Grunnaro, Señor de la Guerra, Señor de Eryn Vorn y aledaños, El Elegido de los Valar, El Magnánimo Señor, y en su nombre, Rhumar, Alcalde de Cart Arnor, anuncia que:
Se buscan mercenarios dispuestos a poner sus armas bajo la Enseña del todo poderoso Señor de la Guerra Grunnaro.
Todo aquel dispuesto, debe acudir al ayuntamiento de Cart Arnor, en el plazo de un mes.
Cart Arnor, 2061 Tercera Edad, en el décimo año de reinado de Grunnaro II el magnánimo.
La luna llena rielaba en las oscuras y tranquilas aguas. Los remos del bote, resonaban en la tranquila noche rompiendo las serenas aguas del lago. Las dos figuras, arrebujadas en sus capas negras, apenas se recortaban en la orilla. Con un crujido, el bote encalló en los guijarros de la orilla al tiempo que las dos figuras embozadas se dejaban ver sobre la pedregosa playa. El barquero, saltó rápidamente a la orilla y se apresuró a recibir a las figuras de capa negra.
- Excelencia... - murmuró el barquero haciendo una torpe reverencia.
Las dos figuras embozadas, simplemente menearon la cabeza en señal de asentimiento antes de cruzarse con el confuso barquero. La más baja de las dos figuras, ayudó a la más alta a subir al bote ante la mirada confundida del pescador. Los dos personajes embozados, simplemente se sentaron en la parte trasera del bote a la espera de partir. El barquero encogiéndose de hombros, se limitó a empujar de nuevo el bote al agua y tras chapotear un rato, se alzó al bote chorreando agua de sus desnudos pies. Rápidamente, se acomodó en el duro banco de madera y empuñó los remos mientras el bote se alejaba mansamente de la orilla. Con un chapotéo los remos se hundieron en las frías y oscuras aguas del lago.
El barquero, intentaba no mirar las dos encapuchadas figuras que se arrebujaban en sus negras capas al el otro extremo del pequeño bote. Sin embargo, su cabeza no podía ignorar los brillantes ojos que le miraba desde debajo de las capuchas.
- Dirígete a la torre norte... allí hay una playa...- comentó una de las figuras encapuchadas con una suave y argéntea voz femenina.
El barquero, asintió con la cabeza y redobló sus esfuerzos a los remos. La oscura mole del castillo, se recortaba a la luz de la luna surgiendo de las tranquilas aguas. Apenas sin hacer ruído, el bote empezó a rodear las rocas sobre las que se alzaba la torre. La luz de la luna, apenas alumbraba las aguas y la playa junto a la torre norte. Sobre las almenas, los pasos del centinela retumbaban en la oscuridad.
Un cangrejo, se lanzó al agua cuando el bote, giró en torno de una alta roca cubierta de algas. La playa no era más que una oscura forma entre otras oscuras formas. La figura encapuchada que había hablado, alzó una de las manos y una ténue bola de luz rojiza surgió en su mano alumbrando la pequeña caleta.
- Allí... - comentó la mujer encapuchada.
El barquero, asintió en silencio y dirigió el bote a la playa. Con un crujido, el bote varó en la pedregosa playa al tiempo que la bola de luz se extinguía. Rápidamente, el barquero saltó al agua con un chapoteo y tendió su mano a las figuras embozadas. Sin embargo, las dos mujeres, prescindieron de su ayuda al saltar a la playa. Sus botas negras crujieron en la arena. El barquero, se quedó mirándolas al tiempo que se retorciá las manos. La más alta de las dos, alzó la mirada mirando las altas torres en las que los vigías permanecían ajenos a su visita.
- Hemos llegado... - susurro con voz atiplada.
- Si, maestra... - contestó la mujer de la voz argéntea.
El barquero, carraspeó aclarándose la garganta y trantando de llamar la atención de las dos mujeres.
- Oh, sí... tu pago... - asintió la más alta metiendo la mano en su capa y tendiéndosela al barquero.
Las imágenes del oro que iba a recibir en pago, asomaron una sonrisa a la cara del pescador que rápidamente tendió la mano imaginándo la cantidad de cosas que podría conseguir con ese oro y los felices que se sentirían sus hijos y su mujer que ahora podrían comer a diario. El contacto con la mano de la mujer fué cálido. Tan cálido que pronto se convirtió en molesto. La mano de la muje se cerró sobre la suya y el pescador, aterrado, intentó retirarla. Pero su s fuerzas pronto le abandonaron. Su piel, se volvió trasparente y quebradiza a la vez que sus ojos se hundían en un rostro que pronto pareció el de una calavera.
En unos instantes, la mujer sostenía un cadáver consumido.
- Ahí está tu pago... - con un revuelo de capa, la mujer se volvió - Deshazte de él...- ordenó.
La mujer más baja, alzó el consumido cadáver apenas sin esfuerzo y lo lanzó sobre el bote. Con un empujón devolvió el bote a las oscuras aguas del lago. Ambas mujeres, miraron unos instantes el bote antes de girarse hacia la torre. La más alta, alzó un momento una de sus manos por encima del hombro y el bote, empezó a arder mientras se alejaba de la orilla.
Para cuando el centinela dió la alarma, el bote se alejaba de la torre y las dos mujeres se habían perdido en la noche camino de la puerta...