Partida Rol por web

Al escuchar las palabaras de su compañero, prueba lo que ya presumía, las pocas son las horas de sueño que había podido encontrar este en la noche anterior y la culpabilidad por haberlo dejado sólo ante tantas tareas apremiantes.

Realmente... No, no se me ocurre nada. Pero, ¿piensas que sería honorable interrogar a una persona o simplente consentir que lo hagan?, sé que las circunstancias así lo demandan y que no tenemos tiempo que perder en absurdeses... Pero, ¿nuestros antepasados se sentiran honrados por esta mancha?, Ayudame, amigo... 

Seguía andando aunque con paso algo más lento hacia donde debía estar su prisionero, no quería que nadie escuchara la conversación y además no tenía del todo claro como obrar.

Tus antepasados pueden estar tranquilos Yojiro, ni tú ni yo tocaremos a este hombre, intentaremos quebrar su voluntad, pero nada más, ya habrán hombres del gobierno que se quieran manchar las manos con la sangre de este sucio pirata, nos vamos de esta isla, pero dependemos muchisimo de lo que diga el saqueador... crees que podrás acobardarlo para que hable???

Y dando por zanjada la cuestión se dirigía con paso firme...

- Si no puedo, haré todo lo posible para que así sea, te doy mi palabra de samurái.- la respuesta de Bato-san no le había defraudado y por lo truenos que ese hombre hablaría sin daño físico alguno, son principios que esos mismos piratas jamás respetarían, pero quizás eso mismo jugase a su favor...

Camináis hacia el lugar donde debiera estar el prisionero. Lo véis atado, de pies y manos, con numerosos cardenales en cara y extremidades. Parece que alguien le haya dado una paliza, además de la violencia que pudo recibir cuando fue capturado.

Bajo él, el inconfundible olor de la orina que aún es visible en sus oscuros pantalones piratas.

Según entráis, levanta la cabeza con dificultas y véis en sus ojos odio. Un odio profundo. El odio profundo de alguien que sabe que lo peor para él está por llegar. Sabe que a los prisioneros, y más a los piratas, la tortura antes de su muerte es lo que le espera. Estáis seguros de que maldice su suerte por no haber muerto junto a sus compinches.

Al verlo allí, en el frío suelo, enmohecido y sangrando, una fugaz compasión asoma en mi aguerrido corazón, nada que no se disipase con una leve punzada de dolor de mi pierna. Me dirijo hacía él y al llegar me coloco en cuclillas a escasos metros de este.
 

- Como ya sabrás todos tus compañeros han muerto, todos, sin excepción.- una breve pausa para que digiriese el mensaje.- Estas sólo y sé que de buena gana hubieses deseado caer con ellos cual leal Pirata, pero no ha sido así, estás aquí ahora y continuas vivo. Tras otro breve silencio y un rápido cambio disimulado de la pierna de apoyo, continuo.- Llegados a este punto tenemos dos opciones, ninguna de ella es grata, lo sé, pero sólo hay una posible para ti.... Si bien nos hablas sobre cual es el motivo que os hacía atacar una y otra vez las costas de esta Isla, y de la persona que hay detrás de esos ataques, te prometo que yo mismo te daré muerte aquí y ahora, algo rápido sin más sufrimientos; sin duda, te reunirás con tus camaradas y con está última acción de buena voluntad igual tus antepasados puedan prestarte un lugar cercano a su descanso....- Un silencio sepulcral es generado en el ambiente, me acerco más a él y le clavo mi furibunda mirada.- Si, por el contrario, no colaboras, te juro ante los siete Truenos que te queda por delante una larga vida de dolor, sufrimiento y remordimiento. Te prometo que se te exhibirá una por una por todas las plazas de las islas del Clan, dándote a conocer como el pirata que no acompaño en suerte a sus colegas y las miradas de estos siempre te acompañaran en los innumerables años de tortura que están por venir, te auguro una vida larga y puedes estar seguro que personalmente me encargaré de que asi sea, no creas que podrás salir de esta facilmente… Así qué, tu decides… 
 

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

El hombre te mira con ojos desafiantes y te lanza un escupitajo, aunque éste se pega a tu armadura. Resbalando lento por ella. No te inmutas y le sigues mirando a los ojos. Por fin, el hombre habla.

Eres un estúpido. Esto está por encima de ti. No puedes ejecutarme. Debes entregarme a las autoridades, y lo sabes. ¿Qué vas a hacer? ¿Torturarme con tu estúpido honor? No te atreverás a decepcionar a tus queridos ancestros. Mi señora os lo hará pagar.

