Lyonel
La luz del sol entra por la ventana e incide directamente en tu rostro, provocando que poco a poco empieces a despertarte. Sueltas un largo bostezo, te incorporas sobre tu colchón de paja y estiras los brazos para desperezarte. Ya ha amanecido, y eso significa que comienza un nuevo día en el Lecho de Pulgas, uno de los barrios de más baja clase social de Desembarco del Rey.
Escuchas ruido en la planta de abajo, el salón principal de la taberna. Sin duda se trata de tu tío Benjen, el propietario de la taberna, que como siempre se ha levantado pronto. No suele haber demasiados clientes a estas horas de la mañana, pero sabes que tu tío tiene la mala costumbre de madrugar demasiado... y bueno, si entra algún cliente madrugador, nunca está de más algo de dinero extra, ¿no?
Te pones en pie y miras por la ventana. La calle huele igual de mal que siempre en el Lecho de Pulgas, pero parece que aún nadie se acerca a la taberna. Tal vez puedas dormir un poco más, o quizá prefieras bajar a ayudar a tu tío.
Tras unos minutos más, al fin decido levantarme, era una hora muy temprana y no eran muchas las horas que había dormido puesto que ayer se alargo la noche algo más de lo debido, aquel anciano cuentacuentos no era de lo mejor contando historias, pero tenía una forma graciosa de actuar, ya fuera por su avanzada edad o por la cantidad de alcohol que se introdujo en su cuerpo, que más da, fuera lo que fuera, eso atrajo clientela a la taberna y nos hizo ganar alguna moneda extra.
Miro a mi alrededor y observa la mismo de siempre, el sucio colchón de paja que te deja la espalda destrozada, un viejo baúl de madera que hace a la vez de cómoda y una pequeña mesa con sus dos sillas a juego decoran toda la habitación. Dirigiéndome a una de las sillas, agarro el pantalón que había dejado colgado en su respaldo, tras comprobar que no tiene ninguna mancha, o al menos que no sean demasiado visibles, me los pongo y hago lo mismo con la camisa de lana áspera que cuelga de la otra silla, una vez me he puesto las botas y acabado de asearme, me dirijo a la planta baja, "Quizá el tío Benjen necesite mi ayuda".
Una vez abajo, encontré al tío Benjen, como de costumbre, limpiando mesas y barra.
-¡Buenos días tío!- digo al tiempo que recojo un trapo y lo paso por una de las mesas.
-¿Has pasado ya por el mercado? Si no es así, yo mismo iré a buscar las provisiones para hoy, así me despejo un poco.-
-¿Necesitamos algo en particular?-
-Buenos días, Leo. - responde tu tío a tu saludo. Es un hombre de una estatura considerable, con una densa barba negra en la que empiezan a aparecer algunas canas, y unos ojos muy parecidos a los tuyos. Te sonríe al ver tu energía por la mañana, y sigue trabajando tras la barra de la taberna. - No, aún no he ido al mercado. He estado atareado. Si quieres puedes ir tú. - dice, encogiéndose de hombros. - O quizá debería ir yo, y tú quedarte a cargo de la taberna durante unas horas. Algún día la heredarás, ya va siendo hora de que aprendas a manejarte tú solito.
-¡Quien sabe!...- contesto a las palabras del tío Benjen -...la vida da muchas vueltas, un día te encuentras aquí, en una taberna familiar de Desembarco del Rey, y otro día te puedes encontrar más allá del Mar Angosto, o en las Islas del Verano.-
El tío Benjen siempre me hablaba de heredar la taberna, y de como tenía que aprender a moverme en ella, a pesar de que yo siempre le daba largas y le intentaba hacer comprender que eso no era para mí, a pesar de llevar casi toda mi vida en ella, yo soñaba con algo más, no quería conformarme con esa vida cuando había muchas otras mejores. El tío Benjen solía utilizar el sarcasmo para devolverme al "mundo real" tal y como él dice, "¡vuelve de tu castillo de damiselas y friega las mesas!" repite constantemente.
