Los ruidos de los golpes se intensifican, así que sabes que estás cerca. Y puedes escuchar palabras sueltas de lo que Haru está diciéndole, o más bien gruñéndole al asaltante.
Nadie escapa de su Kharma. Siempre …. instante pensé que me encontraba frente … de antaño.
Según te acercas, la voz se aclara para nuevamente emprenderse el ritmo del combate.
No es necesario que hables. Arrancaré mis respuestas de tus propias entrañas…
Tras un tronco bajo, que saltas con facilidad, llegas a un terraplén de unos tres metros de alto, que da directamente sobre un saliente rocoso de lo suficientemente amplio como para que transcurra allí el combate.
Mas allá, solo el vacio tras el acantilado. El asaltante no tiene escapatoria, y menos contigo allí para cubrir al Bayushi.
Los árboles están mucho más juntos a este lado de la meseta. Según entras en ellos, te das cuenta de que casi no puedes seguir a Adako con la vista. Tendrás que guiarte por el ruido que deja al pasar corriendo entro los arboles.
En un par de momentos tienes que frenar, hasta que focalizas y localizas el origen de los ruidos.
Y de repente lo escuchas con claridad, el entre chocar de acero contra acero y palabras sueltas al aire. Así que aprietas el paso. Sabes que Haru san y Adako san pueden estar en peligro. Y no vas a dejar que aquella alimaña que hace solo unos minutos ha estado a tu hechizo se salga con la suya.
En otro asalto estaras allí.
El combate, que había tardado apenas cinco segundos en sucederse, tenia impreso el mismo ritmo que la persecución.
La respiración de ambos hombres se mezclaba de manera rítmica con él entre chocar de los aceros. Ambos guerreros nivelando sus fuerzas, entre el agotamiento y el empuje, y procurando no dejar huecos libres.
El intercambio de golpes se sucedía. Y de nuevo el bosque ofreció otro ruido, en la parte alta del terraplén, a escasos metros de los contendientes, la joven grulla, con una mirada furiosa aparecía en escena.
Ahora el combate continuaba mientras la tension podia sentirse en cada poro de la piel.
Postead sin Kiru. Seguimos narrando el combate, sin hacer tiradas.
El salto la llevó hasta la roca, sobre los dos contendientes. Frente a ella la lucha se desplegaba, ambos hombres haciendo girar sus armas, ambos con la respiración rápida pero acompasada. Tras el atacante de sombras, el abismo, y ella por fin pudo mirarle a los ojos, ver su aspecto.
La Grulla afiló la mirada, su corazón latiendo con la furia de su orgullo, tanto como con la de la persecución. Esta vez no cometió el mismo error, y sus labios apretados negaron las palabras. A pesar de que su alma gritaba por la paz, su cuerpo se dispuso para el combate. Cruzó breve un destello de reconocimiento, de entendimiento con el Bayushi, estaba allí, y no le dejaría luchar solo.
Y un nuevo salto la dejó a su lado, Escorpión y Grulla frente a la sombra, ésta entre los dos guerreros y la muerte.
Edito quitando "katanas" pues el atacante lleva tanto. :)
El Escorpión seguía moviéndose con cautela. A pesar de que su enemigo vestía con unos simples jirones sucios y apelmazados, y que portaba un sencillo tanto como única defensa, al samurai le costaba horrores colar la reluciente katana bajo su guardia. Aquel sujeto se movía como una sombra, escurriéndose siempre en el último instante. Saltaba, retrocedía y giraba con pasmosa velocidad, incluso aunque no había demasiado espacio para moverse.
Haru había comprendido desde un primer momento el peligro que aquel sujeto representaba. Su apariencia inofensiva y su exagerado desamparo eran solo una fachada, una trampa cuidadosamente preparada para desorientar a sus enemigos. Un engaño tan sutil como mortal, destinado a generar en sus oponentes una ilusión de confianza, de falsa seguridad, de modo tal que pudieran sintirse superiores y terminaran por bajar la guardia.
