Partida Rol por web

Venatrix

DE VRBE AETERNA

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28/04/2012, 21:11
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En esta escena voy a añadir la información referente a la ambientación, según vaya siendo útil para el personaje. En primer lugar, puesto que Casio Dánico se mueve dentro de la esfera política, daré alguna información sobre las instituciones romanas. También añadiré más tarde algunos breves apuntes sobre la situación política de la ciudad en el tiempo en que se sitúa nuestra historia, el año 193.

No es obligatorio que leas todo, considéralo como una fuente de consulta rápida.

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28/04/2012, 21:16
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INSTITUCIONES ROMANAS (I)


El principado

Desde el reinado de César Augusto (23 a.C.) hasta la llamada Crisis del Tercer Siglo (284 d.C.), el Imperio Romano recibe el nombre de principado, caracterizado por el esfuerzo de los emperadores por preservar la ilusión de que en esencia el estado seguía funcionando como en tiempos de la República. De hecho, la palabra principado proviene de princeps, que significa “primero” o “principal”, haciendo referencia a que el emperador era solo un primus inter pares, es decir, el ciudadano que estaba a la cabeza de Roma. Fue un periodo de absolutismo en el que sin embargo el emperador respetaba los derechos de los ciudadanos.

Fue el emperador Augusto el primero en usar la expresión princeps senatus (jefe del Senado) y princeps civitatis (jefe de la ciudad), con el propósito de devolver la estabilidad a Roma tras las guerras civiles adoptando un régimen dictatorial de facto, dentro del marco constitucional de la República. El título de princeps senatus se le venía otorgando tradicionalmente al miembro más antiguo del Senado, que tenía el derecho de ser escuchado en primer lugar en todos los debates.

El término principado se usa para distinguir este periodo del dominado, a partir de 284, en el cual el poder absoluto del emperador ya no se intentaba enmascarar mediante convenciones que reproducían el autogobierno oligárquico de la República.

Durante el reinado de la dinastía Julio-Claudia, se suponía que el emperador debía ganarse su puesto y su auctoritas por sus propios méritos, y de ahí la visión que se tenía de él como primer ciudadano. Sin embargo, esto cambia a partir de Vespasiano, ya que desde entonces el emperador puede designar a su heredero sin que este deba ganarse el puesto por méritos propios; por ejemplo, durante la dinastía Antonina, los emperadores designaban como sucesor a un general exitoso y prometedor.

El dominado llega con Diocleciano, el cual ya se considera dominus (señor), convirtiendo a los ciudadanos en sus servi (esclavos). No obstante, se dice que ya Septimio Severo estableció una visión del emperador como dominus militar y princeps político.

Constitución del Imperio Romano

La constitución del Imperio Romano es una serie de normas y principios no escritos transmitidos por los antiguos. Tras la desaparición de la República, en teoría existía un equilibrio de poder entre el emperador y el Senado, pero en la práctica el emperador era quien detentaba el poder real, mientras que el Senado apenas tenía la autoridad de antaño.

El emperador tenía poderes tribunicios y proconsulares; los tribunicios le daban autoridad sobre el gobierno civil, y los proconsulares sobre el ejército. Sin embargo, estos poderes constitucionales se fueron haciendo de carácter cada vez más monárquico a lo largo del principado. Como consecuencia de ello, algunas magistraturas desaparecieron; solo sobrevivieron el consulado, la pretura, el tribunado popular, la edilidad, la cuestura y el tribunado militar, a las cuales podía optar cualquier persona de la clase senatorial, o bien la designada por el emperador, aunque no perteneciera a esa clase. Hasta entonces, los magistrados se habían elegido por votación en los comicios, pero durante el reinado de Tiberio este poder fue transferido al Senado.

Fue precisamente el Senado el que proclamó emperador a Calígula, pero tras su muerte, comenzó a pesar bastante la influencia del ejército en la elección de los emperadores, mientras que la autoridad del Senado se debilitaba cada vez más. Con Vespasiano, el Senado pasó a ser un mero concejo asesor, mientras que con Domiciano quedó subyugado totalmente al poder del emperador, al nombrarse este a sí mismo censor de por vida (dado que los censores, que habían sido antaño los magistrados encargados de elaborar las listas del Senado, podían expulsar a cualquiera de sus miembros si cometían una falta).

