Un gran temblor sacudió la tierra hace menos de dos lunas, es difícil decirlo cuando la cognisciencia no se encuentra suficientemente desarrollada. Las montañas se retorcieron y los ríos anegaron vastos campos, los prados se convirtieron en lechos de tierra rocosa y yerma, y los ríos se escondieron bajo tierra para no volver a ser vistos. La tribu tuvo que marcharse, encontrar un nuevo hogar. Atravesasteis los límites del territorio conocido esperando que un nuevo hogar surgiera en el camino, para estar todos a salvo. Todos. Pues la tribu debía ser tribu. Uno solo es vulnerable, pero la tribu es fuerte
Avanzaban por una cordillera. Un valle prometedor se extendía hasta casi el próximo horizonte ribeteado de escarpadas montañas. Los homínidos pensaron que tal vez hubiera algun lugar por el que se pudiera acceder con seguridad., y perseguían esta posibilidad cuando fueron atacados por una manada de hienas a media noche.
El caos y los gritos fueron totales. Kral apenas pudo ver nada. Al tratar de buscar una ocasión de defender a la tribu, pese a no saber qué estaba ocurriendo exáctamente, se produjo un deslizamiento y cayó cordillera abajo siendo enterrado en tierra y gravilla.
Al despertar desconocía el tiempo que había ocurrido. Sus labios estaban secos y llenos de polvo, con dificultad y dolor pudo sacar toda la gravilla y tierra de sus orificios hasta dejar de sentir el entumecimiento de su zona occipital. ¿Donde estaban todos? ¿Qué había ocurrido?
El sol estaba saliendo. Afinó el oído para oír el trino de un zorzal al levantar el vuelo desde una roca cercana, apenas había nada que le indicara qué había a su alrededor. Olisqueó la tierra seca, se encontraba en una ladera de cornisas y aristas escarpadas que caía en pendiente hacia el valle, verde y exuberante tal y como la mitad de la primavera solía prometer.
El sol brillaba en un cielo azul y apenas hacía viento. No había lugar a dudas que su tribu ya no estaba allí, y que debía encontrarles si deseaba sobrevivir. Y debía sobrevivir si quería tener alguna oportunidad de encontrarles.
Aquel lugar le era extraño y desconocido, pero no había otra que superar los miedos que la seguridad de una tribu era capaz de paliar: el miedo a la muerte. Hambre, frío, sueño, enfermedad y depredadores estarían esperando a que el homínido de cabeza llana, sobresalientes arcos ciliares, mandíbula pronunciada y extremidades gruesas bajara la guardia.
Mañana
8ºC Soleado
Anota
Bolsa ajada de piel de conejo
Calabaza con bebida espirituosa 1d6 dosis
Lanza 1dado 4+ daño2**
La bebida espirituosa recupera 1 Alimento y 3 de estrés, resta -1 a cualquier actividad, suma +1 a rituales y Magia durante una franja horaria
El joven Kral, con su mente más obtusa de lo habitual, que suele ser ya bastante, mira a su alrededor buscando cómo regresar al camino; si tanto él como su pueblo iban por la senda y el estar en grupo significa vivir y permanecer solo la muerte, quizás deba retomar las huellas de los demás. Pero hay un difícil escollo. Mira hacia lo alto, aprovechando para hurgarse con fruición en la nariz, y llevando aquello que encuentra a la boca decide lanzarse a escalar. Uno, dos, tres intentos, claro que no sabiendo contar es posible que haya consumido la mitad de la tarde en tal menester, y finalmente opta por continuar siguiendo el cauce seco del río que serpentea por el desfiladero... tal vez llegue a algún sitio.
La ladera resulta tan empinada que Kral casi patinaba por su superficie mientras descendía. No tardan en aparecer los primeros riachuelos provenientes de lo más alto de la cordillera aprovechando el canal abierto en la piedra. El aire parece cortar sus mejillas y parece que descender hasta el valle, para ponerse a cubierto del viento es lo más sensato. Las aristas rocosas parecen proferir una amenaza si se le ocurría cometer alguna torpeza en su bajada.
