El enano esbozó una de sus muecas al oir el plan del esqueleto. Sonaba muy divertido, aunque no tanto como emborracharse con un esqueleto. La verdad es que hubiese sido una buena historia, pero en el fondo, esta también podría ser épica.
Así, mirando a Rathikus, dijo—. ¿Tú puedes hacer eso? En el fondo es lo mismo que hiciste en la entrada, ¿no?
Rathikus se encogió de hombros.
—Si así no nos la juega, por mi adelante. Suena divertido. Además, los bardos tienen cierto encanto y una forma de hacer magia muy interesante— dijo.
—Sea entonces —dijo el enano—. Buscaremos a ese bardo y no le arrancaré sus orejas de elfo. Y por tu bien espero que no intentes engañarnos otra vez. Sabemos donde vives. Bueno, o donde estás muerto. O no vivo... ¡Qué más da!
Pos hala, aviao, por mí podemos volver con el grupo.
- ¡Que rueden los dados! - fue la escueta despedida del esqueleto.
Y así la pareja abandonó la cabaña para ir en busca de sus dos compañeros.
Seguimos en la escena de antes: Cercanías de Sarem.