Que bonito es ver a héroes haciendo de héroes, sacrificándose por sus compañeros, desafiando al peligro.
Claro que ahora que venía una bola de fuego por el túnel y el techo se venía abajo entre estertores de tierra agrietada las escenas heroicopoéticas dejaban paso a otras más banales tales como ¿llegaremos vivos a la cena?
Eso es lo que probablemente estarían pensando Rathikus y Dworkin mientras intentaban esquivar aquella bola de fuego.
Que sí, que muy bonito, pero me tiráis ambos 'Desafiar el peligro' para ver como quedáis después de esto... Os auguro que mal vais a quedar, ahora que vamos a ver que tan mal quedaréis.
Mira... en estos momentos el escudo de Gromenauer igual era un punto ;)
Dworkin seguía al mago con dificultad, cuando empezó a sentir un enorme calor que llegaba desde su espalda. Sabía que no debía mirar, sólo concentrarse en seguir adelante, pero a veces el destino es caprichoso y el cuerpo no sigue lo que la cabeza dicta.
Así fue como Dworkin giró la cabeza para descubrir una poderosa llamarada que venía en su dirección, y así fue como no vio el pequeño saliente de roca con el que toparon sus pies...
Motivo: Desfiar el Peligro
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 3(-1)=2 (Fracaso)
Ouch!! Entiendo que Desafiamos el Peligro con Destreza aunque, vamos, el resultado sería muy parecido.
El mago corría hasta el laboratorio agarrando la bolsa con los brazos, protegiéndola para que no se cayese nada.
Tendría que haber previsto que el enano iba a seguirle, siempre tienen que ser tan... testarudos. La testarudez habría estado bien sin una explosión gigante pisándoles los talones, cosa que cogió al pobre Rathikus totalmente por sorpresa. Creo que no calculé demasiado bien este plan, pensó segundos antes de escuchar al pesado Dworkin caer al suelo como un peso muerto. Eso le pasa por llevar tanto metal encima, los clérigos nunca aprenderán, pensó. Sin embargo, cometió la imprudencia de detenerse indeciso: no debía dejar atrás a su compañero, ¿verdad? Por desgracia eso último tampoco lo había calculado demasiado bien...
Motivo: Hay que salir pitando de aquí
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 4 (Fracaso)
Huele a aventureros quemados.
Yo tengo Destreza +0, así que vamos bien.
A veces te pasan tantas cosas malas a la vez que no puedes morirte porque el destino se decide con qué matarte.
Y eso quizás le pasó a nuestros dos héroes. El temblor de la explosión provocó un desprendimiento en el túnel secreto que hizo que parte del techo se desplomase. Rathikus recibió un fuerte impacto en el hombro mientras que Dworkin se vio apresado por un par de piedras que cayeron a sus pies. Pero por suerte para ambos el grueso de las rocas cayeron delante de ellos. Eso hizo que la llamarada mortal de necesidad no lo fuera. Pero eso no quitaba que el impacto del fuego los dejase casi al borde de la muerte.
El clérigo, que además se había parapetado tras su escudo, fue el primero que se levantó entre los cascotes humeantes. Le costó un poco identificar a aquel cuerpo chamuscado con su vivaraz amigo el mago. El pobre estaba contusionado, chamuscado y dolorido pero respiraba.
¿Era otra explosión lo que escucharon en algún lugar de las ruinas?
Motivo: Daño Rathikus piedras
Tirada: 1d8
Resultado: 3
Motivo: Daño Rathikus fuego
Tirada: 1d10
Resultado: 9
Motivo: Daño Dworkin piedras
Tirada: 1d8
Resultado: 2
Motivo: Daño Dworkin fuego
Tirada: 1d10
Resultado: 9
Dworkin: tu armadura y el escudo te protegen del daño de las piedras, que queda en cero. Por desgracia la llamarada ignora la armadura. Daño final: 9
Rathikus: has vuelto a nacer. pero como te tosan... Daño final: 11
Debo decir que la escena me ha tenido en vilo y no he querido esperar a lunes para resolverla :D
A Rathikus nunca le había dolido tanto el cuerpo. Ni siquiera cuando sus compañeros convirtieron sus botas en puercoespines en clase de transfiguración básica, o cuando encantaron su material de alquimia para que todas sus pociones estallasen en sus narices o provocasen retortijones al probarlas. Sí, sus días en la Academia no habían sido los mejores de su vida, pero al menos nunca lo habían quemado o lapidado de esa forma.
Intentó incorporarse lastimosamente pero se dio por vencido casi enseguida. En su lugar, decidió emplear sus últimos esfuerzos en decirle unas palabras de Dworkin:
—La próxima vez que tenga una "gran idea", abofeteame primero.
Y se te agradece, ¡xD!
Dime que al menos ha sobrevivido el libro de hechizos...
Si todavía ne queda algo de equipo, creo que me tomaré una poción de salud.
