Partida Rol por web

—Por lo que cuentas —comenzó KoperniK tras unos segundos en los que había estado pensativo mientras escuchaba al viejo mafioso—. El asunto jodido no es sólo coger esa tostadora con el programa de los japoneses, sino introducirnos en Vitatec. Es decir, podríamos lograr todo y en el último momento nos la levantan para destruirla... ¿Tenemos allí algún contacto? 

Se rascó la cabeza mientras seguía caminando al tiempo que trataba de hacer memoria de las palabras exactas que le había dicho Tanya horas atrás por si podía servirle para tener un hilo del que tirar:

—La zorra que trabaja para mí no nos sirve, estaba enchochada por la muerta... Viktoriya —confesó el Mnemólogo reconociendo que no tenía una mierda a partir de al cual ir empezando. Un fogonazo de holopublicidad le cegó momentaneamente y se apartó buscando esquivarlo, tal vez por el destello le vino una idea:

—Es posible que esté en el apartamento de su rescatadora. Probablemente sea el primer sitio donde mirarían, pero si pregunto a Tanya dónde quedaba con ella, tal vez pueda descubrir algo de nuestro objetivo. Si no, a buscarla por los viejos métodos toca. También tengo un nombre, iba tras la bollera: Maik. Es posible que esté con los que la mataron... Igor, si te parece empiezo a tirar por esos hilos a falta de más información. 

—La Yakuza lo tiene —respondió—. Tienen un ténico dentro de Vitatec. Si no fuera por él nunca habríamos sabido las verdaderas intenciones de Ilyanin. Fue él quien descubrió el troyano que hay oculto en el nuevo neurochip.

Igor sacó otro pitillo del paquete. Estaba nervioso.

—Supongo que llegado el momento podrá ayudarnos. Al parecer tiene acceso a casi todas las plantas del edificio.

Tras eso escuchó el plan de acción de Kopernik. Lo sopesó antes de hablar:

—No sé a quien te refieres por la rescatadora... si hablas de Petrushka olvídalo. No tiene apartamento. Ese aparato "descansa" diréctamente en las instalaciones de Vitatec —dió una calada—. Si te refieres a Viktoriya, en su apartamento no hay nada. Ya lo he registrado. Incluso comprobé las grabaciones de las cámaras de vigilancia de la zona. Sestra y Petrushka pasaron por allí durante su huída, justo antes de ir al Video REDUX. No sé que cojones fueron a buscar allí...

Otras dos caladas, una muy seguida de la otra. Igor había vuelto a coger el vicio con fuerza.

—Lo de Tanya suena bien. Es posible que sepa algo que se nos escapa. No sé... Quizá conociera a Viktoriya y a Sestra mejor de lo que pensamos. Ya me contarás.

Sin un plan fijo y con lo que parecía el atisbo de una idea KoperniK se despidió de Igor y volvió a su apartamento. Había sido aquella una noche larga y debía retirarse a descansar para en la tarde del día siguiente encarar a Tanya. Tal vez incluso fuese preferible hacerlo en su propio apartamento para evitar levantar más suspicacias de las estrictamente necesarias.

Masculló una maldición en silencio mientras ocupaba el asiento de su vehículo y le marcaba el destino al que ir. No le apetecía conducir y tenía demasiadas cosas en la cabeza. Mientras el piloto del coche anunciaba que llegaría en 10 minutos, el mnemólogo siguió sumiéndose en sus propios pensamientos:

«No tenía que haber matado a aquel desgraciado en público. O sí, no sé… mañana lo sabré en cuanto pille a Tanya en el apartamento. A ver dónde vive…».

Con rapidez utilizó su vehículo como terminal segura y le hizo rastrear en el velo toda la información que tenía de sus trabajadores centrándose en el finado y en Tanya. De ésta última le interesaba la dirección que había dado en el momento de entrar a la empresa y la que estaba usando para pagarla.

–Hostia puta – protestó al no ver ningún resultado, en ese momento se dedicó a buscar más información para confirmar si es que habían borrado su rastro o si le habían hackeado–. Joder, hay putos días que no hay que levantarse.    