-De todos modos...- continuo mientras me dirijo hacia el pequeño bote donde se guardan las ganancias del día -...aquí no hay mucho que hacer, practicamente ya lo has recogido todo,...- Recojo algunas monedas y dejo el resto de nuevo en el bote -...y así me despejo un poco.-
-¿Que hace falta traer?- digo con una sonrisa.
El tío Benjen movió la cabeza negando ante las palabras de Lyonel, siempre soñando con otras tierras.
-Sí, tienes razón. La vida da muchas vueltas y en algunos casos las vueltas son tan grandes que cuando uno mira vuelve a estar en el mismo lugar otra vez. Respondió algo sarcástico. En otros las vueltas llegan a marear a la persona y no sabe ni donde está ni a donde va.
En cierta forma comprendía a su sobrino, todos habían sido jóvenes alguna vez y habían soñado con ver más mundo que las cuatro paredes donde se movían normalmente, claro que algunos que lo habían hecho no habían encontrado mucho que destacar, otros ni siquiera habían vuelto para contarlo y algunos habían preferido no volver la vista atrás y asentarse en tierras lejanas. Quizás a su sobrino, con los años, no le pareciera tan malo regentar una taberna, aunque fuera en lecho de pulgas, no se vivía mal, en aquel sitio había gente mucho peor que ellos.
-¡Claro que no hay mucho que hacer! Si alguien que yo me se no se hubiera quedado pegado a la sábanas seguro que habría tenido faena suficiente. Protestó sin mucha fuerza, sabiendo que tampoco había hecho demasiado desde que se había levantado, pero no quería que su sobrino se acomodara demasiado, debía aprender a ganarse la vida y ser responsable. Asintió cuando Lyonel se ofreció a ir al mercado. Bien, si vas a ir tu… ¡Presta atención y no te olvides de nada! Hay que recoger el pan en la panadería, pide una hogaza más, ayer estuvimos algo cortos. También tienes que pasar por la carnicería, Almon el carnicero dijo que tendría buena carne para hoy, su cuñado le iba a traer una vaca ayer. Pasa por los puestos de verduras, mira que está barato para acompañar la carne y acércate al río, a ver si los pescadores han tenido suerte esta noche, pero que no intenten venderte pescado de ayer o con un precio muy alto, si hay poco y quieren hacer negocio compraremos otro día. ¡Ah! ¡Y unos quesos!
El tío Benjen movió la cabeza negando ante las palabras de Lyonel, siempre soñando con otras tierras.
-Sí, tienes razón. La vida da muchas vueltas y en algunos casos las vueltas son tan grandes que cuando uno mira vuelve a estar en el mismo lugar otra vez. Respondió algo sarcástico. En otros las vueltas llegan a marear a la persona y no sabe ni donde está ni a donde va.
En cierta forma comprendía a su sobrino, todos habían sido jóvenes alguna vez y habían soñado con ver más mundo que las cuatro paredes donde se movían normalmente, claro que algunos que lo habían hecho no habían encontrado mucho que destacar, otros ni siquiera habían vuelto para contarlo y algunos habían preferido no volver la vista atrás y asentarse en tierras lejanas. Quizás a su sobrino, con los años, no le pareciera tan malo regentar una taberna, aunque fuera en lecho de pulgas, no se vivía mal, en aquel sitio había gente mucho peor que ellos.
-¡Claro que no hay mucho que hacer! Si alguien que yo me se no se hubiera quedado pegado a la sábanas seguro que habría tenido faena suficiente. Protestó sin mucha fuerza, sabiendo que tampoco había hecho demasiado desde que se había levantado, pero no quería que su sobrino se acomodara demasiado, debía aprender a ganarse la vida y ser responsable. Asintió cuando Lyonel se ofreció a ir al mercado. Bien, si vas a ir tu… ¡Presta atención y no te olvides de nada! Hay que recoger el pan en la panadería, pide una hogaza más, ayer estuvimos algo cortos. También tienes que pasar por la carnicería; Almon el carnicero dijo que tendría buena carne para hoy, su cuñado le iba a traer una vaca ayer. Pasa por los puestos de verduras, mira que está barato para acompañar la carne y acércate al río, a ver si los pescadores han tenido suerte esta noche, pero que no intenten venderte pescado de ayer o con un precio muy alto, si hay poco y quieren hacer negocio compraremos otro día. ¡Ah! ¡Y unos quesos!