La sonrisa zorruna que recorría la cara de Bato era tan real como las palabras que el pirata acababa de dar... Suficiente Yojiro... y pensar que el otro pirata con vida nos había dicho que no teníais jefe... tu serás el pasto de los torturadores del daimyo... cuando les diga que tan solo con una noche colgado de un palo ya nombraste a tu señora... se pondrán contentos al saber cuan rápido afloran tus secretos...

Tras esto se giró hacia Yojiro... Nos vamos de esta isla Yojiro, que los samurais se preparen, esperemos que el pueblo nos ayude a cargar el barco...

A por cierto a tu señora le encantará saber que ya has hablado de ella... ya sabes como se paga la traición no??? Creo que tampoco sería una muerte limpia, jajajajaja, chico acabas de perder la oportunidad de morir rapidamente...

Despues se alejó esperando a su compañero, ya había poco que hacer... solo volver con su señor... y a eso se disponía, empezó a revolver todo para partir cuanto antes... no se arriesgaría a otra noche... eso sí se llevaría a un aldeano respetado, que refutara sus palabras...

Mientrás la última gota de saliva del pirata choca contra el frio suelo, una sonrisa burlona se dibuja en mi cara. Sin borrar esta de mi rostro me incorporo de estar de rodillas descansando mis manos sobre mis muslos; Una vez incorporado, miro a Bato y asiento con la cabeza.

Hai, voy rápido...mientras menos tiempo nos demoremos en esta jaula rodeada de agua mejor. Me encargo de los preparativos Bato-san.- sin más me dispongo a salir de la habitación, pero un instante antes de sobrepasar totalmente la puerta, me gira levemente y hablo en voz sosegada: Perdíste tú última oportunidad.- claramente dirigido al pirata.- seguro que te arrepientes de gastar tu saliva de manera tan poco productiva. Ahora, no encobntraras salvación ni espiritual ni carnal...- salgo.

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Me dirijo hacía la Posada para alentar a los demás samurais a que ultimen preparativos para volver a hacerse a la mar: Ay, ¿Qué tendrá la Mar?, que en el agua lo soy todo y en la tierra no soy nadie...

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

El pirata sonríe burlón.

Sois muy rápidos en vuestras aseveraciones, aunque pueden no ser tan correctas como creéis. El pirata traga saliva con esfuerzo. No podréis hacer nada. Eso os lo digo desde ahora mismo. Como poseido por un demonio, y pese a las heridas recibidas, el pirata comienza a reirse.

Bato hizo caso omiso del desgraciado pirata y se dirigió a por sus pertenencias, mandó a uno de los jovenes samurais que con un par de aldeanos se hicieran cargo del pirata y lo encerraran en la bodega del barco y directo al camarote del barco, quería salir con la primera marea.

Costas de la Mantis. Hora del Sol.

Bato y Yojiro se unen en el muelle. El pirata está siendo transportado hacia vuestro barco, que pese a la tormenta, parece en buenas condiciones para navegar. Sus ojos se clavan en los vuestros. Va dentro de una jaula hecha con bambú que los propios aldeanos han ayudado a preparar.

- Mira Bato-San, el fiero animal enjaulado.- dice esto mientras señala en la dirección que traen al cautivo pirata. ¿Tú Señora no vela ahora por tí?, bueno bueno, al menos ten la certeza que pronto nos echaremos a la Mar y ¿sabes lo que pasa en Alta Mar, no?...Eso mismo cualquier cosa... Y recuerda lo que dije, se te exibirá una por una por todas las plazas de las aldeas del Clan para que la gente pueda ver lo fiero que eres...

- Bato-san, todo está listo para partir sólo faltaba el animal, cunado dispongamos podremos soltar amarras y levar ancla. La verdad, es que estoy deseando salir de esta triste Isla y volver a la sobria compañía que la marea me proporciona.

La verdad a Bato no le gustaba mucho tener al tipo enjaulado, pero se aseguraría de que llegara roto...

Sí Yojiro, de vuelta a casa... Levad anclas, partamos de inmediato. Por cierto, respecto al rufian, despertadlo cada hora con un cubo de agua, no quiero que descanse, solamente si habla de confesar avisadme a mí o nuestro gran compañero Yojiro.

Tras esto volvió a entrar en el camarote esperando que alguna idea feliz le asaltara a la cabeza mientras meditaba.

Costas de la Mantis. Hora de Doji.

El barco leva anclas y se va alejando de la aldea. Las pérdidas han sido grandes, pero con suerte podrán hacer que las cosas vuelvan a la normalidad.

Yojiro y Bato se internan en el camarote donde descansan un rato, mientras meditan sobre su siguiente paso. Cuando uno de los marineros entra corriendo en el camarote. Los gritos que profiere apenas son entendibles, pero ambos samuráis salen corriendo, con las armas en las manos, a cubierta.

