Georgi, a pesar de su impulsividad, no era un hombre de decisiones, asi que antes de salir corriendo hacia el portón para abrirlo preguntó, señalando a Marc:
-Comandante ¿Llevamos éste para sacar información?-
Cuando se disponía para rematar la faena, un escalofrío recorrió por un instante el cuerpo del astronauta que tras fallar su acometida y las palabras del propio Marc ante el ataque de su compañero ruso. Paolo comenzó a comprender que lo mejor era huir de allí ahora que podían hacerlo por sus propio pies y que el horror que allí les aguardaba no parecía con la intención de pararles.
Georgi, creo que lo mejor es que le dejemos aquí, parece que ha perdido la cabeza. Salgamos ahora que podemos ...
- Sí - gritó, por encima del hombro - Ese hombre ha perdido el norte completamente, ¡vamos, alejaos de esa... cosa!
¿El portón de salida está cerrado o estoy yendo a abrir una salida abierta?
Saint se acercó rápidamente hasta uno de los furgones, el más cercano. Tiró del abridor, y afortunadamente la puerta cedió. Los cristales parecen suficientemente resistentes para resistir golpes, por lo que romperlo no hubiera sido una opción. En el interior, sin embargo, no tuvo tanta suerte en el interior. No había llave alguna que permitiera arrancar. Sabía lo necesario para hacer un puente y arrancar un vehículo - el entrenamiento militar prepara a los soldados para todo tipo de situaciones -, así que arrancó la cubierta bajo el volante y exhó un vistazo al cableado. Sin embargo, no parecía fácil. Los cables de conexión de la llave no se encontraban ahí, sino que iban cubiertos por algún otro lugar.
Mientras Georgi se ocupaba de proporcionar una vía de escape, Paolo ya estaba junto al comandante. Viendo sus dificultades, echó un vistazo al cableado. Por suerte, el italiano tenía unos conocimientos más extensos que los del casi retirado astronauta, y no le costó dar con el lugar por el que iba el cable de arranque. Un tirón del mismo lo extrajo de su conexión, y un ligero contacto con otra de las conexiones eléctricas produjo una chispa, a la que le siguió el ruido del motor.
Ambos hombres suspiraron tranquilos, y se lanzaron al interior del vehículo. Para entonces, Georgi ya había comprobado la compuerta que daba al exterior. Tenía un sistema de identificación por contraseña a su derecha, y la puerta parecía más resistente incluso que las paredes del edificio. Golpearla no iba a ser una opción. En ese momento el médico cae en la cuenta que al entrar, Marc introdujo una clave, pero desgraciadamente no prestó la atención suficiente en el momento adecuado. Por la actitud del hombre, es bastante probable que no vaya a colaborar con vosotros, ni pacíficamente ni mediante la fuerza.
Un vistazo a la puerta por la que habéis accedido os permite inferir que no es tan resistente como la que da al exterior, y que un golpe certero con el vehículo la derribaría. El pasillo por el que llegasteis hasta aquí era lo suficientemente ancho como para que la furgoneta pase sin problemas, aunque no tenéis la certeza de si encontraréis alguna otra salida al exterior en esta planta.
Motivo: Electricidad Saint
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
Resultado: 98 (Fracaso)
Motivo: Electricidad Paolo
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 6 (Exito)
Tirada oculta
Motivo: Suerte Georgi
Tirada: 1d100
Dificultad: 77-
Resultado: 35(+25)=60 (Exito)
Con una palmada al hombro, agradeció a Paolo su ayuda y arranco el motor, apretando a fondo el acelerador para comprobar que funcionaba. Sin embargo, con el ceño fruncido vio cómo el doctor Grechko miraba el panel de mandos y no conseguía abrir la compuerta. Desde luego, no iba a conseguir atravesar la puerta con ese coche... pero la otra...
- ¡Georgi, a la otra, la otra puerta! - dijo, mirando a Paolo después - ¡Déjame a mí, esperadme junto a la puerta y salid en cuanto la reviente!
Y diciendo esto, giró el volante, apretó el pedal, y se dirigió a abrir el portón por el que habían entrado.
El médico cambió la dirección de su carrera para dirigirse al sitio donde le había indicado el comandante, viendo como la furgoneta lo adelantaba dirigiéndose al segundo portón.
Paolo sonríe un instante antes de bajarse del vehículo poniendo a un lado como indica Saint. Al bajarse y situarse intenta no perder de vista a Marc por si intenta algo por impedir su huida.
