Partida Rol por web

Os estábais empezando a olvidar de los chaparrones y el cruel frio de Vigo. El verano ha traído días más luminosos y durante esta noche, sea leyendo con la ventana abierta o tomando algo en alguna terraza de bar habéis disfrutado del inusual calor. Por poco tiempo.

Un gélido e inesperado vendabal os ha dejado tiritando mientras el cielo se encapotaba con nubarrones negros. A las primeras gotas le han seguido muchas más, los toldos de los bares no han  aguantado la fuerza del viento y las ventanas se han cerrado de un portazo. Después de unos minutos la tormenta, tal y como ha aparecido, se ha esfumado y una sensación extraña ha impregando a todos los habitantes de la ciudad.

La siguiente mañana al salir de casa habéis dudado si coger o no el paraguas y acompados de una humedad asfixiante habéis llegado hasta la entrada de la comisaria. Parece que la tormenta de ayer os ha dejado un bonito regalo en forma de naufragio, hundiendo una lancha de los narcos.

¿De donde habéis salido esta mañana? ¿Como habeis llegado a la comisaria?

Iyán ahogó un bostezo cuando llegó ante las puertas de la comisaría. La tormenta que había caído la noche anterior no había ayudado a que pudiera conciliar el sueño; al igual que tampoco había ayudado el susto que se llevó cuando cayó el primer trueno… Chasqueadores y rayos no eran una buena combinación. Porque eso era lo que estaba haciendo cuando la tormenta descargó toda su fuerza sobre la ciudad, echar una partida al último juego que había comprado.

Vaciló un instante antes de entrar evaluando si también ese día el cielo estaría dispuesto a descargar el diluvio universal. Había llegado sin paraguas, un incordio para los viajes en autobús, su medio de desplazamiento desde que había llegado a la ciudad. Echaba de menos su moto que por el momento tendría que quedarse en Asturias; bastante tenía con pagar el alquiler del estudio que había conseguido en la parte nueva de la ciudad gracias a que su padre le había echado una mano económicamente.

Para él era suficiente y cubría todas sus necesidades, pero el inconveniente de que no tuviera plaza de garaje le obligaba a buscar una en otro lugar, y eso iba a incrementar los gastos que ya de por sí tenía. Así que Iyán, por el momento, tenía que conformarse con llegar a la comisaría en transporte público e incluso, en algunas ocasiones, caminando.

Entró por fin en el edificio, dispuesto a que Orozco les ampliara la poca información que les había dado. Aún no había leído ni escuchado las noticias así que Iyán no sabía si la prensa ya habría informado al respecto. Sería raro que aún no hubieran dicho nada ya que los periodistas parecían enterarse antes de lo que sucedía que las fuerzas de seguridad.

Sonrió para sus adentros cuando el policía de la entrada le devolvió el saludo añadiendo el mote al que ya se había acostumbrado. Se adentró en las instalaciones pensando cuántos de ellos recordarían su nombre y si seguirían llamándolo Novato incluso cuando se jubilara… Volvió a sonreír, pero en esa ocasión su sonrisa era visible para cualquiera que lo estuviera mirando.

En Galicia sólo llueve dos veces a la semana: de lunes a jueves y de viernes a domingo. La noche anterior había caído lo de varias semanas juntas, y Alba se había entretenido leyendo sentada junto a la ventana de la galería con su hijo en el regazo y charlando con su familia. Al menos hasta que se había ido la luz en la pequeña casa, lo que había dado lugar a la “entretenida” competición para ver dónde demonios habían guardado las velas.

Lo bueno de vivir en las afueras era la tranquilidad de no tener que enfrentarse a los mil problemas de Vigo y su falta de alquileres, que aún por encima estaban carísimos. Lo malo era que cada vez que caían estos chaparrones las carreteras secundarias se inundaban un poco y había que conducir con precaución. Es buena cosa que su coche se parezca más al patrol que usa cuando trabaja que a un deportivo, o al menos eso intenta repetirse cada vez que pilla un bache.

Chachareó con Sonia de cosas sin importancia durante los veinte minutos escasos que les llevó llegar desde su casa a la comisaría, agradeciendo de nuevo a su buena estrella el tener una plaza en el garaje de ésta y no necesitar ir a aparcar en uno de los párkings próximos. Le gustan sus riñones donde están, prefiere que no le peguen una sablada.

