Partida Rol por web

Vaya, siempre se iban los mej... Bueno no, que era un elfo. Y no sería el mejor si se había muerto. El caso era que ahí estaba, sosteniendo el cuerpo del elfo, ahora sin vida. Y sin duda, quería que mirase su moch. Así que dando la vuelta al cadáver, dijo—. Eh Roark, ven aquí y trae esa molesta antorcha tuya.

Mientras el humano se acercaba, Gromenauer se dispuso a ver qué había en la moch... ongggg... del elfo. No obstante, espero un poco, para que si había algún zarzillo de oscuridad, no le saltase a la cara. Al menos que le molestase la luz de la antorcha.

Roark, aún sorprendido de la cantidad de cosas que veía a ocho pasos de distancia del enano y del fiambre, ni se movió del sitio al oír a Gromenauer y se limitó a elevar su antorcha y a estirarse para acercarla lo más posible al elfo. La antorcha debía tener curiosidad, claro siendo una llama mágica eso era fácil pensó Roark, porque se estiró también hacia Gromenauer como para ver al elfo mejor.

Mientras Gromenauer se centraba en el elfo, él repasaba la zona de delante por si las cosas oscuras esas decidían traer refuerzos, que el elfo debía ser idiota por dejarse atrapar y él no tenía intención de serlo también...

-Que digo yo que sería mejor mirar lo que hay en la mimochmimochooonggg en otro sitio lejos de aquí, ¿no?

—¿Cuánto tardarán en darse cuenta de que la mochila no está con el elfo?

—Por la cara de cabreo del enano creo que ya se han dado cuenta.

—¿Y los otros? ¿Dónde están los otros?

La voz que contestó  sonaba como la sangre que brotaba de una herida purulenta, así que tenía que ser la de Zwagonard:

—En el lago.

Los otros quedaron en silencio unos segundos hasta que Random se animó a hacer la pregunta:

—¿En ese lago?

Ni que decir tiene que la voz que respondió sonaba como los glóbulos oculares de un bebé cuando lo atraviesas con un alfiler de hueso:

—En ese lago.

No queráis siquiera saber a que sonaba la risita de Zwagonard. Probablemente hoy no sea capaz de dormir sólo por haberla imaginado...

—¡Maldito elfo! ¡Son molestos hasta muertos! —gritó el enano mientras dejaba caer su cuerpo al suelo del elfo. Después dirigió su mirada a Roark, para preguntar—. ¿Dónde crees que se encontrará la mochila de este botarate? Porque con tanto lío de zarzillos de oscuridad, solo él sabe donde está...

Y mientras dijo esto, volvió a levantar el cuerpo del elfo. Igual les daría alguna pista de dónde podría estar su estúpida mochila.

Roark sopesó la situación acercándose un par de pasos al ver que no había peligro. No hacía falta ser un genio para saber el camino a seguir... Aunque seguramente había que estar chalado para seguirlo. -Ante la duda, sigue el camino de zarcillos oscuros. Lo que sea que se cargó al elfo seguro que tiene su mochila, mi flecha y la maldita roca esa que venimos a buscar. Y seguro que los zarcillos son trocitos suyos, así que solo hay que seguirlos...

El elfo tenía la espalda empapada. De hecho ahora que se fijaban su pelo también lo estaba. Al principio habían pensado que se trataba de sudor acumulado pero ahora veían que tenía algunas algas enredadas entre el pelo.

¿Era ruido de agua eso que se escuchaba por el túnel por el que habían escapado los zarcillos? ¿Y por qué ahora una parte de la pared brillaba levemente? Roark se aproximó y se dio cuenta de que era un tipo de hongo llamados Neón. Eran conocidos porque señalaban el camino hacia fuentes de agua acumuladas bajo la tierra brillando de forma curiosa, aumentando y descendiendo su intensidad azulada.

Roark procuró no pisar al elfo, en paz descansara, mientras caminaba.

De paso que se acercó, aprovechó para agacharse rápidamente y vaciarle los bolsillos, casi sin detenerse. Señaló hacia los hongos. -Insisto Gromenauer, el experto en túneles eres tú, pero eso significa que hay agua cerca, ¿no?- El chapoteo que oía al fondo implicaba que alguien, o algo, se movía por allí. -¿Seguimos a los zarcillos?- dijo colgándose al cinto la antorcha y rearmando el arco...