Asentí al tío Benjen, para luego recoger las monedas que me ofrecía. Tras ello, abandone la Taberna con dirección al mercado.
-No te preocupes tío, te traeré alimentos de primera calidad.-
El hedor característico de Lecho de Pulgas inundo mis fosas nasales en cuanto abrí la puerta, una mezcla de humo sudor y mierda, tampoco estaba tan mal al final te acostumbras a todo. Avance por el laberinto de calles retorcidas y sin pavimentar que formaban Lecho de Pulgas hasta dar con la Calle del Lodazal que me llevaría directa al río.
Allí, mientras disfrutaba del aire fresco y de las tranquilas aguas del Aguasnegras, busque el pequeño bote de Sam, un cliente más que habitual de la taberna y con quien tenía bastante confianza, eso me aseguraba tener pescado del día a buen precio.
-¡Buenos días Sam! ¿Que delicias has traído hoy?- comento mientras observo los diferentes peces que se apilan en un puñado de cajas.
El muelle rebosa de actividad. Los porteadores cargan y descargan mercancías a las órdenes de los capitanes de sus respectivos barcos. Unos cruzarán el Mar Angosto, otros recorrerán la costa de Poniente, pero todos sin duda despiertan cierta envidia pues zarparan lejos. Quien diga que vivir en Desembarco del Rey es un lujo es que no sabe de Lecho de Pulgas.
- Buenas, Leo -Te saluda con una sonrisa a le que le falta un par de dientes, y sabes que un par al menos los ha perdido en alguna pelea en la taberna-. Tengo unas buenas piezas de lubina, dorada, lamprea y esta maravilla -dice con emoción al enseñarte una pieza grande de congrio-. Pero esta pequeña la voy a vender a muy buen precio, chico. Llévate tres lampreas, cuatro lubinas y tres doradas a... -Gesticula como si estuviera calculando y luego pasa a contar con los dedos- quince peniques y me invitas a una cerveza esta noche.
El trato te parce razonable, no tanto como la carga y el olor a pescado que tendrás encima. Sam te apaña una pequeña cesta de mimbre, que más tarde irá a recoger, y te pone la mercancía en la cesta.
- Oh, chico. Ahí vienen a por la pequeña -Te sonríe al ver acercarse un par de criados-. Guárdame un par de empanadas de lamprea. Tu tío las hace tan bien como mi difunta esposa.
Después de conseguir el pescado, y dado que son buenas piezas, pasas brevemente a dejarlo en la taberna para que tu tío vaya preparándolas. En unas horas comenzarán a llegar clientes, por lo que aún tienes que darte prisa para recoger las hogazas de pan, las verduras y la carne. Lo primero la carne si no quieres quedarte sin una buena pieza.
A lo lejas, de camino al Callejón del Cerdo, ves a Shyra con una cesta en la mano. Sabes que a parte de lavar ropa y hacer algunos remiendos de costura se encarga de comprar la comida que se sirve de aperitivo en el burdel donde trabaja su madre.
Su mirada se cruza con la tuya y una sincera y hermosa sonrisa te da la primera alegría del día. Con un leve gesto de su mano te indica que te acerques.
- Buenos días, Leo -Esta vez su sonrisa es más tímida, pero igual de espléndida.
Hoy lleva su pelo casi suelto, sólo recogido por dos finas trenzas que despejan su rostro. Como todos los habitantes de Lecho de Pulgas su indumentaria es humilde: un vestido sencillo de color verde, y por lo menos sois afortunados de tener calzado.
- ¿Tienes tiempo para acompañarme? Voy a por unos pollos, y carne de vaca -dice en voz baja pues sabes que el precio de la carne de vaca es alto-. Y pan. Menos mal que otra chica irá a por las verduras, porque si no acabaría muerta.
El olor de la carne es chocante ya de lejos. Como en casi todas partes los animales se matan en el exterior de las murallas para evitar enfermedades, así que las piezas están despellejadas y colgadas en ganchos mientras los carniceros despachan.
