Partida Rol por web

Shaki encontró espinacas, rábanos bastante inmaduros y larvas en grandes cantidades. Algunos zarzales tenían flores inmaduras que podían comerse y en varias orillas encontró trébol en flor que podía condimentar el alimento. Aún así, la dieta basada en la recolección requería de mucho peso y tuvo que ir comiendo a medida que avanzaba.

Viajó durante todo el día bajo la capa cenicienta de aquellas nubes grises que ya a media tarde empezó a descargar la lluvia en forma de incesante riego, Shaki recorriendo los humedales alcanzó lo que empezaba a parecer una región más arcillosa. Los riachuelos se retorcían y morían en pequeños estanques, cuando quiso darse cuenta Shaki se encontró atrapada en una serie de pequeños cañones y despeñaderos por donde ahora corría el agua de forma salvaje. Siguió un riachuelo y luego otro pero caían en pozos en aquel laberinto de arcilla. Consiguió trepar a un lugar elevado, aquellas colinas eran verdes y llenas de vegetación, en su mayoría pequeñas colinas de piedra caliza y arcilla.

Shaki sentía el frío, la lluvia y el viento. No era solo el clima, era la garra de la muerte, que ahora se cernía sobre ella. Un aullido sonó en eco lejano entre los cañones que ahora parecían ríos. Debía salir de allí como sea, recorría las colinas por las vedas más altas pero continuamente llegaba a puntos muertos donde debía bajar a las fuertes corrientes o dar media vuelta. Horas de camino perdida, se hacía de noche y no tenía pinta que el tiempo fuera a mejorar.

Entonces lo vio. Era una cueva pequeña, apenas una cavidad en la arcilla a la que pronto llegaría el agua. Aquel homínido estaba allí tendido frente al frío y el agua y pronto sería arrastrado por la corriente. Reparó en la lanza que llevaba en el momento que, como si fuera una simple rama, el agua la alcanzó y se llevó el grueso, tosco y primitivo venablo. 

No importaba lo que Shaki gritara, el homínido no respondía. Si estaba herido o muerto poco importaba, puesto que la corriente subía en aquel inapropiado cañón en el que había decidido instalarse. Shaki se acuclilló, mientras el viento frío aguijoneaba sus mejillas observando al hombre, esperando que se levantara. Cuando el agua le alcanzó y llegó a moverle, rígido. Shaki tuvo la certeza de que estaba muerto. De nada servía arriesgarse a alcanzarle. Había estado persiguiendo un muerto.

 Shaki tuvo que reprimir su decepción, tal vez su tristeza o quizá su frustración liberándola de alguna forma sobre aquella arcilla. Decidió que solo podía seguir caminando, buscar un refugio o salir de aquellos cañones.

 Encontró entonces, caminando un par de horas más bajo la lluvia unas cuevas perfectas, parecía que no se habían inundado aunque el agua caía en cascada frente a su entrada. La cueva estaba hecha de piedra caliza y arcilla y aunque las paredes y el techo tenían un tono de anaranjado húmedo, aún resistía si el tiempo no seguía empeorando. Pero lo más increíble fue lo que allí había. Sostuvo entre sus manos varias piedras de sílex, había esquirlas por todas partes y huellas. ¡Huellas! Habían estado tallando sílex, había huellas de dos homínidos que hace pocas horas quizás habían estado tallando sílex allí mismo. Las aristas estaban afiladas y esparcidas por doquier, y algunas piedras útiles habían sido desestimadas a un lado. Aunque con su actual carga Shaki apenas podía llevar las suyas a causa de la gran cantidad de alimento que llevaba la mayor parte del tiempo entre sus manos. 

Tras un breve descanso y unos pocos golpes, parece que los dos homínidos se dirigieron hacia el sur. Una gigantesca, terrorífica y fría montaña se elevaba al sur, más allá de los cañones. Por el tiempo, su guarida no debía estar lejos. Pero con aquel tiempo, viajar podía suponer un suicidio. ¿Acaso no lo era quedarse allí? Aquel lugar parecía desear engullirla. ¿Quién le mandaba a dejar sus pantanos fértiles y llenos de vida donde el agua solo iba en una dirección?