El Senado

Así pues, el ser senador, tras la gradual pérdida de autoridad que va sufriendo el Senado a partir del reinado de Augusto, se fue convirtiendo en una mera manera de conseguir prestigio y estatus social, ya que aunque al principio el poder legislativo, judicial y electoral de los comicios se transfirió al Senado, cuando este cayó enteramente bajo el control del emperador, fue un mero instrumento para ejercer su poder autocrático bajo una apariencia de legalidad.

Aunque Julio César había aumentado el número de miembros del Senado a 900, Augusto volvió a reducirlos a 600, cifra que ya no sufriría sustanciales alteraciones.

La manera de hacerse senador era mediante la cuestura, a la que podían acceder todos aquellos que pertenecieran a la clase senatorial (es decir, aquellos individuos con un nivel de riqueza que les permitiera llegar a ser senadores), o ser hijo de un senador. Sin embargo, aunque no se pertenecía a esa clase, el emperador podía designar a quien quisiera como candidato a cuestor, o nombrarlo él directamente sin elecciones.

Desde el año 9 a.C., hubo una lista oficial de senadores llamada album senatorium, que se revisaba cada año, y en la que se añadían los individuos que cumplían con los requisitos para ser senador, y se borraba a los que dejaban de cumplirlos. En ella aparecían los miembros por orden según su rango: primero el emperador, luego los cónsules, ex-cónsules, pretores, ex-pretores, etc.

Durante las reuniones del Senado, el emperador se sentaba entre los dos cónsules, y actuaba como presidente, cosa que también podían hacer los cónsules o los pretores. Primero hablaban los senadores de clases más alta y luego los de clase más baja, pero el emperador podía intervenir en cualquier momento. La mayoría de los proyectos de ley los presentaba el emperador para que el Senado los aprobase, asignando a un comité que los redactaba previamente; a menudo, los senadores votaban a favor de ellos, puesto que no podían acceder a las magistraturas sin la aprobación del emperador, y si querían mostrar su desaprobación, se limitaban a no asistir a la reunión el día de la votación.

Ordinariamente, el Senado se reunía en la Curia Julia en las calendas o los idus, aunque se reunía con más frecuencia en septiembre y octubre. Al principio, con Augusto, hubo un quorum de 400 senadores, pero debido al absentismo tuvo que reducirse e incluso eliminarse el quorum.

Cada emperador elegía un cuestor que redactaba el acta del Senado, incluyendo los proyectos de ley propuestos, documentos oficiales y un resumen de los discursos. Este documento se archivaba, pero parte del mismo era publicado con el nombre de acta diurna y distribuido entre la gente.

Como hemos dicho, los poderes de los comicios se transfirieron al Senado (aunque estas siguieron celebrándose), de manera que los senatus consulta (decretos del Senado) adquirieron carácter de ley. El poder legislativo del Senado Imperial era principalmente de naturaleza financiera y administrativa, aunque mantuvo su poder sobre las provincias. También regulaba las fiestas y los cultos religiosos, concedía honores especiales, podía eximir a un individuo de responsabilidad legal (normalmente al emperador), administraba los templos y los juegos públicos, e incluso promulgaba leyes fiscales (aunque solo con el consentimiento del emperador). Sin embargo, no tenía una autoridad real sobre la religión ni las tierras.

El poder judicial de los comicios fue transferido al Senado. Un cónsul presidía el juicio, mientras que los senadores actuaban como jurado, y el veredicto se hacía público en forma de decreto (senatus consultum). Contra este decreto no se podía apelar, pero el emperador tenía derecho a veto.

También el poder electoral de los comicios fue transferido al Senado, y aunque la elección de los magistrados debía pasar por la aprobación del emperador, esta aún constituía motivo de luchas y rivalidades entre los senadores.


Asambleas legislativas

Durante la República, era el pueblo de Roma el que ejercía la soberanía. El propósito de los comicios era el ejercicio de este poder soberano. Al principio, antes de la expansión de Roma, los comicios representaban realmente la voluntad del pueblo, pero conforme Roma fue extendiéndose, pocos eran los romanos que tenían la oportunidad real de votar, de manera que estos comicios terminaron siendo tan poco representativos como democráticos.