Todavía charlando con la chica recoge su termo de café, su chaqueta y un paraguas plegable que mete dentro de su bandolera y accede a la planta principal del edificio, saludando con la cabeza y una sonrisa al guardia que está controlando la puerta.

Al fondo ve al joven novato y se echa a reír bajito. Con pasos seguros se acerca a él.

-Creo que no lo conoces, ven que te lo presento.- Le comenta a la chica que va con ella.- Buenos días, Iyán.- Dice, cuidando mucho de no usar el mote que sabe que todo el mundo utiliza.- Has llegado pronto...¿Has conseguido una zodiac?.- Su sonrisa se hace más ancha, el novato asturiano le cae bien.- No sé si conoces a Sonia...

Los días de lluvia solían gustarle más que cualquier otro, quizás por la sensación de tristeza o porque prefería consumirse encerrado sin tener que salir a pasar el rato. Le gustaba martirizar su alma con el pasado y remorder su consciencia para hallar respuestas que jamás encontraría. El destino solía ser un desgraciado y con él, tenía un ensañamiento.

«Xoel» Paso por ti en 10 minutos. 

En cuanto recibió la notificación le envío un mensaje a Beth, que por cierto hacía poco estaba en Galicia y con todo la historia  que tuvieron en su momento, no supo que pensar. Era su compañera, tenía que verla todos los días y con esa angustiante sensación de mantener alejadas a las personas, esto no ayudó para nada.

Encima para colmo de males, había conservado su viejo Mercedes con el que compartió mil momentos junto a ella. Esto no había sido a propósito, su fallecida esposa odiaba el auto por la relación sentimental que tuvo con Beth y usaban otro coche con el cual su mujer perdió la vida en el accidente. No se atrevió a venderlo debido a su amor por esa marca de automóviles. 

No obstante, seguía siendo una maldición del destino, más allá de que no se preocuparía por ello. Se había prometido así mismo ser todo un profesional como hasta ahora. Con su café en la mano abandonó su piso y tras dar unos cuantos pasos, se subió al auto con el objetivo de ir por su ex. Durante el trayecto que fue corto, se taladró la mente con canciones sad manteniendo ese bucle tóxico se culpa, miedo y rencor por todo lo sucedido. Hasta que llegó a la casa de su compañera y tras tocar bocina, la vio aparecer. 

Suspiró por lo bajo, cogió un cigarro —habia regresado al vicio—y la observó con cierto aire indiferente muy fingido. Se hacía el tipo duro porque merecía todo lo que le había pasado, ese era su lema. Al subir la saludó si ella lo hacía y rápido se dirigieron hacia la comisaría. Beth reconocería el coche, aunque Xoel no diría nada sobre esto. 

—Vaya putada la tormenta, parece que tenemos un regalito — dijo con cierta ironía, debido al naufragio—. Uno menos que cazar. ¿Cómo estás?

Tras esto, respondería a lo que dijera su compañera y en cuanto llegaron, bajó y tentado estuvo de ir a abrirle la puerta. Pero la caballerosidad la dejó hace tres años atrás. 

—Venga a ver qué tenemos — comentó resignado y ya cuando vio a los demás, al chico lo reconoció porque todo el maldito lugar hablaba del novato—. Buenos días, soy Xoel. 

Beth irrumpió en su piso, despojándose del chubasquero empapado para colgarlo con rapidez en el improvisado tendedero de su pequeña galería interior. Se quitó sus zapatillas de correr mojadas y dejó la ropa tirada en una esquina del lavadero. Rápida, corrió a la ducha para no coger frío, aún con su cabello pegado a su frente y hombros, dejando un pequeño reguero en el suelo de gotas.

— Estás loca... — se dijo con una sonrisa mientras se miraba en el espejo tras salir de la ducha. Correr bajo la lluvia era su manera de despejar la mente, aunque eso significara correr prácticamente todos los días bajo aquel mal tiempo.

Mientras se terminaba de arreglar, recordó cómo había llegado hasta allí. Había sido destinada desde su querida Cataluña a esta tierra de paisajes verdes y cielos grises como parte de su trabajo. Al principio, el cambio había sido abrumador por todo lo sucedido, pero con el tiempo había aprendido a adaptarse a aquella tierra desconocida que solo había conocido de las historias que los labios de Xoel le habían explicado en la Academia. Porque sí, aparte de la lluvia, también estaba "él", su nuevo compañero.

