Partida Rol por web

Todo ha ocurrido tan deprisa que todavía necesito unos instantes para darme cuenta de que estamos a salvo.

Hago ademán de colgarme de nuevo al cuello el saquito pero al notar que está vacío maldigo para mis adentros. Quién sabe si no nos hubiera sido más necesario en el futuro. En cualquier caso, vuelvo a guardarlo. Aunque sólo sirva ya como recordatorio de que el Señor está con nosotros.

Mientras Julia busca algo con que atar al guerrero, me agacho a su lado y comienzo a registrarlo minuciosamente. Tal vez lleve otras armas además de la espada, o algo que pueda sernos útil en el desierto.

Julia entra en la tienda de la fallecida anciana, rompiendo su intimidad por un bien mayor. En su interior encuentra poca cosa, algunos sacos con comida, un par de recipientes, ropa vieja y una pequeña cuerda.

Por su parte Judith se inclina ante el cuerpo del guerrero dormido y lo registra minuciosamente. Sus ropajes son perfectos para el desierto pero todos sus bolsillos están vacíos, carente de cualquier tipo de cosa, incluidas provisiones u otras flechas para su arco.

Mientras tanto Jaqueb mira a su alrededor, vigilando a su alrededor.

Ves sobre una de las dunas al mismo niño del campamento, fijando su mirada en vosotros. La distancia que os separa no es muy grande pero antes de que te decidas a moverte el joven crío huye bajando por el otro lado de la duna, perdiéndose de tu vista.

- ¡Eh, espera! - grité mientras alzaba la mano mirando hacia las dudas.

Sin dudarlo salí corriendo, necesitaba saber qué estaba pasando puesto que aquella situación comenzaba a resultarme sospechosa. Empleé todas mis fuerzas a riesgo de después caer agotado, pero debajo de esas dunas había algo que encontrar.

- ¡No te vayas, espera! - seguí gritando casi quedándome sin aliento

Consigo encontrar entre las humildes pertenencias de la anciana una cuerda, comida y ropa viejas, decido coger la cuerda y comida para proseguir nuestro camino. Salgo de la tienda justo para ver como Jaqueb corría hacia las dunas.

- ¡Jaqueb!- exclamo sin saber que ha ocurrido mientras yo estaba en la tienda, mirando a mi alrededor sin saber si salir corriendo detrás de mi compañero.

Llegas hasta la duna tras la que se ha ocultado el crío pero tras ella no ves más que desierto. No sabes como pero ha desaparecido.

Jaqueb corre hasta una de las dunas, escalando por ella, y se detiene en la parte más alta, mirando sorprendido a su alrededor.

Mientras tanto sus compañeras miran absortas su comportamiento. Su enemigo continúa tendido en el suelo, dormido.

¿Estaría volviéndome loco?¿Sería un espejismo?¿o era una señal?

Abatido, regresé cabizbajo hasta mis hermanas. Algo no cuadraba y quizás ellas sabrían darme una explicación.

- Perdonad mi gesto pero creí haber visto a uno de los niños que se encontraba en la cueva cuando apareció el profeta - dije en un tono de voz apagado.

- No sé como, pero ha desaparecido tras la duna, es imposible que haya corrido tan rápido lo que me hace pensar que el desierto está comenzando a hacer estragos en mi mente - tras aquellas palabras me senté en la arena.

- ¿Qué habéis encontrado?¿podremos inmovilizar al asesino sin riesgo a que escape? -

Escucho con preocupación a mi compañero y no puedo evitar pensar en las pruebas a las que el Señor no está sometiendo, no consigo comprender la finalidad pero está claro que debemos superarlas.

- ¿Un niño? te aseguro Jaqueb que no he visto tal cosa... sí he encontrado esta cuerda, alimento y ropa vieja, será mejor que lo inmovilicemos ahora que está inconsciente antes de que despierte- digo mientras me pongo de rodillas al lado del guerrero y comienzo a maniatarlo- ¿Me ayudáis con los nudos? temo no saber apretarlos lo suficiente.
 