Pero Haru no cometería aquel error. Conocía bien a su enemigo. Aunque era la primera vez que lo tenía cara a cara, no necesitaba más. Podía sentirlo en las tripas. No se había equivocado cuando tomó su decisión en el campamento, incluso cuando las pacíficas intenciones de la Grulla habían sido más lógicas y recomendables. Y tampoco se equivocaría ahora.
De repente, el Escorpión sintió un rumor a sus espaldas. El mundo que lo rodeaba pudo penetrar de nuevo en su mente, y la saña asesina del samurai se retiró a un rincón apartado. Ya no estaban solos.
No necesitó apartar la vista de su oponente para adivinar lo que acababa de ocurrir. Podía sentir aquel exquisito perfume inundando sus fosas nasales, y hasta le pareció que una nueva y radiante luminosidad tamizaba las sombras de aquella solitaria cornisa.
Sin decir una palabra o hacer un solo gesto, el Escorpión comenzó a moverse sigilosa pero decididamente hacia su derecha, dejando un amplio espacio a su izquierda. Su enemigo quedaba justo en el medio. La Grulla no parecía muy experimentada en el combate en grupo, y Haru se lamentó por no haber hecho buenas migas con algún León en los últimos tiempos. De todos modos esperaba que la astuta mujer pudiera entender sus intenciones.
La dama Grulla vio el espacio que Haru dejaba a un lado, y su lento pero patente desplazarse hacia el otro. La sombra quedaba en medio, el tanto en su mano moviéndose con la facilidad de una avispa enfurecida.
Si ella atacaba desde el otro extremo, el hijo de las sombras no podría concentrarse en ambos, uno de los dos quedaría siempre fuera de su ángulo de visión más concreta. Podía alternar su control a uno y a otro, pero eso le quitaría precisión, y la capacidad de anticiparse.
Así que con un movimiento amplio y elegante se situó a un lado, justo al otro del del Bayushi, y empezó una danza tan rápida como amplia, que obligaba a quien la seguía a estar con la mirada fija, pendiente, porque manos y pies, codos y rodillas, cabeza espalda y abdomen se contorsionaron y arquearon, ondularon y estiraron, buscando cada resquicio en la guardia del oponente, saltando y encogiéndose, fintando, lanzando un golpe o una patada. Todo sin romper el equilibrio, sin dejar la armonía. Una Grulla volando, una mujer danzando, un monje combatiendo.
Y le buscó, descargando en cuanto pudiera aquel golpe en el que volcaría toda la fuerza de su giro, todo el peso de su cuerpo, toda la inercia de su ataque. El golpe que le diera la ventaja. O al Escorpión...
DJ: Perfecto
El sonido era tu guía. El combate había comenzado ya. Y el choque de acero contra acero, las palabras sueltas pronunciadas cuando la grulla, sin duda, lanzaba una patada o un puñetazo que eran como un faro en la oscuridad que te llevaba a donde estaban ellos.
El cangrejo había llegado más tarde, había sido más lento. Y tras su ultimo hechizo, había quedado incluso más atrás. Y lo que es más, había corrido de nuevo por el bosque, fiándose únicamente de sus oídos.
Ahora, tras vadear un tronco que yacía tumbado en el suelo, tiene una visión clara del campo de batalla.
Un saliente rocoso con el suelo desnivelado, que acababa abruptamente en el acantilado de cien metros de altura. En ese promontorio la locura de la acción había llegado.
La grulla, ágil y dura como solo podía serlo un artista marcial, mantenía al asaltante y asesino contra las cuerdas, que bloqueaba cada golpe que esta le lanzaba.
Haru, intervenía menos, cuando notaba un hueco en la defensa de vuestro misterioso asaltante. Sin embargo este, con una capacidad pasmosa, conseguía bloquear y esquivar por muy poco estos golpes.
Sin embargo, justo cuando el cangrejo asoma sobre la cima de la cuesta de tierra que lleva al lugar del combate, el hombre, para dos golpes de pierna y puño que Adako había decidido lanzar contra su cuerpo, momento en que Haru, describiendo un arco ascendente de su Katana, había aprovechado para realizar un ataque, que por fin impacta. Que impacta, corta y sesga parte del brazo con el que el enemigo sostenía su tanto.