Comio sobre la marcha lo que sus manos alcanzaban, depositando el resto en su bolsa, llena hasta el tope. Pensaba que alimentada y con fuerzas en sus pisadas, a pesar de estar tan perdida en aquellas vertientes, lograria encontrar la ruta adecuada pero no fue asi. No llego a tiempo.

Mordió sus labios chupando las lágrimas que escapaban de sus ojos rodando por su piel arrastrando la mugre de sus mejillas, suprimiendo un gemido. Carecía de palabras para expresar todo lo que sentía en ese momento así que solo podía experimentarlas sintiendo como el corazón latía fuerte  quebrándose dentro de su pecho.

Entre ahogados suspiros de llanto emprendió de nuevo su camino  abandonando a quien estuviera tan cerca que con solo extender la mano lo hubiera alcanzado, pero no, esta vez la fortuna no le sonreía y junto con las nubes que avecinaban una lluvia que se convertiría en torrencial presagiaban la mala fortuna que se cernía ahora sobre su cabeza.

Entre balbuceantes sonidos que no se convertían en vocablos apropiados y el inminente llanto sus labios pronunciaron una silaba.- waa… waa y alargaba un poco el último sonido sin comprender que prolongaba la vocal tratando de infligir en ella todo el dolor, frustración y decepción que sentía. Era una palabra para representar todo lo negativo de su trayecto, allí donde se centraban los malos espíritus que dificultaban sus esfuerzos y entorpecían sus pasos.

Levanto el puño al viento desafiando, dando paso al enojo esta vez. –¡Waa! . Gritó nombrando aquello invisible, perjudicial, oculto y misterioso.

Llego a aquella cueva escapando del frio y la lluvia, aunque vio huellas se dejó caer en el suelo ignorando el trayecto que parecían tomar. Si aquella zonas de riscos eran desconocidas para ella, incluso haciendo buen tiempo en el pantano lugar que conocía no pudo acortar la distancia hacia le ahora muerto o llegar a tiempo para ver quiénes eran estos dos de la cueva salir ahora era peor. Abatida, comprendía que no podría viajar en una tormenta durante la noche así que dio por concluida su tarea de encontrar a nadie más.

Con la poca luz que quedaba saco el pedazo de Run tocándolo, acariciándolo y vertiendo en el sus esperanzas; tal vez la idea de encontrarse rodeada de pedazos de sílex y piedras influyera en su deseo de labrar a Run. No obstante sus manos no fueron lo suficientemente diestras perdiéndolo para siempre esta vez. Nuevamente la depresión volvió apresó con garras afiladas del frio y la lluvia afuera su corazón sangrante.

Como un una autómata se quedó entonces esperando la noche, recogiendo piedras que quedaron abandonadas en la cueva por sus antiguos propietarios y tallándolas toda la tarde. 

La lluvia aprieta más y más, la claridad desaparece a medida que el viento empuja las nubes que se apelotonan sobre aquellas colinas, a punto de desplomarse sobre la tierra. Negras, oscuras, rugientes. Los relámpagos centellean toda la noche y no pocos caen entre las colinas donde te encuentras. El bosque cruje violentamente y un pequeño desprendimiento cae junto a la entrada de la cueva. Es una buena tormenta y no será seguro cuando acabe.

Los torrentes de agua ahí abajo se vuelven ríos caudalosos y peligrosos. Shaki ha pasado la tarde tallando su amuleto y sus sílex y ahora observa el techo de la cueva que empieza a tomar una forma completamente antinatural. Con una violenta explosión parte del techo de la cueva cede, dejando caer a través de un nuevo agujero en la arcilla un torrente de agua que se une a las muchas cascadas que ya conforman una gruesa cortina frente a Shaki, al menos aún está seca, pero no tiene ni idea de si la cueva aguantará semejante tormenta.