«Beth» Nos vemos ahora, llevo café.

Tras escribir con rapidez el mensaje, se dirigió a la cocina y preparó un termo de humeante café, dejando que el aroma reconfortante llenara el aire de cierta humedad. El sonido de la lluvia sonaba, golpeando la ventana de la cocina, mezclándose con el murmullo de la cafetera al terminar.

— Bon dia... Puff... Que peste a tabaco... ¿No? — arrugó la nariz y miró a Xoel nada más entrar al coche. — Deberías dejarlo... Otra vez — comentó, poniendo los ojos en blanco. Recordaba que le había comentado en la academia que aquel vicio de joven lo había abandonado. — Y la música... Es muy diferente... — se colocó un mechón de pelo tras la oreja mientras le tendía el termo de café caliente. — Su café, señor. Estoy bien, creo que me estoy acostumbrando a la lluvia. Y tú... ¿Bien?

Pasó uno de sus dedos por el salpicadero de aquel Mercedes que, aunque nunca lo había mencionado, conocía bastante bien. Podía rememorar las veces que habían viajado en sus días libres en la academia, explorando Ávila, entregándose al amor en el asiento de atrás en cualquier rincón... Todo aquel coche era un recuerdo imborrable para la mente de la catalana. Sin embargo, sabía que no era bueno remover esos recuerdos en ese momento, por mucho que anhelara perderse de nuevo en ellos...

Tras llegar a la comisaría, siguió los pasos de su compañero, saludando a todos con una sonrisa, soltando alguna broma o simplemente recordándoles a algunos compañeros que tenían que probar su tarta de Santiago.

— Yo soy Beth, la compañera de este tipo tan... Tan Xoel — bromeó al llegar al resto del equipo reunido, notándose su acento tan diferente al gallego predominante en el lugar y siempre mostrando una sonrisa. — Es un placer.

Sonia salió de la habitación de invitados de casa de Alba, perfecta como siempre. Cuidaba su aspecto muchisimo, nunca sabías a quien podías encontrarte y tenías que estar preparada, o eso pensaba ella. Además hoy, en especial hoy, era el día en el que conocería a las personas con las que debían trabajar y tenia que estar mas que presentable, después de todo a todos los había llamado por lo mismo. Al salir cogio algo rapido de desayuno, cuando se iban le hizo tres cucamonas al peque se Alba y le dijo a su marido -No te preocupes yo cuido de ella- a lo que él respondio poniendo los ojos en blanco y susurrando -eso es justo lo que me preocupa- a lo que ella sonrió. Corrio hacia el coche de Alba, pues mojarse era una cosa, pero ese tiempo... infernal alli.... Como echaba de menos Cadiz, con su sol, sus playas.... Y justo en sus playas recordó porque la habían llamado, por haber sido durante laaaargo tiempo, la muñequita de un narcotraficante, se habia movido en ese mundillo.

Guiño el ojo al que estaba en la puerta y sonrió entrando tras Alba. Cuando Alba le presentó a Iyán, sonrió -Encantada- se aproximo, para dar los dos besos de rigor. Cuando escucho la puerta, se dio la vuelta para ver entrar a Xoel y Beth, a lo que le susurro a Alba -¿Y ese morenazo? Buah- sonrió ampliamente, casi lobunamente. El maquillaje, la hacía parecer bastante mayor de lo que era y las experiencias que habia vivido desde muy joven, la habían curtido en varios campos, aunque poco recomendables, mas sin pertenecer a ningun cuerpo oficial. 

Mientras el grupo se saludaba y los desconocidos se presentaban entre sí, Iyán tiene la oportunidad de echar un vistazo al número de la Voz de Galicia que alguien ha dejado en la entrada de la comisaría:

"Lancha de narcotraficantes naufraga a las puertas de Vigo" 

La tormenta de ayer hizó naufragar una lancha de narcotraficantes cerca del puerto de Vigo. La policia confirma la muerte de al menos uno de ellos aunque no se descarta que está cifra aumente en los siguientes días. 

Tras terminar con los saludos os dirigís directamente al despacho del comisario, atravesando las mesas y puestos de trabajo del resto de policias. 

Orozco es un veterano policia, nadie sabe exactamente cuanto lleva en el cuerpo y seguramente toda su promoción esté ya prejubilada. Los que lo conocéis sabéis que es un hombre directo y algo duro pero nadie pone en duda su profesionalidad.