Una vez allí, bajan a la bodega donde está el preso.

En el suelo, un charco de sangre y un trozo de carne. La sonrisa del pirata, coloreada por la sangre que le sale de la misma casi a borbotones.

Ambos sentís el pánico en vuestro interior. El prisionero no puede morir. Cuando os acercáis, observáis el trozo de carne muerto en el suelo. Su lengua.

El suave vaivén de la alta mar mitiga mi dolorida pierna, una sensación de bienestar se apodera de mi ser reconfortando mi espíritu gratamente, sin duda, vuelvo a estar en mi Hogar... la mar...

Mientrás repasamos el plan de acción a seguir de forma parsimoniosa, como siempre se ha dicho, después de la tempestad siempre viene la calma,y no hay mejor calma que la de una tarde de sotavento, pero todo lo bueno llega a su fín...

Cápitan, Yojiro-Sama. El prisionero...- la cara de exitación de Sanjuro era relevante, no necesitó mas palabras para describir la tensa situación que nos esperaba en la bodega, lugar que se le había asignado entre barrotes de rígido bambú al superviviente de la refriega.

A toda prisa me dispuse a bajar, hallandome delante de la dantesca escena en escasos segundos. Maldita y testaruda Rata.- pensé. Rie, rie, ya que eso es lo único que podrás hacer a partir de hoy. Parco favor te has hecho si piensas que así te librarás de tu merecida condena, hay multiples formas de sonsacar información a una escurridiza comadreja como tú. Y no dudes de que el que rie último rie mejor.- estaba la tarde refranera.

Limpiar esto y cauterizar la herida con acero hirviendo, nadie a muerto por morderse la lengua.- déspues me retiro unos metros para hablar susurrante con Nabakine, del cual sabía que era ducho en letras: Compañero, observa si hay indicios en el prisionero de ser conoceder de la escritura de nuestros antepasados, ve dejandole sútiles señuelos y hazme saber si es conocedor o no de esta, sé que es tarea sencilla para tí.- tras retirarle el brazo del hombro vuelvo a observar detenidamente la escena mirando sorprendido a Bato, el cual se encuentra sumido en un espectral silencio. 

Costas de la Mantis. Hora de Shiba.

Las horas han pasado. El sol ha ido avanzando por el firmamento. Las nubes parecen ir retirándose del cielo. Maldecís para vuestros adentros, parece que las nubes se van con vosotros, abandonando la isla que han estado anegando durante días.

La despedida del muelle de la aldea fue solitaria, ya que pese a que salvasteis la vida de multitud de aldeanos, no parecían especialmente agradecidos y nadie fue a despediros mientras levávais anclas. La suave brisa y la marea subiendo fueron suficientes para alejaros de esa isla que deseábais no volver a pisar nunca más.

La pérdida de la lengua de vuestro prisionero no hacía que vuestro espíritu se animase. Todo lo contrario. Sin palabras, y con gran parte de la población analfabeta, obtener una confesión iba a ser poco menos que imposible. La herida sangrante de su boca, de la que manaba sangre sin control, fue rápidamente cauterizada con un hierro al rojo que hizo que el prisionero lanzase un terrible aullido que os hizo estremeceros a todos.

Sabíais que la señora de la isla estaba robando al Emperador, pero no tenías pruebas. De eso estábais seguros. Sin lengua, el prisionero no serviría para mucho. Además, el rango mucho más elevado de la señora la hacía intocable para samuráis rasos como lo sois vosotros. ¿Habíais cumplido vuestra misión? En cierta manera sí. Bien era cierto que sin sus piratas, la señora tendría que ser ingeniosa para justificar sus robos, pero nada podría detenerla realmente. No al menos vosotros. Pero al menos, teníais al jefe de los piratas en vuestro poder y a su tripulación muerta.

Días después llegábais a la Kyuden Gotei donde fuistéis recibidos por un representante del daimyo que os interroga durante horas. Al finalizar vuestra entrevista, sois felicitados y condecorados. Después de todo, habéis traído al capitán de los piratas, un viejo conocido de las autoridades.

La noche pasa, y en ella vuestros cuerpos descansan por fin en la comodidad y seguridad de la capital. Vuestros cuerpos huelen por fin bien, después de recibir un buen baño y vuestros estómagos son saciados con viandas diversas. La mañana es abierta con un excelente desayuno y la ejecución entre horribles sufrimientos del prisionero. Tanto Bato como Yojiro son ascendidos a Nikutai por su trabajo, cosa que celebran vuestros hombres. ¿Qué os deparará el futuro? No lo sabéis, pero pese a la espina clavada en vuestro costado, sólo véis gloria en el horizonte.