Varios aullidos quejumbrosos se escuchan entre los cañones y las colinas a través de la lluvia torrencial. La temperatura ha bajado en picado y el viento hace volar ramas de los árboles y desprende piedras de las colinas cercanas que van a parar a los violentos rápidos que se han formado. Va a ser una noche larga para Shaki, pero quiera Run que despierte viva por la mañana.

El viaje espantoso hasta aquí, incluso el desventurado encuentro con el muerto, se había convertido en algo insignificante frente a la posibilidad de perder su propia vida. Shaki se aferró con fuerzas al único punto que en aquellos momentos constituía todo su soporte emocional, el amuleto de Run.

Una pieza pequeña que cabía en su palma, puliendo cuatro caras trapezoidales iguales, ligeramente convergentes, rematado superiormente en una pequeña pirámide. Tal vez en algún futuro esa forma volvería a ser descubierta y se convertiría en un símbolo especial por otros; aunque ella en aquellos momentos no lo supiera.  La parte más próxima del amuleto todavía mostraba como había sido la pieza original en bruto, exaltando el contraste entre ambas, pensaba ella que quizá pudiera en esa parte sujetar un pedazo de cuero o alguna fibra  y eventualmente llevarla colgando al cuello como los grandes cazadores hacían con los colmillos de sus presas, ellos honraban a la presa y ganaban con esto algo de la fuerza , rapidez o fiereza del animal. El amuleto en aquellos momentos guardaba demasiados y complejos significados que ella misma no podía precisar. Era la esperanza de ver un nuevo amanecer, de viajar sin contratiempos, de encontrar comida, de estar a salvo; se podía resumir en protección y eso era lo que anhelaba la muchacha sujetándolo entre dedos temblorosos.

Pero, ahora, esta noche, Shaki sujetaba el cristal mirando alrededor con ojos neuróticos. Escuchaba la lluvia, los aullidos allá afuera. ¿Tendrían el mismo origen que aquellos que la separaron de su familia? El viejo, la lluvia y el agua rápida a raudales en la montaña le indicaban que no debía abandonar la cueva.

¿Cuánto aguantaría? ¿Se derrumbaría completamente como parte del techo o parte de la entrada? El miedo era grande pero su desconocimiento a esta zona solo le permitía besar el amuleto sujetándolo y esperar. Afuera con esa lluvia moriría sin duda, no le cabía duda, seria arrastrada por el agua traicionera de las vertientes de montaña y el viento. En la cueva, aunque pequeña, existía la posibilidad de volver a ver el sol. Pasaria entonces la noche en la cueva. 

Shaki despertó de forma súbita cuando el agua tocó sus pies, lanzando un grito y echándose atrás en la pequeña caverna, angustiada, intentando trepar. Pero tan solo era un pequeño riachuelo que había desviado su camino por donde ahora la neandertal dormía. El agua seguía cayendo, el cielo había clareado y la tormenta sonaba muy lejana sin relámpagos a la vista.

Shaki salió con cuidado bajo la lluvia y sintió la fría punzada de las afiladas gotas que intentaban caer con el máximo cariño. El suelo estaba resbaladizo, se echó hacia atrás. No tenía demasiadas ganas de salir bajo la lluvia pero tampoco tenía ganas de quedarse allí. Buscó a gatas en aquella cavidad un lugar seco y seguro, pero ninguno le pareció bien. Finalmente salió bajo la lluvia y al borde del risco se acuclilló observando los ríos que la lluvia habían formado en los cañones allí abajo.

Qué fácil era en los pantanos donde el agua seguía siempre sus mismos caminos, donde la tierra dejaba lugar para que la tormenta furiosa correteara y dejara en paz al hombre. Por el río el cadáver de una hiena cavernaria aparecía y desaparecía entre la turba de tierra y vegetación que la turbulencia arrastraba, sin embargo estabas bastante segura que el día anterior, antes de que lloviera, el rastro de los homínidos seguía dirección norte, hacia las montañas, más altas, más escarpadas donde el viento pelearía por arrojarla por un barranco. ¿Merecía la pena aquel sufrimiento y el sacrificio por encontrar a otros? Seguro que se encontraban allí, la lluvia les habría detenido, pero ¿Podía permitirse ella el retrasarse? ¿Seguirían allí si salía el sol?