- Uffff- se quejó Dworkin mientras salía de debajo de los cascotes- eso ha dolido. Hemos tenido suerte de salir de esta.
De entre las piedras todavía salía humo, mezcla del chamuscado y el polvillo que se había levantado en el ambiente.
¡Rudar!- pensó de repente- ¡debo protegerlo!
- No te muevas- pidió al mago- intentaré sanar tus heridas.
El clérigo observó a su amigo. Estaba lleno de tierra por todas partes y hasta el sombrero parecía haberse machacado. Dworkin levantó las manos mientras sujetaba con fuerza su símbolo sagrado y elevaba una plegaria entre los fríos muros derruidos del cubil del alquimista.
La voz de Hammarragh no le llegó.
- Umm- dijo preocupado- puede que Hammarragh se haya sentido ofendido por no haber buscado el corazón de la tierra cuando le consulté.
El clérigo parecía realmente preocupado pero avanzó entre los cascotes con estoicismo hasta llegar al mago.
- Debemos encontrar a los demás- dijo- quédate detrás de mí, trataré de protegerte si es necesario. Ajustaré mis cuentas con mi dios cuando salgamos de aquí.
Motivo: Lanzar Conjuro
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 5(+1)=6 (Fracaso)
¡Qué bien! otro px ¬¬'
Me he fijado en los conjuros en que yo puedo curar heridas leves "de un compañero". Supongo que eso evita que pueda curarme las mías propias.
Rathikus revisó su equipo. Milagrosamente todo había sobrevivido a aquel desastre. Viendo que Dworkin parecía invocar a la diosa Homeopatía en vez de a Hammarragh el mago destapó una poción de curación y se la bebió de un trago. En su época de estudiante había tenido que aprender algún temario sobre como funcionaba lo que estaba bebiendo. Básicamente era un conjuro condensado en líquido que le recordaba a las partes del cuerpo como era su existencia antes de sufrir daños graves.
Fuera como fuera se sintió mucho mejor a nivel físico.
Pero cuando descubrió que su equipo se había chamuscado por el efecto del fuego... eso fue algo más doloroso que la carne quemada.
Su libro de magia estaba protegido por hechizos por lo que acabaría regenerándose después de unas horas. Al menos eso decía la garantía. Pero ¿y el libro del alquimista?
No podía dar crédito a lo que veía. El libro estaba intacto. Pero no emitía trazas de magia. ¿Cómo podía ser aquel milagro? Por un momento estaba tentado en pensar en la suerte. Pero lo que todo mago aprende el primer día de clase es que la suerte no es más que un tipo de magia. La más poderosa. Algo importante sucedía allí. Y la caja también estaba intacta. Algo MUY importante estaba sucediendo allí. Y que fuera importante no necesariamente quería decir que fuera bueno...
@Rathikus. Estuve mirando el manual pero no vi cuanto restaura una poción de curación. Buscando en internet veo un sitio donde pone que restaura 10 puntos de golpe sin tirada. Lo voy a dar por bueno... estás para otra.
@Dworkin: le veo sentido. Siempre me pareció un acto de egoismo total que un clérigo sanase sus propias heridas :D
Antes de partir con aquel variopinto grupo, Rathikus se había asegurado de surtirse bien de pociones para sanar. Sus primeros coqueteos con la alquimia en la Academia no habían sido muy fructíferos, por lo que desconocía el método de fabricación pese a conocer sus propiedades y, vagamente, su funcionamiento. Tuvo que recorrer Sarem durante horas hasta encontrar una especie de gabinete de curiosidades ambulante, regido por un viejo mago. Aquel buhonero ya le había advertido que allá adonde iba, terminaría necesitando una de aquellas maravillas embotelladas. Quizá fuese su voz, su extraño aspecto o la aventurada predicción, pero el vello se le había erizado como nunca. Debo investigar más tarde algo sobre este hombre, pensó.
En un principio, juntarse con aquellos enanos ya era parte del plan para evitar ser pisoteado en sus viajes en busca de secretos mágicos, pero nunca estaba de más ser precavido.
Y, en aquella ocasión, se agradeció a si mismo más que nunca su previsión.
Intentó incorporarse, esta vez con más éxito, sobre la pila de escombros. Miró a Dworkin, y agradeció ver que no le culpaba por lo ocurrido, sino que había intentado curarlo con la ayuda del tal Hammarragh. Desde luego debían darse prisa y salir de allí cuanto antes. Caminó, cojeando pero apurando el paso, hasta alcanzar a Dworkin.
—Hay que sacar de aquí a esos bufones y luego hacer lo propio. ¿Qué estás mirando? No te me quedes ahí mirando como un papanatas, ¡no hay tiempo que perder! [1]
Mientras se dirigía al otro pasillo todo lo rápido que podía, se miró la mano. Parecía que, estuviese donde estuviese, Rudar debía estar bien. O al menos, eso esperaba... por el bien de su mano.
