Partida Rol por web

Arma en mano Svein siguió a la asesina cubriendo su avance por si algún enemigo les salía al paso intentando atacarles por sorpresa.

Con el báculo en la mano y dispuesto Vret siguió al resto de acólitos en estado de alerta. Aunque la ratonera infernal se estaba limpiando de seguro que aún podría haber horrores peores.

Miraba a izquierda y derecha, mientras avanzaba. Aquella mina estaba poniendo a prueba mis nervios. Por mucho que Vret había dicho que no había más enemigos en las cercanías no podía dejar de imaginar a más mutantes saltando sobre nuestras cabezas.

Os decidís a explorar las cavidades que os quedan, excavadas en la roca de forma bastante rudimentaria, decididos a cumplir con rigor vuestra misión y exterminar toda la corrupción que encontréis a vuestro paso; pero para vuestra sorpresa casi todas las cavidades restantes están prácticamente vacías, dejando para la vista y el olfato poco más que alguna escena sangrienta y repulsiva más, a las cuales vuestros estómagos se están ya amoldando.

Sin embargo al avanzar hacia la última cavidad, aquella que desprende ese extraño y casi hermoso brillo rosado, veis que el fulgor rosáceo inunda este lugar, y que procede de una gran piedra de color lavanda que asoma por una grieta del suelo y se alza hasta casi tocar el techo. Cuando os aproximáis a ella, la luz parpadea y late como si estuviera furiosa. Entonces la piedra se estremece e invoca una aterradora criatura procedente de la Disformidad: un demonio portador de plaga. Al materializarse el demonio está aturdido, lo que os da la oportunidad de reaccionar primero.

Aquella piedra había convocado una bestia procedente de la disformidad, un engendro con un único ojo y miles de moscas revoloteando a su alrededor. Si no queríamos que volviera a repetirlo tendríamos que destruirla, pero en estos momentos tenía delante algo mucho más peligroso por lo que preocuparme.

Con una plegaria al emperador, apunté a aquel engendro y disparé.

En ésta ocasión prefería actuar en concierto. Sin un plan previo me afiancé en mi puesto con el cayado. Si se usaban granadas, no quería interponerme.

Guardo mi arma y saco mi espada para atacarle cuerpo a cuerpo.

La aparición conjurada por la piedra sorprendió a Svein, que se encomendó rápidamente al Dios Emperador para evitar quedar manchado por su presencia.

Aquel ser pestilente y retorcido ni siquiera era un mutante corrompido por el caos, si no que se trataba directamente de un demonio servidor de los dioses oscuros.

Con el corazón inflamado por la justa ira, el sacerdote apuntó con su rifle láser contra el demonio, y realizó una ráfaga de disparos mientras salmodiaba a voz de cuello.

- ¡¡¡Sagrado Dios Emperador, guía nuestras manos en nuestra hora mas oscura, libranos del mal que nos acecha, que tu luz destruya su oscura presencia y lo expulse al mar de corrupción del que surgió!!!-

Al vislumbrar con más detenimiento al terrible demonio veis moscas fantasmales con rostros humanos revoloteando a su alrededor, posándose sobre vosotros y mordiéndoos en la carne expuesta. Vret no puede soportar el horror y se queda gritando en el sitio e intentando espantar a las terribles moscas de rostro humano moviendo los brazos con descontrol, sin mucho éxito. Itzia tampoco es capaz de hacer frente a la horrible visión y presa del pánico mueve su espada sin don ni son arriba y abajo, mientras las densas gotas de sudor frío le mojan cada vez más. Solomon, al contrario, consigue enfrentar el terror inspirado por el demonio maldito y aprieta el gatillo con eficacia logrando hacer varias heridas en el vientre de la criatura...Sin embargo es Svein quien, totalmente decidido e inspirado por la grandeza del Emperador, destroza a la horrible criatura ya en descomposición con una eficaz ráfaga de su rifle láser. El demonio estalla en llamas, su carne se funde y sus ojos se salen de las cuencas como si fueran huevos cocidos...y cae al suelo convertido en un pútrido y aborrecible cadáver semi-carbonizado. Habéis acabado con una aberración propia de la disformidad antes siquiera de que pudiera reaccionar...loado sea el Emperador.

Todo había terminado igual de rápido que comenzó. El rifle láser de Svein disparó una ráfaga de energía concentrada y acabó con aquel ser venido de la disformidad.

La piedra convocó al demonio.- de digo a los otros sabiendo que ellos también lo vieron.- debemos destruirla. El universo estará más seguro sin esa piedra.

Saqué de mi chaqueta la granada que me dio el furriel, había encontrado la forma de utilizarla.- Alejémonos.- sólo faltaba que un trozo de metralla hiciera el trabajo que no había podido hacer el demonio.

Estoy enfadada conmigo misma porque parece ser que hoy no estoy al cien por cien. Por suerte Svein ha conseguido acabar con aquella asquerosa bestia horrenda, lo peor no es la bestia si no la asquerosidad que ha dejado al reventarla. Miro a Solomon cuando nos indica que nos alejemos y después miro su mano, asiento con la cabeza y hago cuanto me dice y retrocedo hasta estar a una distancia segura.-Es mejor que retrocedamos por si la granada hace que alguna pared se desprenda y nos quedemos encerrados en este agujero el resto de nuestros días-

Al punto me calmé. Aunque, mientras mi crisis, Svein había demostrado su enorme fé y pulso eliminando a aquella anormalidad él sólo.

Será lo mejor. Una pena que no nos dieran un trozo de explosivo. Comenté acorde al plan de Solomonmientras retrocedía a cubierto.

Con la mano aun temblorosa después de la subida de adrenalina, y el corazón aun palpitando con fuerza, Svein tardó unos segundos en bajar el cañón de su rifle láser. Sin duda el Dios Emperador estaba con ellos y con él de su parte ningún hereje o demonio del caos podía oponerse a los servidores del imperio.

   - Loado sea el Emperador.- Exclamó realizando el signo del aquila tanto a modo de agradecimiento como para alejar al mal de aquel lugar.

Acto seguido asintió a la idea del Solomon y se aprestó a retirarse junto al resto del grupo.

   - Proceda arbitrador Solomon. Acabe con esa piedra blasfema.- Sentenció con solemnidad bendiciendo la noble tarea que su compañero iba a realizar. 

Cuando todos estáis a una distancia segura Solomon lanza la granada con precaución, asegurándose ya sin la presión del combate de lograr su objetivo. Un fuerte estruendo, y para cuando volvéis a mirar el resultado una nube de polvo oculta a duras penas la destrucción de la piedra y con ello vuestro éxito: la piedra ya no emite ese blasfemo fulgor y el corrupto cadáver en descomposición ha quedado enterrado por los escombros. Finalmente habéis logrado erradicar el foco de la corrupción, bendito sea el Emperador.

Habéis eliminado la amenaza más inmediata para la mina Gorgónida y demostrado que sois más que capaces de cumplir las encomiendas de vuestro inquisidor. Dedicando el tiempo necesario acabáis por no tener demasiados problemas para salir de la mina, siguiendo el mapa lográis regresar de nuevo a la superficie sin más incidentes. Los guardias imperiales se muestran muy impresionados, especialmente el comisario, quien os interroga sobre lo que habéis visto y los seres a los que os habéis enfrentado, además de daros el pésame por vuestro compañero caído. Aunque le afecta bastante descubrir que ha perdido a todos sus hombres, os da las gracias por haber eliminado el peligro y promete hablar bien de vosotros a vuestros superiores.