- Sentaros por favor - Os entrega a cada uno de vosotros un pequeño informe con los detalles más relevantes del caso.

• Una tormenta inesperada hizo naufragar una lancha de narcotraficantes cerca del puerto de Vigo
• Según la autopsía realizada de madrugada la victima murío ahogada. La documentación encontrada en la lancha pertencía a un tal "Nuño Gomez" aunque sabemos con seguridad que se trata de documentación falsa. El cadaver ya estaba fichado por el robo de un coche con el nombre de Alvaro del Campo.
• La marea ha llevado los restos de la lancha a las cercanías del faro de la V15. 
• Alvaro del Campo está empadronado en Vigo y compartía piso con una tal Lucia Gamarra.

- Como véis el caso está prácticamente cerrado pero sabemos que en este tipo de lanchas no suele viajar un único narco y aunque trabajemos sobre la hipotesis del accidente no podemos descartar nada. - Os deja unos segundos para leer con atención el informe.

- El cuerpo todavía está en la morgue y no estaría mal ver que ha podido dejar el mar en las últimas horas. 

- Ah, una última cosa - Orozco os entrega una pequeña bolsa de plástico. 

- Son los objetos personales del fallecido. - Dentro podéis ver una cartera, unas llaves y una pequeña medalla de plata con un grabado que parece representar algunas nubes y una tormenta. - Si es que la vida puede llegar a tener gracia y todo - sonrie socarronamente.

— Debería— respondió con respecto al tabaco tras apagar el cigarro—. Lo que quieras con la música y gracias por el café. 

Más seco de lo normal a la hora de dirigirse, sí que destiló un poco de dulzura en sus gestos al mostrarse agradecido por esos cuidados que hacía meses necesitaba con suma urgencia. Los duelos en soledad, eran terribles. 

[...]

Ya juntos en la estación de policía, Xoel avanzó a la par de Beth en cuanto vio al comisario y se giró en medio de ese pequeño trecho de caminata sorprendido cuando escuchó lo de morenazo, tal vez buscando el rostro de aquella voz. Pero no dijo nada y fue el último en ingresar porque tenía hábitos de caballero andante a veces.

Muy centrado en la información que se aportó, ya supo que debía hacer aunque desconocía a qué se dedicaban los presentes, si tenía la certeza que en el trabajo de campo era bastante bueno junto a su ex. 

—Esta bien, con Caballe nos vamos a revisar la zona y hablar con la gente de los alrededores—dijo decidido, casi hasta hablando por ella—. Todo es muy raro, toca ver qué se puede rascar sin que venga el fiscal a dar por cerrado el caso. Quizás estamos un poco a contratiempo por lo redondito que quedó el informe. 

Le resultó extraño, demasiado para alguien como este policía que solía desconfiar de todo. Cogió la medalla con sus largos dedos y la observó con detenimiento, más aún a contraluz. Nadie solía llevar algo así en el cuello, era muchísima casualidad lo sucedido y este objeto. 

—Espero no sea de una secta, odio esas mierdas—dijo por lo bajo a Beth—. ¿Algo más que debamos tener en cuenta? 

Desvió la mirada hacia sus compañeros, no conocía a las chicas y tampoco tuvo idea en qué área trabajaban. Ya lo pondrían sobre la mesa. Después dejó la medalla sobre la mesa y le sacó una foto con el móvil, luego revisó la billetera como si fuera un sabueso interesado en algo. Su mente iba a mil todo el rato, era lo único que lo mantenía centrado. 

— ¿Ya está bajo vigilancia esa tal Lucía Gamarra? ¿Hablaron con ella? — Beth observaba la medalla que parecía juguetear entre los dedos de Xoel. Rápida, agarró la cartera y rebuscó en ella, sabiendo perfectamente que sus compañeros ya la habrían registrado y analizado.

Observó a Xoel, impresionada por su decidida determinación de dirigirse al faro de la V15. Siempre había admirado esa contundencia en su compañero desde que habían coincidido en la academia.

— Claro, peinaremos la zona del faro — levantó un momento la mirada de la cartera. — Comisario Orozco, ¿se encontró la mercancía? Algún narco estará cabreado si se perdió en el fondo y no descarto que si no se encontró, algún compi del fallecido pueda estar buscándola por la zona...

Después, esperó a sus nuevos compañeros de caso mientras respondía a Xoel.