El agua huele bien y resulta refrescante para limpiar sus labios resecos y aclarar la garganta. La montaña va nivelándose a medida que más y más riachuelos confluyen formando un arroyo ancho, cuando el sol empieza a levantarse empiezan a dibujarse en un cielo muy lejano las sombras de las aves de carroña, que a gran altura empiezan a patrullar el valle. Pero conforme Kral desciende de las montañas las pierde de vista debido a la lejanía y el contraste de la brillante luz.
Huele a agua dulce. Las lagartijas se escurren entre sus pies al paso cuando sus uñas agrietadas arañan el suelo. Sigue avanzando varias horas por una ladera que ahora rebosa de arbustos altos y algunos árboles, continua por el arroyo decidido a llegar hasta el final, donde más grueso debe ser. La piedra se convierte en grava cuando varios arroyos anchos empiezan a discurrir paralelos en una misma dirección. Teme por un instante encontrarse varado o atrapado en algún momento pues las orillas de los arroyos son cada vez más lodosas. Pero al fin y al cabo ya está perdido.
El sonido de la vida llega frente a Kral cuando una bandada de garcillas blancas y delicadas alzan el vuelo en un estanque cercano. Siguiendo los senderos de tierra y grava abre paso entre un cañaveral. Aquí la tierra y el agua parecen entremezclarse y Kral deja de tener claro hacia donde discurre el agua, con una caña comprueba que no parecen aguas profundas pero el lodo puede engañarte y tragarte por completo si pisas donde no debes.
Se escuchan patos y ranas escondidas entre los calveros del cañaveral, huyendo frente a él cuando alcanza a encontrarles. La visibilidad es baja debido a la frondosidad, no resulta tan instintivo como las llanuras de las que provenía Kral. Esta zona de humedales es rica en vida, el agua es verde llena de algas y larvas que huyen de voraces tortugas. Era un lugar excelente para recolectar plantas o alimentos, también para convertirse en presa. Cada paso hace sentir más inseguro, es un laberinto de terraplenes y aguas movedizas, además de otras criaturas que pueden acerchar fácilmente entre las cañas o bajo el agua.
Mediodía
12º Soleado, viento ligero
-2 de Alimento
El joven Kral, consciente de que ese rugir en sus tripas y dolor sordo solo puede ser hambre, se anima a acercarse a la orilla con la intención de capturar algún batracio que echar entre pecho y espalda... quizás tenga suerte, como en otra ocasión no muy lejana, y descubra uno de esos especialmente verdes y pegajosos a los que lamer el lomo para entrar en contacto con ese fino hilo que compone cuanto lo rodea.
Motivo: Recoleccion
Tirada: 1d6
Resultado: 4 [4]
Ahí va la tirada, disculpa porque no pensaba que me dieras el pie para continuar en el offtopic
Kral recorrió estanques y riachuelos, persiguiendo las ranas y sapos durante horas. Apartaba las cañas y avanzaba torpemente, las aves salían volando frente al gran ruido que levantaba al andar, si hubiera habido un depredador en aquel pantano en aquellos momentos ya estaría sobre él.
En ocasiones el agua olía a agua estancada y Kral buscaba remansos donde el agua discurriera retorciéndose en remolinos de hojas y restos.
Recogió bastantes huevos de rana y consiguió atrapar varias de aquellas pequeñajas ensartándolas en una caña para asegurar que no se iban a ningún lado. La búsqueda había sido muy fructífera y podría comer sobradamente aquel día.
El sol descendía despacio y el cielo se pintaba de colores a medida que las primeras estrellas podían adivinarse en el cielo despejado. Las ranas iniciaban el croar nocturno y los mosquitos se levantaban al haberse marchado el sol sofocante formando nubes zumbonas que cada vez crecían más y más al encontrar sobre Kral la víctima perfecta.
No había más nutriente en los mosquitos que la sangre que a él mismo le estaban sacando, era visible a su alrededor la nube de anofeles que se había formado a la llamada de la sangre envuelta por una piel tan rosadita y fina. Tal y como había pensado Kral cuando llegó aquí, este lugar era terrible. En las llanuras una hoguera ahuyentaba los mosquitos, y el Mogu usaba unas hierbas para complacer al fuego y que este protegiera a toda la tribu con una sola hoguera. Pero Kral no conocía exáctamente las hierbas que usaba, aunque de estar en algún lado sin duda estaban en esta ciénaga tan rica en vegetación.