[1] Intuyo que a Dworkin debería chocarle verme caminar como si tal cosa después de verme en el quicio de las puertas de la muerte.
¿Entonces, qué es exactamente lo que me queda de equipo? ¿Solo los dos libros y el resto de pociones?
Por cierto, en la clase de compendio del alquimista se me olvidó añadir pociones (de salud, de subida de características...) a la lista. A ver si para la revisión ya las incluyo.
Rathikus deshizo el camino hasta la sala del alquimista y allí abrió la puerta que conducía al pasillo que unos seis metros más adelante giraba hacia la izquierda.
En ese momento les sorprendió otra andanada de explosiones que parecían proceder precisamente del recodo del pasillo. Una lluvia de cascotes cayendo del techo. Aquello se estaba poniendo cada vez más complicado y cualquiera podría pensar que aquellos túneles se iban a convertir en una improvisada tumba.
Milagrosamente ha sobrevivido todo vuestro equipo.
- Por todos los demonios- rugió Dworkin protegiéndose la cara del polvo y el estruendo- vamos a acabar enterrados vivos como no salgamos de aquí.
El enano se metió de nuevo hacia el laboratorio y echó la vista hacia el pasadizo.
- Ah, no, que tu flamígero amigo se cargó la escalera. Espero que tengas una solución ingeniosa para esto.
Rathikus resopló ante el ingenioso comentario del enano y miró preocupado ambas salidas del laboratorio. Tenían que hacer algo para evitar morir sepultados o chamuscados, ¿pero el qué?
Fue entonces cuando se volvió a fijar en las placas de metal tiradas entre las estanterías. Debían haber servido como material para construir gólems, quizá podrían ser usadas de nuevo.
—Esto... Dworkin, quizá podríamos usar esas placas de metal como escudo para evitar que nos caigan cascotes. Luego podemos buscar a los demás y salir por donde entramos desde un principio.
Meditó un segundo, recordando que el no era muy hábil levantando pesos, y cogió una de sus pociones.
—Mira, creo que deberías beberte esto. Pareces bastante magullado y bueno... digamos que los músculos no son mi fuerte.
Rathikus todavía esperaba una respuesta de su compañero cuando otra explosión sucedió en algún punto del pasillo, a lo lejos. Ésta fue un poco menor y parecía que la lluvia de cascotes empezaba a amainar.
En ese momento por la esquina del pasillo, a unos seis metros de ellos, apareció un pequeño conejo blanco que patinó un poco mientras frenaba de una carrera desbocada.
El conejo se quedó mirando para el mago y el enano. Era difícil saber quien de los tres podría estar más sorprendido de encontrar a los demás dentro de aquellas ruinas.
Rathikus y Dworkin: estáis en el umbral del laboratorio del alquimista. El terremoto de explosiones amainó un poco aunque siguen escuchándose estallidos en algún lugar del pasillo. Y acaba de aparecer un conejo blanco en la esquina del mismo ¿qué hacéis?
- Pero qué- Dworkin se quedó con la palabra en la boca al ver al conejo ahí, mirándoles como si tal cosa, en medio de una caverna ruinosa que amenazaba con colapsar sobre si misma- guárdate tus pociones, Rathikus, de nada servirá llevar un escudo sobre la cabeza si el techo se desploma sobre nosotros.
Dworkin trató de ignorar al conejo y sacó la cabeza más allá de la puerta, tratando de ver en qué estado había quedado el pasillo. Estaba claro que la escalera del exterior estaba inutilizada, así que había que averiguar si aquel pasillo seguía siendo practicable.
Antes de que Dworkin pudiese responderle, el pasillo les devolvió una serie de sonidos nada tranquilizadores; pese a que las explosiones parecían estar amainando. Algo muy desconcertado apareció a toda prisa entre el concierto: un conejo.
Rathikus, pragmático como era, se sintió genuinamente perplejo al ver a aquel animal. Se preguntó si quizá fuese uno de los animales usados pruebas durante los delirantes experimentos del alquimista; sin embargo, descartó aquella idea enseguida por disparatada y poco plausible. Solo había una posibilidad entonces.
—¿Rudar? ¿Eres tú?— preguntó, mirando al animal. Prefirió no pensar en qué pensaría el enano al verle hablar con un conejo.
Había visto al mediano realizar antes aquel "truco". Parecía ser un tipo de magia que conectaba a los druidas con su espíritu animal o alguna estupidez de esas, pero debía reconocer que le había parecido bastante útil para escabullirse.
Vio como el clérigo se asomaba por la puerta, y decidió intentar coger en brazos a su presunto compañero de orejas largas y peludas para observar la pata delantera donde tendría la runa que lo enlazaría con él. Si Rudar estaba allí, significaba que los otros no debían estar muy lejos.