Despacio se puso a cuatro patas apartándose del risco, temblaba, no quería pero debía, o quizá debiera seguir el curso del agua para intentar volver a los pantanos. Con el cuerpo frío, la piel blanca y helada, casi hipotérmica y el pelo hecho una maraña de suciedad mojada Shaki tenía pocas opciones, su cabeza y brazos le pesaban, pero aún así sus piernas le pusieron de pie esperando a que tomara su decisión.

Pasas toda la mañana en aquella cueva. Observando la montaña y pensando en tus posibilidades. Era grande, era rocosa y daba miedo. Ahora mismo quizá lo mejor que podía hacer era esperar a que las aguas bajaran y las trombas de agua cesaran en aquel hábitat tan hostil.

La indecisión hizo que el destino eligiera por ella. Entraba y salía de la cueva a intervalos debatiendo que hacer, cuando las nubes detenían su lánguido llanto y el viento fiero o de las mañanas amainaba. En esos momentos salía y estudiaba con atención los cañones, los trombos de agua y los desfiladeros traicioneros sin saber qué hacer.

Pero apenas se juntaban las nubes en oscuros remolinos en el cielo la muchacha dejaba el descampado y volvía a  la cueva.

Al final  fueron unos pocos días bastante amargos. Comía lo que provisoriamente había guardado en su bolsa, afortunadamente, y el hambre no fue un inconveniente. La preocupación de no saber cuándo abandonar este lugar le impidió ocupar su tiempo a totalidad. Hubiera podido tal vez practicar más con los sílex, sacarle más provecho las piedras y posibles sílex que pudiera lograr a pero la desilusión de todo lo ocurrido invadía su mente.

Finalmente cuando las nubes parecieron agotar su llanto y el viento se convirtió en una ligera pero constante presencia Shaki  con la barriga llena pero el morral vacío comenzó a debatir seriamente en abandonar  la cueva; de una buena vez y por todas volver al pantano o a los bosques que ya no le eran tan ajenos.

Trató de adivinar la antigua trayectoria desde aquella posición en la colina pero la tormenta había dejado el terreno irreconocible, además los ríos seguían crecidos en este terreno inhóspito. Solo quedaba descender poco a poco y poner distancia de las montañas y ella.

Sigues el curso del agua, no parece difícil. Desciendes a los cañones con total reticencia a viajar por el agua, era tan fácil en los pantanos. El agua podía no cubrir y con una caña podías vigilar los pozos de lodo, pero aquí la tierra era siempre dura y cuando menos lo esperabas aquellas rocas podían enviarte al fondo de aquella fuerte corriente.

Shaki alcanza un punto muerto, el agua se enturbia y congrega en una especie de pozo de arcilla donde se está acumulando más y más agua, en algún momento parece que ese pozo tenga desagüe pero está fuera del alcance y debe ser subterráneo, debía desandar el camino, de nuevo vuelve por los cañones río arriba hasta encontrar otra corriente que le lleva a un cañón demasiado estrecho, y nadar no era en absoluto una opción para seguir aquel río

Llevaba horas intentando encontrar un camino hábil para viajar cuando se encontró sobre unos peñascos en una zona llena de árboles, un río corría furioso ladera abajo buscando aquel laberinto de cañones donde encontraría su camino o moriría en un pozo. Entre los árboles les vio, no podía creerlo, era improbable, allí, descendiendo el río y la ladera rumbo a los cañones habían un hombre y una mujer, llevaban varias lanzas y bajaban rápidos y con decisión hacia la laberíntica y peligrosa zona de ríos furiosos donde cualquiera podía perderse.

Tras mucho desandar el camino recorrido, yendo en un constante subir y bajar siguiendo los cañones, la escena se transformó en un remanso apacible entre algunos árboles que contrastaban con los  peligrosos desfiladeros que le rodeaban. Improbable, indiscutiblemente, pero más que todo se le antojaba imposible que allí viera las siluetas de dos individuos. ¿Las huellas de la cueva? No, esos iban arriba a los picos de las montañas.

