Partida Rol por web

En medio de la ciénaga, rodeada de morbellinos muertos, yacía el cuerpo sin vida de Stela.

Estaba cubierta de heridas de espadas, hachas y flechas clavadas. Lo que finalmente había acabado con su vida había sido una carga de piqueros. Acosada por todos lados, la mercenaria aún tuvo suerte: de las seis lanzas que la atravesaron sólo tres atravesaron órganos vitales.

Sus ojos sin brillo miraban el cielo...

Hubo un momento de silencio cuando los demás se dieron cuenta de que Stela había muerto. Oten la miraba sin dar crédito. En su recuento inicial habría jurado que estaba de pie¹. Pero allí estaba el cadáver recordando la fugacidad de la vida de un mercenario a todos los presentes. El algún lugar yacía también los restos de Tempest, atravesado por una espada morbellina.

—Hemos triunfado en una batalla pero no ganado la guerra. Vendrán tiempos oscuros.— la voz de la única cabeza superviviente de Ewandor resonaba en la mente de los presentes —Aren: deberás regresar a las montañas acompañado de Oten, Noren y Morkai. Reúne a los clanes enanos y adviérteles de que una guerra sin cuartel se cierne sobre todo Zork. Las fuerzas de la oscuridad, antaño sin líder, se enfrentan ahora a la Mente Maestra que, despierta en algún lugar secreto, manda a sus sicarios azotamentes a todos los reinos para reclutar a sus huestes. Buscan la Fuente de la Magia, oculta en algún lugar de nuestro mundo. Si la encuentran cercenarán su contacto con los Dioses y controlarán el destino de todo Zork. No podemos esperar sino una época de oscuridad si eso sucede. Los Reinos Libres deben conocer la amenaza que se cierne sobre ellos, olvidar sus diferencias y unirse contra un Mal Mayor.

Hubo un momento de silencio. Aquello sonaba muy épico pero teniendo en cuenta que la mayor parte de los Reinos Libres no eran siquiera reinos, sino conjuntos de ciudades estado que mantenían una tensa paz en sus fronteras, capaces de matarse por una ruta comercial de vinos... pues a ver quién los ponía de acuerdo en aliarse contra algo. No vamos a mencionar siquiera la enemistad ancestral entre elfos, enanos, humanos y cualquier criatura inteligente. Igual un Mal Mayor (así, con mayúsculas) es lo que necesitaba toda esa gente para reunirse pero a ninguno se le escapaba que seguro que el Mal Mayor lo tenía más fácil para unir sus tropas. Porque los orcos, trasgos, las arañas gigantes, los trolls, los ogros, los gigantes... eran gente de llevarse mal pero les dabas un objetivo común que aporrear y se olvidaban de sus rencillas mientras tuviesen a quien matar.

—Gromenauer y Roark: estáis entretejidos en el Destino de Zork de una manera en la que ningún Gran Clan, Reino o Ciudad Libre podría estarlo. Las hazañas de los aventureros son, a veces, la palanca que mueve el gran cambio. Por algún motivo los dioses juegan con dados incomprensibles para nosotros.

Se giró hacia Kraken.

—Eres una Fuerza del Destino como yo mismo. Nuestro tiempo llega a su fin. Tras esta gran batalla nuestro papel en Zork es desaparecer. Pero es posible que otros aventureros sean guiados a Lugares de Poder par tejer la trama final.

Las nubes ya se habían disipado. Los ojos de Ewandor parecían apagarse.

—Mi tiempo ha terminado. Mi esencia vuelve a la Fuente. Que el fuego de la pira de la mercenaria os recuerde la fragilidad del momento... El futuro de Zork está en manos de los mortales.

Y entonces la tierra alrededor de la Gran Fuerza se empezó a quebrar mientras los restos de Ewandor volvían al fondo del pantano de donde habían salido.

Bueno...

No todos los restos.

Roark silbaba disimuladamente mientras tamborileaba con los dedos en un morral donde guardaba unas joyas que antes estaban en las otras cabezas de la Gran Fuerza.

EPÍLOGO

Regresaron a sus hogares. La vuelta a a través del Valle de los Sueños tuvo otras aventuras que merecerán ser contadas en otro momento.

Cuando regresaron a Gaënor los grupos se separaron.

