Partida Rol por web

Firfin no dijo nada, a la mierda con los enanos, ya empezaban a canzarle. Y es que, si no estaban donde debían estar, nada importaba ya. No podía regresar, y por tanto, que sentido tenía todo si no podía dar la vuelta. Malditos enanos, a donde los estaban llevando.

Y aunque Firfin estaba enfurecido, mantenía la calma y su sarcástica sonrisa. De momento, había una sola cosa clara, tenía sobrevivir y salir de allí. Al tiempo que todos hablaban, una idea fue surgiendo en su mente, los enanos tampoco sabían nada, y no solo sobre aquel lugar sino lo que buscaban y el porque. Quizá tenían cierta idea, pero realmente solo los impulsaba su deber. Malditos enanos testarudos, bien podrían estarlos llevando a una muerte segura.

– ¡eh Oten! – gritó el ladrón al sacerdote casi por instinto mientras salía de sus pensamientos y sin darse cuenta que el enano estaba a muy pocos metros de él. – ¿Kramor te ha hablado ahora? No, no ahora, ¿Allí arriba? ¿Puedes asegurar que Kramor te ha escuchado? – preguntó el humano con cierta desesperación, sabiendo ya en parte la respuesta por lo que había sucedido – ¿y ahora? ¿sigue Kramor escuchándote? –

—Kramor está presente. Me escucha, me observa.— Respondió extrañado por el interés de Kraken.

—Aunque no es como creo que tú lo ves. Kramor no me habla. Al menos no lo hace directamente. Tampoco le pregunto. No se trata de un dialogo.  Hay criados que limpian los zapatos a sus señores. Hay esclavos que luchan en la arena por su dueño. Mi tarea es servir de conducto. La voluntad de Kramor, sus principios y dogmas se manifiestan en este mundo a través mía.—

—Pero no se trata de una servidumbre. No soy un criado. Ni un esclavo. Porque no hay obligación ni temor en mi actos sino entusiasmo y ardor—

—Los enanos lo llamamos Khelam—

—Vosotros, fervor—

──Techo necesitar mano de pintura, jaja.

Era una broma. Esa de las que precisan de un buen aviso al público, para que esté prevenido y se ría, si es que se encuentra en buenas relaciones con el bromista.

Morkai andaba acercando la antorcha al Asco Reptante. ¿Sería parte de algún dios de esos primigenios, que se iban a levantar, o a desperezarse o algo, cuando las estrellas estuvieran en posición? (Morkai siempre se había deleitado imaginando las estrellas dando tumbos por el cielo, haciendo figuritas, para entretener a los dioses primigenios). Y es que, cuando uno mira hacia lo alto, uno tiene pensamientos elevados por puro contagio. Incluso aunque cuando mire solamente vea el culo de un gigante.

Avanzaban por el túnel escuchando la conversación entre Firfin y Oten mientras la masa negruzca de las paredes se alejaba de las luces. Cuando Morkai la elevó hacia el techo los zarcillos se despejaron mostrando una roca dura y lisa. ¿Les afectaba el calor, la luz o ambas cosas?

Firfin por su parte intentaba comprender las palabras de Oten¹. ¡Malditos enanos! Siempre parecían decantarse por la visión simplista de las cosas. ¡Aquello no contestaba a su pregunta!

Pero tenían otras cosas de las que preocuparse.

Porque la masa negra se estaba dejando caer por detrás de ellos.

Al principio no le hicieron mucho caso: el movimiento de los zarcillos parecía estar revolviéndose detrás, pero ahora se dieron cuenta de que a medida que se alejaban del lago la masa se estaba compactando cerrando el paso de vuelta.

Y aquello no parecía bueno...

Morkai volvió a pensar en aquella cosa que llamaban Primigenio Despertándose. ¿Cómo sería?²

──Oscura... algo. Si. Ser algo así como...

Morkai echaba humo. ¿Cómo se llamaba? Porque el Asco Reptante ese le había traído a la memoria... Bueno, para comenzar, esa denominación: El Asco Reptante. Tira que tira del hilo, poco a poco, mientras una babilla caía por la comisura de sus labios y la antorcha se cimbreaba pa acá y para allá de manera errática (y el Moco Negro Animado iba y venía de allá para acá, bastante nervioso).