Julia, con la ayuda de sus compañeros, logra hacer unos fuertes nudos que atrapan a vuestro atacante, el hombre dormido. Pese al movimiento al que es sometido el sueño del asesino no se ve perturbado en lo más mínimo...

- Parece que no va a despertar- digo mientras observo al guerrero- ¿Por qué había intentado matarnos?- pregunto en voz alta mientras mis manos se mueven en dirección a la máscara que cubre su rostro- ¿Quién puede ser?

- No tiene aspecto desde luego de ser un ladrón - reflexioné.

- De haber sido así no estaría solo, sino que iría con sus compañeros para asaltarnos con más éxito - me acerqué hasta el adormecido guardia y comencé a examinarle.

- Mi teoría es que protege algún secreto relacionado con la Lágrima... o eso o es una prueba de nuestro señor ¿no opináis igual? - aquellos polvos realmente eran efectivos.

- Mmmm, hay que buscar la manera de que despierte ahora que lo has logrado atar con fuerza... este hombre tiene información seguro ¿probamos a cortarle a ver si con el dolor despierta? - a veces el camino del dolor era el correcto.

Observo ceñuda el regreso de Jaqueb. Tal vez ese niño fuera una alucinación provocada por los males del desierto,  o tal ve una visión enviada por el Señor para guiarnos. Sea como sea, guardo en la memoria la dirección en que se ha alejado; quizá deberíamos continuar hacia allí cuando retomemos la marcha.

-Lo he registrado -comento una vez hemos atado al guerrero-. Su campamento tiene que estar próximo o llevaría consigo agua y comida. No estamos seguros aquí, deberíamos continuar en cuanto le hagamos hablar.

Recojo del suelo la cimitarra y sin pensarlo clavo la punta en el muslo derecho del guerrero. La idea de Jaqueb es buena, y no hay piedad para los enemigos de Nuestro Señor.

La espada en manos de Judith se hunde en el muslo del hombre que yace dormido. La afilada punta de la cimitarra abre una pequeña pero dolorosa herida de la que se derrama la sangre de vuestro enemigo. Pese a todo el sufrimiento el hombre continúa dormido, sin inmutarse lo más mínimo.

Mis peores temores se hicieron realidad en cuanto la herida abierta no sirvió para despertar a nuestro agresor.

- Parece que la magia de la reliquia que te otorgaron es más poderosa incluso que la sabiduría de la naturaleza - aclaré mientras observaba lentamente la sangre caer.

- Me temo que no quedará más remedio que continuar nuestro camino; una lástima no poder aprovechar la oportunidad, pero si la magia quiere que siga en ese estado no seré yo quien rompa el hechizo... que sea el desierto quien se lo lleve al infierno -

Observo la escena nerviosa, entiendo la actitud de mis compañeros hacia aquel guerrero pero al observarlo dormido, maniatado y herido algo remueve mi conciencia. Misericordia, nuestro señor es misericordioso y sólo él tiene el derecho de dar y quitar la vida, no será mi mano quien cercene la existencia de aquel guerrero pero tampoco podemos dejarlo en libertad, mis ojos se detienen en su herida y entonces decido hacer algo a pesar de lo que Jaqueb o Judith puedan pensar. Con presteza desgarro un trozo de su propio ropaje y le tapono la herida para evitar que siga sangrando.

- Debemos continuar...- digo mientras manipulo la tela- perdonad hermanos pero mi conciencia me prohibe dejar a este hombre sangrando, está maniatado y herido de una pierna- realizo el último nudo- no podrá seguirnos cuando despierte- digo incorporándome- he cogido parte de la comida que la anciana atesoraba en su humilde tienda, avituémonos de agua y partamos sin más demora- concuerdo mientras me dispongo a lavar mis manos y recoger agua.

Niego con la cabeza al comprobar que ni siquiera el dolor le hace despertar, pero Julia tiene razón: debemos seguir buscando la joya. Este guerrero no es más que una de las dificultades que hallaremos en el camino.
Me pongo en pie, y acomodábdome la cimitarra en el cinturón echo a andar en la dirección en la que Jaqueb ha visto al niño.