Otros dos mosquitos volvieron a atacarle y Kral se dio cuenta que su piel entera estaba ya cubierta de picadas, produciéndole una urticaria terriblemente irritante.
Motivo: daño mosquitos
Tirada: 1d6
Dificultad: 6+
Resultado: 6 (Exito) [6]
Atardecer
12º Cielo despejado, Viento ligero
Obtienes 6 de Alimento en concepto de huevos de anfibio y ranas, los metes en tu bolsa y los vas consumiendo conforme necesites. Ve restando cada ración de alimento por cada punto de Alimento que te quieras restituir.
La Nube de Mosquitos te causa 1 punto de daño por urticaria
+2 puntos de estrés
-2 de Alimento
La temperatura cae en picado cuando la noche se cierne sobre Kral. Se siente solo y desholado en aquel pantano, poder encontrar un terreno llano y seco, repleto de cereal sería lo ideal. Solo puede hacer un hueco en el cañaveral y echarse sobre él. Alimañas ponzoñosas se mueven bajo el agua, las estrellas proporcionan una notable penumbra pero el croar de las ranas y el chirrido de mil insectos provocan en Kral un gran desconcierto nocturno que provoca su incomodidad.
Tal vez no tenga porqué dormir, quizá pueda seguir andando en busca de un lugar. La noche puede ser muy peligrosa pero pasarla aquí no parece que vaya a resolverle nada. Tal vez debiera prescindir del descanso.
Noche
5º, Cielo despejado, Viento ligero
Consumes los 6 de alimento
-1 de Alimento durante la noche
Frío +2 de Estrés
Terreno Inhóspito +2 de Estrés
Soledad+2 de Estrés
Acumulas un total de 12 de Estrés, por lo que adquieres tu primer punto de Locura y tu estrés queda en 2/10
Llega la noche, momento de recuerdos y concepto del personaje:
¿Como era el lugar donde vivía antes? ¿Como percibe Kral las llanuras y como percibe los pantanos?
El joven Kral se esmera en hacer un fuego para pasar la noche a la intemperie, cubierto con tan solo las escasas pieles que portaba, y recuerda el momento que podría haber sido hace una eternidad en que su maestro le mostró los secretos del fuego; a darle vida, alimentarlo... y escuchar cuanto tiene que decir. Echa en falta al resto de su pueblo, su calor, su apoyo, su fuerza, y endurece la expresión al asumir que tal vez jamás vuelva a verlos; aunque hará cuanto esté en su mano para que sus caminos vuelvan a cruzarse.
Se mete entre pecho y espalda un par de esas ranas tras ahumarlas un poco y se enrosca junto a las brasas para dormir...
Aquí andamos de nuevo...
Pasas varios días en aquellos cañaverales. El atardecer es criminal en cuanto a las nubes de mosquitos, que parecen no dar ninguna tregua a los inquilinos del pantano como Kral y la noche es especialmente peligrosa pues los pozos son trampas mortales si no sabes andar por aquellos lugares cuidando tus pasos. Al final Kral llegó a coger incluso algún cariño a aquel lugar que rebosaba de vida, todos los días tenía huevos de rana frescos y gusanos en abundancia. Pero no podía evitar pensar que estaba allí solo.
Había explorado aquellos cañaverales todo lo posible. Habías establecido que a tus inicios habías descendido por la cadena montañosa que ahora se levantaba al sur, volver al punto de partida resultaría algo infructuoso además de tener que recorrer muchas leguas por la ladera rocosa que ya desestimaras la primera vez. La tierra era más seca el bosque de álamos y sauces se volvía más frondoso unas cinco leguas hacia el este y el pantano se volvía más húmedo hacia el oeste, donde a otras cuatro leguas los afluentes parecían conducir con cierta fuerza a unos humedales semejantes a los que se encontraba. Por último al norte, la tierra era verde y los nogales y zarzales crecían fuertes y sanos en un bosque denso, que seguro estaría lleno de depredadores.