_{Apartamento de Tanya. Distrito Ostankinsky. Al día siguiente.}

De Dimitri, el muerto, no había absolutamente nada en la red. No había última dirección conocida. No tenía pareja. Tampoco hijos y, buscando por su apellido, no figuraba nadie que pareciera encajar como un familiar. Ni si quiera existía cuenta bancaria de la que tirar. Dimitri cobraba su salario a través de una transferencia que el mnemólogo hacía directamente a su cartucho de cred. En lo referente a aquel tipo, Kopernik se topó con un callejón sin salida. Aquello era muy extraño. ¿Quién cojones era realmente el tal Dimitri?. ¿Cómo el dueño del Annika no había hecho esas mismas comprobaciones antes de ponerlo en nómina?.

Por suerte de Tanya si había información. Figuraba una dirección: Prospekt Mira número ciento diecinueve.

Cuando Kopernik llegó al distrito Ostankinsky sus ojos vagaron hacia un callejón parcialmente iluminado por la luz del amanecer. A ambos lados de la calle se alzaban varios edificios de apartamentos. Ascensores hidráulicos en su interior. Ascendió y encontró la puerta del apartamento de la bailarina entreabierta. Cruzó el umbral sin llamar.

El piso de Tanya estaba más amueblado de lo que cabía esperar. Todo allí era material de calidad. ¿Cómo podía costear esos lujos con su sueldo de bailarina?. La respuesta llegó al descubrir un fabricador y un secuenciador en la cocina, donde también estaba la ventana más grande del apartamento. Echó un vistazo en su habitación. No la encontró. Tan sólo sabanas agitadas y la lampara de la mesa de noche rota en el suelo. Tanya no estaba en su apartamento.

Tanya no está aquí. La puerta entreabierta, la cama hecha un desastre y unos cuantos muebles rotos. Todo indica que algo sórdido ha ocurrido aquí. ¿La habrán secuestrado?. Quizá algo peor. ¿Tendrá el tal Maik algo que ver?...

Por otra parte, ¿que se trae entre manos Tanya?. ¿Qué hace con ese fabricador y ese secuenciador en la cocina?.
Tú sabes más de estas cosas que yo... Dime Kop, ¿para que se usan esos aparatos?.

Se aproximó KoperniK al Fabricador estudiándolo. Hacía ya varios años que habían surgido y con el tiempo su popularidad se había ido extendiendo: la gente los compraba y servían para fabricar cualquier tipo de elemento. Desde entonces, las empresas habían dejado de asumir los costes de fabricación y envío limitándose a vender modelos tridimensionales que una vez importados generaban dicho elemento. Nada fuera de lo normal, salvo las dimensiones del mismo y su grado de complejidad.

Eso no era para fabricar ropa ni zapatos. Eso permitía clonar tecnología, a tenor del secuenciador.

«Joder» maldijo en silencio. «No conozco una mierda de estos hijos de puta que tengo a mi cargo. Antes no era así la cosa, ¿cuándo cambió, con el simestím?»

Siguió echando un vistazo al apartamento tratando de encontrar algún elemento o pista de lo que quiera que fabricase, sin embargo, a duras penas era capaz de concentrarse en su tarea: «¿Por qué una pirata tecnológica trabajaría en el Annika?» era la pregunta que martilleaba su córtex una y otra vez. La respuesta llegó por sí sola, ella no estaba en el área del simestím. Eso estaba reservado para uno de los de seguridad y él mismo. Por lo que a los demás respectaba era el área de los VIP entre los VIP. Un lugar en el que probablemente se drogarían o harían prácticas homoeróticas prohibidas por el gobierno.

«Trabajaba en el Annika para robar la tecnología a los clientes»

Tenía clarísimo que era ella ya una exempleada. Pensaba usarla para el proyecto inmortalidad, sin embargo, el asunto no paraba de complicarse… ¿Qué sabría del simestím?

No encontró ninguna tecnología, pero se bastó con su propia intuición pues en su vida anterior había tratado con varios del mismo palo. Empezó a revisar entonces los mensajes del Home Smart: había algunos cifrados, sin embargo, por encontró varios resultados en los personales (menos protegidos paradójicamente).

—Tiene. Dos. Mensajes. Nuevos.