— ¿Por llevar una chapita ya tiene que pertenecer a una secta? — sonrió a su compañero, convencida de que la situación no iba por ahí. — A lo mejor es una insignia familiar o la marca de su dueño...

Cogio el dosier que le entregaron sonriendo, luego solto una risita -¿en serio? Álvaro del Campo- rio -como todos estamos en el mismo grupo supongo que es lo suyo compartir la información con vosotros- nego con la cabeza -Álvaro del Campo, no llega a narco, es un mindundi que trabaja para un Clan mayor, por lo que él no es el pez gordo, ese fue seguramente el que escapó y buscará su droga, para ellos la pérdida de Álvaro... No significa nada- sabia todo aquello de sus tiempos, cuando era la muñequita de aquel narco, para bien o para mal, conocía algunos de ellos y Álvaro, alguna vez lo vio y era justamente eso, el chico de los recados, por lo que esa droga que transportaba no era suya y mejor que estuviese muerto, o lo pagaria muy caro. 

Miro a Xoel y le sonrió de medio lado, entornando los ojos -No guapetón, no estamos ante una secta-

Acababa de coger el periódico cuando creyó reconocer una voz a su espalda saludándolo. No se equivocaba, era Alba la que acababa de llegar. Iyán la saludó con una espontánea sonrisa mientras se encogía de hombros. Había coincidido con ella en un par de ocasiones y tenía muy buen concepto de ella. Era maja, guapa y le parecía una gran profesional.

—¿Por un poco de agua? —respondió con una enorme y sincera sonrisa.

Sonrisa que se quedó congelada en sus labios cuando se vio asaltado por la mujer que acompañaba a Alba. Se quedó sorprendido, sin saber cómo reaccionar e incapaz de devolver de forma natural los besos que le daba. Por un instante se sintió como si estuviera dentro de un reel de Instagram o de un vídeo de tiktok, tal era el aspecto de la despampanante mujer que más parecía una influencer que un miembro de los cuerpos de seguridad.

—Hola. Encantado —consiguió decir por fin justo cuando una nueva pareja entraba en escena. Los observó con curiosidad, imaginándose que seguramente serían sus nuevos compañeros—. Iyán. —Fue su simple y directa presentación.

Echó un rápido vistazo a las noticias antes de, junto al resto, pasar a hablar con Orozco. Al menos ya tenía una ligera idea de qué podía ir el tema. Y no se equivocó.

Mientras el comisario hablaba, Iyán leyó el escueto informe que tenía delante, pero apenas tenía información relevante. Se disponía a hablar cuando Xoel comenzó a organizar el trabajo, al menos el de la pareja, dejando claro a Iyán que seguramente era el tipo de tío al que no le gustaba demasiado colaborar.

Moviendo el informe entre sus manos, los ojos del asturiano intentaban captar algún detalle de los objetos personales del muerto que, en esos momentos, manejaban la pareja de nacionales.

—Puedo buscar información sobre la medalla y el grabado —dijo, sonrojándose ligeramente al hablar, sobre todo por estar en presencia de gente con más experiencia que él—. Quizás encuentre algo sobre ese dibujo. Las llaves… ¿Se sabe ya de dónde son? Su casa, la taquilla del gimnasio…

Enarcó una ceja sorprendido al escuchar hablar a Sonia, parecía muy puesta en ese tema así que se imaginó que sería de antidrogas. Muy apropiado...

-Como sigas hablando así vamos a nombrarte galleguiño honorario, y no te vamos a dejar volver a la tierrina, Iyán.- Dice, devolviendo la sonrisa al chico.- En nada estarás hablando gallego y preparando un cocidiño, y ya no habrá vuelta atrás.

La reacción del chico al ver a Sonia provoca que ponga los ojos en blanco, camuflando la sonrisa con un sorbo de su termo. Al escuchar el comentario del morenazo abre los ojos de par en par, evitando girarse en el último momento y manteniendo una expresión amable para poder presentarse a los dos desconocidos recién llegados.

-Hola, yo soy Alba.- Se gira un momento hacia Sonia y arruga la nariz en un gesto amable y cómico- Encantada.

Deja que todos hablen mientras revisa con cuidado toda la información que les ha dado el comisario.

-Claro, porque seguro que la medallita da peor suerte que lo de montarse en una narco lancha.- Comenta con tono suave y los ojos fijos en los papeles. Con un gesto fluido saca de su bandolera una libreta pequeñita por si se le ocurre algo.- Visto lo visto igual es simplemente algo de su serie favorita. Un emblema de Juego de Tronos o algo así, a saber...