Antes de que el brillo del sol ilumine el cielo, justo cuando las estrellas ya se desdibujan en el cielo es cuando se intensifican los quejidos y gruñidos de las últimas alimañas nocturnas retirándose a sus madrigueras y cubiles, huyendo de la luz del sol. La mañana resulta extraordinariamente prometedora.
Un enorme siluro salta del agua para atrapar un pajarillo recordando a Kral las posibilidades de aquel lugar. Había encontrado aquellos días un descansillo más o menos seco y a resguardo del viento que podría servir de refugio. ¿Pero de verdad quería asentarse allí? ¿Y para qué?
Motivo: Curar pv
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 6 (Exito) [6]
Estás a tres franjas horarias de tus compañeros a ver si puedes alcanzarles
Mañana
10º, Cielo casi despejado, Viento fuerte
+1 de estrés por pesadillas * 1r punto de locura
-1 de estrés por descanso
-2 de Alimento
Recuperas el pv
Actual
Puntos de Vida 4/4
Alimento 5/10
Locura 1/3
Estrés 2/10
El joven Kral miró a su alrededor barajando la opciones que se abrían ante él; seguir en ese lugar no era una opción. Por otro lado, el denso bosque al Norte no le daba buena espina y avanzar hacia el Este tan solo significaría prolongar una situación que acabaría fatídicamente... así pues, agarró sus cosas y echó a caminar hacia la frondosidad del Oeste.
Aparentemente, un bosque mucho más amable que el denso y tenebroso enfrentado a las montañas.
Kral caminó durante muchas leguas a través de los pantanos. A pesar de empezar a conocer bien el pantano le sucedía que, al creer que pisaba en dique seco era en realidad un lodazal en el que se hundía a gran velocidad. Tenía mucha suerte de dirigirse en una dirección con el ahínco y aplomo que le impedían dudar acerca de su propósito. Pues las aguas lodosas y fangosas del río parecían poder engullir a una persona entera.
A mediodía las siluetas de los buitres aparecieron de nuevo en el cielo, trazaban algunos círculos al oeste de donde se dirigía pero aún estaba muy muy lejos y la altitud de los buitres, tan solo unos puntos que pasaban volando en aquella dirección a contraluz del sol eran muy engañosos en cuanto a las distancias.
La región en la que se adentró era prácticamente igual a la que había dejado atrás. El agua llevaba mucho más caudal y existían menos corrientes. Vio refrescándose en el agua un gigantesco uro que se acercó violentamente a Kral, pero el agua y el fango permitieron al homínido apartarse a una distancia suficientemente segura para que la enorme bestia desestimara la amenaza que el hombre representaba y siguiera su camino.
Garzas blancas y gran cantidad de aves acuáticas parecían surgir de los cañaverales que atravesaba, aterrizaban sobre las aguas y graznaban con fuerza entre ellos mientras nadaban bajo los reflejos del sol aprovechando las corrientes que el fuerte viento creaba. Los cañizales se agitaban violentos creando mucho ruido. Sería difícil saber si un depredador se acercaba.
No era un bosque, pero resultaba un lugar tan hostil como donde durmiera las primeras noches. Cuando llegó a una zona desprovista casi de ruidos de aves, ni vegetación se detuvo a descansar. La tierra tenía una consistencia grumosa, algo más pedregosa y el olor era poco menos que nauseabundo. Kral decidió investigar un poco más y en aquella pequeña porción de tierra se encontró extraño.
La tierra oscilaba a su alrededor. Cayó de culo. Su cuello corto empezó a resultar ineficaz en la tarea de sostener su pesadísima cabeza y perdió la habilidad de mover sus manos y sin embargo, alguien las movía por él. Todo parecía poseer una dimensión muy diferente. Era alguna clase de señal mágica, aunque su interpretación quedaba todavía en manos de Kral. Aquel era un lugar mágico y su uso debía ser estudiado.*
Te apartaste de aquel lugar santo, místico, revelador. Observaste a tu alrededor. Aquel lugar parecía tan apropiado o inapropiado para vivir como el anterior en el que Kral se encontraba. Las vistas mejoraban hacia el oeste donde los buitres parecían poner algo de su atención, pero también tenía que mirar por sus propias necesidades. El día aún era largo para disponer de él a su libre discreción.