Una de las funciones más importantes de los comicios era la elección de magistrados. Los centuriados, formados por soldados divididos en centurias (divisiones según las propiedades), elegían a los de mayor rango (cónsules, pretores y censores); los tributos, organizados según la localización geográfica, eran menos aristocráticos, ya que en ellos participaban patricios y plebeyos, y elegían a los magistrados de rango medio (cuestores y ediles); y los concejos de la plebe, presididos por el tribuno de la plebe, elegían a los magistrados de la plebe (tribunos y ediles de la plebe). Sin embargo, en el reinado de Tiberio, los comicios perdieron su poder legislativo, judicial y electoral a favor del Senado.

Tras la fundación del imperio, el pueblo aún se organizaba en centurias y tribus, pero estas divisiones apenas tenían relevancia, de modo que eran los comicios curiados los que aún tenían algo de importancia. Estos comicios estaban formados por treinta lictores, y su función era atestiguar los testamentos y ratificar las adopciones.

La división de los soldados en centurias de mayores y menores de 46 años y en base a sus propiedades continuó hasta bien entrado el Imperio, pero estos comicios perdieron prácticamente toda su relevancia. Su mayor poder legislativo, que había sido la declaración de la guerra, recayó exclusivamente en el emperador, y el resto de su poder judicial y electoral recayó en el Senado, quedando así sin autoridad. Su única función fue la de escuchar la renuntiatio tras la elección de los magistrados por parte del Senado, una ceremonia que era una pantomima para que el emperador pudiera afirmar que los magistrados habían sido elegidos por el pueblo soberano.

La división en tribus tuvo una utilidad práctica para la distribución del grano, razón por la cual el Senado elaboraba una lista de ciudadanos. Como ocurrió con los comicios centuriados, los tributos perdieron su poder electoral en favor del Senado, y asistían a la renuntiatio. Estos comicios, además, hasta Domiciano, ratificaban los decretos imperiales, pero esta ratificación carecía de importancia, ya que el emperador podía convertir en ley cualquier decreto sin el consentimiento de los comicios.

También sobrevivió el concejo de la plebe, pero, como ocurrió con los comicios, perdió su poder legislativo, electoral y judicial en favor del Senado, y además el emperador, al tener poder tribunicio, tenía poder absoluto sobre el concejo.

El emperador

En virtud de sus poderes proconsulares, el emperador obtuvo el mismo mando militar que tuvieron los cónsules y procónsules durante la República. El prolongado uso de su poder tenía un precedente en los procónsules, pero en cambio, las decisiones del emperador no podían ser vetadas. El poder del Senado y los comicios le fue transferido, como el de declarar la guerra, ratificar tratados y negociar con líderes bárbaros. En el pasado, el gobierno de las provincias menos estables se le asignaba a los procónsules (antiguos cónsules), y el de las más estables a los propretores (antiguos pretores); durante el Imperio, el emperador tenía el control de las provincias proconsulares, mientras que el Senado controlaba las provincias propretorias, razón por la cual el emperador tenía el control de la mayoría del ejército.

Los poderes tribunicios le daban al emperador el control del aparato civil. El tribuno de la plebe había sido el responsable de los derechos de los plebeyos, pudiendo presidir los comicios y el Senado, y con derecho a veto sobre las decisiones de estos. Además, su cargo y su persona se consideraban sacrosantos, por lo que cualquier intento de herirle se condenaba con la muerte. Todo este poder pasó al emperador, que usó su sacrosantidad para castigar a todo aquel que se le opusiera.

Las funciones de los censores también pasaron al emperador, incluyendo el ordenar la recaudación de impuestos, otorgar contratos públicos, regular la moralidad y llevar a cabo el censo. Como censor, el emperador podía otorgar la ciudadanía o asignar una nueva clase social a cualquier individuo, lo cual le daba control absoluto sobre la constitución del Senado.

El emperador también tenía el poder de interpretar las leyes y sentar precedentes, lo cual hacía mediante la emisión de edictos, decretos y rescriptos. Los edictos trataban asuntos relacionados con el ejército, la hacienda y el suministro de alimentos, los decretos eran decisiones judiciales, y los rescriptos se emitían como respuesta a preguntas importantes formuladas por los ciudadanos.

El erario público, situado en el templo de Saturno, había estado bajo el control del Senado, pero durante el Imperio fue perdiendo este control. Augusto fundó dos nuevos erarios, que serían controlados por los emperadores: el fiscus Caesaris, que terminó reemplazando al erario de Saturno, y el erario militar, de menor importancia, para pagar a los soldados.

