herida y a devolver a su lugar el linaje que corría por tus venas.
Pero descansaste tu mente de advertencias que aun en aquel momento poco podían decirte. Tu principal problema radicaba en que el hombre que conocía el lugar donde buscarla, podría estar muerto. Ahora ascua ardiendo era su discípulo.
Sigo andando sin prisa mientras reflexiono en las palabras de aquel comerciante, era evidente que aquel anciano había acumulado experiencia a lo largo de su vida y sería sabio tener en cuenta sus advertencias en el futuro.
-Si le soy sincero, la desgracia ya ha caído sobre mi familia y es mi deber subsanarlo, aunque la desgracia y la muerte caiga sobre mi después-
Paso algún tiempo sin decir nada mientras continúo concentrado en mi misión, buscar la raíz de Yanagi a la orilla del rio sol, voy por el camino que pasa a su lado, por lo que en cada descanso aprovecho y me acerco a los márgenes del caudal para conseguir encontrar el primero de los ingredientes del remedio milagroso.
-¿recuerda cual era el nombre del discípulo del monje de Ginasutra?- pregunto finalmente a mi inesperado compañero de viaje –me gustaría hablar con él y pedirle que me ayude en mi empresa si lo tiene a bien- digo tranquilamente con cierto aire de resignación ante un futuro que estaría marcado por una repentina desgracia.
El viejo, no dudo en responderte aunque te miro con curiosidad.
Toboro. Ese es su nombre.
El camino sigue, y estais a poco tiempo de llegar a Ginasutra. Al final azuzais el paso para llegar. Las plantas que tienes que recoger son sin duda importantes. Pero la historia de aquella planta misteriosa te habia picado la curiosidad mas haya de lo razonable.
Podia ser verdad que daba poder y dinero a cambio de una muerte prematura. O solo eran habladurias, contadas de viejo a viejo, en los largos camino del imperio.
FIN DE ESCENA
Pasas a la escena: A un paso del Fuego y los Truenos.