Firfin, totalmente sincronizado ya con la fuerza llamada Kraken, viajó hacia el norte en busca de otros aventureros que guiar.

Aren, Oten, Noren y Morkai prepararon una expedición de regreso a las Montañas Enanas. Tenían un reino que forjar.

Roark había estado hablando de una cosa llamada la Estrella de Fendor a Gromenauer. El ladrón se demoraba hablando sobre tesoros adicionales que acompañaban a dicho objeto pero lo que llenó la oreja del enano fue la mención a cierto conjurador capaz de abrir portales entre los planos. El escudo seguía en algún otro plano de existencia y era necesario recuperarlo.

En algún lugar donde los héroes moran al encontrar su final Stella brindaba en una mesa llena de jarras. Su batalla había terminado pero contemplaba con curiosidad el devenir del futuro de su mundo.

Roark estaba animado tras haber convencido a Gromenauer de ir a Fendor, eso era algo más normal que no le provocaba dolor de cabeza solo de pensarlo. Su abuelo estaba muy en contra de meterse en líos de dioses, destinos y magias ultrapoderosas porque solo traían cosas malas y él era un firme defensor de los valores familiares...

Así que observó el cielo azul de Zork mientras caminaban hacia allá.

-Por cierto Gromenauer, eso que ha dicho la cabeza de que estamos no sé qué con Zork ¿sería una broma no? Que yo no quiero ser un héroe que los héroes mueren pronto. Así que vamos a alejarnos un poco de todas esas aventuras grandilocuentes una temporada ¿vale? Cosas simples. Un robo aquí, un saqueo de una guarida de un monstruo medio allá, un timo por acullá, una caza del tesoro por el otro lado. Cosas sencillas. Sin primigenios, ni nigromantes, ni caballeros con nombre de fenómeno natural, ni magia de alto nivel ¿vale? Tranquilitos. Una temporada, que se calmen las aguas y esas cosas. ¿Por qué sonríes así? Mira que no me gusta esa sonrisa...

De repente el ladrón sintió una punzada de dolor tras el ojo derecho, justo en el instante en el que su buen humor comenzaba a esfumarse...

Cuando por fin terminó de recoger el último fragmento de lo que quedaba de piedra gromenauerfal esparcido por los aledaños del combate contra el Caballero de Trueno, el enano escuchó las palabras de Ewandor. El ser había vuelto a acertar en parte de nuevo. Desde luego que estaban entrelazados con el destino de Zork, por algo estaban ahí...

Fue tras terminar, cuando Roark tuvo que abrir la boca, para decir que no quería líos. Gromenauer sólo se limitó a sonreir, sabiendo de sobra que eso era imposible. Tras los segundos de sonrisa, volvió a su habitual semblante—. ¡Iremos donde haya que ir! ¡De momento me sigues debiendo un escudo, este es una basura! —bravó mientras lanzaba el escudo que había quitado a un morbellino lejos, mientras miraba el que el Caballero del Trueno había dejado tras morir.

—De momento usaré este, pero no tiene pinta de que vuelva al lanzarlo. Al menos, algún idiota pagará por él para tenerlo colgado en su pared... —terminó diciendo para mirar al resto del grupo. No conocía a la muchacha, pero una pérdida siempre era una pérdida.

Acercándose al nuevo rey enano, le dijo—. Siento la muerte de vuestra compañera. Pero me temo que ahora tendréis que acostumbraros a eso. Unos vienen y otros van. Antes de que nos separemos, recuerda una cosa, Aren. Ser rey sólo es un título, como puede serlo Aniquilador de Truenos o el Enano. Como te dije, la sabiduría no es una piedra con una runa que puedas recoger del suelo.

—Podrías haber sido Rey si nada más partir os hubieseis puesto de acuerdo en cuál de los tres sería el rey. A efectos prácticos, sería lo mismo. Es el viaje, el haber conocido qué hay detrás de todo esto, es lo que os ha dado la sabiduría, a los tres, para guiar a un pueblo. Guiar, no gobernar. Recordadlo bien. No puedes gobernar un río, pero sí saber por dónde quieres que fluyan sus aguas.

Con esto, y poniendo la mano sobre el hombro del explorador a modo de despedida, añadió—. Puede que volvamos a encontrarnos. Si alguna vez nos necesitáis, es posible que aparezcamos por allí. O tal vez no. Zork es muy caprichoso con su moradores...