Además, el emperador controlaba las instituciones religiosas, siendo el Pontifex Maximus y miembro de los cuatro colegios sacerdotales más importantes.


Cursus Honorum

El primer paso en la carrera política era la cuestura. Los candidatos a cuestor debían tener al menos veinticuatro años.

Después de servir como cuestores, tenían que esperar un año antes de poder presentarse a la elección de un cargo superior, que normalmente era el tribunado de la plebe o la edilidad.

Después de eso, tenía que esperar otro año más para poder ser elegido pretor. Los patricios podían ser pretores directamente tras haber sido cuestores, pero como había que tener al menos treinta años para serlo, en realidad no tenían ninguna ventaja sobre los plebeyos.

Tras ser pretor, había que esperar otros dos años para poder optar al consulado, por lo cual, como mínimo había que tener 33 años.

Cuando concluía el cargo de un magistrado, este podía presentarse al mismo cargo casi de inmediato.


Las magistraturas en el Imperio

Durante la transición de la República al Imperio, el cargo que perdió más prestigio fue el de cónsul, lo cual se debe, en parte, al hecho de que las competencias propias de los cónsules republicanos fueron transferidas al emperador. Además, antes de postularse para el cargo, los aspirantes tenían que ser nombrados por el emperador. Los cónsules imperiales presidían el Senado, actuaban como jueces en procesos penales y tenían el control de los juegos públicos y los espectáculos. En general, la autoridad consular no se extendía más allá de la administración civil de Italia o de las provincias senatoriales. Había dos cónsules, pero a los seis meses eran sustituidos por los llamados cónsules sufectos, por lo que cada año había cuatro cónsules.

Había un número variable de 12 a 18 pretores, pero el más importante era el pretor urbano, al cual se le dio poder sobre el tesoro. Los demás eran más irrelevantes, ya que su autoridad para emitir edictos y su poder judicial fue transferido a los cónsules y los jueces del tribunal. No obstante, presidían los tribunales de jurado permanente (quaestio perpetua).

Los tribunos de la plebe eran diez, y siguieron siendo sacrosantos y, al menos en teoría, mantuvieron el poder de convocar o vetar al Senado y las asambleas. El emperador, que tenía poder tribunicio, era el jefe del colegio de tribunos, y aunque técnicamente cualquier miembro de un colegio podía vetar a un colega, ningún tribuno se atrevía a oponerse al emperador. A pesar del poder que mantuieron los tribunos sobre los comicios, este era inútil, ya que los comicios habían perdido su poder. Su única influencia real era su derecho a veto sobre el Senado. También tenán la facultad de imponer multas, y los ciudadanos conservaron su derecho teórico a apelar al tribuno contra las sentencias penales y civiles.

Había veinte cuestores, divididos en dos grupos: uno servía en las provincias senatoriales y el otro en Roma. Los cuestores asignados a las provincias (quaestores pro praetore) gestionaban los fondos destinados a ellas por el Senado o el emperador. Los dos cuestores urbanos (quaestores urbani) tenían autoridad sobre el tesoro de Roma (aerarium Saturni), que funcionaba como depósito de los fondos estatales y los documentos oficiales; sin embargo, en el año 56 perdieron su autoridad sobre los fondos, manteniéndola sobre los documentos. Por lo general, los cuestores actuaban como secretarios de los magistrados a los que servían, quienes delegaban funciones en ellos.

Los ediles, encargados del suministro de grano, desaparecieron tras perder el poder de mantener el orden en la ciudad, de manera que en el siglo III ya no había ninguno.

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17/05/2012, 02:44
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LIBROS Y LIBREROS

Los romanos escribían en volúmenes, rollos de papiro importado de Egipto, que lejos de su ambiente árido se estropeaban fácilmente, aunque en el siglo III empieza a usarse el pergamino, más resistente. El tamaño estándar era de 10 metros de largo por 25 cm. de ancho, aunque enrollado cabía en la mano. Se escribía solo en la cara interna, dividiendo el texto en columnas enmarcadas, que hacían las veces de páginas. Los títulos se indicaban en etiquetas pegadas en el exterior del rollo. Muchos se ilustraban, y las obras de grandes autores llevaban su retrato al comienzo.