¿Por qué nos dan asquete algunas cosas? Las cucarachas, por ejemplo. O sea, ¿qué cojones tienen algunas cosas para que nos den asquete? La personificación de la aversión sin motivo, caótica, dirigida de manera gratuita a cualquier lado.

── ...algo así como...

Y los gamberros que aprovechaban los gatillos (muertos) emocionales para manipular las emociones del prójimo no eran nada. Había una sensación de horror profunda de la que esas típicas expresiones del desafecto cultural no eran sino una mera sombra, una nadería. Se decía que, quien tuviera acceso, y pasara la suprema prueba de encontrarse frente al Asco Primigenio gozaría de una admirable palanca para hacerse con el poder de todo el universo conocido. No con su respeto, desde luego, pero si con todo el poder.

── ...buaaaaaaaaaarrrrg.

De pronto, una extraña combinación: el olorcillo de la cosa reptante calentada al fuego, y ciertas formas esféricas (completamente negras) que habían asomado por medio latido de corazón a la superficie siempre cambiante del Moco Negro Animado Hicieron que Morkai expulsara fuera de si hasta la primera papilla¹.

──Cof, arrrg, buaaaaarrrg... Ser, serrrr...

Firfin la habría dado un puntapié en la cara al sacerdote, pero no habría servido de nada. — En otras palabras, no sabes nada. Bien, otra cosa más de la que se no saben nada y solo se mueven por fanatismo, es decir, el fervor estúpido ese del que tanto hablas — Firfin no dijo más y optó por alejarse del enano sin prestar atención a su reacción que seguramente habría sido severa. Pero lamentablemente para el calvo enano adorador de cosas que no conocía ni entendía, el tenía que ir a cuidar a las vacas; que no eran vacas realmente, pero daba igual.

— Ronald — exclamó Firfin, — yo que tú cuido mi espalda, esas cosas son carnívoras, quizá me ahorren el trabajo — le aconsejo con cierto sarcasmo y amenaza en sus palabras señalandole a las babosas negras oscuras infinitas y voraces que venían tras ellos.

Luego Firfin, fiel a su deber, hizo lo que tenía que hacer. Tomo una de las pocas monedas que llevaba encima, que de poco le servirían y la arrojo al camino que quedaba tras de él, muy cerca de donde iban cayendo las babosas. Antorcha en mano, entonces retrocedió hacia las vacas mulas para ver que pasaba, y una vez que las babosas cubrieran la moneda, regresaría por ella con la antorcha por delante para ahuyentar a las ¿criaturas?, para ver que pasaba con la moneda. Firfin, luego hizo lo mismo una segunda vez, pero ahora con una de las raciones de comida que se guardaban en las mulas, para algo lo habían dejado a cargo de ellas los enanos. De hecho pensó en probar con una mula, pero seguramente no sería necesario. Firfin quería saber si esas cosas o cosa, por que bien podría ser un solo ente, querían comercelos o no, y que cosas comían o que hacían con aquello que les arrojase.

Y claro, aún había que probar con el fuego, hacia tiempo que no preparaba una trampa incendiaría.

— Eso no es nada bueno — no puedo menos que murmurar el explorador al notar que los grumos que parecían tener vida propia intentaban encerrarlos — No deberíamos dejar que nos rodeen. Quizás deberíamos volver y asegurarnos que eliminamos toda esa cosa antes de avanzar pero... —

Repentinamente Aren se dio cuenta que volver no era una opción, no podrían cruzar el lago y la masa oscura seguiría estando en el túnel — ... Tengo un plan! — gritó a sus compañeros mientras se encaramaba en Rakard y se disponía a avanzar — Adelante a toda carrera —  insistió — Debemos salir de este túnel antes de que sea imposible atravesarlo!

— Vamos, vamos, vamos. A correr — haciéndose eco de sus propias palabras, Aren taloneó a Rakard para que acelerara el paso.