—Estúpido elfo —gruñó el enano mientras veía que estaba empapado y tenía algas por el pelo—. No sé si es porque le apetecía enjabonarse o es que tenía hambre y lo más parecido que vio a las flores eran las algas, pero algo me dice que este idiota perdió la mochila en un sitio con agua.

Levantando la vista al túnel, dijo—. Un lugar como ese. Vamos, veamos qué tenía este imbécil en su mochila. Igual era al otro gnomo. Así resolveríamos el misterio de dónde está el resto del grupo.

Cuando Roark mencionó los hongos, le contestó—. Sí, esos hongos solo crecen cuando hay agua cerca. Así que sí, tendremos que seguir a esos estúpidos zarcillos. Ten tu antorcha cerca...

Y con estas palabras, Gromenauer dejó el cadáver del elfo, para dirigirse por el túnel. No sin antes llevar bien empuñado su martillo y su escudo. Por lo que pudiese pasar.

Roark registró al elfo. Luego se levantó para seguir al enano mientras intentaba que su rostro no lo delatase.

Fingía decepción.

Pero estaba flipando.

¿Cómo había llegado algo así a uno de los bolsillos del elfo?¹

Pensando en ello levantó la antorcha para iluminar el camino. Descendían.

Roark puso cara de jugar al rokun pero por dentro tenía un enano acróbata dando palmas con las orejas y rebotando entre sus sienes mientras soplaba un matasuegras. ¡El maldito elfo llevaba una máscara de Nibia!* ¿A quién se la habría robado? Porque no era tan buen actor como para habérsela ganado...

Algo había pasado.

De pronto todos los hongos de neón se habían apagado.

No. No se habían apagado. ¡Estaban cubiertos de esa masa viscosa y oscura! El ruido del agua, la humedad... se habían disipado repentinamente como si nunca hubieran estado allí. De hecho Gromenauer se dio cuenta de que toda la montaña había cambiado. Pero eso es imposible ¿verdad? No, una montaña no puede cambiar. ¡Habían cambiado ellos de plano! ¡Estaban en otro lugar! Seguían siendo unas cavernas siniestras y oscuras pero ya no estaban en Zork. Viajar por los planos sin querer es algo así como despertarse de una borrachera a varios kilómetros de tu casa en calzoncillos. Varios millones de kilómetros y un par de realidades probablemente.

Encima tras ellos los zarcillos se habían ido condensando para evitar que volvieran hacia atrás. Ahora formaban una pared densa y oscura. Dudaban que aquella oscuridad viviente los estuviera reteniendo para algo bueno. Y de hecho cuando vieron que una masa negra ante ellos adoptaba el aspecto que tenía la sombra del elfo ya se olieron que lo que iba a decir no les iba a gustar:

—Postraos ante mí... mis primeros seguidores en cientos de años... Ha llegado el despertar del Oscuraverme...— dijo aquella masa de plastilina negra tamaño familiar.

Bueno. Al menos no había dicho todavía que los iba a matar.

—Postraos o morid.

Vale, ya lo había dicho.

¿¡Pero qué...!? -Con que solo un genio o un loco dibujaría una polla como advertencia ¿eh, Gromenauer?¹- Roark no era un tipo de leer libros de misticismo, de magia... O directamente de leer, ya puestos. Pero aquello le sonaba de algo.

A lo mejor se lo había cascado un bardo borracho o algo así pero ¡demonios! Aquello le sonaba. ¿Como se llamaba...? ¡Ah! Sí, el Orucso Onalp, un plano bastante chungo en el que los dioses encarcelaban a los seres más peligrosos de entre los que les ofendían, intentaban matarles, les intentaban robar el néctar de los dioses (que a saber para qué quería nadie eso habiendo Coates pero oye...), o intentaban hacer que un hipogrifo hiciera juegos malabares, por alguna razón inextricable los dioses odiaban aquello mucho².