El tipo, deja caer el arma dando un salto atrás, y siseando de dolor se agarra el brazo, que cuelga de manera extraña en el aire. Gasta unos preciosos segundos en miraros con un odio incandescente que os traspasa a todos.
Y lentamente comienza a andar hacia atrás, hasta quedarse justo sobre el borde. En ese momento, levanta su otro brazo despacio hasta ponerlo cerca del pecho. Y murmura unos ruidos, o un cantico extraño.
Kiru, se lanza terraplén abajo, sus ojos sacados de sus orbitas. Mientras vuestro enemigo sigue haciendo lo que quiera que sea, en un combate que ha perdido sin lugar a dudas. Pues a su espalda queda una caída mortal, que ningún hombre podría soportar, y delante, tiene adversarios, que sin duda no lo dejaran escapar.
ya estais todos juntos otra vez. XD
Sabes perfectamente lo que está ocurriendo. Lo has visto antes, en varias ocasiones. Sigues sin saber que es, magia, maho, u otra cosa, pero lo cierto es que los hombres y mujeres de la niebla asfixiante tienen acceso alguna fuente de poder que les otorga poderes muy peculiares.
La última vez, viste como sus canticos extraños, y sus intrincado dibujos, hacían que hombres normales, se convirtieran en asesinos sin consciencia.
Ahora, estas seguro que planea algo extraño y malo. Y tienes que impedirlo. Sea al coste que sea. Tienes que destruirlo.
Notas como el fuego y el peso de tus ancestros se apoderan de ti mientras tus pies se deslizan tierra abajo. Tardaras un poco en tener las energías listas para salir, y con la forma que quieras, pero sabes que tienes, de alguna manera, el favor de los dioses. El favor de Osano-wo.
Ahi lo tienes, ya eres el favorito de Osano-wo. Ya sabes lo que toca. XD
Corro hacia el enemigo como si guiado mi cuerpo estuviera por el propio Toshigoku, en donde los guerreros forjan sus almas en la lucha sin fin. En mi mano derecha, arde kenketsu no sinda, el dai tsuchi legado por mis ancestros y en cuyas mellas descansa parte del alma de cientos de enemigos derrotados, henchido de la furia de mis antepasados, que reclaman a gritos un sacrificio de sangre, aunque no necesariamente de muerte. Gritos que ansían ver a alguien derrotado por el brazo del último descendiente de una rama familiar ya olvidada y que puede que nunca vuelva a recordarse.
Pero las voces se acallan a medida que me acerco a aquel hombre y oigo como comienza a recitar sus salmodias, salmodias impías que se me antojaban conocidas, salmodias oídas a alguien como él en el pasado, y no traían nada bueno. De repente, las voces se unieron y formaron una sola, una atronadora voz que me ordenaba acallar a aquel hombre.
Grité al Tengoku invocando el poder del rayo sin parar de correr, mientras mi brazo derecho hacía girar a kenketshu no sinda sobre mi cabeza. Las nubes comenzaron a agolparse con rapidez oscureciendo el cielo sobre el enemigo y un rayo cayó justo en el momento en el que el Dai tsuchi se estrelló en el suelo, haciendo temblar la tierra.
Tiro 3g2 para la furia de osanowo y tengo el aumento gratuito de osanowo que uso para hacerlo de esta manera tan floreada. La dificultad es 5 y hace 3g2 con buen tiempo (aumentando a 3g3 o 4g3 si se hace durante una tormenta).
Ya me dirás si le doy pal pelo al muchacho, prefiero que mires tu por si le pones más dificultad
Adako al ver aquella salmodia, de alguna manera supo que algo no iba bien. Su enemigo podía estar conjurando algo, igual de poderoso que un hechizo del Kuni, así que instintivamente se puso en posición defensiva, y su mente calculaba sin ella pretenderlo, todas las vías de escape o esquiva.
Aunque entendía que ciertas personas tuvieran la capacidad de comunicarse con los Kamis, en el fondo de su mente y su corazón, todo aquello la apabullaba. Sentía miedo. Y vas cuando el objeto de un hechizo o algo peor podía ser ella misma.
El Kuni, se deslizaba por el terraplén, ganando la posición central frente a su enemigo. Su poderosa arma ancestral, dibujando un arco, destinado a erradicar el mal que él podía sentir en su enemigo.