Escuchó un ruido gutural. Luego algo llegó por detrás. Era caliente y era húmedo. ¡Mierda! La vomitona de Morkai cayó sobre la mitad de la cabeza de Oten (calva incluida) y se derramó por sus barbas y cayó por su hombro y brazo. ¡Maldita sea! Se detuvo y dejó la antorcha en el suelo y se limpió como pudo los restos del vómito mientras soltaba una retahíla de  improperios e insultos que Oten había aprendido en los cónclaves sacerdotiles. Cosas como "mameluco" o "berzotas".. Sí, los sacerdotes son tipos educados. Entonces el olor de la compota del estómago de Morkai se caló en las fosas nasales de Oten. Sintió una arcada. Naúseas. Su estómago se retorcía... 

Hace mucho tiempo una expedición científica enana se adentró en estas montañas con la idea de cartografiar sus túneles y subterráneos. Nada se sabe de aquellos exploradores y su misión pues ninguno de ellos regresó. Lo que nunca se supo es que aquellos valientes enanos se encontraron en su camino con un  ser primigenio de poder oscuro y terrible. Aquel ser pronto dio muestras de su poder. Envió sueños y pesadillas durante las noches a los exploradores llenos de falsas promesas. Los enanos corrompidos por las tentaciones enloquecieron y se atacaron los unos a los otros. Todos murieron: locos o asesinados. Todos menos uno. Fionir, era un campeón de Kramor. Un elegido entre los elegidos. Fionir, en un ultimo esfuerzo, contactó con Kramor y éste le dijo la manera de apresar para siempre a aquel ser. Le reveló la fórmula para forjar una cadena mágica con la que apresar a aquel ser y evitar que escapara de aquellas grutas y, sobre todo, para que ningún otro enano que escuchara su nombre se dejara seducir por sus malignos encantamientos.

Fionir seguramente murió, y nunca se supo nada acerca de su historia y la de los demás enanos ni tampoco de aquel ser primigenio. De hecho y para asegurarse de que caería en el más indómito de los olvidos, ningún nombre enano fue dado a aquella cosa. Oscuraverme es un nombre posterior. Quizás le fue dado por otra raza o entidad pero no por un enano.

La cadena si aparece en los libros enanos, se llama Kanbrander y está hecha, como no, de eso que se conoce como CristaldelAlma.  

 

Las gotas de vomito salpicaron la espalda y la cabellera de Stela pero la mercenaria ni lo noto. Con una mueca de aprension y disgusto, se aparto de la pared y salio a la carrera tras el oso pardo.

-iCorred, joder, corred!-grito llamando a los demas con la mano.

Presa de un asco insuperable, la madre y el padre de todas las náuseas, y en medio de atroces convulsiones, Morkai escuchó: ──¡correr!

Y eso hizo, correr, correr y correr. ¿Estaba en la dirección correcta? Creía ver una calva por entre los vapores de la náusea. Intentaba no pisar unas cosas negruzcas que había por el camino. Algunas de ellas caían del techo poco antes o poco después de pasar él. La marea de asco y náusea las atraía: era su alimento, estaban absorbiendo la fuerza vital de Morkai por medio de esa sensación. Si uno fuera ameba, diría al verle: ──riiiiiiiicoooooo──, porque uno sería como una tarta de cumpleaños con patas.

Posiblemente gracias a Morkai los demás tuvieran alguna oportunidad, pues cuando pisó una de esas cosas, el asco fue tan enorme que se derrumbó. Pronto los mocos se arremolinaban en torno a él...

Antes que nada más pudiera pasar, escuchó como Aren gritar y como todos salían corriendo. Oten hizo lo mismo...

Unos momentos antes de que Aren definiese su plan Stella había acercado el fuego a la cosa negra. La masa se retorció pero rápidamente un zarcillo se lanzó para apagar la llama y tirar de la antorcha, que pronto quedó cubierta por la masa negra. Firfin estaba experimentando: primero una moneda, fuego, pero la moneda había desaparecido con la misma oscuridad que se retiraba, como un ladrón que no suelta su presa. Lo mismo pasó con la comida.

El ladrón meditaba en que significaba aquello. La masa negra engullía todo lo que entraba dentro de ella y aunque los pegotes pareciesen independientes estaba claro que eran parte de algo mayor¹. Y probablemente ese algo llevase mucho tiempo sin tener un manjar tan apetitoso como los aventureros². Un detalle que podría poner nervioso a otro pero Firfin solo pensaba en la posibilidad de que la masa no devorase objetos o monedas. Eso significaba que en algún sitio habría un tesoro esperándolos³.