Shaki entorno los ojos, agudizando la vista tratando de estudiarlos. Un hombre y una mujer a quienes no había buscado, no como a aquel pobre diablo que la corriente arrastrara lejos perdiéndolo para siempre,  ahora el destino cruzaba sus pasos con estos otros muy cerca.

¿Sería obra de Waa nuevamente para que desesperadamente volviera a cometer los errores de antaño? Cuando abandonando los ricos bosques y pantanos en persecución de un fantasma había perdido casi hasta su propia vida en lugar de sacarle utilidad a su entorno.  Shaki , algo recelosa después de todo decidió que intentaría llamar su atención pero que no los perseguiría en una alocada carrera como antes hiciera.

Miro al cielo, apreciando un tenue reflejo de Runn que se filtraba desde del otro lado envuelto en su manto de nubes grises.

Levantó un brazo y grito con todas sus fuerzas haciéndoles notar su presencia. .

-¡EUUUUUUU! ¡EUUUUUUUU!

Erguida sobre la roca con el viento batiendo sus ropas y cabellos húmedos seguramente daría un triste espectáculo.

¿Serian estos dos sobrevivientes de su tribu? No estaba segura. ¿Serian peligrosos, y la matarían robándole sus míseras piedras de sílex? Era un riesgo. Estaban armados y se movían por las rocas con soltura y rapidez muy diferente a ella.

Si entienden a Shaki, ninguno de los dos neandertales hace gesto alguno. El hombre enarbola la lanza por delante suyo, sujetándola con ambas manos y se acerca mirando a un lado y a otro mientras camina despacio. La hembra, con la lanza igualmente sujeta firmemente con ambas manos mantiene sus ojos clavados en ti, y los dos se dirigen hacia Shaki sin hacer señal alguna.

Tal fue una mala idea, una muy mala idea. No parecían mostrarse amistosos y ahora de más cerca Shaki comprobó que efectivamente se trataba de dos completos desconocidos. Estudio sus fisonomías y sus cuerpos por alguna señal que delatase sus experiencias. Heridas o suministros ¿Estarían hambrientos?

No tenía comida para ofertar, aunque si tenía todavía los dos sílex, el pedernal y el amuleto.

La forma recelosa en que el hombre miro a cada lado le indicaba a Shaki que tal vez ellos estuvieran tan asustados como ella, esperando algún ataque de posibles miembros escondidos, cosa que nunca sucedería.  Shaki estaba tan sola y perdida como aquel amuleto de Run sin ser alimentado por los rayos vivos del astro sol.

Con ojos suplicantes la rubia levantó las manos al cielo con las palmas abiertas.

-Naak. (aluvion)Indicó, mirado al cielo y a las nubes grises vestigios de aquel aluvión que casi arranca su vida, soplo con los labios imitando el viento.-Naak. Repitió bajando las manos y señalando la corriente fuerte en que se convirtiera aquella agua maldita -Waa Ivi.(Wa, espiritu malvado, Ivi es el rio. los rios ahora estan poseidos por waa(?)) Indicó hacia el rio de aguas revoltosas.

Por un momento su mirada cansada destelló en cristalinos reflejos con algunas lágrimas recordando al pobre miserable que no logro alcanzar, pero más que todo su propia perdida al abandonar los pantanos y los bosques. Y ahora si no lograba apaciguar a los extraños ella misma corría el peligro de morir.

Posando los ojos en los extraños en un vertiginoso momento de lucidez recordó a los más habilidosos de su propia tribu que lograban utilizar las piedras para confeccionar lanzas y cuchillos, incluso hachas.

Tomo una de los sílex de su bolsa depositándolo en el suelo dando luego algunos pasos atrás como ofrenda ante este encuentro.

Volvió a  dar algunos pasitos atrás manteniendo el frente hacia los desconocidos y los ojos todavía medio humedecidos, por un instante se limpió los mocos producto del lagrimeo y de la humedad con el dorso de la mano en un rápido movimiento y espero la reacción de aquellos dos.