Por fortuna de donde fuera que había sacado la información Roark, también había obtenido una pieza de información muy importante: el Oucso Onalp estaba dividido en una especie de celdas individuales para que los presos no conspirasen entre ellos. Y en cada una había salidas. Salidas que se abrían con magia que era imposible que lo que estaba allí encerrado abriese. Básicamente si había un elemental de agua, la salida se abría con fuego mágico, y así sucesivamente...

Como a aquel bicho le gustaba la oscuridad... Miró a su antorcha mágica que estaba brillando con un color azulado. -Mira tú por donde, la antorcha nos va a servir de llave para salir de aquí...

El ladrón dio un paso atrás y miró a su alrededor buscando un letrero mágico que dijera "Salida", aunque sospechaba que no iba a ser tan fácil...

Gromenauer miró a la criatura fijamente. Después de tanto tiempo... ¡Un primigenio! Un guerrero poco podía hacer contra un primigenio. Ellos no fueron los que los maldijeron y los encerraron en otros planos paralelos. Fueron los propios dioses cuando crearon el mundo, los que los encerraron.

Pero... ¿Cómo lo hicieron? Lo cierto es que Gromenauer no lo recordaba. Pero tampoco importaba, él no tenía poder para hacerlo. Al menos, no ahora. La daga que tenía guardada, aquella que estaba hecha del tejido propio de la realidad, no valdría ahora. No estaban en Zork, esto escapaba a su control.

—¿Acaso un Primigenio no es lo más cercano que hay a la locura? —respondió el guerrero con sorna mientras intentaba pensar cómo vencer a esa criatura. Pero una cosa tenía clara. Qué no había que hacer al enfrentarse a una de estas criaturas.

HACERLAS CASO.

La mejor manera para no caer en las garras de un Primigenio era ignorarla completamente. Al menos, mientras encontraban la manera de huir.

—Hagas lo que hagas, como si esa cosa no estuviese —dijo el enano mientras veía como el ladrón buscaba la antorcha en su mochila—. Y si tienes idea de cómo salir de aquí, más te vale ser rápido. Porque cada vez será más difícil ignorarlo.

Mientras decía esto, Gromenauer pensó que tal vez sí tuviese algo con el que combatir a la criatura, llegado el caso. Algo que la criatura codiciaba. Y si lo hacía, era por algo. Aunque era demasiado poco, tal vez, llegado el caso, podría funcionar...

La masa negra empezó a vibrar. Malas vibraciones. De las muy chungas, sin duda. De esas que hacen que la forma de un elfo se empiece a mutar en algo mucho más horrible, dotado de tentáculos negros que parecen acabar en cientos de bocas hambrientas. Hambrientas de enano y ladrón, por lo visto porque ¡se abalanzaban sobre ellos!

Arsenicus no me falles ahora, pensó Roark al tiempo que rodaba por el suelo y saltó para esquivar los tentáculos mientras seguía buscando la salida mágica de aquel maldito sitio. La verdad es que le pareció demasiado fácil esquivar aquellas cosas. De hecho, se permitió el lujo de darle una pequeña toba a uno de los tentáculos y todo. Ya no hacían primigenios como los de antes...

El ladrón saltó sobre la pared mientras se colgaba el arco para poder esquivar mejor uno de los tentáculos -Vamos antorchita, dinos donde está la salida que el bicho feo este quiere matarnos a todos... Pero la antorcha debía estar también asustada porque se había empequeñecido y apenas llameaba...

Gromenauer, por supuesto, tenía un plan. Mientras el estúpido humano buscaba la salida de ahí, sacó de su mochila uno de los viales que aún conservaba del alquimista. Si aquella cosa quería atacarlos, al menos que tuviese una respuesta explosiva a sus ataques.

Quitándole el tapón con la boca, roció el contenido por el escudo. Ahora su escudo tenía una bonita capa de líquido explosivo. Podría ser que no hiciese mucho a aquella cosa, pero al menos la sorpresa en la criatura les daría el tiempo suficiente para salir de allí.

Protegiéndose con su escudo e intentando cubrir a Roark de los zarcillos, gritó—. ¡Date prisa! ¡No quiero comprobar cuántas embestidas podemos aguantar!

Mirando por la sala, no podía encontrar la salida. ¡Más le valía al humano darse prisa!