Venga dele fuerte!!!
Saint pisó el acelerador del vehículo a fondo, y se encaminó directamente hacia la puerta de entrada. Paolo corría detrás de la furgoneta, observando de reojo a Marc por si decidiera levantarse y tratar de impediros escapar. Georgi no tarda en ponerse a la altura del ingeniero italiano, y ambos utilizan todas sus fuerzas para mantenerse lo más cerca posible de Saint.
Con un estruendo que probablemente haya producido ecos por todo el edificio, el comandante embiste la puerta y frena en seco después. La fuerza hace saltar por los aires la estructura de metal, que golpea con estrépito la pared opuesta del pasillo. Antes de que caiga al suelo, Saint ya está en mitad del pasillo. El vehículo sólo ha sufrido unas ligeras abolladuras en su parachoques, aunque el impacto ha causado la activación de los airbags, que poco a poco comienzan a perder el aire que los ha hinchado.
Los dos astronautas corren hacia el vehículo, sintiendo como una fuerte corriente de aire les empieza a golpear, con una fuerza cada vez mayor. Es como si en el interior de la sala un huracán estuviera tomando forma. Echan la vista atrás para comprobar que la criatura ya no está inmóvil. Agitándose con fuerza, es como si el viento surgiera de su cuerpo, mientras las asquerosas mandíbulas se abren y cierran. Tratando de centrarse otra vez, los dos hombres vuelven la vista hacia su vía de escape y aceleran más todavía su ritmo.
Unos segundos más tarde ambos alcanzan el vehículo, cuyas puertas ya había abierto Saint. De un salto acceden al interior, y tan rápido como han entrado cierran las puertas. Lo último que veis en la sala es que el psicólogo, en lugar de prestaros atención, no ha dejado de observar al enorme y alargado engendro, cuya forma ha cambiado en ese instante que habéis dejado de mirar, para tomar la apariencia de tres humanos. Tres hombres con un parecido cada vez mayor a vosotros.
Uno de ellos, el que parece ser el comandante Saint, os saluda con la mano mientras el auténtico Saint aprieta el acelerador para escapar en dirección contraria al ascensor por el que llegasteis a esta planta. El viento sigue agitando todo lo que hay en el pasillo e incluso mueve ligeramente el vehículo. A través de las rendijas de las puertas y las ventanas, sentís como si ese frío viento se adentrara en el vehículo y susurrara en vuestros oídos. Notáis cómo una humedad fría os invade, y ese aire huracanado toma forma en vuestras mentes, en una voz terriblemente parecida a la de Stanley Philips.
- Ya es demasiado tarde, compañeros. Esto ha empezado, y no seréis capaces de detenernos.
Tratando de hacer caso omiso a esa voz, Saint dirige el vehículo a lo largo del pasillo, rezando para que en algún lugar de esta planta haya una puerta que de al exterior. El edificio se os hace extremadamente largo, y pasáis junto a varias salas equipadas con instrumental experimental de lo más variopinto. Los científicos os miran a través de las puertas abiertas o las ventanas que dan hacia el amplio corredor por el que conducís con una tranquilidad que resulta desquiciante, mientras comprobáis con cada vez más desesperación el interior de las salas por si hubiera alguna ventana o punto débil en el que embestir para abrir una salida.
Es entonces cuando una de las salas llama a vuestros sentidos. Varios hombres ignoran el jaleo exterior mientras realizan varias pruebas con un objeto de experimentos. Un objeto de forma cúbica, cuyas caras miden cerca de medio metro, y de una superficie lisa y brillante casi única, que solo habéis visto en otro lugar: Incrustado en la Zvezda, a 40.000 metros sobre la superficie terrestre.
No podía conducir a mucha velocidad por los pasillos, pero hasta Saint sabía que la situación era completamente ridícula. ¿En qué momento de su vida empezó a pensar que podía circular un vehículo del gobierno por los pasillos de una institución secreta en mitad de la nada? El coche golpeaba repetidas veces contra las paredes, o contra alguna maceta puesta para decorar, arrancando maldiciones del veterano soldado.
Sólo cuando sus ojos se posaron en aquella sala, donde estaban observando ese cubo que, en teoría, estaba en manos de Raf, negó para sí. ¿Era el mismo? ¿Era otro? ¿Realmente dónde estaba Raf? ¿Algo de lo que les habían dicho era cierto?