La voz artificial del Smart Home sonó entrecortada. Era increíble que, con todo lo que había avanzado la tecnología, no hubieran mejorado la fluidez narrativa de aquellos aparatos. Cabía pensar en la posibilidad de que hubieran dejado esa voz así a consciencia; una especie de guiño a una época anterior en la que aún existía el teléfono.

—Primer. Mensaje. Recibido. Ayer. A. Las. Veinti. Dos. Y. Trece.

—Sé que estás ahí maldita zorra. Al menos ten pelotas para aceptar la puta llamada —una voz masculina salió en estampida a través del altavoz del aparato—. ¿Es que ni si quiera merezco eso? —sonó un bufido—. Aún así voy a ser generoso y te voy a dar la oportunidad de explicarte, aunque no te la mereces.

Aquella era una voz castigada por los excesos del tabaco, el alcohol y seguramente también el trank. Aparte de eso, había algo realmente inquietante en ella. Una especie de deje maltratador y psicótico de fondo.

—Ven mañana a mediodía a verme. Te mando la ubicación. Ten la decencia de aparecer y no compliques más esto. Si me haces tenerte que ir a buscar será mucho peor, te lo aseguro.

—Fin del mensaje.

El Smart Home puso nombre al dueño de la voz. Era Maik. En el archivo del mensaje había adjunta una dirección: Una calle cualquiera del distrito Butyrsky. Kopernik cayó en la cuenta de que ese distrito era territorio de los cromados.

—Segundo mensaje. Recibido. Hoy. A. Las. Diez. Cuarenta. Y. Ocho:

—Tany, soy mamá. Llevo intentando localizarte desde ayer pero no lo consigo. ¿Va todo bien?. Por aquí todo igual. Sin novedad, aunque dicen que eso es bueno, ya sabes... Pues nada cariño, cuando escuches el mensaje llámame, ¿vale?. Un besito.

—Fin del mensaje.

KoperniK torció el gesto al comprobar que nadie sabía nada... Ella había puesto tierra por medio y ni su familia ni el chulo que tenía por novio sabía nada. Sin embargo, todo había comenzado con el gilipollas de Maik. A falta de un hilo mejor del que tirar KoperniK toqueteó nuevamente la terminal para que volviese a desplegar la dirección desde la que el cromado había llamado, entonces la apuntó y llamó por teléfono mientras bajaba a su vehículo:

—¿Austin? ¿Has hecho lo que te pedí? Si no ha habido ningún problema, quiero que nos reunamos en el límite del territorio de los cromados. Tengo un trabajo interesante que puede hacerte ganar un extra. Vendría bien tener un par de tipos más, de confianza pero que no tengan nada que ver con el Annika... La paga será buena. Tiene que ser hoy mismo antes del mediodía así que, date prisa.

—Todo solucionado, jefe —sonó convincente—. Después escuchó con atención las palabra del dueño del Annika, y cuando oyó lo de "trabajo interesante" no pudo evitar tener que tragar saliva. Sabía que esa frase en boca de Kopernik era un sinónimo de problemas.

—Cuenta con ello —fue lo único que dijo. Después se cortó la transmisión.

^{Edificio abandonado. Ulitsa Milashenkova 5. Distrito Butyrsky.}

Austin había sido puntual. Cerca del mediodía se encontró con Kopernik en el lugar acordado; un barrio marginal semi abandonado del distrito Butyrsky. Un lugar deprimente que apestaba a inmundicia y necesidad. Kopernik observó la fachada del edificio que coincida con la dirección que Maik había dejado grabada en el Smart Home de Tanya. Era un edificio alto, de casi una veintena de plantas. Sin duda aquella construcción había conocido tiempos mejores. Ahora no era más que un triste recuerdo hecho de jirones de acero y hormigón. Todo allí estaba penosamente decorado por los colores del grafiti.

Entonces se escucharon los disparos. Varias detonaciones a media distancia, presumiblemente en la zona exterior del edificio. Aquel era un barrio de mala muerte, Kopernik lo sabía. Allí, si no te andabas con cuidado acababas saliendo con los pies por delante. Kopernik miró a Austin y sopesó sus opciones según el número de refuerzos que este había traído consigo...