Con la furia en sus ojos y en sus labios, Kiru realizaba a su vez un hechizo, que esperaba fuera suficientemente rápido.
Y sin embargo, no lo fue. En el momento en el que piso la cálida piedra de aquel lugar donde se desarrollaba toda la acción, vuestro enemigo abrió los ojos de par en par.
Sus ojos no decían nada, su mirada estaba mas allá de vosotros, en otro lugar, al que ninguno tenía acceso, y que ninguno comprendía. Allí al filo de la muerte, de un precipicio a sus espaldas, que significaba una muerte rápida, tras una caída agónica y demencial. Allí, frente a un grupo de avezados guerreros, que lo habían puesto en jaque, hasta el punto de verse forzado a usar cada as guardado en la manga.
Y fue allí, cuando los ojos de todos temieron de verdad lo que estuviera haciendo. Haru, conocedor de que quizás el tiempo se le estuviera acabando, lanzo un ataque rápido y destinado a ser mortal, que no llego a impactar, porque el asaltante se dejo caer hacia atrás.
El hombre, tardo mucho tiempo en caerse, como si el tiempo se detuviera para dejaros ser conscientes de que lo habías matado, y de repente, todo se acelero cuando este desapareció tras la cornisa. Para en cuestión de un par de segundos aparecer volando varios metros más allá. De su espalda habían brotado unas alas marrones y sucias, como las de un pájaro, pero sobredimensionadas para cuerpo de semejante envergadura.
El estupor os sobrevino, se escapaba. Se marchaba volando de su trémulo final. La sonrisa que os dedicaba hacia que el veneno de la rabia se instalara en vuestros cuerpos. Aquel ser, salido de las fabulas del Jigoku estaba escapando sin más.
Sin embargo, aun no estaba dicha la última palabra. Mientras vuestro enemigo emprendió la huida a la velocidad que sus nuevas alas le permitían. Kiru, enarbolaba su arma dando giros por encima de su cabeza. La mirada fiera del cangrejo no perdía detalle de donde se encontraba su enemigo.
Y en el cielo, una pequeña nube, que instantes antes no estaba allí, amenazaba con una tormenta furiosa, que era todo cuanto el Kuni necesitaba.
Un relámpago del cielo callo a plomo sobre el saliente, al tiempo que el arma del cangrejo golpeaba la roca, como si con ese gesto pudiera doblegar la propia electricidad y desviarla para sus propios fines.
Y así fue, el relámpago, quedo atado durante medio segundo al arma, para luego, buscar como una saeta envenenada la espada alada de vuestro enemigo.
Este que ya se encontraba a una distancia considerable, fue impactado por el rayo convocado por el Kuni, y le prendió fuego un ala, tras destruir casi por completo la otra. El hechizo del Shugenja había funcionado y entre humo y gritos de dolor el hombre ave caía hacia la espesura. Llegando un momento en el que ya solo el humo os indicaba donde había podido caer.
Y de repente, cada olor y sonido de vuestro alrededor volvió a vosotros con fuerza. El ruido del aire de la montaña os devolvió el algarabío de monjes que venían en vuestra búsqueda. El olor de las plantas que parecían haberse quedado mudas durante vuestra batalla.
Porque habíais corrido como zorros por el bosque, y luchado como fieras para proteger vuestras vidas y detener a un enemigo, que aunque en sombras, empezaba a perfilarse.
No teníais quizás las respuestas que necesitabais, y sin embargo, sabíais más que cuando empezó vuestra peculiar búsqueda.
Finalmente Godai, y algunos otros monjes llegaron con la respiración entrecortada a donde estabais. Buscando con la mirada que algo o alguien les dieran la explicación que ellos necesitaban para entender lo que había pasado.
Poco a poco, a los tres, el ritmo de vuestra sangre aun ardiente, empezaba a recobrase hacia la normalidad. Allí ya había poco que hacer, la casa del fuego y los truenos os había procurado respuesta a muchas de vuestras inquietudes, y quizás, mas preguntas a resolver, pero era el camino el guía que os enseñaría lo que aun estabais convencidos que queríais averiguar.
Fin de Capitulo.