- Cuéntame, ¿qué planes tienes para hoy?
-¡¡Buenos días mi querida Shyra!!- digo devolviendo la sonrisa.
-Siempre tengo tiempo para ti,...- contesto -...y casualmente también tengo que ir a por carne, pan y sí, verduras también, de paso puedo presumir de ir acompañado de la dama más bonita de todo Poniente-
-¿Me permites?- digo al tiempo que agarro su cesta sin esperar respuesta -Yo la llevo.-
-De momento ayudar en la taberna, mi tío me lo agradecerá, pero quizás tenga un rato libre, si no tienes ningún otro plan podemos vernos después-
Una vez en los puestos de los carniceros, me dirijo hacia el puesto de Almon.
-¡Buenos días Almon! Vengo a recoger el pedido de mi tío!-
-Shyra, ¿tu que quieres?-
Shyra sonrió al ser tan bien recibida como siempre por Leo, no todo el mundo en el barrio era tan amable, incluso en el Lecho de Pulgas había clases, grupos y prejuicios, lo único que no había era dinero. Al menos Leo siempre la trataba bien, sin pretender otras cosas a cambio, como hacía la mayoría. Dejó en sus manos la cesta sabiendo que podía confiar plenamente en él.
-Muchas gracias. Contestó mientras caminaba a su lado y contoneaba su cuerpo de manera natural con ese punto provocador del que no parecía ser consciente. Si me acompañas se que no me pasará nada.
Agarró a Leo del brazo que le quedaba libre y caminó a su lado hasta la carnicería, donde esperó a que Leo finalizara su pedido para la taberna antes de hacer el suyo.
-Yo quiero un par de pollos y unos filetes de ternera. Aquello le iba a costar carísimo, pero el cliente pagaría bien y recuperarían el dinero. Lo dijo casi en un susurro, como si temiera ser escuchada y tenía motivos, en el Lecho de Pulgas los robos, palizas y asesinatos eran frecuentes y la guardia de la ciudad no solía preocuparse de ellos. Cuando vio que el carnicero había comprendido el pedido sonrió nerviosa, contenta por no tener que repetirlo más alto y se giró de nuevo hacia Leo, está vez ya más tranquila. Hoy estaré ocupada, tenemos que preparar cosas para esta noche. Hizo un amago de seguir hablando pero se calló, no le gustaba hablar del trabajo ni siquiera con Leo. Aunque creo que puedo tener algo de tiempo por la tarde para alguien que me ayuda a cargar con la compra y me acompaña. Shyra lanzó un pequeño capirotazo contra la punta de la nariz de Leo, una costumbre que arrastraba desde su infancia y de la que no quería desprenderse a pesar del paso del tiempo, poco quedaba de la niña que había sido, pero al menos seguía allí y vivía relativamente cómoda y viviendo en Lecho de Pulgas aquello era bastante positivo. A no ser que tengas otros planes, como embarcarte lejos de Poniente o rescatar a alguna dama en apuros. Creo que Alice, la hija del carpintero, estaría encantada de que la rescataras. Shyra se rió sabiendo la reacción que aquellas palabras provocarían en Leo.
Tras recibir el típico golpe en la nariz que Shyra solía hacerme, como si de un ritual se tratara, arrugue mi nariz y llevé mi mano hacia ella para aliviar el picor que solía provocarme.
-¿Alice? ¿Sin ninguna duda? Ambos sabemos que esa chica estaría dispuesta a hacer locuras por estar cerca de mí- le dije a Shyra devolviendo el capirotazo en la nariz con palabras.
-¡Cuenta con esa ayuda!...- le dije aún rascándome la punta de la nariz y haciendo referencia a sus tareas de la tarde -...siempre que no tenga mucho lio en la taberna, ya sabes como es este oficio, puedes tener tardes aburridas y solitarias y tardes que borrachos malolientes no te dejan ni un respiro.-
Tras recoger el pedido...