—Has hecho bien —reconoció KoperniK al agacharse por los disparos. Los cuatro secuaces que en un principio se habrían antojado demasiados, resultaron ser un número perfecto pues con Austin y él mismo (que no pensaba ponerse en primera línea) sumarían 6. Muy mal tendría que darse la cosa para entonces.

—Cromados... Valientes desgraciados impersonales. Debemos localizar a uno de ellos, un tal Maik. Tanya está desaparecida y según me dijo antes de desaparecer éste la estaba buscando. Al cabrón le quiero vivo —explicó brevemente.

Nuevos disparos que hicieron que el Mnemólogo empezase a desplazarse al interior del edificio temiendo que una bala perdida le diera. Una vez dentro retomó su charla:

—Escuché en el contestador que la había citado aquí, así que supongo que arriba estará. ¿Alguna duda? ¿No? Subamos entonces —resolvió poniéndose en marcha liderando la comitiva los primeros metros hasta que llegaron a la escalera, entonces se detuvo y señaló a tres de los tipos y les mandó abrir el camino, después pidió que fuese el propio Austin, a continuación lideró el la retaguardia, dejándose al que quedaba para que cubriera sus espaldas ante cualquier imprevisto.

En cuanto cruzó el umbral y empezó a acometer el ascenso sacó un arma nuevo. Una semiautomática de reciente manufactura que se había agenciado de camino. Era menos particular y sería más difícil que le rastreasen, a diferencia de lo que pasaría con su vieja amiga. Una vez confirmó que ésta funcionaba suspiró e inició el ascenso.

...Después de ÓXIDO DE CROMO

_{Cordón Policial. Perímetro exterior del club Annika.}

La furgoneta propiedad de uno de los tipos que Kopernik había contratado horas antes cruzaba las calles de Moscú dando tumbos a toda velocidad. Lo hacía porque tiempo era crucial y el mnemólogo lo sabía. Si quería rescatar la información que contenían aquellas dos cabezas, cada segundo era vital. Era una carrera contra-reloj que finalizaba en una meta incierta. Pero aunque no sabía si su plan funcionaría, tenía que intentarlo. En cierta manera, aquella era una incertidumbre emocionante. Algo diferente a su rutina habitual en la que lo más interesante que ocurría era una pelea en la barra o un par de números descuadrados en el ajuste de cuentas. Así que en ese momento no era capaz de pensar en otra cosa, ni si quiera en la última llamada de Natascha, lo cual era un descuido imprudente que estaba a punto de lamentar...

El vehículo giró la última esquina y se introdujo en la calle del Annika. Cuando lo hizo, el murmullo de múltiples voces se coló a través de la ventanilla sacando a Kopernik de sus intrépidos pensamientos. Sin saberlo, había entrado en la boca del lobo con la peor compañía posible. Un cordón policial cortaba el paso justo delante del club. Como sucedía en la mayoría de las escenas del crimen, agentes uniformados intentaban mantener el perímetro mientras la muchedumbre se agolpaba en torno a ellos para ver algo. A lo lejos, unos hombres vestidos con traje, tal vez inspectores, recorrían el interior y el exterior del Annika. Sobreimpresionado, el conductor de la furgoneta intentó dar marcha atrás, pero varios vehículos que les seguían en el tráfico bloqueaban la posibilidad de maniobrar.

Tras unos segundos de espera que parecieron eternos, Kopernik vio acercarse a uno de los agentes y se le dispararon todas las alarmas. Estaba atrapado en una lata metálica junto a varios matones, una mujer drogada y dos cabezas decapitadas. Notó una presión en el pecho y descubrió que casi le costaba respirar.

El agente hizo una señal y el conductor se vio obligado a bajar la ventanilla.

—Buenas noches —dijo. Sus ojos lanzaron un sesgado vistazo al interior—, ¿a dónde se dirigen?.

Esto tiene muy mala pinta...

¿Qué haces?.

 ¿Vas a intervenir o dejarás que responda el conductor?

El polaco apenas tuvo tiempo de pensar... Enseguida contestó el conductor quién se adelantó tratando de reflejar indiferencia y naturalidad:

—Tenemos que ir al otro lado de la calle. Trabajamos allí —mintió rápidamente señalando otro bar—. He tratado de dar un rodeo pero cuando me di cuenta de la que había montada no hubo manera...