Cuando se leía, se sujetaba con una mano el comienzo de la banda y se iba enrollando, mientras con la otra se iba haciendo lo mismo por la cola, de modo que cuando se terminaba, el texto quedaba al revés y había que enrollarlo de nuevo en sentido inverso.

Se escribía con un calamus, una caña que se afilaba a navaja, y se usaban dos tintas: una roja para los encabezamientos y una negra para el resto. Hacían uso de reglas y compases para escribir recto, y de tinteros para almacenar las tintas.

Ya desde el siglo I a.C. comenzaron a proliferar los libreros. Estos, en una época en la que no existían los derechos de autor, se enriquecían copiando las obras de moda, con sus grupos de esclavos copistas que trabajaban en la trastienda. En la entrada de sus tiendas colocaban llamativos carteles con los títulos y precios de las novedades. Los precios rondaban los 5 denarios, aunque dependía del autor, la extensión y la antigüedad de la obra.

Las librerías a menudo servían como lugar de reunión a eruditos y bibliófilos. Están repartidas por toda la ciudad, aunque en la zona del Argiletum es donde más hay.

Existieron también vendedores ambulantes de libros, que se situaban en los pórticos y en las calles. Estos vendían libros de escasa demanda a precios muy bajos. Aunque había algunos pícaros que amarilleaban las páginas de los volúmenes metiéndolos entre las semillas de algunos cereales, dándoles aspecto de viejos, y los vendían a un alto precio como obras originales; hubo quien mediante esta treta se atrevió a ofrecer en venta un supuesto original de la Odisea (que por entonces tenía ya casi mil años de antigüedad).

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12/06/2012, 16:48
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RELIGIÓN ROMANA


La religión, para los romanos, formaba parte de la vida cotidiana. En las casas había un altar en el que se rezaba y se ofrecían libaciones a los lares, los dioses domésticos que velaban por la familia. La ciudad estaba plagada de templos y lugares sagrados, como bosques y manantiales, en los que la gente solía dejar ofrendas. El calendario romano se estructuraban en torno a las fiestas religiosas; en época imperial había 135 días destinados a ellas. Todo el mundo, incluidas las mujeres, los niños y los esclavos, participaban en las actividades religiosas. Algunas incluso eran exclusivas de las mujeres, como el sacerdocio que practicaban las vírgenes vestales.

Dioses

En Roma se adoraban principalmente a los dioses olímpicos, herencia de la religión griega, con cuyos dioses tenían total correspondencia: Júpiter, Marte, Apolo, Neptuno, Mercurio, Vulcano, Juno, Minerva, Diana, Venus, Ceres y Vesta.
Sin embargo, también tenían dioses propios, como la Tierra Madre, Quirino (versión deificada de Rómulo), Saturno, Flora, Pomona, Fauno y Silvano.
Con el tiempo, los romanos fueron expandiendo su territorio y adoptaron los dioses extranjeros. Especialmente populares fueron Isis (Egipto), Cibeles (Frigia), Mitra (Persia) y Epona (Galia).
Pero aparte de estas había un sinfín de divinidades, todas las cuales eran respetadas.
En tiempos del imperio también comenzó a practicarse el culto al emperador, que era considerado como un dios, y gracias al cual tenía bastante presencia en las provincias romanas.
Las demás religiones también eran respetadas, pero en el caso de los cristianos chocaron con el culto al emperador, al considerar que el único señor (dominus) que tenían era Dios, lo cual significaba que no reconocían al emperador como su señor, razón por la cual fueron perseguidos hasta que Roma adoptó el cristianismo como religión oficial ya en el siglo V.
En el ámbito familiar, existían otros dioses: los lares y penates, espíritus protectores de la familia; los manes, espíritus buenos de los muertos; los lémures y las larvas, espíritus de los muertos que no están en paz y que hay que aplacar; y los genius, que son como nuestros ángeles de la guarda.