-El cuerpo no se va a mover de la morgue, cuando terminen la autopsia podemos bajar a verlo. Y lo mismo con su compañera de piso, el interrogatorio puede esperar. Pero el mar no espera por nadie.- Comenta dando toquecitos con el lápiz en la libreta.- ¿Sabes para quién trabajaba exactamente, Sonia?.- Pregunta con suavidad, sin dar demasiadas explicaciones acerca de una pregunta que puede resultar chocante para los que no conocen a la preciosa chica que tiene sentada a su lado.- Yo creo que lo mejor es peinar antes la zona del faro: no sé cuánto va a aguantar sin llover pero esa es una zona de rompientes importante y le queda poco a la marea para que empiece a subir. En cuanto esté en la llena a esas piedras se acerca...mal terreno.- Espera a ver si el resto de sus compañeros tiene alguna idea más. Sabe que no es ella la que está al cargo, pero va a poner todo de su parte para ayudar. Sonríe, y sin poder evitarlo se le marcan los hoyuelos.- Conozco la zona...

Orozco observaba al grupo con atención. Le podrían tachar de muchas cosas pero sin duda seguía teniendo ojo para seleccionar a sus operativos. Cada compañero se activó como un resorte de un mecanismo bien engrasado. Fuese por arrogancia, obsesión o disciplina, todos han intentado aportar algo.

Xoel e Iyán rebuscan en la cartera y echan un vistazo a las llaves antes de ponerse con el medallón. En la cartera, además del DNI falso y un carnet de conducir el fiambre guardaba estampas de la virgen y un rosario envuelto en tela aterciopelada. Las llaves parecen llaves de casa, de algún portal. Al inspeccionar más detalladamente el medallón ambos policias observan las trazas de una antigua inscripción, borrada ya por el paso del tiempo. ¿De cuando es esto?

Mientras tanto Beth lanzaba preguntas – Por ahora nadie a visitado a la tal Lucia, no hemos visto una conexión directa con el accidente y por lo que sabemos, no se ha encontrado ningún alijo cerca de los restos. – responde el comisario. De todas formas, Beth, sabes muy bien que pueden pasar días hasta que la marea saca a relucir sus tesoros.

Orozco toma la palabra una vez más.- Si estáis pensando en ver la zona del faro, tenéis dos coches a vuestra disposición.

—Y las virgencitas, puta mierda. 

Fue un murmuro que le soltó a Beth estando a su lado, sólo para ella mientras examinaba con el chaval la medalla. Ya le había sacado una foto para tenerla presente. La idea de peinar el faro era la acertada, además le recordó de pequeño que cuando bajaba la marea solía hallar tesoros. Eso le trajo añoranza, aunque la situación era distinta. 

Notó las miradas de las mujeres, la rubia y la morena. No dijo nada, solo seguía centrado en lo que tenía en sus manos. La joven le respondió y Xoel con una sonrisa que le devolvió siguió a lo suyo, aunque se apuntó mentalmente esa información que soltó porque no cualquiera contaba con ello. Escuchó al comisario. 

—Primero peinamos la zona entonces como sugerí antes y luego vamos interrogando— dijo en un tono serio al mirar a Alba, había dicho lo mismo que él. Xoel solía meterse en el trabajo al punto de la obsesión para no lidiar con sus carencias emocionales y el duelo por la pérdida —. Voy en el mío. 

 Miró a Beth por un breve instante y luego, bebió el café que tenía en la mano. 

Ya si no había más que decir, se pondría en marcha. Había muchos hilos dónde tirar, algunos de los presentes tenían conocimiento de los narcos, así que también era clave. 

DNI falso, carnet de conducir de igual procedencia, estampitas de la Virgen y un rosario envuelto en un saquito de tela aterciopelada... se repitió Beth mentalmente al comprobar el contenido de la cartera.

— Era un tipo creyente, eso seguro... Estampitas de la Virgen y este rosario. ¿Alguien puede imaginar por qué lo guardaba en la cartera en lugar de llevarlo puesto? ¿Tenemos algún entendido en religiones? Quizás la medallita también sea significativa para alguien tan devoto — preguntó al grupo, reflexionando sobre las posibles razones. Ella misma había guardado el anillo de su abuelo en una cajita junto a la cadenita de oro de su abuela.