-¿Hacia donde vamos ahora?-
Mira en varias direcciones intentando decidir cuál sería el mejor camino, agradecida de salir de una vez de la zona. La buena comida se compra, y se hace con dinero demasiado tentador. Los más adinerados, esos que tienen noble apellido, pueden comprar de fiado y pagar cada cierto tiempo, pero vosotros no, por lo general.
- Pueeesss... espero que el buen aroma del pan recién hecho no atraiga a los rateros -Vuelve a mirar a su alrededor-. Estamos en Desembarco del Rey, la capital de los Siete Reinos, ¡y nos pueden matar por un trozo de carne!
Expresa entre asombrada e indignada, pero manteniendolo entre vosotros mientras comienza a andar hacia la calle donde se encuentra la panadería que abastece Lecho de Pulgas. Ésta suele utilizar un porcentaje mayor de cáscaras de cereal para abultar, a diferencia de lo que se podría servir en la mesa del rey Robert o cualquiera capaz de pagar la diferencia.
- Se supone que no debo contártelo, Leo, pero escuché a Madam Yanira que ésta noche va a venir un noble importante. Incluso mandó a bañar dos veces a las chicas y sacó buenas ropas del baúl especial, si es que a esas tiras de tela se les puede llamar ropa. Son tan finas, y pequeñas, y transparentes... Estoy ahorrando mucho, Leo. No quiero acabar como mi madre.
Si Shyra no ha acabado como prostituta se debe a la suerte que, como una ventana entreabierta, ha permitido respirar con cierta tranquilidad a la joven. Pero muchas cosas pueden pasar, y más en aquella ciudad.
- Si caen en gracia, ya sabes a lo que me refiero, Madam Yanira podría contar con buenos clientes, y eso pues... -Suspira-. ¿No hueles el pan? ¿Y los pasteles? -dice sonriendo pues, efectivamente, las calles aledañas se inundan por el aroma.
Y es entonces cuando te parece percibir por el rabillo del ojo que alguien parece seguiros.
-¿Que quieres decir?- pregunte sin hacer caso a las últimas preguntas de Shyra, aunque sí que llegaba claramente el olor a pan recién hecho, el comentario de Shyra había diluido mi interés por ello.
-¿A que te refieres exactamente?-
Mientras tanto, algo tras nosotros llamaba mi atención, la figura de un hombre parecía seguir nuestros pasos y no dejar de observarnos.
"¿Querrá robarnos? ¿Perseguirá a Shyra?" pensaba.
Agarro del brazo a Shyra mientras intento aumentar el ritmo de nuestros pasos -Será mejor que dejemos el pan para otro momento, !creo que nos siguen!-
Acto seguido callejeamos por la zona tratando de mezclarnos entre la gente y buscar algún lugar donde pasar desapercibidos, con disimuladas miradas intento observar a nuestro perseguidor, intentando descubrir su rostro.
Shyra se agarró al brazo de Lyonel y miró a su alrededor con preocupación, aquello era lo que había temido desde el momento en el que le habían encargado hacer las compras. Su único consuelo es que Leo estaba allí y él la protegería, estaba segura de ello, era el único en el que podía confiar allí.
-Sí, vayámonos. Dijo algo temerosa sin alzar mucho la voz.
Siguió a Lyonel en todo momento manteniéndose lo más cerca posible y mirando hacia atrás cada poco. Cuando Leo se para a observar en la esquina de un callejón toma aire.
-¿Todavía nos siguen? Tengo el corazón que se me va a salir. El pecho de Shyra subía y bajaba al ritmo de su respiración entrecortada por el paso acelerado que habían llevado hasta allí. De repente su cuerpo se tensa y te aprieta en el brazo con mucha fuerza haciéndote algo de daño. No dice nada pero su mirada se queda clavada en el fondo del callejón oscuro.
Una figura encapuchada y vestida de negro se acercó lentamente, caminando encorvada y apoyándose en un bastón con dificultad. Parece que ha visto entrar a alguien en el callejón.
-¡Por favor! ¡Una limosna! Dice con voz cascada y extendiendo la mano libre.