No tenía tiempo para pensar, pisando nuevamente el acelerador para salir de allí, rezó a Dios que le permitiera salir sano y salvo...
Que sucia treta estaba tramando ese ser, como era posible que sus cuerpo ahora se encontrarán replicados en esa sala. Ese y otros pensamientos se agolpaban instantáneamente en la cabeza de Paolo, mientras huía atropelladamente de la sala en la que se encontraban.
Santa María llena eres de gracia ...
Maldita sea, como es posible que todo esto este aquí. Quizás debamos destruirlo todo aunque nos cueste la vida?.
Georgi sólo pensaba una cosa desde que vió la materialización de sus "dobles": "Lo he perdido todo. Ahora mi familia corre peligro, la Patria corre peligro... y todo opr mi culpa"
Pero salió bruscamente de sus pensamientos cuando la furgoneta desembocó en ese ¿laboratorio?
-¿Eso es cubo de Raf?-
A pesar de vuestras palabras e ideas, Saint continúa con su temeraria conducción. Destruir el cubo, observarlo o comprobar si Raf está allí... Todas esas opciones se desvanecen tan pronto el vehículo deja atrás la puerta de ese laboratorio. ¿Y por qué buscan tan afanosamente a Raf si ya tienen el cubo de la ISS? Os olvidáis por un momento de todos esos pensamientos, pues la furgoneta se dirige a toda velocidad hacia una puerta... y el final del pasillo. Os aferráis a lo que podéis cuando Saint embiste la puerta, que en respuesta salta por los aires, aumentando el estruendo que de por sí produce el vehículo a toda velocidad, rozando las paredes en su camino. Y al otro lado de la puerta, contrastando con la oscuridad de esa criatura, veis luz.
El vehículo se encuentra en un almacén, y una de las entradas de descarga está abierta. De reacciones rápidas, el comandante no duda, y dirige al instante el vehículo hacia allí. En el camino hacia vuestra ruta de escape golpea algunas cajas, que caen al suelo esparciendo una montaña de plástico protector y trozos de instrumental de laboratorio. El viento huracanado que agitaba el pasillo entra rabioso a través de la puerta abatida, y levanta por los aires el ligero plástico de que había en las cajas, colmando la habitación de un caos de piezas, cartón y poliexpán, que a duras penas os deja ver a vuestro alrededor.
Mientras el comandante conduce sin dejar de observar su objetivo, Georgi y Paolo miran hacia atrás, temiendo ver aparecer a vuestra espalda esa horrible cosa que estaba tomando vuestro aspecto. Salvo los trozos que vuelan agitados por el viento, nada parece deteneros en vuestro camino, y en pocos segundos os encontráis fuera del complejo de investigación.
La luz os ciega momentáneamente, pero vuestros ojos se acostumbran rápidamente al exterior. A vuestro alrededor veis el bosque que rodea el laboratorio, y la carretera por la que llegasteis. Quizá sea solo debido a lo que acabáis de sufrir en el interior, pero vuestros pulmones parecen responder agradecidos al aire exterior y vuestros ojos a la luz. Detenéis el vehículo un momento y respiráis profundamente, llenando vuestros cuerpos de esa cálida sensación. Es como si sintierais que todavía hay una esperanza, que a pesar de lo que habéis visto aún no está todo perdido.
Pero... Os faltan fuerzas. Sois solo tres hombres en mitad de la nada, y ahora mismo, vuestro mayor anhelo es volver a vuestros hogares y olvidar todo. Dejar atrás la ISS, el cubo, esa horrible criatura, a Marc y Raynor, a Raf... Lo que queréis es vivir una vida normal, junto a vuestros seres queridos. Sin embargo, sabéis que vuestro pasado os acechará. Las palabras de esa criatura os atormentarán, y no podréis descansar sabiendo que en las sombras, disfrazados como vuestros amigos, esos seres irán ganando terreno a cada momento que pasa. Su último mensaje todavía resuena en vuestras cabezas...
"Esto ha empezado, y no seréis capaces de detenernos"
Vuestro futuro, EL futuro, parece estar decidiéndose en estos momentos. Las piezas de un rompecabezas están dispuestas sobre la mesa, y quizá solo vosotros podéis descifrar el enigma. Ahora sois libres de ir a donde queráis. Las paredes de aluminio de la ISS ya no os rodean, y vuestro mundo espera vuestra decisión.
Pero tan sólo sois tres astronautas en una furgoneta, en mitad de la nada. ¿Qué podéis hacer?
FIN