Orígines míticos de Roma

Los historiadores romanos explicaban los orígenes de Roma desde un punto de vista mitológico. Se dice que Eneas, héroe troyano superviviente de la guerra de Troya e hijo de Venus, recibió el encargo de los dioses de fundar una nueva ciudad en Italia, que sería próspera y cuya fuerza residiría en haber sida elegida por los dioses. Rómulo y Remo, descendientes directos de Eneas, e hijos de Marte, se disputaron la fundación de Roma, la cual ganó Rómulo mediante un augurio consistente en el vuelo de unos buitres, que sobrevolaron la colina que él había elegido en un número que duplicaba a los que sobrevolaron la colina de Remo. Este, enfadado y en desacuerdo con Rómulo, se burló de las murallas de su ciudad, las rebasó y fue asesinado por su hermano por tal osadía.

Siendo rey Rómulo, se encontró con el problema de que apenas había mujeres entre los suyos. Por eso, trazó un plan para atraer a los sabinos mediante la celebración de unos juegos, y estando estos distraidos raptó a sus mujeres. Se inició así una guerra contra los sabinos que estuvo a punto de perder Rómulo, pero en la batalla decisiva las mujeres sabinas se arrojaron en medio de la refriega esgrimiendo a sus hijos entre medias de sus padres y sus abuelos enfrentados, lo cual llevó a que firmaran la paz.

Tras Rómulo siguieron otros reyes, legendarios o semilegendarios: Numa, TUlio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio, que fue expulsado por Bruto, primer cónsul y fundador de la República. A cada rey se le atribuyó de forma legendaria la fundación distintas instituciones políticas y romanas.

Prácticas

En el culto a los dioses existía una manera muy meticulosa de hacer las cosas, y para atraerse el favor de los dioses había que cumplir con cada mínimo detalle; cualquier fallo podía ser considerado un signo de mal agüero y dar al traste con todo un ritual, obligando a repetirlo.

Las oraciones eran las más importantes, hasta el punto de que un sacrificio sin su oración correspondiente carecía completamente de eficiacia. Había toda una ciencia detrás, ya que había que saber qué fórmulas había que decir y a qué dios invocar (y con cuál de sus nombres, ya que poseían numerosos epítetos) para cada petición en particular.

Los sacrificios se realizaban para reforzar los poderes y atributos de las divinidades y predisponerlas para que proporcionaran algún beneficio a cambio, según la fórmula do ut des (doy para que me des). Las ofrendas a los dioses familiares, los lares, eran parte de la vida diaria; estas consistían en granos de trigo, guirnaldas, las uvas y primeras frutas de la temporada, pasteles de miel y panales, vino e incienso, y la comida que caía al suelo durante el almuerzo familiar. También se hacían ofrendas a los lemures, que eran los parientes del inframundo, errantes almas en pena de carácter maligno, que podían ser aplacados con una ofrenda de judías negras y agua de manantial a medianoche.

La ofrenda más poderosa era el sacrificio de un animal, normalmente doméstico, como reses, ovejas o cerdos; este debía ser el mejor espécimen de su clase, debía ser puro y había que ataviarlo y engalanarlo para el sacrificio. Con el sacrificio se buscaba la armonización de lo terrenal y lo divino, por lo cual la víctima debía marchar de buen grado, permanecer en calma y ser sacrificada de forma rápida y limpia.

Los sacrificios a las deidades celestiales (di superi) había que hacerlos de día y a la vista de la gente. Las víctimas debían ser del mismo sexo que el dios. Júpiter y Juno requerían animales infértiles; una novilla, blanca a poder ser, en caso de Juno, y un buey castrado en el caso de Júpiter, para la ceremonia de toma de posesión del cargo de los cónsules. Los dioses con fuerte conexión con la tierra, como Marte, Jano, Neptuno y el Emperador, requerían animales fértiles. Tras el sacrificio, se celebraba un banquete con la carne del animal en el que participaban los propios sacerdotes.

A efectos religiosos, el cabeza de familia se consideraba un sacerdote que tenía deberes para con los dioses familiares: los lares y los penates, además de los genios y cualquier otra deidad que tuviera relación con la familia. Los esclavos, libertos y todo aquel que dependiera del cabeza de familia debía culto a su genio, que era el espíritu esencial y el poder generador que se encuentra dentro de todo individuo y su clan familiar.


Cargos religiosos

En Roma había una palabra para referirse a la preocupación por los dioses, que era religio. Aquel que mostraba un comportamiento religioso se consideraba pius (piadoso). Según la costumbre de los mayores (mos maiorum), la religión era algo necesario, ya que no se limitaba a la contemplación, sino que conllevaba acción. El comportamiento religioso aseguraba armonía social y la prosperidad.