Parecía solamente un viejo pobre más de los muchos que pueblan el Lecho de Pulgas, aunque las cosas podían no ser lo que aparentaban. Shyra sigue apretándote el brazo y tan arrimada a ti que puedes sentir los latidos de su corazón acelerado.
Los nervios me obligaban a estar alerta, no era la primera vez que los ladrones de Lecho de Pulgas se hacían pasar por simples mendigos para engañarte y darte el golpe una vez te confíes. Observé al hombre mientras se acercaba a nosotros, tratando de encontrar alguna muestra de que sus intenciones eran la de pedir una limosna simplemente.
Una vez se situó a nuestra altura, con voz calmada y autoritaria, o eso me parecía a mí, contesté al viejo mendigo.
-Lo siento señor, no podemos ayudarle- dije a la vez que protegía a Shyra situándola tras de mí y comenzaba a alejarme del lugar.
El viejo mendigo se quedó maldiciendo su suerte mientras Lyonel y Shyra se alejaban de su callejón, tendría que seguir intentándolo para poder conseguir comer aquel día.
Shyra se encontraba algo más tranquila después de todo aquello, aunque seguía mirando hacia todos los lados por si aparecía alguien sospechoso.
-¿Podemos volver a por el pan? ¿Crees que será seguro? La verdad es que no me apetece salir sola después, si me llega a pasar esto sin estar contigo creo que me muero del susto.
Se quedó mirando a Leo confiando en que él sabría tomar la decisión adecuada, quizás todavía podían estar merodeando por allí los que los perseguían, o quizás ya hubieran buscado a otros.
Tras comprobar que solo se trataba de un simple mendigo y abandonar el callejón,respiro hondo tratando de volver a mantener la calma.
-Sí,...- contesté a Shyra. -...volvamos a por lo que nos falta por recoger, pero no te alejes de mí-
Con total seguridad, la figura que parecía seguirnos, solo se trataba de algún ratero de la ciudad que buscaba alguna presa fácil a la que quitarle alguna moneda, aún así, al igual que Shyra, no estaba tranquilo del todo, volvimos en busca del pan, recorriendo calles diferentes a las que habíamos tomada anteriormente, mirando de uno a otro lado y asegurando de que nadie nos sigue de verás.
El resto de las compras transcurrieron con normalidad y durante el tiempo que estuvieron en las calles nadie volvió a molestarles o a seguirles, o al menos no les pareció. De regreso Lyonel decidió parar en la posada de su tío a dejar sus compras primero para después acompañar a Shyra hasta su casa, hoy no se sentiría tranquilo si no la acompañaba. En la posada reconoció alguna cara de gente que solía pasar a beber algo de vez en cuando y vio a su tío al fondo del local cerca de la puerta de la cocina hablando con un hombre.
-Buenos días señor Benjen. Saludó Shyra al tío de Lyonel con una sonrisa. Dentro de la posada se sentía como en casa y después de aquella mañana tan agitada le alegraba estar en un lugar conocido. Leo, te espero aquí, vete a dejar las cosas y no te preocupes que no tengo prisa.
Shyra se sentó en una mesa vacía de la entrada en la que Leo había dejado toda su compra y esperó mientras su amigo guardaba todo lo que había comprado en la cocina.
Benjen miró hacia la puerta y reconoció de inmediato a Shyra y a Lyonel, no le sorprendió verlos juntos, casi habían crecido como hermanos. Dejó por un momento la conversación que tenía con el visitante y saludó a los recién llegados.
-Buenos días Shyra, me alegro de verte. ¿Como está tu madre? Creí que Lyonel se había olvidado de traer la compra hoy, ya veo que su tardanza estaba justificada. Sonrió a los dos jóvenes, aunque en aquellos momentos era importante atender al hombre con el que estaba hablando. Lyonel, deja todo eso en la cocina y termina de acompañar a Shyra, ya sabes lo que siempre digo: no hay que dejar las cosas a medias. Conocía a su sobrino muy bien y se adelantó a la petición que seguramente este le iba a hacer en unos momentos. Además así podría seguir la conversación sin interrupciones, alguna importante porque por lo general lo llamaba Lyonel cuando estaba enfadado o quería que prestara mucha atención.