Motivo: daño del gas
Tirada: 1d6
Dificultad: 6+
Resultado: 2 (Fracaso) [2]
Mediodía
10º Cielo nuboso, Viento fuerte
-2 de Alimento
-1 de Estrés por inhalar gas
Actual
Puntos de Vida 4/4
Alimento 3/10
Locura 1/3
Estrés 1/10
*en esta nueva región de pantano hay unos pozos de gas, si realizas un ritual en este pantano, el gas te da un +1 a la tirada de Magia
El joven Kral permaneció un buen rato pensativo, o lo más similar a esto que su modesto intelecto le permitía, podía tratar de cazar alguna garza aunque esa perdida de tiempo le obligaría a quizás a pasar la noche en la marisma o continuar hacia el Oeste en busca de un terreno más amable... y finalmente, echó a caminar hacia la lejana arboleda confiando en que todo le fuera favorable.
Tras aquellos días en los pantanos Kral deseaba dejarlos atrás y encontrar un lugar menos inhóspito. Viajó durante todo el día recorriendo los humedales, persiguiendo los bancales de tierra seca pero cada vez que llegaba a una arboleda solo era otro lodazal. Por fin alcanzó lo que empezaba a parecer una región más arcillosa. Los ríachuelos se retorcían y morían en pequeños estanques, cuando quiso darse cuenta Kral se encontró atrapado en una serie de pequeños cañones y despeñaderos. Eran verdes y llenos de vegetación, en su mayoría pequeñas colinas de piedra caliza y arcilla. Con rapidez salió de allí para poder viajar y observar desde un puesto más elevado. Encontró varias cuevas.
Aquella era una región mucho más confortable para Kral, podía establecerse en cualquiera de las cuevas arcillosas. Claro que, si llovía aquel era un lugar muy peligroso. Echó la vista atrás sin estar seguro del camino que había tomado. Parecía un lugar difícil de orientarse y sin embargo los cañones dejaban una buena perspectiva de las alimañas que se escurrían entre ellos*
El sol ya había desaparecido. El cielo estaba oscuro y Kral escuchó varios aullidos entre aquellos cañones. El homínido no era el único depredador. Y si no se cuidaba en encontrar un buen refugio, estaba seguro de convertirse en la comida de alguno
Atardecer
8º, Viento fuerte
-2 de Alimento al Atardecer
Actual
Puntos de Vida 4/4
Alimento 1/10
Locura 1/3
Estrés 1/10
*Si no se dispone de Percepción 1, hay que lanzar Atletismo o sufrir 1pv por caídas o resbalones.
Las tiradas de Rastrear tienen un +1
Kral se dispuso a pasar la noche en una de aquellas cuevas, confiando en que al menos en las siguientes horas no llovería, con la intención de recolectar algunas bayas o demás elementos comestibles que una región tan verde y fértil pudiera ofrecer. Y se dejó llevar al mundo de los sueños...
La estructura arcillosa dejaba un sinfín de lugares en los que guarecerse. Olía a tierra mojada aún estando seca. Un olor peculiar, nada desagradable. El terreno no era firme y si uno no andaba con cuidado podía resbalar y caer, Kral atendía más a los vientos borrascosos y los pequeños jirones de nubes que iban y venían desapareciendo allí arriba con las luces del atardecer que a la propia tierra. No obstante era un tipo agudo y no dejaba que sus pies cayeran en un terraplén que pudiera desprenderse.
Encontró varias chumberas secas, pero internándose un poco quizá encontrara algún higo chumbo entre ellas.
Te animo a que participes en la reconstrucción de los pasos de Kral, que significa para él las cosas que ve, los olores, los sonidos, qué busca que anhela. Que indiques posibles hallazgos en su camino y me ayudes a completar las descripciones del entorno.
Puedes lanzar una tirada de Recolección
Atardecer
8º, Viento fuerte
Actual
Puntos de Vida 4/4
Alimento 1/10
Locura 1/3
Estrés 1/10
Ey... no doy abasto. Ahora me surge una mudanza (de país) junto con el desborde de trabajo que ya me había pillado.
Siento las molestias, pero voy a tener que dejarlo.
De verdad que lo lamento.
Abrazotes.