El descuido o negligencia en los deberes religiosos era considerado una forma de ateísmo, mientras que una devoción excesiva, postrarse temeroso ante los dioses y el uso inapropiado de conocimientos divinos se consideraba superstición.

Roma no tenía una casta distintiva de sacerdotes. La más alta autoridad dentro de una comunidad patrocinaba los cultos y los sacrificios, los oficiaba como sacerdote y ascendía a sus ayudantes y acólitos. Los especialistas de los colegios religiosos y los profesionales como los arúspices y los oráculos estaban disponibles para ser consultados. En el culto familiar, el cabeza de familia actuaba como un sacerdote, y los miembros de su familia como acólitos y ayudantes. Los cultos públicos requerían mayor conocimiento y experiencia.

Los sacerdotes más antiguos debieron ser los flamines, atribuidos al rey Numa Pompilio. Se elegían doce de entre las familias patricias, cada uno dedicado a una deidad.

El rex sacrorum era un cargo que provenía de la era de la monarquía romana. Con la llegada de la República, perdió poder en detrimento de los pontífices. En la era imperial, el rex sacrorum se había convertido en un título simbólico. Sus deberes religiosos incluían el anuncio diario y ritual de los festivales, pero los más importantes, tales como la supervisión de las vírgenes vestales y sus ritos, pasaron al pontifex maximus.

Los sacerdotes eran designados por los collegia. Una vez elegido, un sacerdote tenía autoridad religiosa permanente. Sin embargo, era un honor costoso, ya que no proporcionaba ningún estipendio: las donaciones del culto eran propiedad de la deidad, cuyo sacerdote debía ofrecer culto a pesar de una financiación pública insuficiente, que a menudo debía ser cubierta por las donaciones de los acólitos. En cualquier caso, el sacerdocio permanente era una buena opción para aquellos que habían alcanzado su meta en el cursus honorum, ya fuera en la vida política o la militar, ya que constituía un retiro honorable y activo que cumplía una función pública esencial. Para los esclavos y los libertos, la promoción en las escalas religiosas ofrecían oportunidades de negocio y de acceso a la política local. Asimismo, el sacerdocio del culto al Emperador ofrecía a las elites provinciales plena ciudadanía romana y prominencia pública más allá del año que duraba su oficio religioso; a menudo, era el primer paso del cursus honorum en las provincias. En Roma, los sacerdotes del culto imperial eran los denominados Arvales.

Los augures marcaban de forma ritual los límites dentro de los cuales podían tener lugar las celebraciones religiosas. Los magistrados solicitaban la opinión de los dioses con respecto a algunas decisiones a través de un augur que interpretaba la voluntad divina mediante la observación dentro de los límites sagrados antes, durante y después de un sacrificio. Si se daba un signo desfavorable, el magistrado podía repetir el sacrificio hasta que se presentaran signos favorables, consultarlo con sus colegas augurales, o bien abandonar el proyecto. Los magistrados podían usar su derecho de augurio (ius augurum) para aplazar o anular un proyecto de ley, pero estaban obligados a basar su decisión en la observación y consejo de los augures; esto convertía a los augures en la autoridad más poderosa de la República.

El culto público también incluía a los arúspices, que actuaban bajo supervisión de un augur o un magistrado. Los arúspices interpretaban la voluntad de los dioses examinando las entrañas del animal tras el sacrificio, en particular el hígado. También interpretaban presagios, prodigios y portentos. Esta práctica se consideraba de origen etrusco.

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14/06/2012, 17:45
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Aunque no esté relacionado directamente con la escena actual de la aventura, tal vez te resulte interesante este artículo sobre las mujeres romanas corrientes: http://manpang.blogspot.com.es/2012/06/romanas-corrientes.html

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15/06/2012, 19:11
Quinto Casio Dánico

Francamente interesante e ilustrador el artículo. Muy completo, y arroja mucha luz sobre aspectos más bien difusos en aquella época.

Muchas gracias.

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19/06/2012, 01:58
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Aquí te pongo un enlace donde se explica cómo eran los banquetes. No es que fueran siempre sistemáticamente como se explica en el artículo, pero te una idea general de lo que te puedes esperar en el banquete de Flavia Juliana: http://historol.blogspot.com.es/2012/05/gastronomia-romana-y-5.html