Pero luego pasó todo a la vez.

Morkai lanzó su vomitona sobre Oten quien, pese a maldecir, no llegó a seguir la cadena. Y Aren se puso en marcha dando la alarma, quizás llegando a la misma conclusión que Firfin. Su plan estaba claro: había que salir por patas de allí. El ogro pareció momentáneamente confundido y en su carrera se vio resbalando sobre aquella masa amorfa. El contacto dolía... dolía de una manera rara... Sintió como si lo aturdiesen⁴, pero aún así logró ponerse de pie para lanzarse a la carrera con los demás.

Fue muy extraño: de repente, sus recuerdos de la infancia parecieron menguar como si se disolvieran y una tristeza fría y oscura le atenazó el estómago. Entonces, Stela notó que tenía un pegote colgando del pelo. Se lo arrancó con una maldición y siguió corriendo. Notó que sus recuerdos seguían en su sitio. 

Pero no se libró de la melancolía. 

Noren, de pronto, no entendió nada. Se tambaleó cuando Aren y Rakard pasaron junto a él corriendo a más no poder, y al mismo tiempo caía vómito detrás suyo.

-¿Pero... qué...?-

Todos corrían. ¡El Plan de Aren! Así que sin dudarlo, corrió detrás de los demás, a más no poder.

De pronto, uno de esos zarcillos oscuros cayó sobre su casco, porque sintió el golpeteo. Y cuando lo quiso sacar con el hacha, éste le tocó la oreja, como si quisiera entrar por allí a su interior. Sintió un dolor indescriptible, como... bueno, era indescriptible. Porque no era físico, ni tristeza... era algo más. Y se sintió mareado, como si no pudiera ver bien.

Pero continuó. Su entrenamiento militar le dio el automatismo necesario para seguir corriendo, dejando tras de sí el casco que tanto tiempo lo había acompañado en su vida. Ojalá lo pudiera volver a encontrar. Le gustaban esas abolladuras.

Para su sorpresa sus compañeros comenzaron a correr en cuanto Aren se los pidió "Quizás ese es el truco, pedir que cumplan los planes" se planteó a si mismo sorprendido de no haber encontrado antes la respuesta a su eterno interrogante; porque no cumplían los planes que el pensaba.

Sin embargo, concentrado en su nuevo descubrimiento, fue incapaz de evitar que uno de los zarcillos de negrura que brotaban a su alrededor estuviera apunto de ahorcarlo. Si bien ante lo que supuso era un ataque de la masa de oscuridad cayo desde la grupa de su oso, el mismo costalazo evitó que la negra sustancia mantuviera su agarre.

— Sigue, sigue — le gritó a Rakard mientras se ponía de pié y seguía corriendo, esta vez utilizando sus propias piernas en vez de las de su mascota. Aren se sintió algo aturdido, y confuso, pero suponiendo que solo se trataba de un efecto colateral de su caída se olvidó de pensar para concentrarse, únicamente en mover sus piernas una después de la otra con el único objetivo de alejarse del lugar.

Firfin se lamentó por la situación, habría querido tener tiempo para hacer algo más, para experimentar algo más, no había tiempo no había muchas posibilidades. – ¡Corran, muevan a esas mulas y corran! – gritó Firfin a Ronald y Tempest esperando que no abandonasen a las mulas, mejor que se los comieran a ellos. De hecho, sería una buena forma de deshacerse de Ronald, pensando que quizá Tempest fuese más racional.

Creía que... Pero... Vaya, se sentía raro. Como más libre, en cierto sentido, un poco como entre algodones. Como con ganas de hacer muchas cosas que en otro momento hubiera considerado una insensatez, como ponerse los gallumbos por sombrero, o cosas divertidas, como intentar el vuelo sin motor desde el pico del Águila, probando la invención de uno que decía que cualquiera que quisiera (previo pago de unas infladas tarifas) podía volar...

Más o menos por inercia seguía corriendo, tras sacudirse algunos grumos mierdosos, y sin mirar a las cosas negras, porque cuando miraba las cosas negras le venían unas arcadas y unos vahídos que...