Mientras esperaba la respuesta de Sonia a la pregunta que Alba había formulado sobre el clan responsable de la droga, escuchó las palabras de Xoel y del Comisario, haciendo caso omiso a los comentarios lanzados a su compañero.

— Como dijo Xoel, Comisario, vamos a peinar la zona, al menos nosotros dos... — miró al resto del equipo. — Pero cuantos más ojos, más posibilidades, ¿no? — sugirió con una sonrisa, esperando saber qué decidiría el resto del equipo.

—Esto tiene pinta de ser algún recuerdo de familia —musitó Iyán, dándole vueltas en la mano a la medalla. Para él, que la inscripción estuviera tan gastada, era síntoma de que se había usado muy a menudo; seguramente su dueño le daba vueltas entre los dedos al igual que él estaba haciendo, o que habían sido varios los que la habían llevado colgada y el roce con la piel la había desgastado.

Movió casi imperceptiblemente la cabeza a ambos lados, negando sus conocimientos sobre religión. Pero lo que sí tenía claro, al igual que el resto, era que el muerto tenía que ser un fervoroso creyente. Nadie lleva en el bolsillo estampitas y rosarios si no era porque creía en dios.

—No sé si seré de mucha utilidad sobre el terreno —dijo, hablando despacio y sin mirar a alguien en concreto—; soy más rata de laboratorio. Pero quizás tengáis razón y cuantos más pares de ojos busquen pistas más posibilidades de encontrar algo tendremos—añadió, aunque no parecía muy convencido con lo que acababa de decir. Al fin y al cabo él ni conocía la zona ni estaba acostumbrado a investigar la primera línea del crimen.

Seguía absorto en la contemplación de la medalla, como si aquel objeto intentara decirle algo. Sin embargo no descubriría nada a no ser que lo analizara en el laboratorio, buscara algo en internet o intentara sacar algún otro tipo de huella distinta al del muerto. Se preguntó si eso serviría para algo, pero no encontró una respuesta satisfactoria. Él solo era un novato que necesitaba aprender y curtirse mucho más.

Movio los labios de un lado a otro cuando Alba le pregunto ¿Debía contar todo lo que sabía? Nunca le gustaba contar todo, era como le habían enseñado, la información era poder e igualmente peligrosa. Aunque después de todo, para eso estaba alli, para informar de lo que sabía por el tiempo que estuvo con aquel narco y gracias al trato que habia hecho, gracias a eso seguía viva y libre.

Suspiro y cruzó las piernas, en una pose mas que ensayada -Cuando yo coincidi con Álvaro del Campo, trabajaba para el Clan Dos Lalis y sabiendo lo difícil que es salir de ese mundillo y como se las gastan, lo mas seguro es que siguiera trabajando para ellos- sonrió, quizás recordando otros tiempos, se retiro un mechón de pelo de la cara -no son aficionados, son gente bastante peligrosa- se encogió de hombros y se levanto para ir con ellos, lo suyo era la acción, no se iba a quedar sentada. 

-A mí me da que igual si lo llevaba al cuello la gente que estaba con él se iba a echar unas risas a su costa.- Dice con toda la seriedad del mundo.-No sé si en la comisaría, pero hay una iglesia relativamente cerca: siempre podemos ir a preguntarle al sacerdote.- Su tono sigue siendo serio y respetuoso mientras ojea los detalles en el informe.

Sostiene la mirada de Sonia un segundo, sonriendo como para darle ánimos. Sabe que la chica es una buenaza pero a veces una cabra loca de mucho cuidado, y que a menudo eso la metía en cada problemón de "aquí te espero" que alucinabas. una parte de su mente espera que la joven sepa que puede contar con ellos si se ve metida en otro problema, que espera que no.

Cierra la carpeta del informe y se pone de pie mientras coge el termo y empieza a abrocharse la chaqueta.

-Pues si no hay nada más yo por mi parte sí que voy a coger uno de los Patrols, señor comisario.- Comenta antes de empezar a andar hacia la puerta. Mira a Sonia y a Iyán, a los que conoce bastante (muchísimo) más. Sonríe a Beth y a Xoel, no es que los esté exluyendo, pero supone que Beth irá en el coche con Yoel. No obstante hace un gesto para abarcarlos a todos ellos.- ¿Alguno de vosotros se viene conmigo o nos vemos ya allí, chicos?...